viernes, 29 de mayo de 2020

La política tóxica.



Reconozco que normalmente no suelo ver los debates del Congreso. En parte debido a su previsibilidad y porque se juega tan sucio que, hasta un demócrata, en muchos casos, acaba sonrojándose. Soy consciente, critico que Pedro Sánchez no está mostrando la sensibilidad requerida con las comunidades autonómicas, al menos bajo mi punto de vista. No sé qué pasa, pero, en una situación como esta, debe jugar la buena comunicación, la colaboración y las sinergias para enfrentarse a un problema de alerta nacional, que afecta a todos sin distinción. Para mí, el hecho de ser el jefe o mando máximo ante el conflicto, obliga a establecer estrategias y dinámicas que permitan la confluencia entre todos los integrantes y responsables de la gestión.

Sin embargo, para formar un equipo coherente y establecer una línea de actuación conjunta es necesaria la lealtad y corresponsabilidad de gobiernos del Estado y las comunidades autonómicas, incluyendo una actuación moderadamente responsable para conjugar una oposición dura y real, pero orientada a resolver el problema. Cosa difícilmente conseguible cuando subyace una confrontación que viene del pasado, con una estrategia de acoso y derribo bajo el lema “al enemigo ni agua” como se ha venido viendo desde la caída de Rajoy, caída mediante una moción de censura, tan constitucional como unas generales elecciones. No obstante, también en las elecciones generales posteriores ganó el partido socialista, por lo que se vio abocado a una negociación compleja para poder formar un gobierno de la única manera posible que se le dejaba, al menos ese es mi pensar. Entiendo que cada partido está en el derecho, y la obligación, de establecer su propia política o estrategia en la legislatura, en función del lugar que le toque ocupar. Otra cosa será su cariz y talante, incluso, la expresión de la conducta que lo ubica en el arco parlamentario.

Estamos donde estamos porque venimos de donde venimos. Venimos de un cenagal donde la corrupción sigue oliendo a podrido y los afectados niegan la mayor, pasando la pelota del “y tú más” al otro, como si eso justificara la suya. Aquí no se ha purgado el tiempo suficiente para quedar limpio de culpa. Venimos de un conflicto político en Cataluña que no se ha resuelto y sigue latente. Venimos de un cambio importante en la derecha, antes monolítica y ahora tripartita y compitiendo por el liderazgo. Una derecha europea homologada y otra ultra escindida de lo que ellos llaman “la derechita cobarde” en plan despectivo (curiosa alianza con estos mimbres), además de con Ciudadanos, neoliberal que encaja mejor a la derecha que a la izquierda, con la que no quiere ni hablar. Qué extraño giro, pactó con Sánchez anteriormente, no fraguó el pacto por culpa de otros, y ahora, reniega y se echa en brazos del PP al que dijo no tragar por corrupto.

La derecha, en cierto sentido, obligó al PSOE al único pacto de gobierno que le fue posible tras las segundas elecciones. Podrán decir lo que quieran pero siempre hubo una decisión tomada sobre su voto de investidura, en ningún caso abstenerse para facilitar la formación de un gobierno socialista, aunque este debiera incluir a Podemos en su gobierno y pactar con la izquierda independentista catalana su abstención. Había que acorralarlo, empujarlo a un posible abismo, colocarlo en situación de extremismo para combatirlo mejor, al menos esa es mi impresión a la vista de los hechos. Esa estrategia de confrontación cainita se ha colado en otra dimensión diferente, donde no cabe ni se justifica dado el drama de la pandemia. Aquí, la oposición, debería renunciar a ese tipo de confrontación y pasar de crítica destructiva a crítica constructiva, a ser congruentes y actuar en la línea de algunos de sus dirigentes, como Almeida, Feijoo, incluso, Bonilla. Pero en ningún caso como Ayuso, despreciando a sus colegas en las reuniones de Presidentes con sus tardanzas, tras recibir aviones y hacerse la foto, por poner un ejemplo.

Ayuso, a la que su jefe, Pablo Casado, puso como ejemplo de gestión de la crisis de la pandemia (me trae la memoria cuando Rajoy ejemplarizaba la gestión de Camps en Valencia y otros que luego anduvieron con grandes problemas con la justicia, sin hablar del milagro económico del PP que está en la cárcel), es una bomba de relojería que va a estallar en la cara de Casado y su escudero Egea. Casado fue la apuesta personal de Aznar en el congreso del PP, donde salió elegido como presidente para reemplazar al pasado reciente por otro pasado lejano, que se había ido tras el inicio de la guerra de Irak y las multitudinarias manifestación contra ella por millones de españoles, sazonada por los atentados de Madrid del 11-M. Y cómo no, Casado surgió tras un contestado Rajoy y su espectáculo de fin de ciclo, sentado en una cafetería mientras se cocinaba su moción de censura.

