lunes, 31 de enero de 2011

La adulteración del conocimiento.



Empezaré por explicar el título. Adulteración, como es lógico, hace alusión a la acción de adulterar, mientras que adulterar se refiere a: “Viciar, falsificar algo”. Por tanto, si hablamos de adulterar el conocimiento estaremos planteando el proceso mediante el cual se vicia o falsifica dicho conocimiento. Pero… ¿Éste se puede adulterar?

Es evidente que a lo largo de la historia se ha manipulado, bien orientándolo a conveniencia del poder, bien neutralizando y bloqueando el desarrollo del mismo. Los procesos y programas educativos, el desarrollo cultural, el enfoque de la investigación y la ciencia, etc. han sido orientados hacia los intereses de los colectivos que ostentaron y ostentan el poder. Es más, el control del conocimiento supuso siempre el control de la propia sociedad. Un claro ejemplo lo tenemos en las religiones, que condicionaron la evolución de la ciencia y la sometieron a sus intereses y creencias. No sería necesario sacar a colación a Hipatia, a Galileo u otros muchos, que fueron reprimidos, cuando no eliminados, por defender la ciencia y la razón en contraposición a la fe y los dogmas irracionales. Si bien hay científicos que sostienen la compatibilidad entre religión y ciencia, no es menos cierto que solo se sostiene esa afirmación con la asimilación y adaptación de la religión al modelo explicativo de la ciencia. Ya no son Adán y Eva nuestros primeros padres, ni el mundo se hizo en seis días y al séptimo descanso (como si Dios tuviera que descansar, lo que viene a manifestar que ese dios ha sido creado a imagen y semejanza del hombre y por este), sino que se dice que era una forma de explicar las cosas para que la gente sencilla lo entendiera. Llegados aquí, la religión se ha desprendido de su soberbia impositiva para poder subsistir, argumentalmente, ante la ciencia y ha renunciado a su intransigencia para contrarrestar el efecto de la misma. Se acepta, en general, el proceso evolutivo darwiniano, pero se critica desde muy diversas fuentes hasta dejarlo cuestionado en la esencia humana, los principios y valores que colisionan con los religiosos.

En este sentido cito a Steven Weinberg, físico estadounidense Premio Nobel de física en 1979, que escribe en The New York Review of Books que “las creencias religiosas se han debilitado en Occidente gracias al avance científico, que ha golpeado algunas de las bases de la religiosidad. Una de ellas: el hecho de que la ciencia explique fenómenos antiguamente considerados como misteriosos (el trueno o el fuego). Otra importante tensión es que la ciencia nos haya obligado a replantearnos el papel del ser humano en el mundo: de ser un actor creado por Dios ha pasado a ser un producto de la evolución animal”. En definitiva, señala Weinberg, la ciencia ha debilitado las creencias religiosas.

Pues bien, mientras que las religiones (obsérvese que no hablo solo de la católica aunque sea la nuestra, culturalmente hablando) tuvieron, o tienen, el control del conocimiento, manipularon, ocultaron o destruyeron aquello que no les interesaba y potenciaron y desarrollaron aquel que les era afín. Lo curioso es que presentaron, y presentan, este hecho como salvador del conocimiento, dado que se autoproclaman guardianes de la ciencia y la erudición a través de sus monasterios, cuando eso es un falacia, pues si bien es cierto que lo custodiaron, no lo es menos que lo controlaron y manipularon en su propio beneficio hasta adulterarlo. De aquí el título de mi escrito.

Pero no son las religiones las únicas que manipulan y adulteran el conocimiento. Aunque en un tiempo fueron aliados inquebrantables, incluso, simbióticamente, del poder terrenal, asumiendo esta función mientras los otros se ocupaban de las armas y la administración, hoy, al menos en nuestra esfera, como dice Weinberg, esta responsabilidad la comparten con las empresas, los medios de comunicación, las universidades y un largo etc. que ha llevado a diversificar el cultivo del conocimiento.

Pero no nos engañemos, las religiones, en según que países, siguen ejerciendo ese control y siendo las encargadas de la formación y educación desde la escuela primaria a la universidad de forma absoluta, mientras en otros, como el nuestro, se defienden como garo panza arriba ante lo que ellos consideran adoctrinamiento civil, sin renunciar a la idea de adoctrinamiento que ellos mismos han practicado, y practican, para su reafirmación y captación de fieles. Lo malo de las religiones, cuando muestran su rancio integrismo y su idea de posesión de la verdad absoluta, es que no admiten otro pensamiento, otra forma de ver las cosas, y se autoproclaman iluminados de Dios, como si ese Dios fuera idiota y hubiera permitido negligentemente aparecer otras ideas, por lo que necesitaría de esos iluminados para hacer ver la verdad. Esa idea megalomaniaca y mitómana raya en lo patológico y desprecia al propio Dios, que dicen representar, en tanto lo descalifican, pues yo entiendo que la vía para ver y conocer la verdad es el desarrollo del conocimiento y la inteligencia, con el libre albedrío, con que dotó al propio ser humano. Dios, de existir, ya ha creado los mecanismos para el avance del conocimiento que acerque el hombre a la verdad y estos son la razón, la investigación y la ciencia.

Pero, no es que pretenda no dejar títere sin cabeza, es que esa vieja tendencia y la firme convicción de que el poder se ejerce desde el control del conocimiento, se ha instalado en nuestro sistema, llevando a este por los caminos del interés general de los poderosos, de las empresas, de la banca y del desarrollo tecnológico económicamente rentable para ellos. Se investiga en aquello que puede dar beneficios y se obvia, neutraliza, oculta o desprecia a la investigación que no aporta beneficios mercantiles. El dinero pues, es el nuevo dios, que orienta, manipula, controla y, por ende, adultera el desarrollo del conocimiento. Cuando se le escapa algo, tiende a comprarlo. Obsérvese los intentos de influir en la investigación universitaria mediante acuerdos de cooperación entre esta y la empresa, aportando capital y recogiendo los frutos. La universidad cada vez orienta más sus investigaciones a los intereses del desarrollo social, que representan las empresas y su filosofía de vida y de progreso, en el sentido de TENER, mientras relaja el enfoque investigador hacia el sentido del SER HUMANISTA y su desarrollo integral.

