sábado, 22 de julio de 2017

Playa de las Catedrales y Mondoñedo.



La Playa de las Catedrales es un lugar sorprendente. En esta nuestra tercera visita, realizada el 14 de mayo pasado, nos acompañaron Eva y Frank. No siempre se puede acceder dado que solo es visitable cuando la marea esta baja y deja al descubierto su encanto y los espacios de playa y arena que te permiten pasear por ella. Por tanto es conveniente, para ir sobre seguro, consultar el horario de la bajamar, dado que algo antes de la misma es el momento más adecuado para la visita. Según la temporada el acceso es controlado o no, es decir, en verano se ha de pedir cita para la visita, pero en otros meses no. No obstante es aconsejable entrar en su página web e informarse de ese y otros detalles para hacer la visita con garantía y conociendo las normas que la condicionan. Este año el acceso está restringido desde el 7 de julio al 17 de septiembre.

Dado que habíamos salido de A Coruña a primera hora de la mañana y que la bajamar era a las 13,17 h. decidimos aprovechar la circunstancia y darnos un paseo por Mondoñedo para visitar la ciudad y hacer tiempo. Como ya sabréis, Mondoñedo es un municipio y localidad situado en la comarca de La Mariña Central, de la cual es capital, en el norte de la provincia de Lugo y tiene sede episcopal compartida con Ferrol, aunque el obispo reside en esta última. Fue capital de una de las siete provincias históricas gallegas hasta 1833.

Desde 1940 ha ido decreciendo el número de sus habitantes pasando de más de 8.000 a 3.820 en el último censo. No hablaré de su historia que es amplia y de significativa importancia en el devenir de Galicia y de España con importantes hechos históricos. En todo caso resalto, desde el punto de vista de su monumentalidad, la Catedral que fue construida en el siglo XIII y conserva la puerta románica primitiva e importantes elementos como las vidrieras barrocas, el rosetón y pinturas y obras de arte relevantes. Tiene una espléndida vista desde los soportales de la plaza de España, o desde donde se halla la relajada estatua sedente de Don Álvaro Cunqueiro, notable escritor y poeta hijo de la villa. No nos fue posible entrar a fondo en la visita, por lo que solo anduvimos paseando por la ciudad y conociendo sus calles y las fachadas de sus principales monumentos, como el Santuario de los Remedios, hospital de San Pablo, etc. Una hora, aunque sea larga, no da para mucho más.

La Playa de las Catedrales es otro mundo. La naturaleza, en su continuo combate entre sus distintos elementos, ha creado una maravilla natural sorprendente. La firme roca de la costa se fue resistiendo, a lo largo de la historia, a las tremendas acometidas de la mar embravecida, apoyada por los vientos marinos que la escoltan, en la eterna batalla entre el agua y la tierra; el agua no solo hostigó la roca desde el mar sino que, a través de torrenciales lluvias, la fue erosionando con su pertinaz y secular insistencia en las tierras gallegas. Si Finisterre era un monte agredido por la mar, esto es un corte vertical con que el mar hirió a la tierra. En el mismo fraguó sus oquedades y fue perforando las entrañas de las rocas hasta crear en su interior inmensas cúpulas y bóvedas semejando el interior de catedrales, de ahí su nombre. La roca, en su parte más blanda, le fue dejando entrar en la pleamar, sabedora de que era segura su huida en bajamar. Al final, esa agresión, se fue convirtiendo en un juego amoroso, donde el flujo marino penetra el interior de la roca en un placentero espectáculo de acometidas cargadas de la sensualidad, donde se conjuga el rugir apasionado de las olas con el suave reflujo del agua al retirarse, para gestar el milagro de la naturaleza, dando a luz a esa inmensa y esplendorosa costa de misteriosas oquedades en el vientre de la tierra.

Pasear por su blanca arena evitando, o pisando, las pequeñas lagunas que quedaron presas al retirarse las olas, mientras juegas a ir descubriendo las diferentes grutas y cavidades con su caprichosa forma, es un verdadero placer. Sorpresa de un admirado espectáculo aderezado con la suave caricia de la brisa y la monótona sinfonía de las olas al romper con su violencia contra la roca o con suavidad sobre la arena. Buscas fotos intentando apresar, inútilmente, las esencias del momento que solo las podremos reducir al impacto visual, sin poder atrapar las sensaciones musicales que conforman los ritmos naturales de la vida, el canto de las olas, el rugir del viento o el persistente graznar de la gaviota; o las esencias y el perfume de la mar deshaciéndose en las olas espumosas para entregar a la brisa mensajera los efluvios de su aroma y sabor marino.

Mientras vas paseando intentas descubrir cada rincón, otear desde los lugares más diversos para localizar distintas panorámicas, observar cómo la gente disfruta del momento. Te arriesgas, como hizo Eva, a subir peligrosamente a atalayas como el arco inmenso y caprichoso que las aguas fraguaron en la roca. Andar sosegadamente en este espacio, es como vivir el momento en otra dimensión. Abstraerse del ruido mundanal del urbanita, olvidar el rugir de los motores y el ajetreo estresante de una vida de locura esclava del tiránico reloj. Aquí, en este galaico lugar de meigas, si tapas tus oídos al infierno artificial creado por el hombre, viajarás a otra dimensión de la mano de la madre naturaleza y veras los milagros de la vida en equilibrio mediante la interacción de sus principales elementos presocráticos, como son: tierra, agua y aire, dejando el fuego como la ardorosa forma de expresar las sensaciones resultantes al contemplar la magia de ese juego.

Amigo lector, quisiera, sin abusar de tu atención, llevarte en volandas a vivir lo que he vivido, pero me quedaría corto si, a los placeres sensoriales del alma, no sumara los del cuerpo. Por eso, tras sentir las emociones que he descrito, buscamos, el yantar que llenara el vacuo estómago que empezaba a protestar ignorando la belleza que nos extasiaba. Por tanto, tomamos las de Villadiego y buscamos en Ribadeo un lugar donde comer que tuviera una oferta típica de los manjares de la zona… y allá que nos fuimos al mesón pulpería O Forno donde saciamos el apetito a base de variados productos de la tierra y el mar gallego. Eso sí, yo seguí condenado a beber agua y ver como mis acompañantes degustaban un albariño delicioso al que solo pude acceder para degustarlo en plan sommelier.

Después, con los riesgos que conlleva conducir recién comido, viajamos a Luarca, pero eso es otra cuestión que queda para otro momento… En todo caso, si puedes alguna vez, organiza la visita a esa Playa de las Catedrales para sentir, en vivo y en directo, todo lo que te he contado, mientras tanto y a modo de aperitivo te dejo unas fotos, algo es algo…


 

























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