sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Dos buenas hostias?




Las crisis generan cierta confusión en muchos aspectos, sobre todo en aquellos que la afectan directamente, por ello, lógicamente, se habla de crisis. En estos tiempos hablamos de crisis de valores, amén de la económica, y solemos resaltar la falta de respeto a los mayores, la mala educación y las conductas inadecuadas que se están cultivando en esta sociedad. Esta sensación no es nada nuevo, como decía Hesíodo, poeta de la antigua Grecia ( 720 A .C.): “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible”.

Curiosamente, un amigo reclamaba viejos valores y los procesos de educación que se manejaban en aquellos tiempos. “Hace falta un par de buenas hostias al crío para infundirle temor y respeto, para decirle lo que debe o no hacer y para que aprenda las cosas”. Aquella vieja historia de la letra con sangre entra.

A mí se me cayó el alma al suelo al ver que este sujeto no había comprendido nada en los últimos tiempos, que no había entendido el progreso que debe llevar al hombre a ser algo más libre y que reclamaba la sumisión irracional, el palo como instrumento de sometimiento en lugar de la razón. ¿Estamos condenados al servilismo y la obediencia mediante el castigo y la mansedumbre? Qué dolor!!!!

Hay estúpidos que no entienden que la violencia con el niño solo siembra violencia, que le enseña conductas en esta línea y que arrastrar frustración y desencanto, inseguridad y necesidad de sujetos, de orden superior, de líderes, de dictadores, defensores de caudillos, como es el caso, que le guíen y dirijan eximiéndoles de la responsabilidad de la toma de decisiones, pues a ellos no se les ha enseñado a discernir, sino a obedecer. Así no se equivocan, son los gobernantes los que lo hacen, y por ello los critican, pero no son capaces de asumir la propia responsabilidad social para implicarse en la gestión y gobierno de su comunidad. Hay, pues, una dicotomía de asunción y rechazo de los gobernantes, por una lado se les vota y por otro se les rachaza. Criticamos políticas antisociales y votamos a aquellos que las defienden y las aplican. Ya se verá el próximo 20N.

En el fondo lo que hay es una incapacidad de entender y comprender que se ha de hacer al sujeto más libre desde la responsabilidad de concebir y asumir las cosas desde concepciones racionales, desde una educación que introyecte los valores desde el convencimiento y no desde la imposición.

No es lo mismo reprimir y castigar para hacerse obedecer desde el miedo y ese respeto impuesto por el terror, que desde la autoridad del conocimiento y la ascendencia sobre el niño, desde el reconocimiento a la persona mayor que le protege, dirige y orienta hacia una seguridad y abre su mente a la percepción y el entendimiento del mundo. Pero, claro, para eso se ha de tener conocimiento y criterio propio y capacidad de transmitir al niño esa forma de análisis y esa comprensión del mundo. Cuando no se nos fraguó en ese campo, cuando no tenemos recursos para dar respuesta al niño y no somos capaces de aceptar el hecho para no perder “autoridad” sobre él, acabaremos diciendo: “Esto es así porque lo digo yo que soy tu padre”. El niño, que tiene una gran cantidad de ofertas informativas y formativas en muy diversos medios, volverá su mirada a ellos y buscará respuestas en otro lugar con el riesgo de equivocar la fuente y dejarse llevar por influencias poco recomendables a las que revestirá de una autoridad deslumbrante sin demasiadas exigencias hacia ella.

Por tanto, amigo, dos hostias no, sino dos razones y una verdad sostenida racionalmente, aunque se la mostremos a través del juego y la teatralización del role playing o juego de roles… Enseñar a gestionar el conflicto es enfrentarlos a él y mostrarle soluciones positivas y constructivas y no aquello, cuando se pelea con otro, de pelillos a la mar y pídele perdón y dale un beso que te lo dice tu padre… sin haber comprendido el error cometido, sin entender que se haya equivocado, solo genera frustración, humillación y desazón en el niño, cuando no odio. Para comprender al niño, se ha de poner uno en su lugar, intentar ver las cosas como él las ve y acercarse a su proceso de razonamiento infantil para poder reconducirlo, no creer y exigir que el niño piense como un adulto… ya pensará cuando lo sea, ahora es solo un niño que necesita de aprendizaje. En función de ese aprendizaje haremos de él un niño más o menos libre, con mayor o menor criterio y capacidad de discernir y razonar.

Qué gran responsabilidad tenemos los padres, pues ya no es solo educarlos y guiarlos, sino neutralizar las influencias nefastas, que el entorno le ofrece, a través de su propia comprensión y no del rechazo o la negación sin valoración crítica del estímulo que queremos anular. ¿Quién enseña al enseñador?