Eso quiere decir que nos están adulterando el conocimiento mediante el enfoque exclusivo hacia aquello que les interesa a los poderosos, económicamente hablando, mientras que obvian aquel que se orienta al desarrollo del individuo, como comentaba. Investigan en armamento, en genética tanto de salud como alimentaria, en astronomía, en tecnologías, etc… pero, en todo caso, las armas se emplearán para matar en casa de los otros, mientras que los demás adelantos se utilizarán para mejorar nuestra casa, que es donde hay dinero para pagar y sacar beneficios y rentabilidad. Eso sí, la tendencia neoliberal, entiende que los adelantos solo pueden llegar a quien los puedan pagar, los demás que se espabilen, que entren en el mercado y jueguen si son capaces para entrar en la rueda de la fortuna mercantil, del trabajo explotador y del comercio…

En este sentido, sin soslayar ningún tipo de expansión del conocimiento, me parece mucho más constructiva la búsqueda de la evolución del ser humano como ente individual y colectivo que centrarse en lo meramente material y comercial. Evidentemente, los nutrientes del cuerpo son básicos, facilitar la actividad mecánica es deseable, pero han de servir para un mayor crecimiento del ser integral, de su intelecto, de lo contrario andaremos anclados en la simpleza de lo instrumental.

Si bien es cierto que se ha complicado el tema del control del conocimiento debido a los medios informáticos y al campo desarrollado en Internet, que está permitiendo el flujo masivo de ideas e información entre los pueblos y la gente, no es menos cierto que la alta tecnología y el control de esos flujos sigue estando en las manos del poder que, como se está viendo en los movimientos populares de Túnez y Egipto, los gobiernos y ese poder pueden bloquearlo a conveniencia cuando se sientan agredidos o cuestionados por los ciudadanos a través de estos medios.

Mientras tanto, retomando la idea de librepensador de mi entrada anterior, les mando a la mierda y me doy cuenta de que me tienen atrapado en este sistema consumista. Mi alienación me somete, pero al tomar conciencia de ella empiezo a imponer criterios de uso y dependencia que me permitan liberarme de esa subordinación… No sé si lo conseguiré en todo o en parte. Si es, al menos, en parte me empezaré a dar por satisfecho según evolucione… Eso sí, queridos amigos, eso de poder expresar mis ideas y leer las de los demás a través del ejercicio libre que nos facilita el mundo bloguero, me ayuda a enfrentar esta situación de búsqueda y de encuentro del conocimiento.





jueves, 27 de enero de 2011

Ocurrencia 19: “Alienación y librepensamiento"








“El librepensamiento es la vacuna contra la alienación”


Para explicar esta afirmación me he de permitir hacer una aproximación clara a los conceptos que la respaldan. No sería lógico dejar sobre el tejado una expresión o afirmación sin desvestirla para mostrar su fundamentación y estructura, al menos en la que yo me apoyo. En este sentido, hay dos palabras claves que determinan posiciones muy diferenciadas y que, a su vez, son contrapuestas, de ahí la inclusión de la palabra vacuna como muestra de la influencia de una sobre otra. Estas son: Alienación y librepensamiento.

La RAE de la lengua define alienación como “El proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición”. Wikipedia refiere que “La alienación o enajenación es el fenómeno de suprimir la personalidad, desposeer al individuo de su
personalidad o deshacer la personalidad del individuo, controlando y anulando su libre albedrío, para hacer a la persona dependiente de lo dictado por otra persona u organización”. En todo caso, resalto la alusión a la anulación del libre albedrío como uno de los ejes fundamentales que se oponen al librepensamiento.

Referido al Librepensamiento, la misma RAE, lo identifica con: “Doctrina que reclama para la razón individual independencia absoluta de todo criterio sobrenatural”. Wikipedia, por seguir con las dos fuentes básicas de las que me nutrí, describe: “El término
librepensamiento a partir de la Ilustración define una actitud filosófica consistente en rechazar todo dogmatismo, bien sea de tipo religioso o de cualquier otra clase, y confiar en la razón para distinguir lo verdadero de lo falso. Por este rechazo del dogma religioso, entre los librepensadores encontramos masones, ateos, agnósticos, deístas y racionalistas. Existen estrechas relaciones entre la palabra librepensamiento y los términos escepticismo y laicismo. Sin embargo, una definición precisa hay que buscarla en el origen histórico del pensamiento revolucionario que dio origen a la Revolución francesa. El librepensamiento es la base filosófica para el movimiento del Humanismo secular. También es la base pedagógico-filosófica para la escuela racionalista.” Dejo activados los enlaces por si es del interés de alguien ampliar su consulta.

Visto lo anterior cabría preguntarse si existe la libertad y la capacidad de librepensar. Es evidente que la de pensar sí existe, pero no estoy tan seguro de que exista la de librepensar. Sin entrar en la apelación a la ciencia infusa, o ese saber adquirido sin el estudio, innato, es cierto que todo ser inteligente va desarrollando su conocimiento y sus convicciones, su personalidad, principios y valores, a lo largo de su vida en función de sus propias experiencias y su capacidad de computar, analizar y concluir resultados, dentro de la sociedad donde vive, mediante el proceso de aprendizaje, de socialización e integración cultural, lo que se entronca con el adoctrinamiento. Cabría decir, pues, que dicho proceso de aprendizaje tiene por objetivo canalizar y estructurar un sistema de pensamiento condicionado por los valores y principios que sustentan esa sociedad. Por tanto, estaríamos a caballo entre la sumisión de un pensamiento modulado y la tendencia al libre pensamiento que todo ser humano tiene como forma de entender y comprender su entorno.

El libre albedrío, el espíritu crítico, la duda y la búsqueda de alternativas mediante la observación, estudio e investigación u otros planteamientos de mejora, son la base del desarrollo, tanto de la propia evolución individual como social, mientras la racionalidad es el soporte donde se fundamenta el lógico entendimiento.

En la alienación se malogra el libre albedrío, llegando a perder la propia personalidad y delegar en otro la capacidad de decidir sobre algo y se acepta su opinión o criterio como incontestable, bien por reconocimiento de su autoridad en el tema, bien por la sumisión ideológica, o por la propia fe religiosa, entre otros… Por tanto, hay cosas que, siendo irracionales, las asumimos como irrebatibles por estar enmarcadas en principios, dogmas o creencias que se nos inocularon en su día. Es lo que en le definición que transcribí se refleja: “transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición”, en este caso de librepensador.