Adiós, dijo Rajoy, allá os apañéis con las intrigas. Y hubo intrigas entre Cospedal, Santamaría y Casado. Ganó Santamaría en la primera vuelta, pero Cospedal, que luego sería defenestrada por su aliado, apoyó a Casado, no sé si por convicción o por dar por saco a Soraya. La conclusión es que Soraya se fue, pasó a mejor vida… en política, pasar a mejor vida consiste en largarse, tras cumplir la etapa activa, a un buen puesto donde se viva mejor y si es con puerta giratoria, mejor que mejor.

Casado puso a los suyos y se dio varios batacazos electorales de marca mayor; generales, municipales, europeas, etc. Difícil resultaba vestir a la mona de seda. Se intentó, pero el fracaso era evidente y alguien tenía que decir: “Lázaron levántate y anda”, y anduvo, mal, pero anduvo tambaleando. Tomó lección, hizo un master, regalado por su jefe, para que siguiera la vieja retahíla del “Márchese señor González”. Desde entonces, a cara de perro, su estrategia está en echar al “impostor” que con malas artes consiguió la Moncloa.

En aquella explosión que detonó Rajoy, con la carga submarina que llevaba adosada (léase corrupción), se resquebrajó el partido y afloró, al desmembrase, un miembro suelto, de su mano derecha, derecha, que cuando se vio libre empezó a llamarles “derechita cobarde”. Y lo fue… no fue capaz de poner los límites entre el miembro amputado y el cuerpo “mater”.  Compitió con su hijo, sin echarlo de casa, y llamó al otro hijo para aunar fuerzas. Los hijos no se hablaban, pero al ser de la misma sangre, se soportaron y bajo el paraguas de papá, vivieron juntos en la casa. Cargaron sus armas con la misma munición y se fueron de caza, intentando que su presa se despeñara en el abismo del extremismo marxista bolivariano, independista, nacionalista, etc. Quisieron traer la derecha al centro, pero era imposible subir el peldaño con aquella carga.

Previamente, tras su nombramiento como presidente del PP, no le dio tiempo a Casado para limpiar la casa antes de las elecciones andaluzas y por un birlibirloque, el que fuera defensor de Soraya, llegó a presidente de la Junta. Trágala, pues. En el reino de Galicia, Feijoo reinaba, sin discusión alguna y siendo para él una amenaza. No despertemos al oso del norte vaya a ser nos coma las entrañas. Quedó Feijoo tranquilo y no dio su batalla.

A ver lo que nos queda, se dijo. Y encontró la cosa chunga. Los otros tres reinos se ganaron por arte de magia. En Castilla León, Murcia y Madrid, tras largas negociaciones, ganaron la batalla diciendo que no era lo que era, pero que sí era, aunque no lo fuera. O sea que se realizó un pacto “antinatura” entre VOX, PP y Cs. considerando que VOX y Cs, al menos en público, no se hablaban; es más, los de Rivera, ya defenestrado, juraban y perjuraban que ellos pactaban con PP y los otros que hicieran lo que les viniera en gana… trágala, pues. Pero en los tres susodichos reinos, se repitió el caso andaluz, donde sólo por obra y gracia de VOX pudieron reinar, lo que indudablemente genera deuda política con el “facedor” del milagro, pues llegar al poder, no habiendo ganado las elecciones, no deja de ser producto de un artificio milagroso, si se clama al público que con VOX no, claro.

¿Y qué pasa después? Cada cual podrá sacar sus propias conclusiones, pero bajo las mías está claro que el PP, malherido, sufre una amputación de su miembro derecho, perdiendo mucha sangres, o sea votos, al que no deja marchar, ofreciéndole ejercer de prótesis, extrema en su derecha, a cambio de asumir parte de sus postulados, evitando aquellos de pudieran rozar la constitucionalidad…

Lo de Ciudadanos fue un drama, pues el alegrón que se llevaron en las primeras elecciones generales, donde tocaron la espalda del PP, idealizando un sorpasso al viejo estilo, les llevó a cometer errores de bulto que traicionaban el espíritu de centro con que fue creado, pues renunciaron a pactar con Sánchez, a quien le podían haber sacado buena tajada y dejaron que cayera en brazos del independentismo, enemigo acérrimo de los “riverianos”. Cosa que debió frustrar a muchos de sus seguidores, tanto que, en las segundas elecciones, se dieron un batacazo tan terrible que causó la muerte política a su líder, pasando de ser tercera fuerza nacional, con espíritu de grandeza representativa, a séptima, caminando viendo las espaldas a los independentistas que circulaban delante. Triste situación que acabó diluida en la pandemia y que sigue esperando a ser resuelta, aunque ya se vislumbran ciertos cambios u orientaciones que puedan garantizar su supervivencia sin ser deglutidos por sus amigos más a la derecha.

Pedro Sánchez, tras su intento, persistiendo hasta última hora en gobernar en solitario, en las generales de la anterior legislatura frustrada, esperando la abstención de la derecha que evitara su pacto con Podemos, sucumbió y se vio forzado a convocar otras elecciones que no cambiaron mucho, dejando, relativamente, la pelota en el alero. La única salida natural que le quedaba a Sánchez, tras la negativa de la derecha a abstenerse, fue pactar a la izquierda, donde, en teoría, debían estar sus votantes ideológicos, con Podemos y con ERC, los indeseables de la derecha y, sorprendentemente, con un PNV que huyó de la quema del PP cuando caía Rajoy.

