miércoles, 15 de junio de 2016

Cuevas de San Marcos. Texto publicado en 1961 en diario SUR



(NOTA: Este texto es transcripción literal del publicado en el diario SUR en fecha 30 de marzo de 1961, a su vez extraído de la obra de Diego Vazquez Otero titulada CUEVAS DE SAN MARCOS. De dicha obra daré cuanta en sucesivas aportaciones.)

Cuevas de San Marcos
Su historia desde los tiempos anteriores a Roma, está condensada en la Real Cédula de Villazgo otorgada por Carlos IV en 1806.
Por Diego Vázquez Otero

Una vez más insistimos en el deber que tienen los pueblos de velar por la conservación de los viejos pergaminos que se custodian en los anaqueles de sus Archivos municipales, porque ellos constituyen inapreciable tesoro escriturario que da luz y fe del pasado histórico de la población, de su origen y procedencia, de su etnografía y demografía, de los entronques de sus habitantes, de sus modos de vida, del porqué de la toponimia de sus tierras, justamente con sus creencias, carácter, usos y costumbres que, si bien se miran, fueron las fuentes del derecho que hoy nos rige.

Decimos esto porque un documento relativamente moderno, pues data de principios del siglo pasado, que hemos leído en el Ayuntamiento de Cuevas de San Marcos, habla de la donación que el Rey Juan II hizo a la ciudad de Antequera, de la dehesa y despoblado de Belda, antes de Jesucristo, y de la cual habla Tolomeo. Afirmación que da a dicha ciudad de Belda una antigüedad anterior a la dominación de los romanos, ya que Tolomeo, rey de Egipto, astrónomo y fundador de la Escuela de Alejandría, capital de su reino, escribió su famosa Geografía, en la que habla de Belda y su comarca hacia el año 298 antes de Jesucristo, mientras que los romanos terminaron la guerra con España el año 38, anterior también a Jesucristo. Es de suponer que estos, dada su ojeriza con los cartagineses, los arrojarían de aquí, en donde debieron continuar a su llegada las explotaciones agrícolas emprendidas por los fenicios, si no con fines comerciales, para aprovisionamiento de sus ejércitos.

Belda, durante la dominación romana, fue una de las ciudades más ricas e importantes de la Bética, poseyendo una brillante civilización, como lo acreditan los restos que de ella se encuentran, entre los cuales está un féretro de bronce, ánforas y monedas del bajo imperio romano. Ciudad que pasó a manos de los vándalos, que la poseyeron hasta la llegada de los árabes.

Intensificaron éstos el cultivo de los campos de suyo feraces, estableciendo dos importantes poblaciones: una más próxima a la sierra, denominándola por esto Cuevas Altas, y la otra más apartada de aquella, llamándola Cuevas Bajas, dotando a ambas de sólidas fortalezas. En la cumbre del Camorro existen restos de la población musulmana que allí se alzó, como son los pavimentos de habitaciones, algunos trozos de muros estucados en rojo, color clásico tan empleado y tan del gusto de aquellos hombres, encontrándose además restos de cerámica de Cuerda Seca, siglos XIII y XIV, y parte de los cimientos del castillo. Durante siete siglos ondeó la enseña de la Media Luna en aquella cumbre hasta que, en los primeros años del siglo XV (1407), el infante D. Fernando, a la sazón regente del reino castellano por la minoridad de su sobrino el rey D. Juan II, trajo por primera vez la guerra a Andalucía, corriendo la tierra, asaltando entre otras plazas la de Zahara, siendo tal la resonancia de la toma de esta villa y su castillo y tal las devastaciones llevadas a cabo por el ejército que llenaron de pavor a los pueblos cercanos; los cuales, tomando sus riquezas y lo que pudieron llevar consigo, abandonaron las Cuevas Altas y Bajas, huyendo a Archidona o a otras plazas fortificadas en el interior.

Los hidalgos de la Casa del Rey, que tenían a su cargo la exploración exterior del cerco que el infante había puesto a Sevilla, villa con un castillo que resistía con entereza y tesón, se dirigieron a dichos dos pueblos, que ocuparon sin dificultad por estar deshabitados, encontrando gran cantidad de frutos secos, miel y mucha ropa tejida, quedando por alcaide de estas dos villas y de la de Cañete, García Herrera.

Dice la mencionada crónica de Don Juan II, en los capítulos del 40 al 50, que, si bien el sitio de Setenil se prolongaba más de lo previsto, no por eso dejaban de hacerse incursiones y cabalgadas por tierras de moros. El 12 de octubre de 1407, el Maestre de Santiago tomó a Ortejicar, rica ciudad enclavada donde hoy está el cortijo del mismo nombre. Dividió dicho maestre su ejército en dos cuerpos, dirigiéndose unos al valle de Cártama y el otro a Casarabonela, llegando a destruir los arrabales de dicha villa de Cártama y los de Álora. Gómez Suarez de Figueroa, hijo del mentado maestre de Santiago, tomó a viva fuerza a Campillos, volviendo este poblado, conquistado y perdido en el reinado de don Pedro el Cruel, a reintegrarse en el reino de Castilla. Al mismo tiempo, Juan de Velazco y Pedro de Stuñiga, con dos mil caballos y cuatro mil peones llegaron hasta media legua de Ronda. Alonso Fernández Melgarejo penetró por la comarca de Grazalema, recogiendo gran botín que se vendió después en cuarenta mil maravedíes.

Mas todas estas victorias no arredraron a los que defendían a Setenil, por lo que el infante, vistas las dificultades materiales del cerco, la gran pérdida de gente, la aproximación del invierno y el cansancio de la tropa, decide levantar el cerco.

Apenas los moros observaron la retirada de las huestes cristianas empezaron a molestar la retaguardia de las mismas, atacando, sobre todo, a las recuas que transportaban las máquinas de batir y el material de guerra, pretendiendo apoderarse de él; pero una carga de la caballería castellana los dispersó.

Otro gran disgusto tuvo que experimentar el infante a poco de llagar a Córdoba. Informado de que el mentado alcaide de las dos Cuevas, García Herrera, las había abandonado, so pretexto de no tener provisiones, le hizo conducir a su presencia, estando a punto el desdichado alcaide  de pagar con su cabeza la falta cometida, dándose por muy contento con ser exonerado de su cargo, que se entregó a Fermín Arias de Saavedra.