El objetivo de toda sociedad basada en el ejercicio del poder, es decir en la existencia de la autoridad y la asimetría, tiende a inculcar principios y valores alienantes que controlen la libertad del pensamiento crítico y, por ende, lesivo y nocivo para esa estructura social. Qué mejor que determinados dogmas religiosos, preceptos y creencias provenientes de un Ser Superior o del propio Estado, que ejerce la máxima autoridad sobre las cosas, para implantar y sostener un “estatus quo” avalado por ello. De esta forma se garantiza el control de la situación, el sostenimiento de la asimetría y el dominio y el poder sobre la gente y las cosas. El alienado, deduzco, tiende a neutralizar su disonancia cognitiva entre lo que racionalmente emana de su razón y lo que le viene dado o impuesto, mediante el conformismo, la renuncia a su propio criterio, y la sumisión a la autoridad reconocida por él. En su interior ahogará al librepensador que todos llevamos dentro hasta evitar el conflicto interno, generando un estado de conciencia asumible y adaptado al entorno alienante.

En este aspecto me referiré a cuatro tipos de alienación social:
Religiosa: Resignándose a un dogma y justificando la consagración del dogma que frustra el desarrollo de la individualización de la conciencia humana.
Política: Se pertenece al Estado, o se consiente la expoliación y la opresión por parte de un gobierno.
Económica: En la cual los productos o medios producidos por el hombre dominan al individuo.

Consumista: Compramos lo que la publicidad dicta, sin evaluación racional de la utilidad del producto, identificando la felicidad con el mero consumo.

El librepensador, mientras tanto, busca lo racional de las cosas, la duda es su guía y las conclusiones libres su objeto. No se deja llevar por dogmas irracionales, por condicionantes distorsionadores o imposiciones, sino por convicciones razonadas desde su libre albedrío, desde su capacidad de observación y análisis, desde su eterno cuestionamiento de las cosas, hasta ir cada vez más lejos en su conocimiento.

Para mí, uno de los objetivos del librepensador es escudriñar en sí mismo para desenvolver la espiral de sus potencialidades. Cada cual tiene unas capacidades que ha de administrar. Es como si a cada uno le dieran unos recursos a gestionar y tuviera que aprender a usarlos y sacarles el máximo provecho. Pero si no le advierten que encontrará, en el camino, a sujetos que querrán tutelarle sus bienes y aprovecharse de él en beneficio propio, haciéndole ver que lo hace por su bien, podrá caer en la sutil trampa del astuto regidor, pastor y salvador que se le acerque y entregarle sus recursos, en este caso, de librepensador.

Por tanto, el librepensamiento es consecuencia de un proceso de confrontación con el sistema educacional, de rebeldía crítica racional, de reivindicación de la calidad de libre pensante, de autonomía de gestión de los principios y valores con base en la responsabilidad y con el objetivo prioritario de potenciar el autodesarrollo y la autorrealización como ser humano, incluyendo el campo del conocimiento intelectual y la simbiosis con el entorno que nos sustenta y nutre, hasta llevar a una mejora y perpetuación de la especie en equilibrio con el ecosistema, pues de lo contrario estaremos cavando la propia fosa a medio o largo plazo. Este es, bajo mi punto de vista, el objeto del hombre racional en su existencia, pero hay matices que, al amparo de los propios instintos de supervivencia, se desvirtúan y orientan hacia conductas irracionales. Es decir, conductas miopes que solo pretenden el bien de uno o unos cuantos en detrimento de toda una colectividad, incluyendo a otras especies, sin percibir que andan exterminando, indirectamente, a la propia especie humana, y para mantenerlas socialmente es necesaria la alienación de los colectivos afectados.

Concluyo que la alienación bloquea el libre crecimiento del ser humano, mientras el librepensamiento le ayuda en ese desarrollo hacía el encuentro con sus potencialidades que le llevan a la evolución integral. Por tanto, vacunémonos contra la alienación mediante el uso del librepensar, asumiendo la responsabilidad que de ello se deriva. Huyamos de los dogmatismos religiosos, políticos y de cualquier otra procedencia y abramos la mente a los nutrientes que nos ofrecen la vida y la existencia de tantas y diversas fuentes, mediante una digestión responsable de esos alimentos del intelecto. Finalmente, hago una llamada al humanismo secular o laico como filosofía de la vida y forma de mejorar la condición humana.

viernes, 21 de enero de 2011

Nuestro software y nuestro hardware.


Salvando las distancias y en aras de un modelo explicativo simple y asequible, me permito hacer una odiosa comparación entre el hombre y la máquina. No pretendo equiparar el puro mecanicismo de la máquina a la complejidad humana, a sus procesos cognitivos y sus condicionantes emocionales, que hacen del ser humano una singularidad excepcionalmente enrevesada y complicada. Más bien pretendo determinar las bases elementales que puedan justificar el confuso proceso del desarrollo del sujeto y su integración o socialización en su medio cultural.

De forma simple, entiendo al ser humano desde la dualidad de cuerpo y mente. O sea, el cuerpo es el soporto físico, de mayor o menor calidad, que sustenta a la mente, que es el soporte intelectual que elabora el conocimiento mediante el proceso cognitivo en función de los datos y la forma, principios, valores, represiones, orientaciones, moral, ética, etc. que determina la cultura donde se inserta el sujeto.

Considerando que no soy un experto en cuestiones informáticas, intento hacer una abstracción conceptual, y según Wikipedia, “…se conoce como software al equipamiento lógico o soporte lógico de una computadora digital; comprende el conjunto de los componentes lógicos necesarios que hacen posible la realización de tareas específicas, en contraposición a los componentes físicos, que son llamados hardware”. Por tanto el software hace alusión a los programas operativos o formas de computar y analizar los datos, teniendo relación con el objetivo básico para el que fueron desarrollados. Cada programa tiene su complejidad y requiere de una capacidad de memoria y del procesador. Estamos hablando, pues, de formas e instrumentos para afrontar y resolver el proceso. En el caso de las personas la instalación cabría compararlo con el proceso educativo, la formación que se va dando para que cada sujeto afronte la vida y los hechos que puedan presentársele en ella. Es decir, en el ordenador se instala un programa en función de los objetivos que se persigan y al sujeto se le educa y forma.

