miércoles, 22 de mayo de 2019

El futuro de Europa

Una vez más se nos reclama a las urnas. En este caso para determinar nuestros representantes en los ayuntamientos, algunas comunidades autónomas y el Parlamento Europeo. Nuestro sistema representativo, cuestionable en muchos aspectos, pero estructurado desde la territorialidad de menos a más, tiene, bajo mi opinión, niveles de descentralización que nos permiten acercar las decisiones a los afectados según las competencias y responsabilidades administrativas que tienen los organismos representativos y de gestión.
Hoy, cuando se está produciendo la III guerra mundial en campos de la economía, sin ejércitos, salvo en la periferia de los imperios, con una globalización económica, que no social, donde los grandes beneficiados son las multinacionales y la banca, que ejercen su poder en todo el mundo mediante el control del flujo económico, regulando el grifo por donde discurren los mercados, las divisas, los préstamos y el control de deudas públicas, el asunto se ha convertido en una confrontación de titanes para dominar el futuro de las tecnologías que cambiarán el mundo y la forma de vivir la ciudadanía, incluso sus derechos y deberes. Si nos relajamos y cedemos a los intereses de las grandes corporaciones, serán ellas las que manden y decidan la política económica y la forma de relación en el mundo laboral, o sea el contrato social que dio a Europa y al mundo un sistema de bienestar social
amparado por las constituciones donde se definen los derechos y deberes ciudadanos, como soberanos que delegan esa soberanía en los políticos, otorgándoles su voto mediante un contrato programático que ofrecen los partidos, lo cumplan o no lo cumplan, pero manteniendo esa dominio sobre el voto que les permite renovar o no su confianza según su propio criterio. 
Europa fue artífice de las dos grandes guerras hasta aniquilar su poder mundial. El viejo continente se suicidó a base de navajazos entre hermanos, destrozando vidas, haciendas, industrias e imperios, como si fuera un demiurgo maléfico que en lugar de crear destruye.  Fue un reflejo de los viejos imperios que, desde la Edad Moderna, pasando por la contemporánea, se dividieron el mundo a base de cañonazos y tratados, colonizando a otras culturas y esclavizando a los nativos africanos para su uso y disfrute. Esa Europa de naciones enfrentadas entre ellas, herida de muerte a lo largo del siglo XX, precisa un buen diagnóstico y una cura mediante sinergias que permitan afrontar el futuro con esperanza. El tratamiento iniciado a mediados del pasado siglo, tras la segunda gran guerra, puso la primera piedra de una nueva construcción. Mas todo lo que se estanca muere por senectud y atrofia. Solo persiste lo que crece, lo que activa las energías para seguir evolucionando hacia un mañana mejor a través de la fundada esperanza.
Europa se enfrenta a una crisis de identidad, estructural y, si me apuran, cultural. Se han de dejar los viejos prejuicios que sembraron el odio y el desencuentro, que llevó a la confrontación con las consecuencias que ya he referido. Creo que se ha de renunciar a más soberanía nacional para ganar en soberanía europea. Se ha de dar un paso más en la unión para conformar una Estado Plurinacional que entronque las naciones europeas, pero desde la potenciación de la cohesión social que otorgue beneficios a la ciudadanía en lugar de pensar, mayoritariamente, en las finanzas y el mercado, que, como debería ser lógico, ha de estar al servicio del ser humano y no al revés.
Ante esta situación vuelven a asomar los nacionalismos (en muchos casos de corte fascistoide), la segregación, la dispersión, la entropía que genera el desencuentro. Las viejas glorias de las viejas naciones europeas encuentran eco en grupos que reclaman el pasado y la acción del poder que se ejerció.  Eso, que disgrega la potencialidad europea, creo que se ha de neutralizar. Puede que la única forma de lograrlo sea hacer más Europa; dar otros pasos hacía una Unión Europea de futuro con potencial económico y tecnológico propio y defensa de sus valores culturales y sociales que devengan en una mejor calidad de vida y mayor dignidad de sus habitantes.
Los riesgos a que nos enfrentamos son variados. Por un lado está la codicia y la avariciosa política del mundo de las finanzas que pretenden prevalecer sobre los intereses de los propios ciudadanos. Un nuevo orden donde el ser humano esté al servicio del sistema capitalista en su manifestación más cruda y perversa, tal como  defiende el neoliberalismo, donde el mercado impone las leyes en función de la oferta y la demanda al amparo de un Estado laxo y nada interventor, siguiendo los pasos del modelo norteamericano. Por otro existe una tendencia Trúmpica (derivada de Trump) que se manifiesta en el llamado The Movement que defiende Steve Bannon, el exasesor de Trump, cuyo objetivo es que las extremas derechas ganen el parlamento europeo para ejercer una política en la línea del presidente americano. Sospechosa tendencia que quiere llevarnos a la dilución europea acusándola de estar en poder del mundo financiero, para entregarla a los intereses norteamericanos, más de lo que ya está.    
No dejan de tener razón, y en eso se basa para difundir su posverdad, que existen burócratas y especuladores aliados con el poder financiero y, por consiguiente, pueden imponer, mediante el uso del flujo económico, políticas de recortes irracionales en defensa del equilibrio presupuestario y el poder económico con sus élites financieras, dejando de lado al ciudadano. Pero no nos engañemos, la solución no está ahí, sino en establecer políticas de corte socialdemócrata, o como quieran llamarle, pero que establezca leyes y normas que lleven a un justo reparto  en el crecimiento económico, que dignifique la vida de la gente, que planifique a largo plazo para neutralizar el efecto pernicioso de la contaminación, que potencie el uso de energías limpias alternativas, que piense en el ciudadano y su crecimiento personal, que las cargas impositivas sean progresivas pagando más el que más gana y no dejando a las multinacionales, prácticamente, libres de impuestos mientras se enriquecen con el mercado europeo.
La Europa de los conservadores ha fracasado. Demos opción a otra alternativa. Elijamos a quienes puedan reconducir la situación hacia una Europa más social, menos restrictiva y más expansiva. Una Europa donde el ser humano sea el eje sobre el que pivoten las políticas económicas y sociales, la educación y evolución de la ciudadanía. Donde se garanticen derechos y libertades y una vida digna para sus habitantes. Donde la economía deje de ser un capitalismo salvaje para convertirse en economía humanista al servicio del ciudadano. Tal vez necesitemos una catarsis, pero… ¿cómo se hace esa catarsis en este mundo tan complejo?
En todo caso, una  Europa más potente y de mayor calidad no se hace sin el esfuerzo de todos, ajustando las sinergias para conseguir los grandes objetivos a través políticas y políticos razonables y competentes. ¿Queda esperanza, o seguimos sumidos en el entreguismo? ¿Podremos hacer una Europa competitiva con las otras dos potencias que nos amenazan económicamente, como son China y EE. UU.?