En fin, amigo, el próximo día que nos veamos me gustaría que no hablaras de hostias, sino de razones y afectos para dar autoestima y seguridad al niño en lugar de miedo, sometimiento y anulación…

14 comentarios:

emejota dijo...

Tienes tanta razón, que me da verguenza a estas alturas seguir afirmandolo, pero caramba, es que es cierto, que se lo pregunten a nuestros niños interiores.
La mía apuntó todas las humillaciones y las "hostias" que le dieron para no olvidarlo y que no se volviera a repetir cuando ella formara parte del colectivo "de los mayores, esos tan tontos". Beso.

mariajesusparadela dijo...

Todavía hay cavernícolas. Y creo que siempre los habrá.

Roberto R Bravo dijo...

¿Quién enseña al enseñador?, dices, y das justamente en el clavo. Los que claman por "dos hostias a tiempo" suelen ser quienes se han criado así y –pobres– no han sabido replantearse los métodos que recibieron y mirarse a sí mismos para ver en qué clase de sujeto intolerante y represivo se han convertido gracias a esa mal llamada educación. Hace falta mucha fuerza de voluntas y capacidad de autocrítica para superar ese estadio primitivo. Pero es imprescindible si queremos tener una sociedad mejor, pensante y auténticamente responsable, capaz de tomar sus propias decisiones sin miedos, sin coacciones, sin servidumbres espúreas.

El cuaderno de la mesa camilla dijo...

Es curioso: qué difícil resulta encontrar la palabra amor cuando se habla de educación. Sólo amor. Yo creo que ósmosis y amor son dos palabras a recuperar para hablar de educación.

Josep dijo...

Antonio, tienes toda la razón. Pocos padres dejan que los niños sean niños. Yo de lo que me doy cuenta es que parece ser que todos sabemos hacer o entendemos lo que tu dices, pero nadie empieza hacerlo.
Un abrazo.

Darío dijo...

Maravillosa reflexión. Foucault, pero accesible a nosotros, tan mortales.

Jesús Herrera Peña dijo...

Estoy muy de acuerdo con todo este artículo tuyo, Antonio.
Profundo tema ese de la doma y la sumisión de los niños a base de palo y mano dura.
No menos importante que el que en estos días se nos está clavando en los sentidos a algunos progres o directamente de izquierdas: La 'esquisitez' de trato con que nos sigue despachando "nuestra" policía para retirar de la vía pública al manifestante pacífico (y de izquierdas).

¿Qééééé? Y eso, ¿qué?

Eastriver dijo...

Creo que sabes mucho sobre el tema, sin duda mucho más que yo. Tienes razón, al menos como yo lo veo, en lo de enseñar a pensar y que los actos del niño sean actos conscientes, pensados... En que la violencia genera violencia. Pero yo veo en el instituto muchísima violencia infantil, muchísima, que viene de niños a los que jamás les han pegado una torta, de niños sobreprotegidos, entre algodones... pero en un ambiente totalmente paternalista. Aunque coincido con tu discurso pienso que caer en el otro extremo es también un error. A la larga acaba siendo un error. Pues al niño no hay que negarle ni los límites, ni el orden, ni la disciplina, ni ningún otro elemento que forma parte de la vida. Y sí que pienso que en ocasiones se ha pasado de un extremo a otro.

Yo, como educador, uso el método que me funciona. El que he visto que me funciona, no sé si el mejor, pero para mí al menos lo es, porque es el que me permite trabajar en silencio, respeto y atención para aprender en el aula. Llegué al que yo llamo mi método con el tiempo, tras observar que fallaban estrepitosamente los métodos que me señalaban los psicólogos. Los psicólogos me pedían debates en el aula, charla, hablar, democracia. Y era el caos, seguramente porque yo no sabía manejarlo. Así que me dije, quien ha de estar aquí con los treinta alumnos es un servidor, no el psicólogo... así pues, aplica tu método, no el de los otros. Y mal que bien me está funcionando.

En pedagogía los extremos son malos. La tibieza también suele serla. El justo medio es el que funciona. Y pienso que hoy por hoy, con el patio como lo tenemos, es necesario recobrar algunos de los valores del pasado. De verdad que lo pienso.

Un abrazo, Antonio.

Camino a Gaia dijo...

Cuando se acaba interiorizando que el maltrato recibido significa buena educación se acaba repitiendo el mismo proceso en las siguientes generaciones.
Esto también tiene que ver con la Iglesia que enseña la obediencia y la sumisión como los valores básicos sobre los que fundamentar la familia y la sociedad.
Ha sido precisamente la Iglesia quien ha saboteado una educación basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Un saludo

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Yo he recibido una educación de obedece o toma palo. Creo que Eatstriver da en el clavo cuando dice que se necesita unn punto intermedio, pues ahora, cuando veo la educación que está recibiendo mi nieto, que consigue todos los caprichos y además no estudia... Cuando observo que nadie se levanta para ofrecer el asiento en el bus a una anciana o mujer embarazada; a respetar a los amestros y los padres, tal como nos enseñaron antes a base de regla en la palma de la mano, si tuviera que empezar de nuevo elegiría un poco más de disciplina de la que hoy aplican. Un abrazo.

