Cuando estudiaba
psicología era muy habitual encontrar en los servicios de la facultad algunos
grafitis cargados de gracia y ocurrencias. Recuerdo que uno de ellos se fue
escribiendo por partes. Un día encontré escrito: ¡ARRIBA ESPAÑA! Al otro día alguien, con cierto gracejo, anotó
debajo: Y ABAJO AFRICA. Al poco tiempo vi la contestación de otro que entraba
en liza diciendo: GEOGRÁFICAMENTE. Para concluir, pues ya no sé si alguien más
continuó con el cachondeo, apostilló el último: OBVIAMENTE. Quedó, pues, la
cosa así:
·
¡ARRIBA ESPAÑA!
·
Y ABAJO ÁFRICA
·
GEOGRÁFICAMENTE
·
OBVIAMENTE
Hoy se me vino a la memoria aquella
pantomima de la facultad donde se tomaban determinadas consignas como algo
anacrónico, y vinculadas con el régimen de Franco, ya caduco, pero con humor y
guasa, en un soterrado conflicto entre el pasado y el futuro. Los tiempos
estaban cambiando y las formas también. Cuando se pretendía hacer una España
nueva, diferente, donde cupieran todos, aludir a una facción que dilató cuarenta
años la dictadura era, cuanto menos, un atentado al sentido común, sentido que
nos llevaba a pretender el encuentro y establecer un sistema de convivencia
donde se incluyera a todos.
Por eso me sorprende que, en estos
tiempos, la señora secretaria general del PP-A, Dª Dolores López Gabarro haya
dicho (cito):"Nosotros no somos 17 partidos, eso son otros. Nosotros somos
un partido en 17 comunidades con un único mensaje, y lo decía antes aquella señora:
¡Arriba España!".
Está en su legítimo derecho a
hacerlo, en el caso de que así lo sienta, pero no es honroso que luego se eche atrás. Entiendo que cada cual es
muy libre de sostener y mantener honradamente sus ideas, desde el respeto a las
de los demás, claro. En todo caso, es rechazable, sistemáticamente, el intento
de imponer las propias por la fuerza, la coacción o la intimidación, vengan de
donde vengan. Por tanto, alabo la
expresión de la señora López como forma de definir su verdadera ideología
respecto a la identidad de esa España que ella pretende y defiende, aunque me
pese y observe la imposibilidad de poder dar solución política, desde esa
perspectiva, a la problemática de la respetable diversidad de los pueblos de
España y el tufo o reminiscencia que pudieran desprenderse de tal “grito de
guerra”.
Pero, para una mejor comprensión de
lo que digo, permítaseme un pequeño apunte. El lapsus, o expresión
desafortunada, como han venido en llamarle ella misma y sus
adláteres, siempre tiene una relación directa con lo que el subconsciente
encierra. Freud diría que el sujeto que comete el
lapsus linguae sufre un conflicto interno, ya que manifiesta algo de lo que no
está seguro ni convencido. De aquí se deduce que (presuntamente) no expresaría
lo que sentía, que era otra cosa distinta al discurso, sino lo que estaba
interesado en decir. La explicación que Freud da a esta situación es la del
afloramiento de lo reprimido, que se produce como norma general a causa de
momentos de estrés o angustia. El lapsus vendría a corregir eso que anda
manifestando y que no corresponde a su verdadero sentir. Es decir, ibas a decir
algo de lo que no estás convencido, pero en el trajín y acaloramiento del
discurso hay un hecho que dispara tu subconsciente y hace aflorar lo que de
verdad querrías expresar. Alguien lo grita: ¡Arriba España!, el contexto
represor del mensaje subliminal ha desaparecido, o se ha relajado, y entonces,
ante la relajación de la autocensura impuesta por el superyó, sueltas la verdad
de tu pensamiento de forma directa o simbólica, como es el caso, en un contexto
de cierta intimidad del grupo con el que te identificas y que comulga con ese
planteamiento.