miércoles, 1 de mayo de 2019

Una reflexión sobre las elecciones del 28A


Resultado del Parlamento en escaños
Mostraba el otro día, en mi muro de facebook, mi preocupación y deseo de que, en las votaciones del día 28, fuéramos capaces de discernir, adecuadamente, para no dejarnos llevar por propagandas, basadas en odios y las famosas fake news que inunda el “mercado de las ideas”, para nublar la razón y despertar la hilaridad de las emociones negativas que llevan a la confrontación y a la ruptura de la concordia. Reclamaba la capacidad de acercamiento para una mejor comprensión de la divergencia ideológica y argumental, evitando repetir la historia del pasado que sembró a esta nuestra España de sangre, destrucción, odio y pérdida de derechos y libertades democráticas, cayendo bajo el yugo totalitario y dictador de la idea única, arropada por el dogmatismo político y religioso. Reclamaba, y reclamo, el sentido común del pueblo para mostrar a los políticos irracionales, ególatras y ansiosos de poder, cual es el camino de la convivencia pacífica y respetuosa en una sociedad moderna, conformada por gente ilustrada y dueña de su propia opinión, producto de un análisis personal basado en la racionalidad y el referido sentido común en base a valores de convivencia y respeto. El pueblo maduro y soberano, dueño de su voto, tiene la responsabilidad de otorgarlo a quien sea capaz de gestionar la convivencia pacífica y constructiva y retirarlo a quienes, desde el dogma y el rechazo a principios democráticos, pretende confrontar, irresponsablemente, desde el odio, la insolencia y el insulto, ambicionando estados regresivos decimonónicos, cuando no “guerracivilistas”. 