Este, tan pronto se posicionó de su alcaidía, tuvo que correr precipitadamente a la villa de Cañete, furiosamente atacada por los moros, llegando a tiempo de poder salvar la población y su castillo próximo a caer en las manos de los sitiadores, a quienes infligió duro castigo. No tardaron los moros en rehacerse y organizarse. Enterados de que la guarnición de Cuevas Altas había salido con el alcaide Saavedra acordaron volver a dicha villa, que encontraron casi despoblada, cometiendo atrocidades sin cuento, acabando por incendiarla y destruirla por completo.

Parece que no volvió a tener guarnición la mencionada villa ni la de Cuevas Bajas, por lo que, pasados algunos años, los moros volvieron a apoderarse de ellas, reconstruyéndolas; pues, según se lee en la repetida crónica, el año 1424, el Alcaide de Antequera, don Pedro de Narváez, hijo de don Rodrigo, primer alcaide de aquella villa, destruyó los caseríos y castillos de Cuevas Altas y Cuevas Bajas, no dejando piedra sobre piedra. Fueron tales las proezas y hazañas de don Pedro Narváez, que inspiraron al poeta Juan de Mena las estrofas 196 y 97 de su famosa obra en verso “El laberinto”.

Transcrito por: Antonio Porras Cabrera

De nuevo mana la sangre inocente…


Atentado terrorista de Orlando
(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.)

El atentado de Orlando, en el club Pulse, que ha dejado 50 muertos y más de otros tantos heridos, vuelve a poner sobre el tapete, si es que ha dejado de estarlo en algún momento, la actuación de sujetos asesinos que matan en nombre de algo o alguien, bien perteneciente a una ideología o a una religión, en la que sustentan la justificación intelectual del crimen. En los EE. UU. se han dado, en lo que va de año, 173 tiroteos múltiples, entendiendo por múltiple los que causan al menos más de cuatro víctimas mortales, según datos recogidos por el portal Mass Shooting Tracker, que no es poco. Por tanto, aunque en este caso estemos hablando de terrorismo islamista, según parece, me refiero a todos los atentados terroristas que se sustentan en componente ideológico o religioso, como soporte intelectual para ejecutarlos.

Es cierto que mentes enfermas se pueden amparar en ideas o credos para perpetrar sus aberraciones, dar cumplido a sus odios, sublimar sus frustraciones o dar rienda suelto a su más puro instinto asesino; o, en otros casos, ser captadas por sujetos que se mueven tras bastidores para conseguir objetivos inconfesables. Es aquí donde los grupos ideológicos y religiosos deben tener muy en cuenta cómo educan y forman a sus integrantes, para evitar que se den estas y otras conductas reprobables.

Cuando un grupo social de componente ideológico o religioso ampara estos actos criminales acaba siendo cómplice de los mismos y, por ende, entra en la dinámica de rechazo por las víctimas y aceptación por parte de los que cultivan el espíritu asesino. En este caso me refiero al rechazo de la ciudadanía occidental en general y a los defensores de los derechos humanos y la libertad de pensar, creer y de ser que deben respetarse en un mundo democrático que avale las libertades individuales. Pero también, en el otro extremo, aludo a los grupos que siembran el terror y la muerte, a los que protegen y soportan intelectualmente estos actos, a los que los justifican mediante interpretación de credos o principios religiosos o políticos. Estas dos posiciones enfrentados pueden ser semilla de guerra y confrontación entre grupos de poder, Estados o, incluso, civilizaciones. Es evidente que, si ellos dicen actuar en nombre de ese alguien, ese alguien ampara con su actitud activa o pasiva los hechos, salvo que muestre su total rechazo y falta de identificación con los autores de los atentados.

¿Cuál es, pues, la estrategia para evitarlo? Es aquí donde cabe exigir una clara y contundente actuación de los grupos religiosos o ideológicos en los que dicen apoyarse los terroristas. De entrada negando la mayor y dejando claro que no avalan estas conducta, potenciando su aislando inmediatamente, actuando sobre ellos contundentemente, expulsándolos del colectivo al que dicen representar y renegando de los principios que estos puedan defender como justificación de sus actos... Esta actuación a nivel macro, es imprescindible; pero también lo son otras a nivel micro, que lleven a crear un entorno hostil y poco propicio para el desarrollo de estos sujetos con semejantes tendencias asesinas, por otro lado basadas en una megalomanía justiciera, ungidos por la mano de no sé qué dios o ideas, pues para mí no hay ningún dios o idea que justifique la muerte irracional de los seres humanos. Luego, también cabe preguntarse por las facilidades que se les da para poder atentar, cómo consiguen las armas, qué canales de información usan y cuáles pueden ser los microgrupos sociales que los amparan y cultivan, bien sean mafias, traficantes, o minorías ideológicas o religiosas.

Difícil asunto es que un país como los EE. UU., donde se pueden conseguir armas con relativa facilidad, pueda controlar la accesibilidad a ellas de grupos o sujetos incontrolados, salvo que empiecen a darse cuenta de que ese anacronismo del “far west” del siglo XIX no tiene sentido en la actualidad y se piense en regular la compra y tenencia de armas según cada caso. Conozco parte de los EE. UU. y entiendo que, en determinados lugares, sus habitantes puedan pensar que se sienten más seguros si tienen un arma, dado el aislamiento de sus casas y haciendas, pero de ahí a que se acceda a todo tipo de armas de guerra y se pueda disponer de armamento ofensivo en lugar de defensivo, la cosa cambia. Tal vez, con la idea de resolver el problema, se debería iniciar un proceso de concienciación y de creación de medidas de seguridad para aquellos que se sienten aislados en el campo, aprovechando el desarrollo de las tecnologías, sin necesidad de someterlos a la tensión continua de esa vigilia sistemática, que lleva a la paranoia, ante posibles situaciones de agresividad por sujetos alienados, perturbados o desajustados socialmente, que acaban perturbando, también, al propio sujeto que pretende su defensa personal.

