Esta curiosa pregunta me la he hecho muchas veces,
sobre todo desde que se cuestiona tanto las conductas de los políticos que nos
rodean y nos gobiernan. Es cierto, como no podría ser de otra manera, que la
política es imprescindible para el desarrollo y el gobierno de los pueblos. No
es menos cierto que el buen político es aquel que da soluciones a los problemas
de la sociedad y que sabe organizar, dirigir y enfocar las situaciones
conflictivas para la convivencia y la justicia social. Dar sentido al buen
gobierno, a la satisfacción de su pueblo, a la justicia social y al desarrollo
de todos y cada uno de los individuos que componen la sociedad de forma
coherente y racional requiere una habilidad que debería ser imprescindible para
el ejercicio de la profesión de político.
En un sistema democrático es más evidente que,
además, ha de ejercer su función desde el compromiso con su programa pero desde
el respeto a las distintas sensibilidades que conforma la ideología de la
ciudadanía en su conjunto. En una sociedad madura, no podemos permitir que haya
liderazgos enardecidos e irracionales que lleven al conjunto de la sociedad, o a determinados grupos que la
integren, a posiciones de confrontación y de conflicto sin salida posible. El
arte de la política en esta etapa de la evolución del mundo que nos ha tocado
vivir pasa por el acercamiento, por la convivencia, por la interdependencia de
todos los Estados, con la vista puesta en la aproximación y la superación de
fronteras para universalizar al hombre. Estamos en tiempos de crecimiento, de
desarrollo, por tanto, de debate y de mentes abiertas que permitan crear un
contexto adecuado a la convivencia entre los pueblos, que es lo mismo que decir
entre los seres humanos, porque los pueblos, llámese como se llamen, no son más
que conjunto de personas que comparte su vida en un entorno común con el bagaje
cultural que resulta de su propia evolución.
La política, pues, es imprescindible, pues conlleva
el gobierno de los pueblos y no debemos confundir la política con el político.
La política se encarga de todo lo relacionado con la cosa pública, con las
cuestiones que afectan a la sociedad, a la ciudadanía. De aquí precisamente surge el vocablo REPÚBLICA (res -
cosa - pública), y se definiría como “la forma de gobierno de los países en los que el pueblo
tiene la soberanía y facultad para el ejercicio del poder, aunque sea delegado
por el pueblo soberano en gobernantes que elige de un modo u otro”. Es, por
tanto, la que, en teoría, se acercaría más al sistema democrático puro. El
político es el actor operativo de la política, es decir, el encargado de
implementarla en función del sistema imperante. Eso ya es otro cantar…
El modelo político es otra cuestión a tener en
cuenta, pues dependiendo de los principios y valores que se defiendan se
acabará estructurando, cohesionando y organizando el mismo. Podemos hablar de sistemas
autocráticos, donde cabe el absolutismo y las dictaduras; sistemas democráticos
donde se incluyes diversas formas de ejercer la democracia; sin olvidar el
abanico de las oligarquías con sus teocracias, plutocracias, aristocracias,
etc.
En vista de las circunstancias que nos envuelven,
hago mención especial de la cleptocracia
donde el poder desarrolla el robo de capital, institucionaliza la corrupción y
derivados (nepotismo, clientelismo político, apropiación indebida de caudales
públicos, etc.), quedando impunes estas acciones por la alianza dentro del
sistema de poder, que forma una casta oligárquica.