Por tanto, muestro mi satisfacción por los resultados del día 28 y espero que se desmonte y diluya la tensión provocada por descalificaciones, cordones mal llamados sanitarios a partidos de solvencia y solera democrática por grupos recién llegados que no acaban de definir sus principios y valores en el mundo de la democracia. Espero que se entienda que si un partido se define constitucional no puede ir contra la propia Constitución y, aunque confronte con la mayor asertividad posible con partidos opositores, siempre ha de entender que si estos están en el Parlamento es porque la Constitución los ampara y les avala la representación legal de los ciudadanos que los votaron. La Constitución permite que se defiendan ideas, incluso contra la propia Constitución, a través de los cauces que establece para ello, pero desde el respeto a la Carta Magna, aunque parezca una contradicción.

Dicho lo anterior, reitero mi satisfacción y apunto algunas cuestiones que me parecen de vital importancia para comprender la realidad de España y clarificadoras para, bajo mi opinión, realizar un buen razonamiento y entendimiento del entramado político. Pero vayamos por partes:

La derecha española, como ya publiqué hace algún tiempo en mi blog, tiene matices diferenciadores de la del resto de Europa, que ahora han surgido con mayor claridad. En nuestra derecha, aglutinada en el PP, se daban cita la ultraderecha heredera del franquismo y que en la transición representó el propio Blas Piñar; la derecha democrática al estilo europea, (vencedora del nacismo y el fascismo en la II Guerra Mundial); la derecha conservadora; los monárquicos tradicionales que se opusieron al franquismo para defender a D. Juan, padre de Juan Carlos, y una importante representación del liberalismo y neoliberalismo. Difícil era, pues, sostener esa estructura tan diversa y, a veces, contradictoria, que solo podía aglutinarse desde el ejercicio del poder compartido y repartido. Una vez que el partido evidencia sus casos de corrupción y los juicios lo acorralan, empieza a corromperse, a pudrirse, y ante la debacle se van destruyendo los nexos, la argamasa que lo une, hasta diluirse al perderse el imán que otorga el dominio del poder.

Es aquí cuando, precisamente, se tambalea la estructura del partido y, tras los casos de corrupción, los roedores empiezan a abandonar el barco que se hunde (entiéndase la metáfora), o comienzan a cuestionar la competencia del capitán, que hastiado y cansado de puñaladas y deslealtades, acaba por  ceder la batuta al mejor postor, no oponiendo excesiva resistencia a una moción de censura que podía haber evitado y, sin embargo, prefirió dejar evolucionar desde una cafetería cercana al Parlamento, mientras se dilucidaba su deshonrosa destitución.

Después, una vez arrojado el PP del poder, inició una estrategia casi suicida, con las luchas de las diferentes facciones en las primarias. Se “navajean” y se neutralizan las dos herederas de Rajoy (Santamaría y Cospedal), facilitando la entrada al delfín de su rival en la sombra, el Sr. Aznar. Aznar ya está más que amortizado y ha dejado de ser agradable a la mayoría, incluso de su propio  partido, por su falta de respeto al mismísimo Rajoy (él lo puso con su dedo, tal vez por eso se sentía aún con poder de ningunearlo u obviarlo). Volviendo al pasado, Aznar, que prosigue con su estilo megalómano, orienta su dedo de nuevo hacia Casado, su delfín, y pone sobre él la losa de su peso anacrónico. Personaje de faz seria, inexpresiva y repelente para muchos, carente de empatía para con la mayoría del pueblo, que le retiró la confianza por la gestión de la crisis de Irak, rubricada en la foto de las Azores, y por la de los atentados del 11M faltando a la verdad e intentando manipularla, no acaba de ejercer de aglutinador del voto, aunque lo haga de algunas voluntades del propio partido.  