En otros lugares, como puede ser Europa, la cosa cambia. Europa, que es la madre de la cultura imperante en el mundo, ha sido protagonista de la historia mediante el dominio del globo y la expansión de su civilización y sus revoluciones industriales y políticas. Ha colonizado el mundo, ha impuesto fronteras en el proceso de descolonización, ha sembrado expectativas de desarrollo y ha bebido y vivido de los recursos de los países colonizados. Ha sido como la madre de esos Estados que, no amparados siempre en la historia de los pueblos, los fue forjando contranatura en muchos casos, dando como resultado países inestables y en continuo conflicto inter o “intraestado”. De aquellas lluvias vinieron esos lodos, que al secarse expanden el polvo por un mundo de injusticia, que, a la que caen cuatro gotas, acaba embarrándose de nuevo con estos otros fangos.

Esa lluvia, que tiene mucho que ver con las ideas integristas, tiene un excelente campo de cultivo en la artificiosa sociedad creada en países como Francia, donde se conjugan, al amparo de sus lemas sobre la igualdad, fraternidad y libertad, un conglomerado de credos, en algún caso muy resistentes a la laicidad que es el signo de identidad de esa sociedad aconfesional, como puede ser el islamismo. El problema del islamismo radical, bajo mi modesto punto de vista, se centra en su intransigencia y negativa a someterse a las leyes civiles, reivindicando una teocracia que, en gran medida, ya fue desbancada del mundo político en Europa desde la Revolución Francesa, a la par que pretende la expansión de su credo a través de la imposición y el sometimiento de los pueblos mediante la guerra santa, o sea, por la violencia y el miedo. Esa práctica, que aunque ya esté obsoleta para los cristianos, también fue cultivada, en cierto sentido, por nuestra civilización con la sana intención de llevar la buena nueva a los pueblos “incivilizados” con la intención de favorecerles por la salvación de sus almas. Prepotencia megalomaniaca que escondía el proceso expansionista de un sistema de poder y dominio de los pueblos y sus recueros naturales.

Pero, volviendo al tema, si se me permute el símil para este caso, estaríamos ante un gran bloque de hielo, resistente a la argumentación lógica occidental, flotando en el océano de la democracia, perfectamente aislado, del que solo se ve la parte del iceberg que sobresale de la superficie, pero que está soportado por una gran masa de hielo oculto e incomunicado con y bajo el agua. A su alrededor encontraríamos moléculas de agua provenientes del proceso del deshielo de esa misma masa que tienden a integrarse en el mar o a adherirse de nuevo al bloque de hielo según el nivel de la temperatura del entorno. Si no se consigue diluir ese hilo e reintegrarlo en el líquido de nuestro mar, seguirá persistiendo, en mayor o menor medida, ese bloque del que solo vemos la punta que asoma en la superficie, pero que se alimenta y se soporta en lo que subyace debajo. Para que ese hielo se diluya habrá que aceptar determinadas características de sus componentes, aunque ello implique que nuestra agua sufra un cambio que, siendo mínimo, acabará en un proceso homeostático de esa dilución con los nuevos elementos.

De lo contrario, habría que sacar el iceberg de nuestro mar y eso es imposible, porque ese mar ya es también de ellos, y crecen y decrecen en función de la relación, más o menos cálida o fría, que se establece con los mismos. El hielo solo se derrite cuando está inmerso en agua cálida. Si lo rodeamos de agua fría, lo que hará será incrementar su volumen.  Pero dado que todos somos agua contaminada por las ideas y los credos, sabiendo que la disolución estable ha de mantenerse desde la esencia de la composición primigenia, habría que consolidar la solución desde la potenciación de los valores humanos no contaminados.

Para ello, hemos de entender que todo ser humano tiene en sí mismo, en su interior, el compendio de valores que nos permiten la convivencia, aunque las religiones los hayan invocado como suyos; por tanto, solo habría que despertarlos y reivindicarlos desde la laicidad de los Estados, respetando los credos pero sin aceptar que estos se impongan coartando la libertad de pensamiento de la ciudadanía. Los agnósticos que, consecuentemente, mostramos tolerancia con los credos sin aceptar que los principios y valores de una sociedad han de ser los religiosos, sino que estos ya están inmerso en los seres humanos, pedimos esa misma tolerancia a todo creyente, pues una cosa es la fe y otra la razón. La fe es ciega y personal, sometida a las normas y dogmas de cada religión, mientras que la razón es universal. El problema es cuando se le da a la fe marchamo de razón.

Por tanto, el problema está en conseguir que esos credos, que se creen poseedores de la verdad absoluta y que se ven en la obligación doctrinal de imponer esa verdad divina, incluso por los medios violentos, renuncien a ello y acepten que su verdad no tiene por qué ser compartida por los demás, ya que estaríamos hablando de cuestiones de fe y no de verdades absolutas.

Concluyo, pues, que “cada cual en su casa, con su credo, y la razón en la de todos para evitar masacrarnos”. Pero cuando el problema se sustenta en ideologías o credos, ha de ser resuelto por estos tomado parte activa para erradicarlo, de lo contrario serán parte del problema y acabarán en confrontación directa con aquellos afectados por esas conductas violentas y asesinas. Ninguna religión o grupo puede mostrar tibieza a la hora de condenar y establecer los límites admisibles en las conductas que le son propias, pues esa tibieza las potencia y su tolerancia las justifica y avala. Si creen en DIOS, ¿por qué no dejan que Este juzgue a la gente cuando la parca se los lleve al otro mundo? Si Dios ha creado a sus hijos y ha permitido la diversidad será porque así lo quiere, déjelo así y no ofenda a ese Dios en el que cree. Y si no cree en Dios, por dios, sea usted razonable y acepte el proceso de la vida de cada cual sin condicionarlo, salvo por el respeto a las normas de  convivencia.

miércoles, 8 de junio de 2016

¿La incredulidad lleva a la verdad?


(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.)