Ciertamente, el hardware, comparado con el cuerpo físico, hace alusión a la capacidad intelectual del sujeto, a su calidad y componente genético, más memoria, más CI (Cociente de Inteligencia), más capacidad intelectiva… A más inteligencia más posibilidad de instalar programas más elevados, es decir, más posibilidad de que el sujeto entienda y comprenda mejor, que tenga más capacidad de razonamiento y crítica, que procese mejor los estímulos que va percibiendo, que su potencialidad le lleve a ser un científico, filósofo o de alto nivel intelectual…

Dicho esto, ahora quiero centrarme en el objetivo diana de esta reflexión. La diferencia sustancial entre el ser humano y la computadora, con perdón como ya dije por la simpleza de la comparación, radica en que a la computadora podemos borrarle programas e instalarles otros mejores que vayamos descubriendo o elaborando, siempre y cuando el hardware lo pueda soportar, mientras que en el ser humano tenemos que trabajar modificando los ya instalados sin poder borrarlos, aunque se pudieran relegar a la memoria oculta. Es decir, no podremos sustraernos a los esquemas educacionales que nos fueron instalados a lo largo de nuestra infancia, aunque les dejemos en el subconsciente más profundo. Por tanto tenemos que trabajar modificando los programas ya instalados, pero dentro de las posibilidades que estos nos dejen.

No podemos borrar nuestro disco duro, formatearlo y empezar de nuevo a instalar un programa de grado superior obviando el anterior. Tenemos que trabajar sobre el ya existente y adaptarlo a los nuevos tiempos, a las nuevas exigencias. Por tanto vamos comprendiendo y evolucionando desde el programa inicial, lo que condiciona la capacidad de asimilación y desarrollo, pues los esquemas aprendidos no siempre son adaptables a la evolución social.

En estos casos puede aflorar el conflicto interno, como resultante de un choque entre un valor instaurado en nuestra infancia y un nuevo principio que, de forma racional, intentamos asumir. Ese principio puede ser asumido sin problemas por otra generación que no ha sufrido nuestro proceso educativo y los condicionantes que conlleva, pero nosotros estamos condenados a elaborar el conflicto referido y a manejar y gestionar el proceso culposo que se genera mediante el mismo.

Esos esquemas infantiles instaurados en los años del nacional catolicismo, por ejemplo, han marcado toda una generación que hemos sido responsables de una transición, desde la sumisión al sistema y sus referidos principios inculcados en la infancia, hacia un estado de libertad idealizada y mimetizada del entorno europeo. Fue necesario el conflicto generacional, la confrontación de esa juventud ansiosa de esa libertad, con el grupo dominante, marcado por los principios y la rancia y anacrónica política del poder establecido. Curiosamente ese bum tuvo sus válvulas de escape, sus fugas incontroladas, que hicieron pensar a muchos que una educación en libertad era dejar que cada cual evolucionara a su antojo, sin imponer cierto orden o principios que cultivaran valores constructivos para afianzar esa emancipación responsable que se pretendía.

Ciertamente, la ley del péndulo es inexorable. Solo se neutraliza una fuerza, que ubica el péndulo en un lado, si se opone otra de mayor potencia para el otro, lo que lleva, una vez rota la cuerda contraria, al desplazamiento del péndulo de forma incontrola hacia el extremo opuesto. Conseguir el equilibrio suele ser una cuestión de tiempo y de estrategia para soltar presión y situar en su justo término el péndulo hasta que por sí mismo se sostenga en equilibrio, sin presión de ninguna parte.

Vuelvo de los cerros de Úbeda, por donde anduve en estos dos párrafos anteriores, para centrarme en la repercusión de los esquemas infantiles en la vida del adulto mayor de hoy. Me refiero a gente de cincuenta para arriba, según que casos. No aludo solo a la disposición y habilidad en el manejo de las nuevas tecnologías y su aplicación, que deja de manifiesto las grandes diferencias que hay entre el joven y el adulto, sino a los propios principios y valores que se fueron inculcando y que condicionan las conductas y actitudes.

Las nuevas posiciones, y actitudes ante determinadas cuestiones como el sexo, la relación hombre mujer, el rol familiar, la intransigencia, la impermeabilidad a otros razonamientos y un amplio etc., que conformó posicionamientos que han sufrido un importante cambio en su desarrollo social y cultural, han cuajado con frescura en las mentes nuevas, en los infantes educados en estas generaciones, mientras que la capacidad de adaptación de las viejas generaciones ha requerido de un mayor esfuerzo, cuando no de conflictos inter e intrapersonales hasta asimilar una nueva situación que se fragua sobre la vieja con sus condicionantes. Es decir, los antiguos esquemas inoculados en la infancia siguen haciendo mella y condicionando nuestras conductas en mayor o menor medida, según y como. Nuestro viejo programa no admite los cambios con la soltura que exige el nuevo. Nuestro software antiguo adaptado no puede dar el mismo resultado que el actual. Para eso habría que haber borrado el viejo e instalado el moderno.

Es curioso, pero ya me lo han comentado algunos amigos de edad respetable, que han sido adalides del cambio, incluido yo: “A veces, cuando hago algo mal u ofensivo, suelto un taco o un me cago en… con cierta desazón, me viene a la memoria, de forma automática, el “te vas a condenar” que, de pequeño, me decía el cura, el maestro o los mayores de mi pueblo ante estos hechos. Mi software viejo sigue funcionando y eso que no creo en Dios ni en la religión. Y de las vivencias sexuales ya ni hablamos…” Será que el fin se acerca, que mi energía se apaga y vuelven los miedos que persisten en lo más profundo del ser, aquellos miedos al Dios Justiciero del juicio final.

Ahora bien, dado que estos programas, que se van instalando a lo largo de la infancia, sirven para gestionar la vida y la relación con el entorno, cabe preguntarse: ¿Cuáles deberían ser los principios y valores a inculcar a los pequeños para garantizar que no habrá trabas al desarrollo personal, que habrá capacidad de adaptación y asimilación de los cambios que puedan presentarse, que garanticen la idea del ser humanista que evite el embrutecimiento y la incultura, que cultive las esencias del ser humano social y solidario, la paz, la implicación, la responsabilidad y el entendimiento entre los pueblos?