Resumiendo: Si comparamos las dos últimas elecciones veremos que en la coalición de la derecha ha cambiado el peso específico de cada partido, ahora resulta una coalición donde: VOX = 34.7%; PP = 58.7% y Cs. = 6.6%. Mientras que en la situación anterior los datos eran: Vox = 16.3%; PP = 45% y Cs. = 37,7%. Eso quiere decir que se ha radicalizado más la derecha. La gran pregunta es por qué ha salido tan mal parado Cs. de este cambio. ¿Qué ha hecho mal? Una buena reflexión para su congreso.

Bien, pues de aquellos polvos vienen estos lodos. La derecha está más radicalizada y el PSOE, que pensaba gobernar en solitario, está más amarrado por la izquierda. El asunto está ahora en saber diferenciar la situación previa a la pandemia, donde la problemática era diferente, de esta otra donde, tras la pandemia, las prioridades cambian.

Es aquí donde yo, inocentemente, supongo, solicito que se deje la confrontación irracional y destructiva del contrincante, para asumir la lealtad que requiere el momento, para que el conjunto de los españoles podamos afrontar con éxito, a través de las sinergias resultantes del esfuerzo común, canalizadas hacia la gestión de la crisis, sin excepción ideológica, de raza, religión o lo que fuere, el reto que se nos plantea. Reto que se prolongará con más fuerza a lo económico en cuanto deje de ser objetivo prioritario la resolución de la crisis sanitaria. Ahí, donde ya estamos, se ha de ver qué papel juega el Estado en la defensa y protección de sus ciudadanos, conjugando el proceso económico y productivo con el bienestar de los españoles, mediante una justa y equitativa carga del peso de la crisis.

Mas, me temo, que resultará difícil hacer un buen cesto con estos mimbres, pues la dinámica política ya hace tiempo que dejó de ser política razonable para convertirse en política tóxica.
  

jueves, 28 de mayo de 2020

¿Que se anda cociendo entre bastidores en este país?



La ciudadanía española anda despistada. Una multitud de noticias y movimientos, en los momentos más difíciles de este país, se acumulan de forma controvertida, cuya intención es difícilmente comprensible, dando la sensación de que aquí se está jugando una partida de poder fuera de las esferas que la democracia otorga al ejercicio del mismo… no sé si se me entiende.


Lamentablemente, cuando se debería estar enfocando todo el esfuerzo en atacar a la crisis, primero sanitaria y luego económica, los políticos gastan sus energías en una batalla fratricida y cainita. Es indudable que los errores son inherentes a las decisiones del ser humano, tanto a nivel de gobierno central, como de gobiernos autonómicos, o de partidos, de técnicos, etc.  de toda índole; siempre se dijo que de sabios es rectificar, lo que implica que hasta los sabios se equivocan, ¿cómo no se va a equivocar el político que de sabio no tiene nada?  Solo hay que darse una vuelta por la hemeroteca y descubrir las incongruencias de todos y cada uno para acabar tomando una posición de sensatez, que diluye las sospechas en la inmensidad de ese mundo político canallesco, donde se dijeron tantas barbaridades desde el principio, barbaridades que hoy muchos niegan, aunque se sigan manifestando otras que luego también serán negadas. A la vista de ello se observa una tendencia de determinados políticos a manipular, a presentar a los otros como “malos de la muerte” y ellos como santos varones por la Gracia de Dios, expresión cargada de significado histórico.

Noam Chomsky es un hombre sabio, por lo que se puede equivocar también, tiene una frase que me da la sensación no es, en absoluto, un error. En ella dice: “La población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe”.  O sea, que estamos confundidos, en el sentido de confusión generalizada, con respecto a opiniones muy cuestionables, pues se percibe una tendencia a manipular a la gente y sembrar en ella opiniones mal fundadas que responden a intereses de grupo. Algo está ocurriendo, algo previsiblemente muy discutible, porque aflora un terremoto artificioso que confronta a la oposición elevada a tal por las urnas con el gobierno encumbrado también por ella. Se ve claramente un problema de deslealtad entre ellos, deslealtad que pudiera acabar en tentaciones de ejercer golpes de mano bananeros para cambiar las cosas, obviando las urnas que hablaron recientemente para proponer que hablen de nuevo, sin contar con quien tiene la autoridad para la convocatoria de elecciones, o sea el gobierno.

Tal vez estén jugando con fuego algunos políticos, un fuego que acabara quemándonos a los de siempre para que ellos puedan calentar sus intereses. Cuando un político, en lugar de resolver problemas, se dedica a crearlos, cuando en lugar de cultivar la concordia ciudadana procura la confrontación cainita y fratricida, mal político es; y lo que es peor, al ser elegido por el pueblo y enfrentar al pueblo, acaba implicando al pueblo en una batalla de consecuencias desestabilizadoras, que podrían calificarse de conductas políticas suicidas. Digo suicidas porque el alboroto puede acabar con la democracia, si es que esta democracia está consolidada, en beneficio de grupos herederos y defensores de ideas totalitarias que creíamos superadas.

