Fraga elige a Aznar como su sucesor. |
Para entender a la derecha española hemos de repasar
nuestra historia reciente y la del resto de Europa. En la primera mitad del
siglo pasado se produjeron una serie de movimientos y hechos políticos y
militares que definieron una Europa con tres grandes ideologías. El fascismo
y/o nazismo, el comunismo y el capitalismo llamado democrático. La derecha
europea se anclaba en el capitalismo democrático, que fue el triunfador final
de la contienda mundial. Por tanto la derecha europea es beligerante con el
fascismo y, a su vez, con el comunismo y las tendencias llamadas de izquierda.
Quedan, como campo de expresión de las ideas fascistoides otros partidos
ubicados en la extrema derecha, fuera de la concepción democrática de la vida
política, que pretenden la eliminación de la ideología adversaria y la
imposición de la suya como verdad incuestionable. En Europa tenemos claras
representaciones de ello, como puede ser el partido de Le Pen en Francia y los
movimientos neonazis, en una situación más extrema aún. Por tanto, la derecha
europea es hija de la democracia, que luchó contra el sistema nazi/fascismo, y
tiene una concepción demócrata de vida y contrato social. Se separa claramente
de las ideologías totalitarias, a las que rechaza como hijas del pasado
dictatorial que defendió el eje Alemania-Italia en la segunda guerra mundial.
En conclusión. En la segunda guerra mundial el eje
fue vencido, derrotado, juzgado y condenado por sus crímenes. Alemania e Italia
surgieron de nuevo con un espíritu democrático. El rival dictatorial fue
eliminado y excluido de la vida política por no ajustarse a los principios
democráticos que la sustentaban. No obstante, determinadas ideas no
relacionadas con el racismo, la xenofobia, etc. pudieron ser expresadas y
defendidas en un sistema democrático. De ahí la aparición de partidos englobados
en la llamada extrema derecha en Europa como elementos claramente
diferenciadores de la derecha clásica del continente, si bien otros, de corte
nazi, fueron declarados fuera de la ley.
Pero, ¿qué pasa en España mientras tanto? España
llegó mal y tarde a casi todo. Fue, junto a Portugal, el grano en el culo de
Europa. En España se seguía manteniendo un régimen hermano de las vencidas
Alemania e Italia. Un régimen que se había instaurado en el país con la fuerza
de las armas y la ayuda incuestionable del bloque nazi/fascista. El franquismo
estaba en la esfera de los enemigos de la democracia y de los aliados,
ganadores de la contienda. No obstante, vino a salvarlo el propio comunismo. El
Estalinismo asesino, dictatorial y paranoide, creó un frente de conflicto con
los aliados, desembocando en la guerra fría. EE. UU. el gran vencedor y
beneficiado de las dos contiendas mundiales necesitaba neutralizar al nuevo
enemigo. Para ello era imprescindible establecer un entramado de bases
militares en Europa que garantizaran la defensa de sus intereses. Franco era un
enemigo confeso del comunismo y una insignificancia en cuanto al peligro que
pudiera generar su régimen para el poder americano. Por tanto, decidieron
negociar con él, perpetuar su régimen y tolerarlo, siempre que fuera
controlable, como así fue. Dejaron caer militarmente a la guerrilla opositora
encarnada por los maquis y al gobierno en el exilio de la extinta república.
Aquellos aguerridos milicianos que fueron los primeros en entrar en Paris, la
9ª compañía de la División Leclerc, y sus compañeros, fueron abandonados a su
suerte en la lucha contra el franquismo. El régimen de Franco ganó en el
balance de los intereses americanos y ofertó su territorio para establecer
bases militares en diferentes lugares: Zaragoza, Torrejón, Morón, Rota… El
precio irrisorio, comparado con la aportación que EE. UU. había hecho para el
levantamiento de la economía europea, era el rearme del ejército español con
materiales desechados por los americanos, usados en la guerra de Corea, algunos
beneficios económicos canalizados en intereses de magnates del sistema y, sobre
todo, el reconocimiento del régimen por parte de la O. N.U.
De esta forma se perpetuó el franquismo como “un mal
menor” para la ideología americana, que siempre mantuvo dictadores si eran
afines a sus intereses; incluso los potenció, como forma de neutralizar la
influencia de la URSS en los países iberoamericanos. Se dice que Cordell Hull,
quien fue secretario de Estado de los EE. UU. en tiempos de Franklin Delano
Roosevelt, dijo de Somoza: "Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro
hijo de puta", lo que muestra la actitud de los EE. UU. respecto a la
doble moral que siempre ejerció en su política exterior.
Por tanto, y al amparo de esta política de los EE.
UU., fueron casi cuarenta años de dictadura y adoctrinamiento del
nacional-catolicismo. En este sentido, no podemos obviar que la semilla
sembrada, durante tantos años, debió germinar y crear un espíritu del régimen
que trascendiera los cambios habidos en la transición. Ello es evidente en
cuanto se analiza, aunque sea muy por encima, los acontecimientos en el último
cuarto del pasado siglo y lo que llevamos de este. España está llena de antidemócratas,
nostálgicos del régimen, con alto componente ideológico de tinte fascista y
nacional-catolicismo. Suelen ser sujetos reacios a comprender la diversidad del
Estado, las diferentes sensibilidades y la aceptación de la soberanía popular
con lo que significa de respeto a las ideas y la personalidad de cada sujeto
que integran el Estado español, así como unos nostálgicos del viejo régimen. Su
simpleza mental hace que el constructo España esté por encima de las personas,
de los seres humanos, y la palabra patria conlleve la esclavitud de voluntades
a la eterna frase: Por Dios, la patria y el Rey en sentido figurado, sin
entender que los seres humanos son el elemento básico de todas sociedad y no la
territorialidad, las tradiciones y el sistema establecido que ha de estar al
servicio de la sociedad y no ésta al servicio del sistema.