Para más INRI, tras las purgas de Casado, con extrañas incorporaciones al estilo Ciudadanos como el oportunista señor Cortés, algún torero y el hijo de Suarez aludiendo a los neandertal en un error de estrategia sobre un tema tan serio como el aborto, se inicia una fuga, bien por las puertas giratorias, al retiro, o a Ciudadanos y a otro partido, hijo del PP, que se emancipa, como es VOX, integrado por la gente añorante del franquismo y ultraliberales, carentes de empatía con la ciudadanía democrática, que alude al PP con la insultante expresión de “la derechita cobarde”.

VOX habla de espadas, pistolas, reconquista, agresividad, descalificaciones intempestivas y centralismos, bajo una visión peculiar de España, basada en los valores del viejo régimen, aglutina a gente descontenta con el mundo de la, que ellos llaman, “partitocracia”, y prietas las filas, banderas al viento y gritos de guerra simbolizada en el concepto extemporáneo de reconquista a lomos del caballo, pretenden arrasar con la democracia de partidos y resucitar la vieja democracia orgánica modulada por el espíritu del 12 de febrero, que sembrara Arias Navarro, allá por 1974 cuando el régimen de Franco agonizaba.

Ciudadanos, al que los de VOX le llaman la “Veleta naranja”, tiene una concepción liberal de la vida y sobre todo de los mercados, entendiendo la política, también, como una empresa, una acción mercantil para vender su producto desde esa concepción ideológica, por lo que sus valores y alianzas pueden ser mutantes en función del mercado y el producto que se demande, de ahí la orientación de esa veleta en función del momento y las circunstancias, que recuerda aquella frase atribuida a Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”, frase, por otro lado, aplicable a muchas otras actitudes políticas.

En todo caso, Ciudadanos surgió con vigor cuando Podemos tiró fuertemente hacía la izquierda, a lomos del descontento con el bipartidismo por la corrupción y la injusticia en la gestión de la crisis económica. Fue ganando terreno bajo el paraguas del IBEX 35 como ingenio para neutralizar a los “Podemitas”, ejerciendo de elemento aglutinador del descontento de los votantes de centro derecha. Fue definiendo su territorio dentro del espacio del centro-político, cosa que reafirma con su alianza con Susana en la gestión andaluza de la anterior legislatura. Pero hete aquí que el resultado de las elecciones de diciembre pasado le coloca en una buena posición para echar a Susana del bastión andaluz del PSOE, ostentado tantos años. El riesgo que ha de correr es grande y peligroso. Ha de aliarse, aunque lo disfrace como quiera, con el nuevo espacio político de ultraderecha, al que sus propios socios europeos rechazan y le oponen un cordón sanitario.

Ante este escenario de deterioro del PP, aparición de VOX, y sus buenos resultados en las elecciones andaluzas y las catalanas anteriores, Ciudadanos ve la posibilidad de dar el “sorpasso”  al PP y ganar el espacio del mal llamado centro-derecha, pues, bajo mi opinión, no deja de ser la derecha. Para ello ha de correrse a la diestra y competir por el voto del segmento más a la derecha, desplazando a Casado y dejando a VOX descomponer al PP para quedar en el extremo. Aquí toma la primera decisión arriesgada: para echar al socialismo se abraza al extremismo de derecha aunque sea por diferido: Sí, pero no… no, pero sí. El hecho es que sin VOX no podría gobernar en Andalucía y estaban dispuestos a gobernar España en las mismas condiciones. Su discurso fundamental se centra en el lema: “Hay que echar a Sánchez de la Moncloa”. Lo dicen hasta la saciedad y entienden como pactos y cesiones con los independentistas, los terroristas de Bildu (Bildu no es un partido terrorista, de lo contrario no estaría legalizado por la Constitución) y los nacionalistas que quieren romper España, el mero hecho de hablar con ellos. Es más, en este discurso que, en mayor o menor medida, abraza toda la derecha, se acusa a Sánchez de traidor y felón, de tener las manos manchadas de sangre, por ejercer una de las funciones básicas de la democracia, consistente en hablar con los diferentes, con quienes comparte espacio parlamentario y de gestión estatal en el área de una comunidad autónoma. Ese discurso virulento, por no decir canallesco, les pasa factura al final por sus modos falaces y sus formas.