Con estupor veo la confrontación. El debate ha pasado a ser batalla, donde la consolidación del argumento ha saltado de la descalificación, eso es soportable, al insulto, que ya no lo es. Especial mención quiero hacer a la señora Cayetana Álvarez, que realmente sí es marquesa consorte, según creo, por su osadía y desvergüenza con su improcedente comentario a Pablo Iglesias sobre su padre; no lo diga solo por la falta de respeto y la difamación que ello implica, sino por su petulancia egocéntrica que desarmó hasta la estrategia de su propio partido tomando para sí el protagonismo de la sesión  y descargando de presión al objetivo del ataque del PP, que no era otro que le ministro Marlasca. No me extraña que hasta sus propios compañeros de bancada estén pensando en sacarla de la portavocía. Espero que esto no pase de lanzar dardos verbales, más o menos envenenados, a navajazos traperos como camino previo a justificar las bombas. Ellos están hablando para sus hooligans más fervorosos, pero lo malo de esto es que el hooligan sigue sembrando el odio y el desencuentro, sumando a su bando de intransigencia nuevos adeptos. Eso potenciales adeptos, normalmente razonables, pueden perder la racionalidad en su discernimiento para dejarse llevar por viejas emociones y empezar a pensar con las vísceras en lugar del cerebro. En los conflictos, la emoción rompe la razón y da pábulo a la ira, de ahí pasamos al odio y del odio al desprecio y la indiferencia ante la suerte del semejante, convertido ya en enemigo, al que hay que liquidar.

Nosotros tenemos una historia reciente que, al parecer, no ha dejado enseñanzas en determinados grupos. El franquismo pretendió eliminar la democracia y brotó a los cuarenta años. La democracia pretendió eliminar al franquismo y revivió a los cuarenta años. La cuestión es bien sencilla y deberíamos aprenderla: Las ideas no se matan, aunque mates a quien las tiene, sino que se combaten con otras ideas que las suplan en la mente del ser humano; porque, llevadas a un extremo donde las emociones suplen la razón, dejan los argumentos y se transforman en armas de guerra de la mano de quienes están dispuestos a confrontar hasta ese nivel. Es ahí, en ese caso, donde la idea que proclama la confrontación bélica e impositiva se ha de desechar, incluso, con la violencia propia de la autodefensa para no perder la libertad. Por tanto, a la vista de lo pasado, hay que evitar a los que pretende llevar la confrontación a situaciones de irracionalidad que aboquen al conflicto irreparable que debemos evitar.

Y ¿qué debemos hacer los ciudadanos desde la sensatez? Yo creo que lo primero es no dejarnos llevar por la manipulación y los intentos de desinformación de determinados grupos; lo segundo es no caer en la trampa de dar crédito a los bulos, las falsas noticias y mentiras interesadas que desestabilizan la convivencia; tercero no hacer de correa de transmisión de esos bulos y noticias falsas haciéndoles el caldo a los intoxicadores; cuarto reivindicar el ejercicio leal de la política; quinto no apoyar nunca la política canalla de insultos y desafueros que nos puede llevar a la confrontación irracional y sexto (aunque puede haber más) antes de emitir un juicio basado en lo que dice otro, es aconsejable ejercer el uso de la crítica razonable y razonada, o sea del razonamiento propio y no del hooliganismo, bajo un intento de neutralidad, si ello es posible.

Mi preocupación y la de muchos con quienes he mantenido contacto respecto al momento político, es manifiesta. No sé a dónde pretenden llegar los personajes tóxicos de nuestro país, aunque, por desgracia, me lo sospecho y me da miedo pensarlo. Os recuerdo la frase de Chomsky: “La población general no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo sabe”. Es bueno tomar conciencia de aquella sabia expresión: "Solo sé que no sé nada", de esa forma arriesgaremos menos argumentos baladíes.


martes, 26 de mayo de 2020

Ante la crisis, sensatez y asentido común.




