viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Para qué sirve un político?



Esta curiosa pregunta me la he hecho muchas veces, sobre todo desde que se cuestiona tanto las conductas de los políticos que nos rodean y nos gobiernan. Es cierto, como no podría ser de otra manera, que la política es imprescindible para el desarrollo y el gobierno de los pueblos. No es menos cierto que el buen político es aquel que da soluciones a los problemas de la sociedad y que sabe organizar, dirigir y enfocar las situaciones conflictivas para la convivencia y la justicia social. Dar sentido al buen gobierno, a la satisfacción de su pueblo, a la justicia social y al desarrollo de todos y cada uno de los individuos que componen la sociedad de forma coherente y racional requiere una habilidad que debería ser imprescindible para el ejercicio de la profesión de político.

En un sistema democrático es más evidente que, además, ha de ejercer su función desde el compromiso con su programa pero desde el respeto a las distintas sensibilidades que conforma la ideología de la ciudadanía en su conjunto. En una sociedad madura, no podemos permitir que haya liderazgos enardecidos e irracionales que lleven al conjunto de  la sociedad, o a determinados grupos que la integren, a posiciones de confrontación y de conflicto sin salida posible. El arte de la política en esta etapa de la evolución del mundo que nos ha tocado vivir pasa por el acercamiento, por la convivencia, por la interdependencia de todos los Estados, con la vista puesta en la aproximación y la superación de fronteras para universalizar al hombre. Estamos en tiempos de crecimiento, de desarrollo, por tanto, de debate y de mentes abiertas que permitan crear un contexto adecuado a la convivencia entre los pueblos, que es lo mismo que decir entre los seres humanos, porque los pueblos, llámese como se llamen, no son más que conjunto de personas que comparte su vida en un entorno común con el bagaje cultural que resulta de su propia evolución.

La política, pues, es imprescindible, pues conlleva el gobierno de los pueblos y no debemos confundir la política con el político. La política se encarga de todo lo relacionado con la cosa pública, con las cuestiones que afectan a la sociedad, a la ciudadanía. De aquí  precisamente surge el vocablo REPÚBLICA (res - cosa - pública), y se definiría como “la forma de gobierno de los países en los que el pueblo tiene la soberanía y facultad para el ejercicio del poder, aunque sea delegado por el pueblo soberano en gobernantes que elige de un modo u otro”. Es, por tanto, la que, en teoría, se acercaría más al sistema democrático puro. El político es el actor operativo de la política, es decir, el encargado de implementarla en función del sistema imperante. Eso ya es otro cantar…

El modelo político es otra cuestión a tener en cuenta, pues dependiendo de los principios y valores que se defiendan se acabará estructurando, cohesionando y organizando el mismo. Podemos hablar de sistemas autocráticos, donde cabe el absolutismo y las dictaduras; sistemas democráticos donde se incluyes diversas formas de ejercer la democracia; sin olvidar el abanico de las oligarquías con sus teocracias, plutocracias, aristocracias, etc.

En vista de las circunstancias que nos envuelven, hago mención especial de la cleptocracia donde el poder desarrolla el robo de capital, institucionaliza la corrupción y derivados (nepotismo, clientelismo político, apropiación indebida de caudales públicos, etc.), quedando impunes estas acciones por la alianza dentro del sistema de poder, que forma una casta oligárquica.

El pueblo, por tanto, exige democracia. Quiere ser soberano y no súbdito. La democracia es el sistema de mantener esa soberanía y capacidad de decisión, aunque sea delegando en quien gobierne, bajo la garantía de que el voto es reversible y, si este no me funciona y responde a mi delegación soberana, no le voto a la próxima. El problema es el conformismo con la corrupción, la tolerancia en ese tránsito desvergonzado hacia la cleptocracia, la inhibición de la responsabilidad social que implica el ejercicio de la democracia, el bajo perfil de la conciencia política de la ciudadanía, la cultura social imperante donde se acaba dejando en manos de los políticos las decisiones sin ningún tipo de control del colectivo social, la necesidad de un proceso educacional que forje un ser humano ideólogo, pensante, libre, crítico y racional para ayudar a progresar y consolidar el desarrollo social…

Y ahora, mis preguntas son: 

1. ¿En qué nivel del tránsito de democracia a cleptocracia estamos en este momento de la mano de nuestra clase política?
2. ¿Es posible la reversión del proceso para evitar esa cleptocracia?
3. ¿Estamos amarrados por estructura de poder ocultas que nos dirigen entre bastidores?
4. ¿Cómo podemos neutralizar la perversión corruptora del sistema capitalista salvaje y sus valedores?
5. ¿Hay alternativa realista y viable para esta situación?
6. ¿Podría Podemos ser la fuerza de cambio mediante un programa efectivo y racional?
7. ¿Es posible y creíble un cambio, o regeneración seria y real en la clase política que nos gobierna, para acabar con esta situación de corrupción y manipulación del sistema democrático?
8. Sintiéndonos atrapados y presos del  mundo financiero con las deudas y los acuerdos internacionales ¿es posible escapar de esa influencia y control de nuestra economía?
9. ¿Podemos redefinir el sistema de interdependencia, o sea la Constitución, para hacer del Estado un lugar de encuentro en lugar de un lugar de reyerta?
10. ¿No es necesario una nueva transición y acuerdo de convivencia entre las distintas sensibilidades que pueblan España para crear ese lugar de encuentro y embarcarnos en un nuevo proyecto común?
11. ¿Es este rey idóneo para asumir esa función o deberíamos recurrir a la III República como organización política para ello?
12. ¿Seremos capaces de crear un pueblo sano y responsable para que genere políticos honrados y éticos?
13. ¿Podemos, sabemos y queremos exigir, cultivar y desarrollar la verdadera democracia, que lleve a la justicia social y al proceso humanista que nos dignifique a todos y nos permita crecer como seres humanos?
14. ¿El deterioro paulatino de la política, a través del desprestigio de los políticos, es una estrategia orquestada para desencantar a la gente y gobernar desde las oligarquías del capitalismo salvaje a modo de una empresa integrada en el mercado neoliberal?

15. ¿Tenemos lo que nos merecemos en función de lo que hacemos?


Tal vez, y a modo de conclusión, podríamos decir que el problema no es la política en sí, sino el político que la aplica avalado por la mediocre ciudadanía que lo encumbra y lo consiente.



2 comentarios:

Camino a Gaia dijo...

Yo añadiría un problema de fondo y que permea todos los análisis sobre la crisis actual: Nuestra cultura y nuestro modelo económico es fundamentalmente antropocéntrico. Eso lleva a situar las leyes humanas por encima de las leyes de la Naturaleza y pasar por alto la influencia y la existencia de límites en la actividad económica. De hecho, hace tiempo que se eliminaron de las ecuaciones de los economistas. Por su formación, los políticos no son precisamente expertos estas cuestiones y aunque no son un secreto no se hace publicidad explícita de las mismas. La cuestión es entonces ¿y si a estas alturas nuestras expectativas ya no pudieran ser satisfechas por ningún político por honrado que fuera? ¿Y si fuera casi lo mismo que cambiar de capitán en el naufragio del Titanic?

Antonio dijo...

Es posible que el barco se esté hundiendo irremediablemente, amigo Camino a Gaia, pero solo se podría salvar si toma conciencia de la situación el puente de mando, quien dirige la nave, y cambia de rumbo, ahí está la única posibilidad de salvar seguir el viaje por mucho tiempo, con un crecimiento sostenido y una nueva cultura, donde se cambie el capitán por otro capaz de reconducir la situación..

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