Esa falacia, con su forma y con su fondo, no cala en la población y, dado que la mayoría de la gente está cansada de confrontación partidista, de manipulación para obtener rédito político, de falacias, posverdades y fake news, de la política canallesca que pretende despertar emociones de odio y rechazo al contrincante, y, a su vez, el viraje del PP hacia la extrema derecha arrastrando a Ciudadanos, deja un importante espacio del centro a merced del PSOE que, hábilmente, sabe ocupar desde un bajo perfil conflictivo y su campaña de mejora de la vida del ciudadano con los viernes de decretos sociales del gobierno.

No me olvido de otro de los conflictos que marcan la contienda electoral, como es el de Cataluña y el llamado “procés”. El caso de Cataluña y su actual situación es de una tremenda complejidad, pues conjuga viejos sentimientos independentistas, no muy extendidos hasta mediados de la pasada década, que han recibido un revulsivo a sus planteamientos con la actuación y respuesta, por parte del PP de Rajoy, que no supo calibrar el efecto de sus actos partidistas rechazando el nuevo Estatut que hubiera sellado un pacto de 40 años más.

Que la posición del PP respecto al caso catalán es un error lo muestra la evidencia de que hayan sacado un solo diputado en toda Cataluña (en el País Vasco, de momento, se quedaron en ninguno, esa es otra) con lo que esa situación, casi extraparlamentaria, los descalifica para valorar, empatizar e, incluso, comprender el problema catalán desde la óptica del entendimiento, al no tener base social que lo sustente. Es evidente, y eso lo han captado la mayoría de los españoles, que no se puede resolver el problema catalán desde el ejercicio de la fuerza, propio de los tiempos pretéritos, cuando Espartero pregonaba su uso para someter a los catalanes en el siglo XIX. La única salida razonable y consistente es el diálogo desde posiciones lógicas de respeto a la ley, desechando la unilateralidad que pregona Puigdemont y Torra junto a un significativo colectivo social, capaces de pagar el coste de una guerra tipo Eslovenia, pero que podría tener el dramatismo que se dio en Bosnia-Herzegovina.

Parece que ERC, sin renunciar a sus principios, estaría por la labor de seguir su reivindicación rechazando la vía unilateral de independencia, sabedores del conflicto que ello generaría y el consiguiente coste, pasando a una posición más sosegada y pensando en la mejora de la vida del ciudadano que es la primera obligación de todo político de izquierdas que se precie, sin, como ya he referido, renunciar a su objetivo democrático según su criterio.

Y del PSOE ¿qué decimos? Estaba, hace bien pocos años, al borde de la catástrofe. Tras Zapatero las cosas fueron a peor y la vieja guardia, tras elegirse a Sánchez en un congreso de transición, empezó a pensar en Susana para elevarla a los altares del poder como respuesta a un Sánchez insumiso y veleidoso. Fue una guerra interior que todos sabemos como acabó. Parece que tiene baraca el Pedro Sánchez. Le funcionó su denostado manual de resistencia y tras luchar a muerte contra Susana (políticamente se entiende) acabó en un sonoro triunfo que lo elevó al poder sin paliativos. De nuevo, en 2018, la suerte le sonrió y solo tuvo que coger la fruta madura que caía del árbol del PP, cuyas ramas se estaban pudriendo por la corrupción.

No necesitó grandes pactos, pues le entregaron en bandeja las llaves del poder sin excesivas concepciones, pues se trataba de un mal menor para echar al mal mayor que era el PP. Luego, no era su intención dejar el gobierno, sino aguantar la legislatura para que le diera tiempo a hacer algunas cosillas que sirvieran de testimonio de sus intenciones, pero los independentistas catalanes, al no ver satisfechas su exigencias, lo dejaron caer, cosa que no le fue mal, porque mostró que las concesiones al independentismo, de las que le acusaban, eran falsas o de orden menor. Cambió su discurso y mostró disposición a hablar, pero dentro de la Constitución, y ganó un importante sector del segmento del voto que apoyaba el diálogo desde los principios constitucionales.