Hemos vivido tiempos difíciles, de enfermedad y muerte, que persisten y mantienen su amenaza, aunque más atenuada. Es posible su vuelta con la misma o más virulencia. Por si eso es poco, el mundo político, en un acto de pura irresponsabilidad, no ha sido capaz de afrontar compactamente la acometida. Se enfrascaron en luchas de poder, posiblemente sabedores de que tras la crisis sanitaria vendría la económica y allí se jugaban los dineros. Mi impresión es que, tras esa incapacidad de acuerdo para afrontar la pandemia, se esconde una estrategia de lucha social y política para ver cómo y quién paga la crisis. Es doloroso ver estos juegos maquiavélicos, estas mentiras y bulos, esas insinuaciones y argumentos falaces, para deteriorar al contrincante buscando estar en buena posición para la poscrisis sanitaria, para la crisis económica, que es la importante en determinadas esferas de poder. Aquí mienten todos y todos se equivocan, pero nadie lo admite. Gritan libertad muchos de los que defienden un pasado que la cercenó. Hablan de libertad si sentir la verdadera libertad de un pueblo o sociedad. Creo que cuando un defensor de dictadores pide libertad no lo hace para el pueblo, sino para ellos poder someterlo a su albedrío y seguir disfrutando de sus prebendas. La libertad es un derecho compartido, responsable, comprometido con los otros seres libres. Nunca se ha de confiar en quien pide cuando no la siembra, y menos si la pide desde un Ferrari que puede inducir a la idea de injusticia distributiva. El patriota de verdad no es el que empuña una bandera en una manifestación con auto de alta gama, sino el que defiende a los habitantes de su patria, a los ciudadanos que la conforman. La patria no es solamente el territorio, sino, por encima de todo, los habitantes de ese territorio, al menos desde la filosofía de la soberanía popular, de la democracia.

Por eso, hoy, estamos muy preocupados por saber quién va a gestionar la crisis económica y cómo. Y creo, sinceramente, que ahora es cuando han de surgir los estadistas, aquellos que defienden los derechos y libertades que garantiza el Estado, para dar una solución justa, de la que no surja más miseria, en la que no haya quien se enriquezca con la pobreza ajena, donde entre todos, de forma alícuota, hagamos el esfuerzo para salir con la solidez y la sinergia que requiere el caso. Sabemos que durante este tiempo ha habido grupos de poder tóxicos, incluso partidos, creadores de bulos, de mentiras, jugando sucio y no apoyando a la gestión de la pandemia, tal vez esperando que todo fuera mal para hacer de Mesías salvador (Ya sabemos aquello de que “mientras peor mejor” cuando se busca derrocar a alguien y ocupar su sitio), pero ahora, ante la insensatez y la demagogia, ante la manipulación de la opinión pública y la siembra y cultivo del odio ancestral que domina en nuestra historia, solo nos vale el acercamiento y acuerdo.

El “guerracivilismo”, el cainísmo, la dos Españas, el egoísmo insolidario, solo nos llevaran al desastre. Vivimos en una sociedad democrática, con sus litaciones, con sus leyes mejorables desde la libre decisión de la ciudadanía, que merece ser respetada aceptando sus normas, donde todo debería poder cambiar si responde a la voluntad de los ciudadanos. Tenemos un Gobierno legítimo, un Parlamento legítimo, una Oposición legítima y de esta legitimidad no puede surgir, o pretenderse, la ilegitimidad. Toca remar todos en la misma dirección y debatir con el capitán, si es necesario, leal y sinceramente, el rumbo adecuado. Si comete errores los deberá pagar ante aquellos que le eligieron cuando sea menester. Así es la ley, así es la norma y así se debe actuar, criticándola si así se estima, pero cumpliéndola hasta que esa crítica fructifique para modificarla.

Es de una imbecilidad absoluta pensar que con la imposición se pueda resolver justamente esta crisis. Es de una idiotez supina creer que se puede preservar un Estado democrático desde esa imposición. Pero es más necedad llamar a una especie de “Golpe de Estado” para cambiar el poder sin contar con quien lo ejerce democráticamente. En todo caso cabe una llamada al diálogo para consensuar un acuerdo general que permita elaborar un programa de choque para salir de la crisis.  Pero hoy, lo que vemos en la política, es una pelea irracional por el poder para gestionar la crisis en beneficio de los adláteres de cada partido, de los suyos.

No podemos permitirnos salidas de la crisis económica dejando en la cuneta a los ciudadanos menos favorecidos, pues acabarán en la miseria y pobreza. ¿Qué país, medianamente civilizado y solidario, deja abandonados a sus ciudadanos a los pies de los caballos? No puede ser que unos salgan impolutos de ella, con su Ferrari, fincas, gran patrimonio y riqueza acumulada y otro se quede en la calle, sin sueldo, sin casa ni bocado que llevarse a la boca. Indigno es quien pretenda salir de la crisis por la derecha, olvidando la otra parte, o viceversa.

Ahora es el momento de la sensatez del pueblo. De ejercer la libertad responsable y sentir que tus compatriotas, y todos los seres humanos, han de gozar de sus derechos sociales y libertades. Si los políticos no están a la altura debemos exigírselo. Pero nunca dejarnos llevar por la siembra de odios y desencuentros entre la ciudadanía, porque si cuaja ese odio acabaremos otra vez en contienda, y quien hoy es tu amigo mañana podrá ser tu enemigo. De eso sabemos mucho, aquí y en todo el mundo, solo hay que mirar alrededor nuestro. En estos casos la mejor solución puede ser un mal acuerdo, pero, en todo caso, es acuerdo.

