lunes, 19 de agosto de 2019

La historia se fragua en la migración


Creo que los seres humanos no podemos quedar impasibles ante los dramas de los congéneres. Cuando anulamos la empatía y con ello los sentimientos de compasión, humanidad, compresión y sensibilidad, perdemos el valor humano; es decir, dejamos de ser humanos para convertirnos en seres crueles, egoístas, rayando en lo sociópata, que nos descalifica como humanos.


En los últimos años están surgiendo en todo el mundo y, por desgracia, también en nuestro país, un espíritu mezquino, miserable y cicatero sustituyendo a los valores que deben reinar en toda cultura humana. En la nuestra, al menos teóricamente y por el imperante credo religioso, la acogida y la compasiva caridad deberían manifestarse.

En estas circunstancias y en concreto, me horroriza la manipulación y el cinismo del señor Salvini, un soberbio y chulesco personaje que carece, bajo mi opinión, de los principios básicos del humanismo. Es un alumno muy aventajado de los populismos paranoides que se están cultivando. Refiere que no acoge a los inmigrantes del Open Arms, para no crear un precedente y se jacta de su cruel dureza. No tiene conciencia de que el problema no es solo una cuestión de inmigrantes ilegales, sino de una situación de emergencia humanitaria que reclama ayuda por ese abandono en pleno mar de los tripulantes recogidos a la deriva. Las leyes internacionales y de la propia UE así lo establecen y este señor se las pasas por el arco de Trajano, aunque sus propios jueces le conminen a cumplirlas. Esa postura implica una actitud delincuente. Tal vez habría que llevarlo a los tribunales y juzgarlo por denegación de auxilio, un delito que, en este caso, rozaría la lesa humanidad, puede que prosperara la demanda.

Pero, por otro lado, no es ajeno a ello el proceso de socialización que se lleva a cabo desde infinidad de medios de comunicación y estados de opinión, que siembran la nostálgica de los viejos tiempos y de espíritu supremacista, racista y xenófobos cargados de intolerancia, orientados a imponer dogmas anacrónicos que, en el pasado, nos llevaron al caos y la destructiva guerra. Poderosos países de nuestro entorno toman peligrosas derivas totalitarias, o al menos crecen sus adeptos entre los votantes. La segregación, la vuelta al pasado nacional, en una ilusión de pura fantasía, pretende desmontar las redes de cohesión, que se habrían de reforzar para evitar que, con la globalización, el ciudadano pierda el poder de su voto.

La política se ha visto invadida por un conjunto de sujetos de escasa, por no decir nula, moral que, más que solucionar problemas, los crean para tapar sus vergüenzas. Sus vergüenzas son la sumisión al poder económico, que los compra y, con ello, los controla. El mercado lo invade todo y se preocupa de formar consumidores sumisos y trabajadores precarios dentro de sus leyes globalizadoras, donde los estados cada vez tienen menos poder regulador; ello garantiza su futuro control a nivel internacional al imponer sus criterios bajo el chantaje y la amenaza a los estados que no colaboren en su desarrollo empresarial. Su prensa y sus medios se van encargando de engatusar a la gente, sin consideraciones de tipo ético, para crear estados de opinión beneficiosos para su estrategia.

Por otro lado, crean miedo, miedo al terrorismo, miedo a la diversidad social, miedo y rechazo al inmigrante que te viene a robar el puesto de trabajo, al extranjero, al homosexual, al que piensa de forma diferente… pretendiendo convertir al ciudadano en un alienado que perdió sus valores, o los cambio por otros  deshumanizados (eso no son  valores). Pretenden una sociedad monolítica, donde el sujeto sea un instrumento al servicio de una estructura superior, donde mandan y disfrutan del poder ellos, que son o están inmersos en las grandes corporaciones.