A Unidas Podemos, que cambió de nombre genérico a caballo de la batalla feminista, no le iban bien las cosas. Conflictos internos, deslealtades, acuse de totalitario a Pablo Iglesias, etc. Pesaba en el ánimo de muchos votantes el error de no haber dado apoyo a Sánchez en la legislatura anterior y permitir que volviera Rajoy a ejercer de presidente.  Ahora las cosas eran diferentes y, además, el propio Sánchez había cambiado su actitud respecto a Podemos, siendo más receptivo para el pacto y encuentro de ambas formaciones.  Esto, bajo mi opinión, le ha permitido a Sánchez arrebatarle a Podemos algunos votos y escaños. No obstante, el discurso de Pablo Iglesias, suena bien pero… siguen existiendo algunas reticencias de las sembradas contra ellos por parte de sus oponentes. Su estilo y ánimo en el debate fue sosegado, moderado y constructivo, razonablemente estructurado para dar la imagen de hombre de Estado distendido y sólido, pero, aunque sacara a colación el espionaje y manipulación de las Cloacas del Estado, la suerte estaba echada…

Y en estas circunstancias, sumadas las fugas del PP a Ciudadanos de Garrido y algún otro,  se llega a las elecciones. VOX había tirado de la derecha (PP) y del propio centro derecha (Cs) hacia la extrema derecha, llevándolos a combatir en su campo, con sus ideas sobre España, los pactos, temas de aborto, inmigración, ultraliberalismo, etc. No sé si al enfrascarse en esa lucha de dominio del centro derecha, no se percataron que dejaban a Sánchez libre el centro que, inmediatamente, pasó a ocuparlo robando votos a Ciudadanos y por la otra banda a Podemos, lo que le ha dado tan buenos resultados. Entonces pasó lo que pasó:
  1. Las expectativas de VOX, que eran de triunfo total, bajaron a una representación modesta sin poder ser determinante, aunque no deja de ser significativa con sus 24 diputados. VOX, que parecía que iba a comerse el mundo con sus mensajes agresivos, “aforísmicos” y sentenciosos, aludiendo a la patria y el sentimiento de corazón pero olvidando el uso de la razón argumental, no caló lo esperado y, sin despreciar el buen resultado, quedó lejos de sus expectativas, pero con más de 2 millones y medio de votos.
  2. El PP se estrella y se produce la debacle. Cae 71 diputado y se queda en 66 de los 137 que tenía, perdiendo  más de 2 millones y medio de votos. La crisis está servida, pero, en lugar de hacer una autocrítica, echan la culpa a la dispersión del voto con VOX. Ahora se preguntarán qué hacer, si refundarse, cambiar de líder o esperar que pase la tormenta a ver si recuperan como hizo el PSOE de Sánchez. Tétrica estampa se dio en la puerta de Génova la noche electoral y, en estos días, tras el análisis de su ejecutiva, se ha apartado a un Teodoro García Egea, bravucón en la pelea y negociador con VOX en la conformación del gobierno andaluz, a la vez que se defenestra a Maroto, que se queda sin escaño, como responsables de la campaña y del consiguiente fracaso, salvando la cara de Casado. Ahora, tras la debacle y el tirón de orejas de los barones como Feijoo, se oye a Casado decir que VOX es la extrema derecha, reivindicando el centro-derecha para ellos.
  3. Ciudadanos está eufórico, porque no habiendo producido el sorpasso, está a menos de un punto porcentual del PP. Ha crecido de 32 a 57 escaños, con un millón más de votos. Eso sí, en la lucha por el liderazgo de la derecha ha dejado el centro libre y el PSOE se ha asentado en él, como ya he mencionado, que dependiendo de cómo gestione la formación de gobierno será efectivo o no ese posicionamiento. Yo sigo pensando que Cs prefiere luchar por el control del centro-derecha con el PP que hacer un pacto con el PSOE, por mucho que la señora Botín lo sugiera, pacto que lo convertiría en bisagra, cuando quiere ser puerta.
  4. Podemos, a pesar del bajón, perdiendo 29 escaños y 1.300.000 votos, se agarra al éxito tras impedir que la derecha sume y a la posibilidad de formar gobierno con Sánchez salvando las suspicacias y resistencia de este. Mas Sánchez no querrá abandonar el centro escorándose a la izquierda descaradamente y procurará apoyarse en sus 123 diputados para gobernar con acuerdos puntuales, como ya hacía con los 84 diputados que tenía antes.
  5. Pedro Sánchez es el gran triunfador de la noche. Ganó más de 2 millones de votos y 38 disputados más de los que tenía, quedando con 123. Para colmo, la desmembración de la derecha le facilitó el arrollador éxito en el Senado, donde consigue 121 senadores, con mayoría absoluta. Ahora bien, aunque haya ganado las elecciones, no lo tiene fácil. Ha de pactar para conseguir una mayoría holgada de gobierno. Si cede a la izquierda el centro se resiente, si marcha al centro Podemos le comerá terreno por la izquierda. He aquí el dilema, difícil tesitura la suya. Lo mejor para él será gobernar con sus fuerzas y acuerdos puntuales con los otros, a diestra y siniestra, mas no sabemos si le dejaran usar esa estrategia. De momento la gran diferencia de escaños es una garantía que ha de saber administrar.
  6. Y ¿qué decir de los soberanistas, independentistas y nacionalistas vascos y catalanes? Han tomado más fuerza y han crecido. Han arrojado del País Vasco al PP y a Cs y Vox no rascó bola allá. Solo Podemos (4) y el PSOE (4) tuvieron importante representación. En Cataluña se mantiene Ciudadanos (5), el PP casi desaparece equiparándose a VOX con un diputado cada uno, mientras Puigdemont pierde ante ERC, que obtiene 15, dejando a la vieja Convergencia (JxCat) en minoría (7). También da un importante salto el PSC con 12 diputados (antes tenía 7) y baja Podemos desde los 12 escaños a 7 en un claro trasvase de votos.