Creo que ese es el reto del sistema educativo, el elaborar programas, software, que hagan hombres y mujeres libres y responsables, implicados y solidarios, sin traumas y dogmas que les condicionen y frustren en el futuro. Cada uno tendremos nuestro hardware de mayor o menor calidad, pero debe existir un programa básico, un software, que sitúe a todos en la misma rampa de salida, que permita su mejora continua sin limitación y su versatilidad; después se podrán incluir otros softwares según cada capacidad y motivación.

martes, 18 de enero de 2011

Ya no pongo CNN+… (Publicado en Grito de lobos)



Publicado en Grito de lobos. Para leerla completa: (Sigue)

En esta entrada, que ya la tenía escrita cuando apareció la entrada anterior de Grito de lobos hablando de Piñera y sus andanzas, quiero hacer notar el dardo que lanza Ramón desnudando la desvergüenza de muchos políticos que se dedican a prometer un programa y luego hacen el programa oculto que les pautan sus señores. Alerta deberíamos estar antes los políticos empresarios, ante los que hacen de correa de transmisión del capital, ante los que dice una cosa y luego tienen un programa oculto, ante aquellos que son apoyados por las multinacionales y el mundo empresarial, por sus medios de comunicación para defender sus intereses espurios, que denostan al adversario hasta llevarnos a pensar lo malo que es y lo necesidad de buscar alternativas aunque sea la suya vacía… Ellos quieren gestionar el estado como una empresa, sin considerar su función social, su implicación con la ciudadanía y la soberanía que esta tiene. Lo malo es que andan creando opinión sobre esa conveniencia y la incompetencia de los políticos para gestionar ese estado, por lo que ellos se presentan, con sus principios, como alternativa válida. El gran problema es que tienen a su servicio el mundo de la comunicación, de la televisión y otros medios…

sábado, 8 de enero de 2011

Hablemos de la familia. (y III)


Entiendo el modelo estructural que plantean, con el que no estoy de acuerdo, pues la familia, y en concreto el matrimonio, puede ser formado por personas del mismo o diferente sexo, bajo mi punto de vista. La argamasa que les une es el amor y eso es una vivencia personal que han de valorar los integrantes, así como el deseo de convivir y desarrollarse personal e intelectualmente apoyados el uno en el otro o los otros, si bien hay matices que me indican la concepción relacional de las iglesias al justificar el vínculo matrimonial, basada y entendiendo el amor como el sacrificio la entrega y la renuncia a muchas cosas en favor del otro, cuando lo que planteo es una tendencia al autodesarrollo mediante una alianza de libertad personal y de independencia convergente entre las partes. El sacrificio y la renuncia es un aspecto que, a la larga, o crea un síndrome de Estocolmo o acaba en conflictos y odios solapados que trasciende a la propia convivencia, en todo caso nos referiremos a compartir e intercambiar esos esfuerzos y sacrificios de mutuo acuerdo, cuando haya que hacerlos. Tampoco aquí hablamos de sexos o género, sino de sentimientos interpersonales entre dos o más personas que conforman la familia. Por otro lado, el sistema de rol, aunque no tengo muy claro el que definen los jerarcas eclesiásticos, se debe basar en la igualdad y el consenso funcional y debe ser el resultado de un proceso de decantación y anuencia entre las partes. En este último caso solo me queda la duda si una institución misógina y homófoba, al menos desde el punto de vista estructural y el concreto rol de la mujer en ella, puede defender mis propias ideas al respecto y no estar mediatizada por esa tendencia marginal hacia la mujer y la homosexualidad que les caracteriza en sus planteamientos.

Hay otra línea, la indisolubilidad del matrimonio que plantean, que choca frontalmente con el proceso evolutivo personal de cada una de las partes y de la propia relación. Uno sabe lo que quiere y necesita hoy, pero no lo que necesitará y querrá mañana. Por lo tanto cualquier compromiso de esta índole adolece de la visión de futuro y de la aceptación del cambio que se ha de realizar en ese proceso de desarrollo vital. No todo el mundo hace el camino de la vida al mismo ritmo, la evolución personal no siempre es paralela y convergente, cabiendo un desajuste y divergencia que impida una sana convivencia y requiera una ruptura que permita a cada cual seguir con su propio proyecto de vida y su forma de entenderla. Cuando en un matrimonio se ha pasado de ser aliados y apoyos a la evolución personal y se han convertido en frenos o estorbos para ello, solo cabe la ruptura si no hay una redefinición que reconduzca la situación, y eso es difícil de conseguir. Llama la atención, así mismo, que el propio Jesucristo les pidiera a sus apósteles que abandonaran todo, incluido su familia, y le siguieran, tal vez pretendía eso, su desarrollo personal desde la libertad e independencia. No deja de ser contradictorio con los planteamientos actuales de la iglesia para sus feligreses, mientras el clero parece que asume esa consigna célibe en su propia carne.

Con relación a esa idea de indisolubilidad, “hasta que la muerte nos separe”, caben otras consideraciones actitudinales de un subconsciente que determina emociones, deseos y conductas. Si se entiende que el matrimonio es válido hasta que la muerte nos separe y una separación se presenta por una de las partes, se podría, a niveles de inconsciente, justificar que merece la muerte por querer separarse e incumplir el contrato y el mandato divino del sacramento matrimonial, que firmó con su promesa el día del matrimonio, pues es la muerte la única causa que puede disolverlo. Eso que, en principio, pudiera ser un tema escabroso para el debate y de cierto calado, se lo dejo a la interpretación psicoanalítica de los teóricos lacanianos que tienen mucho que decir al respecto desde su correlación del inconsciente con el lenguaje.

Ahondando algo más, cabría hacer alusión a unas manifestaciones de Monseñor Reig Plá, obispo de Alcalá y presidente de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, que ha declarado recientemente que "los matrimonios canónicamente constituidos son menos dados a la violencia doméstica que aquellos que son parejas de hecho".
En una artículo, publicado en El País, de Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Religión, género y violencia (Sevilla, 2010), viene a plantear que en los matrimonios católicos hay una mayor propensión a la violencia de género que en las parejas de hecho precisamente por la pervivencia, en aquellos, de la estructura patriarcal y por la imposición de la indisolubilidad, que, a la larga, se convierten en fuente de maltrato hacia las mujeres y los hijos. Hace un interesante repaso a algunos preceptos derivados de cartas a los Corintios, a los Efesios y Gálatas, que ponen de manifiesta la incongruencia que plantea la religión en su consideración con la mujer, a la que entiende de segundo orden y sumisa al varón en las dos primeras y en plano de igualdad en la tercera.

Pero volviendo al tema del rol, dentro de este mismo aspecto relacional, hay una consideración que me parece esencial. El modelo de rol es una resultante singular en cada caso o situación familiar, o debe serlo. Como he referido, es el producto de una continua convivencia, donde hay acuerdos tácitos que se conforman con el tiempo y la distribución y aceptación de las potencialidades, los conocimientos y habilidades de cada uno de los miembros familiares, en aras de un mejor funcionamiento o provecho para todos los miembros, sin obviar la personalidad de cada uno de los integrantes, su carácter y temperamento, a la par que su bagaje fraguado en la familia de procedencia. Por tanto, es algo dinámico, que se transforma, en mayor o menor medida, según las circunstancias que van concurriendo y, a la vez, producto de una negociación solapada que va redefiniendo la relación. No hay dos matrimonios iguales y la microcultura familiar es única para cada caso. Dos sujetos que provienen de familias diferentes, con microculturas distintas, acuerdan formar una unidad familiar y, como resultado de ello, aparece otra microcultura familiar propia, mediante la contrastación de modelos de ambos y la asimilación y elaboración de la convivencia derivada del amor, al menos inicialmente.