Nuestra sensatez, el sentido común, nos debe llevar a exigirles que dejen de vociferar y hablen con respeto a quienes les votaron, sin levantarse la voz. Las voces nunca establecieron consensos. Siéntense de una vez y hablen para llegar a una solución lo más justa posible para todos, pero no griten. Hablen de las cosas serias, “a calzón quitado” como se dice en nuestra tierra, no se nos vayan por los cerros de Úbeda para despistar o esconder su verdadero interés.

miércoles, 13 de mayo de 2020

La renta básica




El ingreso mínimo vital o renta básica está provocando movimiento en determinadas esferas políticas de corte neoliberal. Rechazo incomprensible para mí, por parte de quienes defendieron y dieron a la banca una inmensa fortuna para rescatarla de la crisis, dinero de las arcas del Estado (no debemos olvidar que Hacienda somos todos según aquel viejo aforismo que nos exhortaba a cumplir con los deberes tributarios). Pero hay algunos, herederos del Rey Sol, que se creen que el Estado son ellos, por lo que nadie más que ellos han de gestionar la situación para salir de la crisis.

Volviendo a la renta básica, algunos círculos políticos mantienen que al pobre no se ha de dar nada, que se hace holgazán y, luego, lo convierte en un derecho. Al pobre se le ha de hacer caridad, darle limosna, cumpliendo con el mandato de los Santos Evangelios. Al Cesar lo que es del Cesar, o sea al rico, y a Dios lo que es de Dios… y al pobre la limosna que Dios dice. Siempre ha sido así, manteniendo al pobre agradecido a su amo por haber sido bendecido con esa caridad divina que le mantiene en la fe y en la obediencia.

La caridad genera agradecimiento y sumisión, como debe ser para seguir el orden establecido. Pero la renta básica se convierte en un derecho y crea exigencia. El pobre es “bienaveturado” porque tiene la suerte del premio, a su sufrimiento terrenal, en el reino de los cielos. El pobre rico sufrirá en desconsuelo, pues antes que él entre el ese reino, pasaría un camello por el ojo de una aguja. Pero si el rico ejerce la caridad, tal vez, pueda abrirse la puerta del paraíso.

¿Qué será de nosotros si no se nos permite ejercer esa virtud teologal, que es la llave que nos abre las puertas de los cielos? dirán los ricos. Hemos de sembrar la fe en sus espíritus, para que tengan la esperanza de recibir nuestra caridad. Si no ejercemos la caridad con el pobre, si el Estado cubre las necesidades básicas en los momentos de crisis, no tendrán estímulo y se harán parásitos, mientras nosotros, los elegidos por el sistema, no podremos lavar nuestras conciencias ejerciendo esa gran virtud de la caridad.

Déjenlo como está, porque el rico sin el pobre no podrá superar su conflicto de conciencia, no podrá lavarla con la caridad para seguir viviendo en paz consigo mismo.

Ahora sin sarcasmo: Estos absurdos argumentos que he descrito, y otros muchos, son, en gran medida, los que sostienen los defensores del desequilibrio social, los que gestionan la abundancia y dejan caer de sus mesas las migajas para que se alimenten sus servidores, los que ante cualquier cambio de orden estructural, que lleve a una justicia distributiva, lo llaman revolución bolivariana… y, aunque lo pida el Papa, incluso el mismo de Guindos y otra mucha gente de bien, serán acusados de perversos seguidores de esos planteamientos. Yo creo que hay una premisa humanitaria de orden social, que ya soltó el lastre del pasado, para dar paso a la concepción de pueblo soberano, tal como se recoge en la Constitución, potenciando la idea del Estado moderno que conjuga los intereses comunes y estructura el sistema con objeto de velar por el bienestar de los ciudadanos.

Una de las características esenciales de un sistema democrático, al menos bajo mi punto de vista, es la solidaridad entre la ciudadanía, la justa distribución del desarrollo económico y la búsqueda sistemática de la evolución de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. En ese sentido, para que un ser humano pueda desarrollar su capacidad intelectiva y evolucionar para servir a esa sociedad ha de tener cubiertas determinadas necesidades básicas que le permitan reorientar su esfuerzo más hacia el desarrollo personal que ha esclavizarse para cubrir las necesidades básicas de su fisiología, sin olvidar su acceso el sistema educativo y de formación para hacerlo partícipe activo y responsable de ese desarrollo social.

Por tanto, en un momento como este, creo y apoyo esa renta básica como una salida digna y solidaria para los más necesitados, y no entiendo que haya alguien que la niegue. Es cierto que en el mundo capitalista y neoliberal, defiende el mercado en plan darwiniano y no quieren someterse a controles gubernamentales que les obligue, mediante normas y leyes, a criterios de distribución equitativa de las rentas o ganancias producidas.


Hay debate intenso sobre el tema de la Renta Básica Universal, pero, según muchos politólogos y economistas, sería una buena respuesta a la lucha contra la pobreza en el mundo, toda vez que, como dice el sociólogo y politólogo Christopher Zahonero Ballesteros: “(…) la desigualdad, la exclusión, la pobreza y otras problemáticas sociales no sólo son causadas por el sistema capitalista, sino que son su condición intrínseca de existencia”. Cuando la robótica viene a suplantar al ser humano en el trabajo, con el riesgo de excluirlo del flujo económico que le facilite el acceso a los productos que requiere para subsistir, se ha de plantear este dilema y dar solución a la situación desde los propios Estados.