Ahora, despejado el horizonte de dudas electorales, cabe esperar hasta ver cómo evoluciona todo. Puigdemont se empieza a diluir, la ERC de Junqueras se refuerza y cambia su actitud hacia una posición más moderada y racional. El PP, tocado y casi hundido por las importantes vías de agua, debe acudir al astillero a reparar. Ciudadanos sueña con el “sorpasso” definitivo y ser un partido de gobierno, aunque aún no se ha estrenado gobernando en soledad en ningún lugar importante, lo que genera cierta desconfianza. Podemos se bate en la necesidad de sobreponerse a la gran pérdida de representatividad, renovando su discurso, adaptándolo y sosegándolo en la línea de Pablo Iglesias en el debate, defendiendo con contundencia sus planteamientos pero dulcificándolo. VOX ha debido tomar cuenta de que el discurso del pasado tiene pocos seguidores, por lo que los improperios, algazaras, ocurrencias y fake news no acaban de cuajar en un pueblo resabiado por la vieja guerra civil que sigue contaminando el ambiente. El PSOE, aun habiendo sacado una importante ventaja, tiene el difícil papel de gestionar un momento histórico complicado, sobre todo considerando que puede venir otra crisis económica internacional y que el asunto de Cataluña sigue pendiente y condicionado por un proceso judicial que puede hacer pupa, que habrá que afrontarlo desde la sensatez para enfriarlo. Se habló mucho de indulto de los procesados en caso de condena, pero  esa opción, que no se clarificó, puede ser una salida para sembrar la paz social en Cataluña; tal vez el mismo tribunal acabe aconsejándola en el supuesto de condena.

En todo caso, espero que la crispación dé paso al sentido común, que la palabra sea el arma del debate, que el consenso permita la convivencia en paz, que las diferencias se respeten y se establezcan sinergias en comunes objetivos, que la ciudadanía anteponga el sentido universal del ser humano como espíritu y actitud para resolver los problemas y, por último, que se comprenda que lo importante es la vida digna de la gente y que el dinero esté al servicio de los hombrees y mujeres de este mundo y no al revés.



Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...