El antidemócrata suele ser un sujeto que se siente
en poder de la verdad absoluta, que no acepta la existencia de otras visiones
de la realidad, ni entiende que la grandeza está en el reconocimiento y la
valoración de la diversidad enriquecedora, en el libre ejercicio del
pensamiento con la intencionalidad de la confluencia final de las ideas, en
pensar y razonar con la menta abierta, sabedor de que la verdad es relativa y
que el entendimiento desde el respeto y la tolerancia es la base de la
convivencia pacífica, en que las fronteras están para dividir y no para sumar,
que ha de ser el fin último de la sociedad plural y soberana.
Pero volviendo al asunto, la transición fue un
borrón y cuenta nueva, aunque al amparo del poder establecido. Una claudicación
de los demócratas para conseguir un equilibrio mal instaurado, que permitía la
impunidad del viejo régimen, mediante la transmutación del monarca en regidor
democrático a través de una constitución miedosa y tolerante con el pasado,
pero que abría una nueva forma de relación sin modificar el sistema de poderes imperante,
incluyendo los poderes fácticos, como la iglesia, el ejército, el poder
económico, el judicial, etc. Era evidente que había que pactar para no entrar
en confrontación y volver al pasado. Los elementos que ostentaban el poder no
lo dejarían fácilmente y solo, bajo unas normas claras que les permitiera
seguir en el mismo, serían capaces de renunciar a la estructura política que
los sostuvo en el poder durante 4 décadas. Por tanto, este lavado de cara llevaba
incluido la renuncia a la justicia por los crímenes de guerra y de lesa
humanidad perpetrados por el franquismo y sus seguidores, que permanecían en lo
más alto del poder. De hecho los encargados de llevar a término el cambio
fueron sujetos que habían jurado su lealtad a los principios fundamentales del
Movimiento, incluido el propio rey.
Evidentemente, nuestra derecha está impregnada, en
gran medida, de esa ideología del pasado, solo hay que ver algunas cuestiones
que la diferencia de la derecha europea. Aparte de no haber luchado contra el
fascismo, como hicieron ellos, no han condenado los crímenes y el sistema
político anterior, o sea, el franquismo; algunas declaraciones de sus militantes
no dejan lugar a dudas sobre ello, como las realizadas por muchos de sus
representantes respecto al pasado, véase el caso del alcalde de Beade, por
ejemplo, sin que tuviera mayor repercusión en su partido; siguen los fusilados
por el franquismo en las cunetas pues no han contado con el apoyo del PP para
resolver el problema definitivamente; algunas políticas sociales, como las
normas establecidas en Madrid respecto a los pedigüeños, se acercan mucho a ley
de vagos y maleantes y al de peligrosidad social del viejo régimen, etc. Sin
entrar en su posición respecto a la laicidad del Estado que rechazan con su
actitud de connivencia con la iglesia católica. Por último, el PP es un partido creado por un exministro de Franco, el Sr. Fraga, que bebió su ideario político en el viejo régimen, por lo que lleva su impronta.
Por tanto, podemos decir que en esa derecha que nos
gobierna se dan una confluencia entre tres tendencias. Por un lado estaría la
derecha civilizada, similar a la derecha europea, antifascista y demócrata, por
otro la derecha hija de las concepciones fascistas que añoran el antiguo orden
y el viejo régimen y por otra la extrema derecha que se ve representada por el
PP y es su aliado en cerrar el paso a la izquierda. Uno no acaba de entender muy
bien cómo es posible esta amalgama de tendencias en un solo partido, pero cabe
pensar que es la única forma de llegar al poder en un país como el nuestro,
donde las izquierdas están más divididas y, al amparo de la ley D’Hondt, el
reparto de escaños le es más beneficioso a quienes se unen que a quien se
dispersa.
Por tanto, la pregunta de ¿Dónde está el
franquismo?, ideológicamente hablando, tiene su respuesta clara a la vista de
cómo se conducen nuestros políticos. Creo que en una inmensa mayoría andan en
el PP y en menor medida en otros partidos, que no dejan de tener ideas,
conductas y actitudes propias del totalitarismo. Lo malo es que la herida de
nuestra guerra no se acabará hasta que todos y cada uno de los partidos
políticos manifiesten claramente que los caídos en el bando republicano eran
los defensores del sistema democrático establecido en ese momento, es decir que
defendían el mismo sistema que ellos defienden actualmente y que fueron, en su
mayoría, excluyendo a los criminales de guerra que se suelen dar en todos
partes, los verdaderos defensores de la democracia, mientras que los rebeldes
no dejaron de ser eso, unos insurrectos que se levantaron contra la voluntad
del pueblo y el sistema que permitía la expresión de la misma. Cuando demos los
honores que se merecen esos caídos, cuando condenemos sin paliativos a la
insurrección militar y social que se produjo, cuando se reconozcan los crímenes
de guerra y de lesa humanidad que se dieron en su día, cuando desaparezca la
idea de vencedores y vencidos y, sobre todo, cuando seamos capaces de entender
y respetar la diversidad de los pueblos de España, de su gente y su esencia
diferencial, estaremos en el camino de firmar la paz ideológica y social que
nos merecemos, pues andaremos en la vía del entendimiento y acercamiento al
concepto verdadero de la democracia y libertad. Entonces puede que no quepan
separatismos y muros entre nosotros pues el ser humano tiene un componente
universal en la esencia de su ser que hace de argamasa. Pero para eso se han de
reconvertir las concepciones neofranquistas y del cualquier concepción
totalitaria e impositiva al planteamiento democrático.
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