El pueblo, por tanto, exige democracia. Quiere ser
soberano y no súbdito. La democracia es el sistema de mantener esa soberanía y
capacidad de decisión, aunque sea delegando en quien gobierne, bajo la garantía
de que el voto es reversible y, si este no me funciona y responde a mi
delegación soberana, no le voto a la próxima. El problema es el conformismo con
la corrupción, la tolerancia en ese tránsito desvergonzado hacia la cleptocracia,
la inhibición de la responsabilidad social que implica el ejercicio de la democracia,
el bajo perfil de la conciencia política de la ciudadanía, la cultura social
imperante donde se acaba dejando en manos de los políticos las decisiones sin ningún
tipo de control del colectivo social, la necesidad de un proceso educacional que
forje un ser humano ideólogo, pensante, libre, crítico y racional para ayudar a
progresar y consolidar el desarrollo social…
Y ahora, mis preguntas son:
1. ¿En qué nivel del tránsito de democracia a
cleptocracia estamos en este momento de la mano de nuestra clase política?
2. ¿Es posible la reversión del proceso para evitar esa
cleptocracia?
3. ¿Estamos amarrados por estructura de poder ocultas
que nos dirigen entre bastidores?
4. ¿Cómo podemos neutralizar la perversión corruptora
del sistema capitalista salvaje y sus valedores?
5. ¿Hay alternativa realista y viable para esta
situación?
6. ¿Podría Podemos ser la fuerza de cambio mediante un
programa efectivo y racional?
7. ¿Es posible y creíble un cambio, o regeneración seria
y real en la clase política que nos gobierna, para acabar con esta situación de
corrupción y manipulación del sistema democrático?
8. Sintiéndonos atrapados y presos del mundo financiero con las deudas y los
acuerdos internacionales ¿es posible escapar de esa influencia y control de
nuestra economía?
9. ¿Podemos redefinir el sistema de interdependencia, o
sea la Constitución, para hacer del Estado un lugar de encuentro en lugar de un
lugar de reyerta?
10. ¿No es necesario una nueva transición y acuerdo de
convivencia entre las distintas sensibilidades que pueblan España para crear
ese lugar de encuentro y embarcarnos en un nuevo proyecto común?
11. ¿Es este rey idóneo para asumir esa función o deberíamos
recurrir a la III República como organización política para ello?
12. ¿Seremos capaces de crear un pueblo sano y
responsable para que genere políticos honrados y éticos?
13. ¿Podemos, sabemos y queremos exigir, cultivar y
desarrollar la verdadera democracia, que lleve a la justicia social y al
proceso humanista que nos dignifique a todos y nos permita crecer como seres
humanos?
14. ¿El deterioro paulatino de la política, a través del
desprestigio de los políticos, es una estrategia orquestada para desencantar a
la gente y gobernar desde las oligarquías del capitalismo salvaje a modo de una
empresa integrada en el mercado neoliberal?
15. ¿Tenemos lo que nos merecemos en función de lo que
hacemos?
Tal vez, y a modo de conclusión, podríamos decir que el problema no es la política en sí, sino el político que la aplica avalado por la mediocre ciudadanía que lo encumbra y lo consiente.
2 comentarios:
Yo añadiría un problema de fondo y que permea todos los análisis sobre la crisis actual: Nuestra cultura y nuestro modelo económico es fundamentalmente antropocéntrico. Eso lleva a situar las leyes humanas por encima de las leyes de la Naturaleza y pasar por alto la influencia y la existencia de límites en la actividad económica. De hecho, hace tiempo que se eliminaron de las ecuaciones de los economistas. Por su formación, los políticos no son precisamente expertos estas cuestiones y aunque no son un secreto no se hace publicidad explícita de las mismas. La cuestión es entonces ¿y si a estas alturas nuestras expectativas ya no pudieran ser satisfechas por ningún político por honrado que fuera? ¿Y si fuera casi lo mismo que cambiar de capitán en el naufragio del Titanic?
Es posible que el barco se esté hundiendo irremediablemente, amigo Camino a Gaia, pero solo se podría salvar si toma conciencia de la situación el puente de mando, quien dirige la nave, y cambia de rumbo, ahí está la única posibilidad de salvar seguir el viaje por mucho tiempo, con un crecimiento sostenido y una nueva cultura, donde se cambie el capitán por otro capaz de reconducir la situación..
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