De cuando en cuando, leyendo un libro, se para uno ante una reflexión, ante un razonamiento que te hace pensar. Luego, cada cual que saque sus propias conclusiones, porque, amigo, cada uno estamos en una dimensión distinta de pensamiento, condicionado por la existencia y por las influencias que han tenido las ideas en su forma de ver y analizar el mundo, en su credo y su ideología. La vida me ha venido mostrando que lo que yo pienso no es “trasvasable” a lo que piensan todos los demás, solo a los que han realizado un recorrido argumental similar al mío a través de su existencia. Tal vez por eso le puse a este blog Cosas de Antonio, porque son mis cosas, mi forma de ver el mundo, de pensar y razonar, de percibir una realidad bajo el prisma de mi inteligencia y mi capacidad de análisis. Cada cual tiene sus cosas. Yo soy de los que creen que este mundo encuentra su sentido en el desarrollo de las individualidades, en la búsqueda sistemática de la verdad a través de la ciencia, del conocimiento, y de los sentimientos conjugados en el ser humano. La libertad de pensamiento es un garante de que se irá más allá de los encorsetamientos, de las mesuras impuestas para que no se cuestione aquello que no interesa sea cuestionado.

Cada uno tiene una estructura fisiológica que soporta un nivel de inteligencia y una capacidad de razonamiento, de discernimiento, que se desarrolla en función de cómo se ha educado y cómo ha evolucionado en su vida y su interdependencia de los demás, de su adoctrinamiento, de los dogmas y credos, de las ideologías troqueladas y su actitud gregaria o no ante los grupos de influencia con los que se ha topado a lo largo de su existencia. Somos el resultado de una siembra y cultivo, de un adoctrinamiento, que se fue realizando a lo largo de nuestra infancia y que, con la madurez y la aparición de la capacidad de discernimiento adulta, se sedimenta en función de la personalidad, de las inquietudes y de las actitudes existenciales de cada cual.

El ser humano encuentra su verdadera dimensión cósmica en la proyección infinita de su pensar, de su creatividad, de su capacidad de ir más lejos, de buscar y encontrar la verdad de las cosas en el desarrollo de su conocimiento, que es la elevación máxima hacia el todo infinito que fragua el universo. En esencia, el ser humano, como elemento integrante de un todo cósmico, ha de buscar esa verdad que le lleve a comprenderse y conocerse en esa dimensión holística panteísta.  

En todo caso, tal como indico en la presentación de este blog, yo miro por mi ventana y cuento lo que veo, tú puedes mirar si quieres y verás lo que yo veo, pero si no miras o no sabes ver y orientar tu mirada hacia donde yo lo hago, no pasa nada, puede que tus ojos no estén acostumbrados a la luz que yo percibo. Yo estoy en un lugar del camino, tú estás en otro, cada cual ha de hacer el suyo y puede que nos encontremos en algún lugar del mismo. De momento, hablando, vamos mostrando la singularidad de la ruta y la comprensión de la misma. Si yo argumento algo, solo unos pocos, aquellos que tengan las inquietudes que  me mueven a mí, los que transiten al nivel que yo transito, estarán en condiciones de entenderme y seguir el sendero de mi argumentación. Es posible, incluso, que para otros mi propia argumentación parezca carente de sentido, pues ellos soportan su forma de pensar en credos y dogmas a  los que yo cuestiono por sistema, pues están en otro lugar del trayecto. No pasa nada. Si entendemos que el ser humano es un sujeto pensante, respetable y complementario a los demás, acabaremos comprendiendo que la diversidad de pensamientos, siempre que no se pretenden imponer por la fuerza a los otros, y se soporten en mentes abiertas, son indiscutibles nutriente para la evolución de la especie humana.

Todos andamos en el camino de la vida, pero unos son más reflexivos, se lo cuestionan todo, su incredulidad les lleva a necesitar constancia fehaciente de los hechos para creer en ellos; mientras otros, con una actitud menos exigente, no se cuestionan tantas cosas y acaban convencidos y creyendo en las que predican otros, a los que les dan autoridad y credibilidad como seres superiores que tienen la capacidad de ver y entender mejor las cosas de la vida y de la muerte; o sea, lo de aquí y lo de allá.

La verdad fácil es la que no se cuestiona, por tanto puede ser una verdad falsa, no contrastada. “Esta es la verdad… ¿por qué? porque lo dice el Corán, la Biblia, Cánones del Budismo, Libro del Mormón, Popol Vuh, Puranas, Talmud, Upanishad, Vedas, etc.” En esa verdad pueden anclarse sujetos que no quieren ir más lejos, que se amarran a lo que otros ya dijeron, a fe en cosas fijadas por dogmas. Es una buena forma de vivir la vida, no te lleva al sistemático conflicto de cuestionar el existencialismo del ser humano.  Pero, cuando se observa la cantidad de libros sagrados, de credos y religiones existentes en el mundo, no cabe otra cosa que pensar en que no pueden ser todas ciertas, y que la verdad está en todas y en ninguna, porque la verdad es relativa, parcial y sesgada, en función de la parte que se vea o se mire. La verdad total, la verdad holística, no está al alcance de la mente humana. La única verdad que está a nuestro alcance es la que se percibe, la que podemos contrastar mediante la percepción y el razonamiento, sabiendo que esa verdad está condicionada por nosotros mismos, por nuestra propia forma de ver y sentir las cosas. La verdad es relativa, pues. Está más cerca de la verdad el incrédulo y escéptico, el que  necesita contrastar las cosas antes de creérselas. El que, elaborando hipótesis sobre lo que puede ser esa verdad, necesita verificar esa hipótesis para confirmarla o dejarla nula. El incrédulo está más cerca de la verdad porque la busca; el crédulo no lo está pues ya se conforma con lo que tiene.

Todo esto viene a la sazón por haber leído esta reflexión en el texto del libro “El día en que Nietzsche lloró”; cuyo autor es: Irvin D. Yalom. Nietzsche, que acude a la consulta del Dr. Breuer por un problema de salud, posiblemente somatoforme, entra en el debate sobre la verdad y la necesidad de reivindicarla de forma sistemática. Dice así:

“Se accede a la verdad a través de la incredulidad y el escepticismo, no a través del deseo infantil de que algo se produzca.  El deseo de ponerse en manos de Dios no es la verdad. No es más que un deseo infantil. Es el deseo de no morir, el deseo de aferrarse al pezón, eternamente hinchado, al que hemos puesto la etiqueta “Dios”. La teoría de la evolución demuestra de manera científica la superfluidad de Dios, aunque Darwin no tuviera le coraje de llevar las pruebas a su conclusión verdadera. Usted debe darse cuenta de que hemos creado a Dios y de que todos juntos lo hemos matado”.