Roberto R Bravo dijo...

Comentario para Eastriver y Juan (si me lo permites, Antonio): No hay que confundir la brutalidad en la educación con la disciplina –que siempre debe ser autodisciplina– ni la falta de educación con la supuesta necesidad de recurrir a la brutalidad.
En el primer caso, la autodisciplina puede y debe impartirse principalmente a partir del ejemplo, y ganándose al niño o al joven mediante el afecto, el sincero reconocimiento, la seguridad y la confianza. No es difícil si se hace desde el principio.
En el segundo caso, cuando no se ha hecho lo anterior desde el principio, tenemos a un chico desconfiado, reacio, agresivo... por culpa de quienes debieron educarlo (principalmente sus padres) y no quisieron o no supieron hacerlo. El método a seguir es el mismo de antes, solo que ahora será más difícil (naturalmente) ganarse su respeto y su confianza. No es su culpa, sino de quienes no cumplieron con su responsabilidad. Sería largo para un comentario entrar aquí en detalles, y el análisis de casos sería complejo, pero hay buena literatura al respecto que como educadores debemos conocer. La mayor exigencia está aquí, como siempre, en el propio educador. Su construcción, interés y dedicación permanentes es lo único que puede y debe permitir la solución de estos problemas.

MarianGardi dijo...

Antonio, estoy de acuerdo contigo en que la violencia engendra violencia, en la educación y en todos los campos de la existencia. Por otra parte hoy en día, poca gente puede pegar a sus hijos como lo hacían antes, primero porque los propios hijos te denuncian y segundo porque si alguien te ve pegando a un niño llaman a la policía.
El niño hoy está muy protegido, tanto, que también hay veces que los padres se quedan sin protección. Conozco casos de hijos abusadores de sus padres y encima amenazados por ellos con eso de la denuncia.
Querido Antonio todos los extremos tienen su punto medio.
Un abrazo

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi estimado Antonio:

Magnífico texto. Todos los tuyos lo son. En realidad los definiría como tesis psicológicas y, a veces, también periodísticas.

Nada más apropiado que la mítica frase de Mahatma Gandhi. Cito: La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia.

Te felicito.

Recibe mi estima y toda mi admiración,

Cris.

Antonio dijo...

Queridos amigos y amigas, agradezco vuestros comentarios que, como siempre, denotan una conciencia de la situación desde cada lugar que ocupamos.
No obstante, mi pretensión con esta entrada es generalizar desde un punto de vista teórico y de respeto a los derechos del ser humano, sea niño, adulto o anciano. Pero de lo que estoy convencido es de que el niño, en su proceso de aprendizaje, adquiere las mismas técnicas de sus educadores como forma usual de conducta, si bien pueden haber casos en que ello no se dé.
También entiendo, y por eso me preguntaba ¿quién enseña al enseñador?, que no se nos ha formado adecuadamente para hacer frente a una educación en el uso de la libertad responsable que lleve al ser humano a participar activamente, desde su individualidad, en el desarrollo del colectivo social, sino que lo hace desde la sumisión y las conductas que se le imponen desde el poder.
Por tanto, la versatilidad del educador estriba en saber discernir y establecer tácticas y estrategias individuales cuando se pretende conseguir algo con un sujeto en su singularidad y, consecuentemente, no es generalizable toda actitud educativa en su sentido más amplio, sino que se requieren matices que comprendan la idiosincrasia de cada sujeto.
Muchas veces asumimos, el conjunto del profesorado, la responsabilidad máxima de la educación del sujeto, sin considerar que no somos nosotros los que de verdad influimos en ese proceso de forma más importante, ya que el niño está sometido a cantidad de estímulos y exposiciones que se escapan a nuestro control, como son los medios de comunicación, la cultura microfamiliar y su propia historia y mapa familiar. El ser humano es individual e irrepetible y es bastante menos trabajoso aplicar una técnica conductista de premio o castigo que otra racional individualizada. Muchas veces, de forma automática, usamos el condicionamiento instrumental sin ir más lejos, e instauramos conductas socialmente apetecibles y aconsejables sin cultivar lo que significaría dar al sujeto la posibilidad de desarrollar sus potencialidades de forma responsable.
Dada esta complejidad he preferido hacer otra entrada que hable de libertad y responsabilidad en el proceso educacional, por lo que empiezo a escribir sobre ello…
Un abrazo para todos y todas y os reitero mi agradecimiento por vuestra aportación…

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