A partir de aquí, a
mí, las dudas que siempre mantuve respecto a este partido se decantan. Estas
cosas le dejan a uno preocupado, pues, aún sabedores, desde tiempo ha, que el
PP es un partido, en gran medida, hijo de la ideología del franquismo, en lo
referente a la concepción de la España territorial, absolutista, tradicionalista,
católica y entendiendo a los ciudadanos como súbditos de esta concepción, estos
lapsus vienen a confirmar que la ideología del viejo régimen no ha muerto y que
sigue viva en el subconsciente de muchos de los llamados demócratas de
conveniencia o reciclados en forma pero no en fondo. Eso es natural, pues
durante 40 años se nutrió y cultivó en las escuelas, medios de comunicación, iglesias
y en el contexto de la sociedad, por tanto es imposible que no haya germinado,
que no haya gente que comulgue que las ideas franquistas y eso lo hemos de
aceptar como algo natural, como una realidad incuestionable, aunque en ningún
caso como algo democrático, en tanto esa ideología no conlleva el respeto a las
ideas de los demás. Sabemos, pues, que no se puede servir a Dios y al Diablo,
por lo que no se puede ser franquistas y demócrata a la vez. Cuando alguien
defiende, de la forma que fuere, al viejo régimen estaremos ante un fascista
solapado convertido por conveniencia a la democracia. No hablo de todos los
miembros de ese partido, claro está, sino de aquellos que se esconden tras el
mismo como demócratas y en el fondo mantienen su idilio con el dictador y su
añorado régimen, en mayor o menor grado, si bien sospecho que son muy
numerosos.
Uno de los aspectos
que identificó al singular fascismo que promovió el alzamiento fue, sin duda,
la concepción de España desde los valores tradicionales, con un poder
centralista, que ya en el siglo XIX nos arrastró por civiles guerras entre
absolutistas y liberales, fuerzas centrípetas y centrífugas de una España
convulsionada por la incompetencia de reyes, políticos y militares. Una especie
de Altar y Trono (en este caso caudillo) como forma de vertebrar el país, un
nacional-catolicismo, pero matizado por las nuevas ideologías emergentes en los
años 30 en la Europa Italo-alemana. El fascismo entendió España como una
entidad de pensamiento único soportado en un credo religioso tradicional, descalificando
cualquier otra ideología, en lugar de observar en ellas otras visiones
singulares que, en libertad, desarrolla el ser humano pensante. El ciudadano
era súbdito, no soberano. Por tanto el que no pensaba como ellos no era un
español de bien y se podía considerar como un ignominioso traidor a la patria,
a esa patria que ellos cultivaban y que, por tanto, no merecía vivir si no se
sometía. La pregunta del millón es: ¿Cuánto de eso persiste en el subsuelo del
partido heredero, fundado por D. Manuel Fraga?
Me pegunto: ¿Cuando
alguien refiere que no son 17 partidos, sino uno que dice lo mismo en todos
lados, da a demostrar que no respeta la singularidad de los pueblos, que elude
las diferencias, la diversidad, y que lo suyo es adoctrinar para que esas
diferencias desaparezcan y todos se sometan a la idea única? Es posible que así
lo entiendan en el PP y, por tanto, se hayan judicializado las diferencias políticas,
renunciando a la negociación y al consenso, donde siempre se ha de ceder algo
para recibir otro algo a cambio. Todos sabemos, o deberíamos saber, que los
pueblos tienen su singularidad, su idiosincrasia personal, sus matices e
identidades culturales, económicas, sociales, etc. y que todo buen gobernante
que se considere demócrata tenderá a intentar establecer una convivencia entre
ellos desde el respeto a esas diferencias y la singularidad cultural de cada
pueblo. Pero cuando, tras la confirmación de esa definición sobre el propio
partido, se remacha con un ¡Arriba España! se le da el marchamo de la ideología
que gritaba esa consigna con el brazo levantado en marcial saludo, como
vencedores de una contienda que se pretende olvidar y no se logra.
Digo no se logra,
porque el propio Partido Popular confirma las sospechas de su anclaje
ideológico cuando sigue dejando en la cuneta a los fusilados y represaliados
del franquismo, cuando niega el derecho de los vencidos por las armas a ser
honrados como demócratas y gente de bien, cuando se le llena la boca para pedir
justicia para las víctimas de ETA, cosa que aplaudo, y deja en el olvido a los
del franquismo, cosa que desapruebo. Esa doble moral, viene a mostrar lo que
realmente piensan y sostienen en lo más profundo de sus convicciones. No se dan
cuenta que solo se cerrará esa herida de forma definitiva “zanjando” las zanjas
donde están los muertos, para permitir que el purulento rencor por esos
crímenes se diluya en la balsa de la justicia, entregando esos huesos a la
familia y al justo descanso con su lápida y su nombre que les haga vivir en la
memoria de los vivos. La ofensa se agrava cuando se subvenciona a una fundación
defensora de la memoria de Franco y se retira toda ayuda y facilidad para retomar
y perfilar la verdadera historia del pasado reciente y de sus víctimas, o
cuando asistimos a la beatificación de religiosos con ese arrebato místico, mientras
se ponen piedras en el camino que pretende exhumar los muertos de las cunetas. El
otro lapsus, el de Pablo Casado en su discurso de hace algunos años en el
congreso del PP madrileño, ninguneando a las víctimas del franquismo y
despreciando el sentimiento de sus familiares, muestra la infamia de un
pensamiento que, al amparo de la vieja guerra, sigue marginando a los
contendientes del bando republicano y democrático. Hay más ejemplos, pero con
estos bastan para centrar la cuestión. Por eso produce cierto escalofrío
escuchar ese ¡Arriba España! en lugar de otra consigna menos simbólica y
adosada al viejo régimen, compartible por todos, como por ejemplo: ¡Viva
España! si bien no soy muy amigo de vivas, mueras, arribas y abajos.