¿Te imaginas, y por qué no, que el cosmos está movido por una energía cósmica inteligente que se labra y desarrolla mediante la evolución de las inteligencias animales y humanas, que somos un campo de cultivo de esas inteligencias que vuelven al cosmos cuando morimos y que enriquecen al Dios total, al que conforma el universo pleno, para hacerlo más grande e infinito? En este caso, ando justificando la existencia a través “del deseo infantil de que algo se produzca”, tal como he referenciado en el texto extraído del libro en cuestión. Pero, todos tenemos algo de inmaduros y, en esa inmadurez, es lógico que busquemos al padre y protector, al sistema que nos lleve al más allá haciéndonos trascendentes para convertirnos en infinitos, en eternos…


sábado, 4 de junio de 2016

La Primavera Árabe



A mí la primavera me huele a rosas, a la flor del cerezo, a rojo de amapola, al baile de los trigos en los campos, a polen fecundante, a hierba húmeda, a tierra mojada, a brisa entre el olivo, a amaneceres blancos, a cantos de la alondra y ruiseñor y a trinos de jilguero, al verde campo y al blanco de las casas de mi tierra. Para mí la primavera es la explosión de vida que siembra la esperanza en el futuro.

Hablar de primaveras es hablar de eso, de esperanzas de un mañana donde se pueda recoger el fruto de aquello que, con el esfuerzo, se sembró y que ya muestra la promesa de la mies. Es hablar de la alianza entre las fuerzas de la naturaleza para crear vida en una eclosión de sinergias enfocadas a perpetuar la naturaleza y los seres que la puebla.



Pocas palabras hay más bonitas que la palabra ¡PRIMAVERA! El letargo del invierno se diluye y, en un juego de color y sensaciones placenteras, se inicia la danza de la vida y del amor, del celo de las aves y sus nidos, de la suave brisa y la lluvia nutriente de los campos, de las rojas amapolas, de los trigales verdes batidos por el viento en suaves olas que plasman la semblanza de los mares, de los frutos de la huerta… el cielo brilla más que nunca y el sol inicia su tibia inminencia jugando entre las nubes, dorando los cultivos con sus rayos. Las abejas polinizan ayudadas por el viento y el polen de las flores vuela buscando donde anclarse para seguir dando la savia de la vida, para seguir creciendo. Las noches van menguando, los días van creciendo. La oscuridad desaparece y aflora la luz de la mañana, prometiendo la placidez del día y el goce del entorno pintado de colores en un caleidoscopio que fragua un puzle ecológico.

¡Qué linda la expresión de primavera¡ Mas luego, cuando se aplica de forma intencionada en plan marketiniano, sirve para crear expectativas, para sembrar esperanzas de futuro, para creer que se acabará con el invierno. La gente, seducida, ve cerca la luz del túnel de una vida sometida a dictadores e injusticias, se ilusiona y monta en el barco rumbo al más allá, al futuro prometido, pensando en una travesía , no exenta de peligros, garante del destino propuesto.

Y toda primavera da su fruto. Pero ¿Cuál es el fruto y a quien le beneficia? ¿Quién habló de ello y potenció la primavera? ¿Cuál era su intención al sembrar en secarrales la flor de la esperanza? Es cierto que hay países reclamando primaveras para acabar con sus inviernos, para volver a la vida a caballo de la esperanza perdida. El cálido sol primaveral quiere acabar con la fría e invernal noche oscura, la injusticia, dictadores, las imposiciones dogmáticas, el sometimiento… Mas también en primavera nace la cizaña, el jaramago y los espinos. Se dan las tormentas torrenciales y los malos vientos.


La Primavera Árabe se fue vendiendo como un mundo de promesas, de ilusión. Fue un rayo de luz en el gélido invierno de los dictadores, la brisa fresca y el agua de la lluvia que da vida a esa sementera donde el ser humano crece y se despoja de la dependencia, donde se hace dueño de su propio destino. En el horizonte se vislumbró la libertad, la democracia y la justicia social de la mano del pueblo soberano.


¿Qué ha fallado? Ahora, la mayoría de los países en donde floreció la primavera andan sumidos en la guerra, en la injusticia y la muerte. La gente lucha a degüello y la parca cobra su asesina cosecha de estragos y matanzas, de destrucción y desespero. No respeta nada, ni a niños, mujeres o ancianos. La mano que arrojó la semilla se retrae y crecen los hierbajos que compiten con el trigo para ocupar los campos. El relevo lo tomó la intolerancia, la intransigencia y el dogmatismo de credos e ideales de ostracismo, anclados al pasado, sembrados por la guerra y alienando a la gente hasta inmolarse. La tierra que se riega con sangre color de  la amapola, ha cambiado la fragancia de las flores por la pestilencia de los odios y el tormento. El barco, que ha partido, ya hace aguas por doquier y miles de sus hijos se siguen ahogando en la desesperación y en las profundas aguas de los mares, buscando la salida a la tormenta que todo lo destroza.


Mientras, occidente, que en plan paternalista bendijo y potenció la siembra de aquel trigo, se ve sobrepasado y se enroca en sí mismo, da la espalda y abandona a las víctimas de la catástrofe. Parece que este año la cosecha no será buena, no se supo cultivar los campos y se dejó que la cizaña ahogara las ilusiones del mañana. Es posible que en ese secarral, en lugar de sembrar trigo debió ser cebada, más propia de ese campo, más aclimatada a esos cálidos vientos, a esa tierra pedregosa de escasa sustancia. ¿Por qué se le dio la semilla de trigo y no se tomó su cebada en sementera? 

Los pueblos tienen su recorrido, su historia y su camino que los fueron fraguando. No se puede caminar a saltos abismales, sino a paso quedo, sabiendo a donde vamos, pensando en el destino, en cuál es el objetivo. Los cambios por la guerra y la violencia son artificios del entendimiento. Solo los mantienen el miedo, el terror ante la fuerza bruta, la sumisión humillante ante el pánico a la muerte y sufrimiento. Los cambios verdaderos son los que se siembran y cuajan mediante el discernimiento y las ideas, aislando el dogmatismo y la intransigencia, formando al hombre libre en el uso racional del pensamiento. No es la sangre y la violencia la que siembra entre los pueblos el encuentro, en todo caso será el odio la cosecha de ese huerto.