No quiero terminar si aludir al concepto de “paternidad responsable” que he mencionado anteriormente. Este concepto tiene, para mí, varias dimensiones significativas. Por un lado está el compromiso que se adquiere cuando se tiene un hijo, para procurar su desarrollo personal y llevarle a la madurez con garantías. Ese compromiso te obliga a considerar tus recursos y posibilidades para determinar responsablemente el número adecuado de hijos. Por otro lado, está la obligación que contraes, junto a tu pareja, para llevar a término esa función conjunta, por lo que cualquier separación o conflicto relacional debería considerar la influencia que pudiera tener en la evolución de los hijos, e intentar neutralizar el mal de forma responsable. También está el deber de rol y su ejecución leal y responsablemente, aportando el esfuerzo y los nutrientes físicos, intelectuales y espirituales que se requieren por cada una de las partes.

Por tanto, y a modo de conclusión, la familia es un ente que compete básicamente a los miembros, que la forma desde su libre voluntad y que escapa, en gran medida, a los patrones que legalmente se establecen, en tanto es una acuerdo mutuo de convivencia que tiene su dinamismo respetable y singularmente evolutivo, por lo que ninguna sociedad civil puede imponer, mediante ley, que alguien haga algo en contra de su voluntad, salvo circunstancias excepcionales que incidan en beneficio o perjuicio de los demás. En este sentido podemos observar familias estructuradas sin pasar por la vicaría o por el registro civil, como resultado de esa libre voluntad de sus miembros. Ciertamente, un matrimonio católico, por poner un ejemplo, no deberá ser obligado, por parte de las leyes civiles, a separase o divorciarse, salvo que haya por enmedio un mal trato o una petición firme de cualquiera de las partes para cesar la convivencia, dejando a su conciencia la toma de decisión; no podrá obligarse a usar el preservativo o a practicarse un aborto; es decir ejecutar una acción que vaya en contra de sus principios religiosos; aunque sí proclamo que se le pueda prohibir ejercer cualquier acción que vaya en contra de los principios o leyes sociales, aunque su religión le ampare. A la vez, la religión, que habla, pastorea o dogmatiza para sus creyentes, debe respetar la idiosincrasia de los demás y aplicar sus normas y leyes solo a sus miembros, sin interferir en las decisiones de la sociedad civil, que es más diversa y plural, y que ya tiene su sistema legal de gobierno establecido desde esa pluralidad.

Finalmente, entiendo que la familia tiene un rol social, un papel de adoctrinamiento y de socialización cultural de los hijos, a la par que una labor primordial en el proceso educacional y de ayuda al desarrollo de las potencialidades de todos y cada uno de sus miembros, básicamente de los hijos; tal vez por eso está en crisis continua, como lo está toda sociedad en proceso de evolución, pues la crisis no es mala cuando es producto de un crecimiento, sino las soluciones que se den a los problemas que se puedan ir planteando con ella. Mi preocupación no es la familia en sí, sino su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y acoplarse al desarrollo de la libertad y la autonomía en una sociedad diferente donde el ser humano sea más libre, más capaz y más maduro, donde las dependencias sean simétricas y no se mantenga la asimetría que nos caracteriza.

jueves, 6 de enero de 2011

Hablemos de la familia. (II)

(Continuación)

Por otro lado, en nuestra cultura la familia es una forma de aglutinar o tomar parte en un proyecto social de reproducción y colaboración de la propia sociedad, pero también lo es de buscar una forma de manifestar y cubrir la necesidad de compañía, de vivir con el ser amado y disfrutar de ese intercambio amoroso que produce el enamoramiento inicialmente y el amor. Aquí no importa, bajo mi opinión, que sea amor entre hombre y mujer, hombre y hombre o mujer y mujer. Lo que importa es el sentimiento y el deseo de compartir esa vida en común que enriquece el amor. Es una especie de alianza entre dos partes que pretenden su autodesarrollo y realización personal mediante un acuerdo convivencial de ayuda, llevados por un deseo que puede y debería acabar en amor, en contraposición al conflicto y al desencuentro resignado que se da en muchas parejas. El aspecto de la reproducción queda marginado por la posibilidad de adopción, como en cualquier otro caso de infertilidad o de voluntad hacia el hecho adoptivo.

Ahora bien, sin entrar en la génesis y completo análisis antropológico que plantea Engel en su magnífico ensayo sobre “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, cuya lectura no debería eludir nadie, solo traigo a colación la familia sindiásmica que descubre entre los iroqueses y más concretamente entre los senekas. Ello viene a manifestar cómo una forma de estructuración social pretende dar continuidad a la tribu y garantizar la pervivencia de todos desde la solidaridad y la integración en la gran familia que define el grupo. En contraposición, en nuestra cultura, se establece un modelo funcional de familia basada en otros principios y valores, entre los que se encuentran la propiedad privada y la necesidad de trasmisión de herencia, así como la solidaridad interna y sentido de pertenencia de clase. Por tanto, la familia, tanto allí como aquí, pretende establecer una forma determinada de convivencia social, de crianza de los hijos y de adoctrinamiento en el proceso de socialización que garantice la pervivencia cultural, lo que implica el conflicto continuo cuando la evolución de esa sociedad es dinámica y de un desarrollo material e intelectual progresivo. La negación de esta evidencia es poner freno a la evolución del conocimiento y al desarrollo humano; o lo que es lo mismo, poner palos en la rueda de la propia evolución humana.

Por tanto, siendo respetuoso con los principios y valores de los actores, la formación de la familia debe surgir de la voluntad libre de dos o más sujetos que deciden acogerse a esa forma de estructurar su convivencia y, según la cultura y las leyes, integrarse en la sociedad. Si bien la monogamia, poligamia, poliandria, monoparentalidad… son formas de entender los integrantes del llamado holón parental; y la heterosexualidad, bisexualidad, homosexualidad… son formas de vivir la sexualidad, mi duda está en si no debería primar la voluntad de las partes y no ser el estado o la religión quienes determinaran por ley cual o cuales son las formas permitidas y las proscritas. En todo caso establecer los límites es una función del conjunto de la ciudadanía mediante las leyes que emanan de sus instituciones representativas y desde el respeto a la libertad que consagran las constituciones democráticas.