Tal vez, el gran
problema de nuestro país sigue siendo la educación de la ciudadanía, que
continúa sin capacidad de discernir adecuadamente, sumisa a la influencia
nefasta de los medios de comunicación, sin saber separar el grano de la paja,
dando crédito a quien ya lo perdió de forma aplastante y creyendo en cuentos de
la lechera, en promesas y lealtades a su grupo aunque este sea corrupto, con
gente en sus filas de demostrado latrocinio y desvergüenza... y sálvese quien
pueda. En todo caso la cuestión está en qué tipo de sujeto queremos fraguar. No
es lo mismo un mediocre borrego que siga los deseos y órdenes del pastor, que
un sujeto crítico, creativo y colaborador responsable y exigente, que eleve la
sociedad a mayores cotas de desarrollo en el marco del humanismo holístico. Pero
el asunto de la educación es muy complejo, tanto que merece otra reflexión
aparte y dedicada en exclusividad al caso.
4 comentarios:
¡Qué bien dices, amigo!, da gusto leerte
Gracias, Mª Ángeles. Qué bueno sería si en esta España diversa aprendiéramos a tolerarnos y respetarnos para empezar a compartir sin egoísmos ni imposiciones.
Un abrazo
Cuanta razón tiene cada línea de tu articulo, Antonio. Estas personas de "Arriba España" (Que yo también recuerdo cuando estudiaba, las palabras que se ponian o tachaban) Ùna Grande y Libre!!] y al dia siguiente veias el "libre" tachado. Y esta señora, y muchos otros está deseando decir esto no te quepa ninguna duda. Además los hijos de aquellos tiempos tienen ue estar en algún lugar, no crees. Pues donde mejor que este.
Antonio, yo no se cuantas generaciones pasarán para que se cumplan tus buenos deseos, pero me parece que muchos. No se quiere, si es que se ha querido alguna vez.
Estás viviendo Catalunya seguramente como lo vivo yo, que dia que pasa me pregunto el porque no se quiso hacer las cosas cuando tocaba hacerlas. Porque se deja morir la Memoria Historica y se deja morir en el más espantoso silencio a la reclamación de casi 2 millones de personas. Cuatro gatos como dijo un diputado hace unas semanas. No se, serán cuatro gatos si él lo dice, pero a lo mejor no hubiera sino ni uno si se hubiera hablado a tiempo.
La España de Machado, amigo Antonio.
Un abrazo.
Creo, amigo Josep, al igual que tú, que se ha de ser respetuoso con todo pensamiento que, a su vez, lo sea con el de uno. La libertad de pensar no se puede coartar, además es imposible, en todo caso se puede reprimir y evitar se exprese ese pensar bajo coacción. Otra cosa son las normas que se establecen para la convivencia en un marco de justicia y si ese marco es de sentido común o no lo es. Respetando todas las posiciones, he de confesar, que a mí los nacionalismos de ningún tipo me gustan, sobre todo los excluyentes, pues creo en la universalidad del hombre y que somos interdependientes, por lo que estamos obligados a regular esa relación de convivencia. Lo malo es cuando afloran intolerancias y desprecio a la diversidad y se quiere imponer una idea neutralizando las demás.
Lo que pasa en Cataluña me preocupa, aunque no esté ahí, pero tengo familiares, amigos y conocidos que lo viven más directamente.
Sigo pensando en la transversalidad social y en la necesidad de establecer un sistema de convivencia común, más justo para todos, desde el diálogo y el entendimiento, desde el ceder para ganar, desde la aproximación. Los radicalismos, sean de donde sean, no me gustan y acaban radicalizando el juicio y el discernimiento hasta del más sensato, cuando se deja llevar uno por las emociones que van manipulando los que de verdad son radicales.
Espero que el problema se resuelva desde el entendimiento. Tal vez estén sobrando los actores que nos han llevado hasta aquí y se necesiten otros para reconducir la situación antes de llagar a la debacle.
Un abrazo afectuoso
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