¿Qué pasará con Libia, con Egipto, Irak o Siria, por poner unos ejemplos? La primavera puede acabar en un crudo inverno ilimitado. ¿A quién beneficia esto? Es curioso, los cuatro países referidos tienen importancia capital para occidente, bien por su geoestrategia o por sus recursos energéticos. Mientras tanto, el “Mare Nostrum” seguirá siendo fosa sepulcral para inocentes, mientras la vieja Europa duerme de costado para evitar el espectáculo de miles de Aylan Kurdi arrojados a la playa inertes, o buscando en la frontera el paraíso que les de vida y les aleje de la muerte.


¿A dónde fue la primavera que yo ya no la encuentro? 

Fotos tomadas de internet

jueves, 2 de junio de 2016

¿Es en el pensamiento donde reside la libertad?

Georg Wilhelm Friedrich Hegel

En el pensamiento es donde reside la libertad” decía Hegel (Georg Wilhelm Friedrich Hegel) el gran filósofo alemán, padre de la dialéctica moderna, que vivió una de las etapas más importantes de la historia reciente. El siglo XVIII, llamado Siglo de la Luces por desarrollarse durante el mismo la Ilustración sembrada en el siglo anterior, tiene en él un importante exponente. Le fascinaron las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando esta cayó en manos del terror jacobino). No confundir Hegel (1770-1831) con Engel (1820-1895), ambos pensadores alemanes de reconocido prestigio (os dejo un enlace en el propio nombre para consultar su biografía y su obra).

Según D'Alembert, la Ilustración «lo discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los fundamentos de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde la música hasta la moral, desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más nos atañen a las que nos interesan más débilmente». Interesante tiempo de debate donde se fraguaron las bases ideológicas y políticas que rigen nuestro mundo.

Pero vayamos al grano, a lo que nos plantea y sugiere pensar esta importante sentencia: “En el pensamiento es donde reside la libertad”.

Aceptemos que el pensamiento es libre, que no está sujeto a la imposición y control de nadie, que podemos ejercer esa actividad sin censura alguna, cosa que sería discutible. Aceptemos por otro lado que la frase se refiera al pensamiento como forma de fraguar un contexto de libertad, como instrumento que lleva a la libertad; en todo caso la reflexión nos puede llevar a cuestionar esta aseveración.

La clave del cuestionamiento la encuentro en un planteamiento que, en tiempos de  Hegel, no se había teorizado y estructurado. Fue Freud, a principios del siglo XX, con la definición de sus tópicas, quien nos proporciona un procedimiento de exploración muy interesante bajo el psicoanálisis. En su primera tópica habla de consciente, preconsciente, inconsciente. En la segunda tópica habla del YO (consciente), el SUPERYO (preconsciente) y ELLO (inconsciente).

Me centraré, a vuelapluma, en las funciones que tiene cada uno de ellos. El YO mantiene el equilibrio entre el ELLO y el SUPERYO, coordina impulsos y hace que se puedan expresar en el mundo externo; el SUPERYO interioriza las experiencias y prohibiciones parentales, los valores, discriminando lo que está bien de lo que está mal en función de las normas sociales, es el pepito grillo, el juez interno, el que reprime los impulsos que rebasan la norma, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura; el ELLO es totalmente inconsciente, instintivo (amor, odio, violencia, temor, angustia, visceralidad…), aloja todos los deseos y su función es lograr el placer y evitar el dolor,  su único propósito es reducir la tensión creada por «pulsiones» primitivas relacionadas con el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales.

O sea, que nacemos con el instinto (ELLO) de satisfacer todas nuestras necesidades sin ningún tipo de reparo, pero he aquí que a través del proceso de socialización, mediante el cual vamos adquiriendo, introyectando y aprehendiendo todos los valores culturales del entorno, es decir, las normas y principios conductuales que nos harán buenos ciudadanos, buenos hijos, buenos amigos, buenos compañeros, se va modelando al sujeto que se ha definido como ejemplar en esa cultura social. Para ello le creamos en su interior un policía, un juez, un ente controlador que le orientará en lo que debe o no debe hacer en cada momento. Este es el SUPERYO.

Pero ¿qué sería de la pugna entre estos dos elemento si no hubiera un sujeto intermedio que recondujera el conflicto? Seguramente estaríamos ante un caos interior, un conflicto perenne que nos llevaría por el camino de la amargura, de la angustia sistemática y de la frustración a un desequilibrio emocional, conductual y actitudinal, a un trastorno patológico de pura “locura”. El ELLO gritaría que quiere hacer tal cosa, el SUPERYO le diría que no y, aunque se reprimiera, en algún momento necesitaría satisfacer ese deseo y, por desbordamiento de la presión, pasaría por encima del SUPERYO creando el conflicto social y personal consecuente al romper la norma. Para dar salida a ese conflicto aparece el YO. Ese sujeto capaz de acompasar los deseos a la realidad, de sublimar lo imposible a través de lo posible, de jugar con el sueño para que disfrutes en tus ensoñaciones aquello que no puedes gozar en tu realidad, dando forma aceptable y sometida a norma a ese goce no permitido. Entonces, cuando el ELLO plantea que quiere hacer el amor con la madre, el SUPERYO lo rechaza  como algo reprobable, como algo inmoral, incestuoso; si actúas así serás rechazado por la sociedad y arrojado del paraíso de tu grupo de pertenencia, serás maldito y estarás manchado por el pecado y la deshonra. En ese conflicto del yo quiero y el no puedes hacerlo, aparece el YO diciendo: Esta noche soñarás que haces el amor con una mujer sin cara visible, no identificable, pero que te producirá el gozo que pretendes… solo notarás en algún gesto propio de tu madre que pudiera ser ella, pero tú, al final, la identificarás como otra mujer. De esa forma sublimas el deseo sin infringir la norma.

Llamo la atención sobre la importancia que tiene el SUPERYO en el control del pensamiento y de nuestras acciones y manifestaciones en la vida. De alguna forma, con ese SUPERYO se nos ha introducido un policía que controla lo que hacemos y pensamos, que nos dice lo que está bien y mal y que nos hace sentir culpables cuando erramos, cuando atentamos contra esas cormas sociales y religiosas que se nos han impuesto en el proceso educacional, en la socialización. ¿Qué está pasando? Pues que se nos está controlando el pensamiento desde nuestro propio interior, desde esa especie de lavado de cerebro que se nos ha hecho para eliminar las pulsiones, para frustrarlas, sometiéndonos a la cultura (principios, valores, credos, ideologías, pautas de conducta, héroes y mitos que nos orientan, etc.) que impera en esa sociedad en la que hemos nacido y a la que pertenecemos.