En otro sentido, estamos acostumbrados a valorar las actuaciones de los demás en función de nuestras propias percepciones y principios, como es lógico, pero eso es una malformación que nuestra sociedad y nuestros principios religiosos ha ido instaurando a través del tiempo. Se ha sobrepuesto el criterio propio al ajeno hasta en los asuntos que afectan al otro en exclusiva, por entender que nosotros somos los que estamos en posesión de la verdad, siendo los socialmente integrados. Es decir, queremos someter a los demás a los criterios propios, incluso, en aspectos que les afectan prioritariamente a ellos, hasta cuando son de su afectación exclusiva. La moralidad la vamos imponiendo en una sola línea sin dar chance a otras conductas que pueden ser consideradas morales en otras latitudes. En esencia, el Estado debería garantizar la máxima libertad de sus ciudadanos siempre y cuando sus acciones no sean perjudiciales o lesivas para los intereses generales del conjunto de la ciudadanía, que está por encima de cualquier otra consideración.

Ahora bien, nótese que he dicho “voluntad libre” a la hora de establecer o crear la familia… por lo que entiendo que el concepto de familia debe ser tan amplio como dispongan los contrayentes, dentro de los razonables límites que establezca una ley civil donde prime la libertad sobre la imposición. Es más, todo ciudadano debe pedir a su gobierno que le permita, y no le impida o prohíba, ejercer o practicar aquellos preceptos que su religión o creencia le obliga, salvo que estos vayan en contra de los derechos humanos y/o sean aberrantes para esa sociedad, a la vez que le defienda de las imposiciones de otras ideas o creencias que no comparte.

Es aquí donde se plantean o justifican las críticas más severas a los propósitos religiosos integristas que pretenden generalizar sus convicciones a quienes no las tienen. Los planteamientos homófobos, cuando no paranoides, de la sorprendente declaración del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, afirmando que la Unesco tiene un plan para "hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual", basado en un comentario que el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, del Vaticano, le había referido y que
transcribo de la prensa entrecomillado: “le había comentado hace pocos días en Zaragoza que la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual”, no dejan de ser inconcebibles. Que te digan esto desde una institución que ha estado encubriendo casos de pederastia con prácticas de homosexualidad, no solo es un acto del más puro cinismo, sino que raya en el perjurio y el delito. Tampoco es presentable que un sacerdote, al amparo de la confesión, detecte grietas en la relación matrimonial de una señora y se aproveche de ello para llevarla a la cama y acabar dinamitando el matrimonio que defienden, o instaurar una infidelidad oculta en su propio provecho sexual, como algunos casos que conozco personalmente.

No deja de ser curiosa la involución de la iglesia desde el Concilio Vaticano II, arrumbando la generosa proclamación de la "paternidad responsable", que acordaron 3.000 obispos reunidos en concilio en Roma entre 1962 y 1965. Este fue el punto de inflexión y a partir de ahí se acomete contra estos planteamientos y la teología de la liberación, tan difundida y seguida por la iglesia iberoamericana, con la que yo siempre me identifiqué. Andamos echando de menos, en España, a religiosos como Tarancón y su valor para defender la religión sin someterse al poder, a la par que respete la diversidad de un estado aconfesional; al igual que, en Iberoamérica, a gente de la talla de Ignacio Ellacuría, asesinado a sangre fría. El primero es la antítesis de Rouco y sus adláteres. Evidentemente hay movimientos integristas que están condicionando la evolución del pensamiento religioso, que puede degenerar en xenofobia y marginación de otras creencias, no respetando la no confesionalidad del Estado o su laicidad. Es más, ahora, algunos, proclaman la génesis cristiana de Europa, cuando en realidad, Europa no es una invención cristiana ni está escrito que haya un único modelo de familia, eso lo sabría un niño de Primaria si se diera en las escuelas historia de las religiones de forma aséptica, en lugar de adoctrinamiento religioso.

Pero obviando estas cuestiones mencionadas, que les puedan dejar en evidencia, hay otro elemento primordial que se soslaya y que tiene una trascendencia singular y contundente en el proceso de desarrollo de los modelos familiares y su interacción específica. Me refiero a la evolución del modelo de rol en la pareja. Decía antes que hay tres elementos claves en la familia, los miembros que la conforman, el sistema de interacción o modelo relacional que define los roles de los miembros y la argamasa que le une. Pues bien, en este caso, el proceso evolutivo del modelo de rol ha sido importante e impactante en los últimos años. Todo ello es debido al cambio y la evolución social que se ha desarrollado en lo referente al papel de la mujer y la lucha por la igualdad. Para no entrar en mayores detalles, remito a mi post de febrero de 2009, titulada
“Ajuste de roles en la pareja” donde analizo más detenidamente ese camino transitado en los últimos 50 o 60 años. Es aquí donde me pierdo a la hora de saber a qué modelo relacional de familia se refiere la iglesia (aunque sí está claro el modelo estructural), porque si anda pensando en el que defendía en el pasado no muy lejano, donde la mujer no salía muy bien parada, solo me queda rechazarlo de plano, al menos para mí práctica familiar y para una sociedad moderna.

martes, 4 de enero de 2011

Hablemos de la familia. (I)


Pasado el año e iniciado el otro, también volvemos a las reflexiones y a compartir ideas para mejor entender la vida y sus cosas. Por eso vuelvo con las Cosas de Antonio. Esta reflexión, que hoy empiezo a colgar, ocupará tres entradas como mínimo, pues no pretendo ser un tostón y que se lea todo el argumentarlo de una pasada, al entender que se tiene que ser un valiente para hincarle el diente y deglutirlo de un solo trago sin salir empachado, por lo que las iré colgando en días sucesivos.

Cuando uno medita sobre algo está intentando esclarecer sus ideas, lo que implica cierta disposición a aceptar que se sabe como se empieza pero no como se termina, si bien el bagaje de toda una vida ha ido consolidando y sedimentando conocimientos de difícil remoción. Estos planteamientos, pues, que vengo a manifestar no dejan de ser ese comienzo abierto al debate, con disposición a “si encuentra algo mejor cómprelo” como decía el anuncio. Por tanto, vayamos al tema.

El pasado día 2 se reunió una importante cantidad de sujetos creyentes, files de la iglesia católica, en una misa en defensa de la familia cristina. Cosa que a mí me parece perfectamente respetable puesto que andan exponiendo, con mayor o menor acierto, la idea que tienen de familia cristiana, y más concretamente católica. A ellos les compete vivir con sus creencias y las consecuencias en su práctica religiosa. A mí, que no soy creyente, no me afectan sus planteamientos o, al menos, espero que no intenten que me afecte, aunque por lo que vengo observando su pretensión es generalizar a la sociedad española sus ideas y exigir que todos cumplamos sus preceptos, seamos o no creyentes. Yo comparto con ellos la preocupación por la familia, pero habría que definir de qué modelo de familia estamos hablando.