El problema para mí, en estos momentos y en nuestro país, está en que según quien gobierne la salida de la crisis será una u otra. En un lado está el capital, sus sociedades económicas y el mundo macro empresarial; por otro la ciudadanía de a pie. Tesitura: ¿Volvemos a centrarnos en salvar a la banco y a las corporaciones económicas y financieras dejando en la cuneta, como ya se hizo, a la clase trabajadora y media empobrecida, o salvamos a los ciudadanos reconvirtiendo la industria y el sistema económico para hacerlo más afín a un futuro que se ha de diseñar? Entiendo que el poder económico use su fuerza y su capacidad de crear empleo como elemento negociador, pero no para chantajear y poner contra las cuerdas al Estado, obligándole a obviar la cobertura elemental de las necesidades básicas de la ciudadanía. Al fin y al cabo no debe ser excesivamente complicado, pues se acaba de llegar a un acuerdo sobre la ampliación de los ERTEs entre la patronal y los sindicatos de la mano del Gobierno.

En esta tesitura lo más conveniente, dado que ya somos todos mayorcitos, lo lógico, es que el mundo de la política asuma de una puñetera vez su papel negociador, se sienten a hablar y hagan compatibles los intereses de todos, consiguiendo acuerdos donde todos ganemos perdiendo lo menos posible.  Pero en lugar de eso, se ponen palos en las ruedas, quieren eliminar al contrincante para ponerse ellos y dirigir a su antojo el camino para salir de la crisis por la ruta que pasa por su casa. No hay nada más que ver como se dinamita al contrario sin darse cuenta que eso lleva al caos y a tensar una sociedad alienada que se deja llevar por discursos emocionalmente incendiarios. En realidad, lo que nos interesa al pueblo llano, es que no se nos distraiga con banalidades interesadas para, tras la cortina de humo, seguir haciendo de las suyas mediante la teatralidad histriónica de dolorosas de papel cuché.

Uno no sabe si seguir intentando poner un poco de cordura o acabar diciendo como indica uno de los sabios refranes: “Para lo que me queda en el convento me cisco dentro”. Tal vez sea lo más balsámico para tanta vehemencia y acritud. “Yo ya hice mi trabajo, el que venga detrás que arree y se atenga a las consecuencias”.  El tiempo del jubilado está más para establecer el equilibrio y la paz interior que para entrar en combates de un futuro en el que estará ausente, eso sí, por qué he de renunciar a plasmar lo que pienso y si le sirve a alguien que lo coja y si no le sirve que lo obvie. Yal vez falte, en esta política, la brillante y tribal sensatez del anciano, y sobre la testosterona impaciente de los jóvenes, que pretenden llegar al poder para realizarse como seres mayores y megalómanos, partiendo, en muchos casos, de su inmadurez psicológica.


domingo, 10 de mayo de 2020

El futuro incierto, ¿una fantasía de pesadilla?



Estamos viviendo momentos extraños, inauditos. Tal vez eso nos aboque a supuestos fantasiosos y “teorías conspiranoicas”.  De todas formas, a lo largo de la historia, el ser humano ha mostrado, y sigue mostrando, esa dualidad dicotómica. Se mueve en un continuum entre dos extremos opuestos; bondad-maldad, altruismo-egoísmo, amor-odio, inteligencia-brutalidad, paz-guerra, tolerancia-intolerancia, abundancia-miseria, riqueza-pobreza, etc.  Depende de lo que cultives aflorará de tu interior. Todo ser humano se ubica, bien por principios, credo, ideología o conveniencia, en un punto determinado de la línea que une ambos extremos. Ese punto no es fijo, es dinámico y variable en función del balance personal que hace el propio sujeto, pudiendo ubicarse más cerca o lejos de un extremo según su puntual razonamiento. Incluso, en determinados momentos, el propio autoconcepto, permite al sujeto tener conciencia de una ubicación diferente a la que realmente ocupa. Por ejemplo: “Yo soy bueno porque doy limosna”, pero hay casos en que esa limosna solo sirve para lavar la conciencia y permitir el razonamiento que satisfaga al sujeto.

Existe otro elemento interesante relacionado con la pertenencia al grupo. El marco cultural, ético y moral de un grupo lo define la cultura social con principios y valores que la sustentan. Está muy vinculado con el espíritu de los tiempos, que viene a ser el motor, o el marco de referencia de la sociedad. Ese marco es dinámico y las opiniones emergentes lo reconducen, mediante un proceso de homogenización social, en otra nueva dimensión de principios y valores, al que podemos llamar proceso homeostático continuado.

En estos tiempos estamos viviendo una transformación interesante en esa vía. Se está pasando a manifestar, con claridad meridiana, un egoísmo social, de grupo o nación, que conduce a viejos postulados de corte totalitario y excluyente. El "America First" (América primero) de Trump es un claro ejemplo de pensar egoísta, ¿pero quién son los first, los primeros? La insensibilidad de gran parte del pueblo americano, con la miseria y el sufrimiento de países extranjeros, donde la guerra hace estragos, empobrece, mata y destruye patrimonio, muestra una frialdad aplastante, una introspección nacional egoísta. Esa verdad pragmática, donde solo vale lo que vale parta mí, acaba disgregando al ser humano, apartándolo del valor humanista y aflorando la absoluta indiferencia hacia los demás.