En las religiones ya sabemos que actuar contra el SUPERYO es pecado, pues es infringir las leyes divinas que han estructurado ese SUPERYO. El ELLO no tiene cabida y se podrá pecar de PENSAMIENTO, PALABRA Y OBRA. O sea, que cuidado con lo que piensas que puedes estar  fuera de la ley. Si entendemos pecar como hacer un mal a alguien cabe pensar que el pecado se ha de sustentar en la obra, escasamente en la palabra y nada en el pensamiento. Por tanto, al pensar no somos libres y no cabría la frase de Hegel: “En el pensamiento es donde reside la libertad”.

Pero si damos un giro a esa expresión y la entendemos como que “es el pensamiento el que nos lleva a la elaboración de la libertad” colegiremos que todo sujeto que pretenda ser libre deberá alcanzar esa libertad a través de elaborarla con su propio pensamiento. Que una sociedad que quiera ser libre, deberá dejar que el pensamiento en libertad haga evolucionar a esa sociedad en desarrollo intelectual. El pensamiento en sí, mediante un proceso de razonamiento empírico, a la vista de las formas de convivencia, bebiendo de las distintas aportaciones, elaborará el marco que determinará un SUPERYO más racional y justo, donde encaje mejor la libertad de pensar y actuar del sujeto de forma responsable,  para provocar en sí mismo, y en el colectivo social donde se imbrica, un desarrollo sostenido en el tiempo, donde el libre albedrio, el razonamiento crítico y dialéctico pueda elaborar un SUPERYO más racional y libre, menos sometido a los intereses y dogma, doctrinas, ideologías, etc, de aquellos que sostienen y perpetúan el sistema y las normas éticas, morales, conductuales.... que nos condicionan la existencia al amparo de su dominio, de su poder de influencia y control sobre una sociedad injusta enfocada en beneficio de unos y en detrimento de otros.

Por tanto, y a modo de conclusión, nuestro pensamiento está sometido al pepito grillo que nos instauran a lo largo de la socialización, del policía interior que nos controla hasta tal punto que nos “autocondenamos” cuando cometemos errores y faltas contra la norma, lo que llevaría en muchos casos al suicidio del sujeto culposo como forma de castigo.

Si ese pensamiento está condicionado y frustrado, no podrá ser libre. Pero es cierto que a través del pensamiento, de la razón, vanos construyendo la libertad, renunciando al dogma y a las ideologías encapsuladas, mientras buscamos la verdad de la existencia, del propio ser humano y de su facultad irrenunciable a pensar para seguir creciendo en libertad. Por tanto, bajo mi modesta opinión: “La libertad no reside en el pensamiento, el pensamiento es la herramienta para lograr la libertad”.


viernes, 27 de mayo de 2016

Felicidad: tener y necesitar...


Hoy, una vez más, hablando de la felicidad, esa cosa tan rara de la que todos hablamos y nadie la conoce de verdad, he vuelto a oír la frase tan manida de: “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. He de reconocer que la frasecita tiene un cierto espíritu budista, orientada al conformismo.

Después, dándole vueltas al asunto, empiezo a pensar que, efectivamente, esta frase la debió construir un conformista o alguien interesado en que la gente no tuviera demasiadas aspiraciones para quedarse él con todo. Quien coloca la felicidad en tener poco y conformarse o no necesitar más está simplificando tanto la cosa que obvia otras cuestiones que caben plantearse para la obtención de  la felicidad real.

Pero claro, en nuestra sociedad, la pobreza, el sacrificio, el dolor y sufrimiento han sido valores a cultivar con promesa de compensación con creces en el más allá. El rico no entrará en el reino de los cielos, el pobre sí lo hará… Pero es que el rico ya vivió en la gloria y el pobre en el infierno. Mire usted por dónde, nos quisieron pobres, sumisos y castos, tres claves importantísimas para llevar a la frustración y, por ende, a la infelicidad. En los tiempos pretéritos, los botos (todavía en vigor) de obediencia, pobreza y castidad, que son los monásticos de la religión católica, conforman un claro ejemplo de modelado del creyente.

Pero volvamos y veamos: el ser humano tiene unas necesidades básicas para su desarrollo personal e intelectual. Solo hay que plantearse la famosa pirámide de Maslow, a la que ya me he referido en alguna otra ocasión. Hay necesidades irrenunciables para la subsistencia biológica y las hay para la salud y el equilibrio mental que permita el desarrollo del sujeto desde la perspectiva biopsicosocial.

Pero si la frase hace referencia a que demandamos demasiados recursos para nuestras necesidades reales y que la insaciabilidad del sujeto le lleva a una demanda excesiva, que no es posible completar y que por ello se sentirá frustrado y en continuo conflicto, la cosa tiene otro sentido. La codicia exacerbada no podrá ser satisfecha y, por ende, esa insatisfacción devendrá en infelicidad.

Ahora bien, el ser humano es dual; es decir, tiene un aspecto individual y otro social. El individual está más relación con su interioridad y su esencia como sujeto y el social con el entorno, con las normas que rige la sociedad en la que vive y con su integración en la misma. Por tanto los principios y valores  de esa sociedad andarán influyendo en su forma de ser, de actuar y de concebir la existencia en relación a sus semejantes. Podemos considerar que es un sujeto con sus características personales diferentes al resto, con su idiosincrasia personal, que se somete a un aprendizaje a lo largo de su vida, al que llamamos educación, para asimilar la cultura de esa sociedad, mediante la introyección de conceptos, ideas, conductas, valores, credos, normas, leyes, formas de relacionarse, etc.