Para esta tendencia, es importante matar el pensamiento libre, evitar que la filosofía y el razonamiento afloren como medio de reflexión y crítica al sistema. Hay que domesticar al ser humano, aborregarlo, y hacerlo servil para integrarlo en el feudalismo del siglo XXI y los venideros. Tu señor es la empresa que te protege otorgándote el don de trabajar para ella, y a ella te debes si no quieres ubicarte en la fría y oscura noche de la marginación y la pobreza. El juego está claro, aprende a trabajar y a consumir para que el dinero vuelva a sus bolsillos, así serás un modelo a seguir en esta futura sociedad.

Mientras todo esto sigue fraguándose al ritmo requerido, te van presentando otros problemas sangrantes para crear inmunidad a la barbarie, al cinismo y la crueldad. Quieren que rechaces a tus semejantes, que deprecies a los que no son de tu grupo, que odies lo diferente y que defiendas el “conmigo o contra mí”.

En estos días estamos viviendo un drama de los muchos que este mundo nos esconde, al que ya me he referido. El de la inmigración clandestina, el de los temerarios, y para algunos peligrosos, aventureros procedentes de tierras que fueron colonias de Europa en tiempos pasados, a los que se les mostró la grandeza de nuestra civilización, los valores culturales y humanos que nos caracterizan, los principios de igualdad y de derechos que nos amparan, mientras se les expoliaban sus recursos naturales (cosa que se sigue haciendo desde otra dimensión política)… Nuestras televisiones, vistas en todo el mundo, son una gran ventana que propaga el buen vivir y el nivel y calidad de vida que gozamos. Esa gran tentación, esa gran llamada de la que fue su metrópolis, es irresistible cuando se compara con la miseria, la pobreza y penuria que azota el continente africano.

Qué contradicción; antiguamente se iba a África a buscar esclavos para venderlos, negociando con sus vidas con el más absoluto desprecio, hoy vienen solos, jugándose la vida, dispuesto a ser esclavizados por los herederos de aquellos desalmados.

Somos imbéciles, o mejor dicho muchos de nuestros ideólogos políticos parecen imbéciles, aunque no lo sean y sepan a lo que juegan con su maledicencia. Europa es un país que envejece a marchas forzadas, que necesita mano de obra y vitalidad joven para desarrollarse. Vienen jóvenes, fuertes y con motivación; integrémoslos acogiéndolos, formándolos en nuestros principios y valores, enseñándoles a trabajar. Repoblemos las zonas vaciadas y hagámoslas productivas de nuevo dentro de lo posible. Necesitamos juventud y gente emprendedora. Pero, claro, para que un joven esté en condición de trabajar, como mínimo se tarde 16 años en conseguirlo, cuesta mucho esfuerzo y sacrificio, cosa que parecen no estar muy dispuestos a hacer los matrimonios actuales. Estos vienen crecidos y, en estas circunstancias, creo que es más fácil integrarlos que rechazarlos. 

Hagámoslo, acojámoslos mediante un programa integral que los integre (valga la redundancia). Estoy convencido, por propia experiencia formativa, que, a pesar de las dificultades, se obtendrían mejores resultados de los que se dan ahora, que acaban en guetos o grupos desarraigados de nuestra cultura.

Dejemos, pues, el cinismo, la mezquindad y el rechazo xenófobo que se ancla en las mentes obtusas y resistentes a argumentaciones lógicas. Comprendamos que la historia de la humanidad es una historia de migraciones; unas veces buscando mejorar la vida y tras conquistando y sometiendo a los demás en el propio beneficio. ¿No sería mejor reflexionar comprendiendo la previsible evolución del mundo? 

2 comentarios:

Myriam dijo...

Tienes toda la razón. la situación es tremenda para los pobres inmigrantes
y vergonzosa para los gobiernos europeos. Todos pertenecemos a la humanidad,
todos contamos.

Un abrazo grande desde el Río de la Plata, en modo abuela.

Antonio dijo...

Celebro que hayas ido a ejercer de abuela a ese Rio de la Plata en el que "anduve" hace casi un año ya. El ser humano por definición es migrante, buscador y explorador para seguir viviendo y creciendo, pero también es tribal y, en consecuencia, defensor de la tribu.
Un abrazo fraternal

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