Es aquí donde me rebelo. Me considero, incluso, más capacitado que la legión de jerarcas eclesiásticos, célibes en teoría, para hablar de la familia con autoridad y conocimiento de causa. Y también, son tan respetables mis ideas como pueden ser las de los católicos practicantes que tienen formada una familia, a los que respeto sinceramente. Ellos deben asumir su congruencia interna y dejar a los demás aceptar la propia.

Pero volviendo al tema del reconocimiento de autoridad sobre el concepto de familia, tengo en mi haber algunas ventajas respecto a los jerifaltes ensotanados y enfaldados, curiosamente, bajo la misoginia y la homofobia. Dos aspecto muy relacionados con la indumentaria propia, ya obsoleta, y claro símbolo de su anacronismo y la morriña de tiempos pretéritos, donde su poder era extensible a toda una sociedad con altos índices de analfabetismo y donde ellos controlaban la educación y el adoctrinamiento que ahora temen en la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Digo que tengo en mi haber, al igual que ellos, el haber sido hijo y hermano en una familia; pero también soy esposo, padre y abuelo, cosa que ellos no han ejercido. Por tanto, he convivido durante 36 años con una esposa, he criado a dos hijos y hago de canguro, con muchísimo gusto, de dos nietos maravillosos a los que amo y quiero con verdadera pasión. Además, por si aluden a sus conocimiento teóricos, tengo que decir que también soy psicólogo y con variaos cursos y formación en terapia de familia desde la perspectiva sistémica.

Dicho esto, creo más en mis planteamientos respecto a la familia que en cualquier posición que pretendan establecer ellos, como no podría ser menos, pues no soy oveja de su rebaño y ellos no son mis pastores, sobre todo porque yo no soporto los pastores, aunque sí el intercambio de conocimiento. Para tener pastor, debería ser oveja, y para ser oveja tendría que renunciar a mi libre albedrío, a mi aspecto de librepensador y de crítico, de duda continua y de búsqueda de una verdad mutante que se ajusta a cada instante de la vida, sobre otra verdad perenne que no conocemos en su totalidad, pero que la ciencia va descubriendo en el día a día, aunque muchos pretendan explicarla desde la fe, cuando la fe es una forma de dar crédito a lo desconocido.

Pero volviendo al tema, la familia, para mí, tiene tres elementos claves bien diferenciados; por un lado está los miembros que la componen; por otro las formas, normas y principios que los relacionan, basados en los roles y, finalmente, está la argamasa o aglutinante que la cohesiona o justifica, al amparo de unos objetivos comunes que definen quienes deciden formarla, o sea los interesados e integrantes iniciales.

Ese lazo al que aludo, último de los tres elementos, en muchos casos, es una opción de conveniencia, o de fuerza mayor y no siempre avalado por el enamoramiento, mal llamado amor, como veremos más adelante. No es lo mismo una boda para afianzar el poder económico de una saga, que también se da, o forzada por un embarazo no deseado producto de una relación sexual puntual, que un matrimonio consolidado por un enamoramiento. Si bien, este último, al enamoramiento me refiero, no deja de ser una cuestión pasajera, respondiendo más al querer y desear objetalmente a la otra persona, a la que se reviste de valores imaginados y que sufre un proceso, por lo general, de contrastación cuando se establece la convivencia real, que al verdadero amor. El querer, tal como he sostenido en entradas anteriores, es objetal y el amor objetivo. Es decir, querer implica el deseo del uso y disfrute de algo que se necesita, mientras que amar conlleva el desinterés personal y la pretensión u objetivo del bien de la otra persona por encima de cualquier otra consideración. El amor se basa en el respeto y la ayuda para que el otro pueda desarrollar su propio proyecto de vida, sin condicionantes egoístas que le aten y estableciendo vasos comunicantes entre las partes, para que la evolución del uno se nutra con la del otro. He aquí, pues, un gran conflicto de intereses, cuando el querer choca con el amar y no se transita ordenadamente desde el enamoramiento al verdadero amor, pudiendo romperse la relación de forma irreparable, puesto que lo posesivo, el querer, lo objetal, está muy presente en nuestro planteamiento y dinámica familiar.

(Continuará…)

domingo, 2 de enero de 2011

Va por vosotros... ¡SALUD!


He intentado llevar mis deseos a todo el mundo, pero por e-mail e imposible. De esta forma los publico a los cuatro vientos en mi blog. Por tanto, para todos mis amigos, amigas y visitantes, en especial con los que tengo una relación bloguera de intercambio, que visito y me visitan, que comento y me comentan.

En este Slide no están todos los que son, pero si son todos los que están.

Mi brindis universal va por vosotros: SALUD!!!





sábado, 1 de enero de 2011

No es lo mismo, y ¡Feliz 2011!


Hoy, uno de enero, es un buen día para empezar el año con una sonrisa, sabiendo que no es lo mismo andar siempre en cosas serias que pasar, aunque sea de puntillas, por algunas otras cosas que hacen reír. Por eso, para hacer reír un poco, os presento algunas frases donde se ve claramente que “no es lo mismo” una cosa que otra.

NO ES LO MISMO:

“La calle conde del asalto que el conde dando saltos por la calle”.

“La tormenta se avecina que la vecina se atormenta”.

“Esta noche es Nochebuena que esta leche no está buena”.

“Comprarse un traje negro que verse negro para comprarse un traje”.

“Tejidos novedades y camisería en el piso de encima que te joden no ves nada te llevan a comisaría y encima te pisan”.

“Calentar a baño María, que calentar a María en el baño”.

“Una pelota vieja que una vieja en pelotas”.

“Los viajes de El Corte Inglés que a los viejos les cortan las ingles”.

“Sentémonos que siete monos”.

“Tubérculo que ver tu culo”.

“Bolas blancas de nieve que Blanca Nieve en bolas”.

“Una sorpresa que una -sor- presa”.

“El culo del revólver que revolverte el culo”.


En fin ¡¡¡FELIZ AÑO 2011!!! No desfallezcas, la vida es dura pero gratificante cuando se enfrenta con decisión y esperanza, cuando la actitud es positiva y el enfoque optimista… Esta es la que nos ha tocado vivir… ¡¡¡a por ella!!!

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...