En este sentido hay sociedades más o menos felices en función del nivel de felicidad que tengan sus integrantes. Es más, creo que las culturas sociales que potencia la competitividad salvaje llevan a sus hijos a la infelicidad, pues solo es uno el campeón. Falta introducir el concepto de tolerancia a la frustración como forma de gestionar el fracaso sin que apareciera esa comparación exacerbada con los demás. En todo caso la competitividad debería ser matizada por las capacidades que cada cual tenga para ejercer la actividad en que se compite, introduciendo el cariz de la competitividad consigo mismo. La superación personal no está únicamente relacionada con la competencia con los demás, sino con la competencia interior, con uno mismo, como forma de alcanzar cotas de progreso cada vez más elevadas.

Creo que hay valores y elementos internos que son de mayor importancia que los externos. La congruencia personal, el equilibrio y la paz interior, la facultad de reflexión e introyección, la autoimagen y satisfacción personal, la capacidad de afrontamiento y resolución de problemas, la seguridad y asertividad, los valores éticos y morales… en suma, la bonhomía del sujeto hace que sea más factible encontrar la felicidad.


Por tanto, no solo es más feliz el que menos necesita, también, y sobre todo, el que es capaz de encontrar la paz a nivel interior y en relación con su medio. Mira que cosas necesitas, pero no olvides que en tu interior está la esencia que te acerque a la felicidad mediante la gestión de todo aquello que se relaciona con ese medio y contigo mismo. Hoy no se nos deja meditar, no se nos permite pensar, nos dejamos arrollar por la corriente de un mundo vertiginoso que nos arrastra a la locura de perder la identidad personal para hacernos borregos del redil que marcha al matadero, es decir, a la infelicidad producida por la envidia, por la competencia, por el materialismo consumista, por todo aquello que mantiene el orden establecido, donde el dinero es el dios menor que lo impregna todo. Nuestro mundo interior está cerrado, no tenemos tiempo para nosotros, para crecer personal e intelectualmente. ¿Quién gana con ello? Seguro que ellos, los otros, los que nos arrastran por esa corriente. Nosotros seguiremos perdiendo hasta que dejemos de ser mediocres y nos elevemos al hombre idealista que piensa, crea, discierne y concluye para transitar en el camino que se hace al andar enriqueciéndose en el trayecto hasta el final de su vida… o sea, hasta que seamos libres, o tengamos la libertad necesaria para gestionar nuestro interior y conducirlo desde nuestra congruencia interna por el camino de la felicidad.

martes, 24 de mayo de 2016

La comunicaciòn no verbal en el discurso político

(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.)

 
Bueno, amigos y amigas, ya sabéis que volvemos a las andadas. Nos quedan unos interesantes, machacones, invasivos, ladinos y falaces días hasta el 26 de junio. Los políticos tras no ponerse de acuerdo, o tal vez no estar de acuerdo con lo que hemos votado los ciudadanos, nos piden que volvamos a definirnos. Al parecer no se han enterado de nada de lo que se les dijo y quieren echar tierra sobre el 20D y cambiarlo por el 26J. Siguen en sus treces, por tanto van a decir y proponer lo mismo, aunque puede que cambien de tono, pero yo os voy a proponer un ejercicio para que no os engañen de nuevo.

Supongo que ya conoces algo sobre la teoría de la comunicación humana y la diferencia entre la comunicación verbal y no verbal; de no ser así te aconsejo varias lecturas: Una puede ser la obra de Flora Davis, titulada La Comunicación no Verbal, que es bastante completa. Otra la de Allan Pease, titulada Comunicación no verbal (El lenguaje del cuerpo) que es más práctica pues va orientada al mundo del marketing y agentes de ventas. Ellos nos aclararán que no es lo mismo el lenguaje verbal que el no verbal.

Por simplificar un poco diremos que el verbal es la palabra y el no verbal son los gestos. La palabra engaña, se manipula y se piensa. Ya sabes que se suele decir: “No digas lo que piensas, pero piensa lo que dices”. La palabra la dominas y orientas, pero lo no verbal se te escapa: una sonrisa, un gesto, una posición corporal, una mirada, una postura… todo eso que no controlamos pero que dice mucho de lo que pensamos, se manifiesta mediante la comunicación no verbal. Lo que pasa es que no estamos acostumbrados al análisis de la no verbal, no se nos enseña en la escuela y solo la intuimos.

Pero si nos paramos a pensar se nos viene a la mente aquellos casos de gente muy educada, amable y servicial que, en el fondo, no nos cuadra, que sospechamos de ella, que nos da mala espina diciéndolo en Román paladino. Entonces pensamos: este tipo no es sincero, no mira a los ojos, evade el contacto directo de la mirada, parpadea demasiado, lo noto nervioso… no me cuadra, este sujeto no es de fiar… pero dice cosas tan razonables, tan lógicas, que deben ser así como comenta.

¿Qué está pasando? Pues que nos está dando un doble mensaje. Por un lado nos afirma una cosa con la palabra y por otro nos la pone en cuestión con sus gestos. En este caso su comunicación verbal y no verbal no son consecuentes, son contradictorias y la no verbal no confirma a la verbal. Es más, si hay alguna más de fiar esa es la no verbal. Ya he dicho que la palabra se controla, pero el gesto es más complicado de controlar y al final aflora delatando lo que se piensa.

Hecha esta pequeña introducción al tema, ahora te propongo el ejercicio. Se trata de ver lo que dicen de verdad los políticos antes de votarlos. Mira sus gestos, sus miradas, sus formas de moverse, sus arrogancias, su forma de caminar, su entonación, etc. Luego retira la voz de la TV y empieza a verlo sin sonido, sin interferencias para entender lo que dice la no verbal. Puede que no parezca lo mismo. Alguno te parecerá más bobo, otro más prepotente, más ladino, más teatral, menos de fiar, más mentiroso, menos dispuesto a cumplir, etc…

Puede haber una interferencia, puesto que ya conoces al tuyo, es posible que seas más indulgente con él que con los otros. De todas formas este ejercicio te dará otra visión que complete la que tienes del sujeto en cuestión, a la par que descubrir otra fuente de información que nos ha sido negada por el aprendizaje a la hora de comunicarnos.

¿Será tan hábil el político que no engañará también con esta otra comunicación? Es posible, pero intenta hacer ese análisis de los gestos, a ver si sacas algo en claro… pude que al menos te rías de alguno de ellos…

Alienación y librepensamiento

Opinión | Tribuna Por: Antonio Porras Cabrera Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 13 SEPT 2025 7:00 https://www.laopin...