El peligro está en que empecemos a convencernos de que no podemos vivir en este mundo tantos millones de habitantes. Que debemos reducir la población de la Tierra y que, en nuestro interior, se vaya desarrollando un actitud permisiva que racionalice y acepte, como vía de supervivencia de la raza predomínate, la tolerancia a esa debacle apocalíptica que limpiará el mundo de parásitos indeseables para que sobrevivan los inteligentes y poderosos. Será una raza de gente fuerte, resistente a los virus y agresiones patológicas, pues ellos habrán sido mutados para no ser infectados. Hitler levantará la cabeza y no necesitará campos de exterminio, sino virus serviciales que le harán el trabajo sucio.

Parece fantasía, pero puede llegar el momento en que la gente acepte y potencie la idea de que sobran los indeseables, los insanos y miserables habitantes de la tierra que ocupan los espacios que la raza superior necesita para su expansión. Un nuevo nacismo racista y excluyente que, a través de la ciencia, de la microbiología y la genética, se permita cultivar y desarrollar a la especie superior, sumisa al sistema, irrelevante como individualidad, pero fuerte y resistente al servicio de la sociedad establecida, donde la creatividad, el conocimiento y la investigación científica estén dominados por el orden establecido, por el líder supremo. La creatividad, el pensamiento y la conducta del individuo deberán ajustarse a la norma y la ley que define el marco que garantiza su absoluta seguridad en el sistema, al que ha de someterse para neutralizar los sujetos tóxicos, rebeldes y que buscan la destrucción de esa seguridad que te otorga el Gran Hermano. Nos someteremos a todo tipo de controles de la mano del líder, para identificar al terrorista asesino que quiere dinamitar el sistema establecido, el que garantiza nuestra seguridad y vida alienada.

Tal vez este virus no, pero puede que el siguiente, natural o artificial, cuando el nuevo espíritu de los tiempos defienda, acepte y conciba la necesidad de disminuir, selectivamente, los habitantes de la Tierra, haga el trabajo sucio. Una pandemia asolará el planeta y solo se salvarán aquellos que tengan recursos para afrontar la crisis, recursos sanitarios y económicos. Solo será cuestión de saber gestionar la crisis, de preservar lo “preservable”, y dejar que se elimine lo innecesario para el nuevo orden.

Darwin, desde arriba, horrorizado, verá como el ser humano domina la evolución con la tecnología y la ciencia, el nuevo dios que suple al proceso evolutivo de la especies que, a lo largo de milenios, llevó a la preponderancia del hombre sobre todo lo creado. Entonces, el hombre, el ser humano, habrá dejado de ser humano y habrá reimplantado en su mente la nueva inteligencia, sumisa y absolutamente racional, carente de emociones que alteren los procesos evolutivos de la sociedad del futuro. Nacerá de forma diferente, comerá diferente, se relacionará diferente… todo será diferente para un ser diferente. Mientras tanto, puede que la Tierra haya sucumbido definitivamente, que se parezca más a Marte, desierta, tunelada y con espacios artificiales donde se ubiquen con absoluta seguridad las nuevas sociedades, sumisas e integradas en el sistema de los ciborgs. ¿El ser humano del futuro será un ciborg?

Cuando los sentidos se eliciten o estimulen artificialmente, cuando la realidad del entorno no sea la realidad sino aquello que percibes como real, cuando tu mente, en una pura abstracción viva una vida imaginaria, cuando el cuerpo que soporta la inteligencia no sea un cuerpo celular, bilógico natural, donde las emociones jueguen en la toma de decisiones y en la creación de opiniones y actitudes vitales, sino que sea un montaje artificial, entre biológico y mecánico tecnológico, un instrumento soporte de esa inteligencia, carente de emociones, fría y calculadora, manipulable mediante programación, entonces, viviremos en un Matrix. Pensaremos, programadamente, que somos sublimes, pero solo seremos una creación artificial, una nada engañada inmersa en un todo, como el grano de arena conforma la playa… más o menos como ahora, pero sin espíritu crítico para sentirte libre en tu pensamiento, en tu creatividad y en tus emociones… ¿o puede que hasta eso consigan?

Que Dios nos coja confesados, si es que Dios no está de su parte…

sábado, 9 de mayo de 2020

75 aniversario del fin de la II Guerra Mundial




La muela, Torre de la iglesia Kaiser Guillermo 
Hoy, 8 de mayo, se cumplen 75 años de la rendición incondicional de la Alemania Hitleriana. Durante más de 5 años el mundo fue sacudido por la más violenta guerra de toda la historia, donde murieron el mayor número de civiles jamás conocido en una contienda. La guerra seguía en oriente y aún quedaban muchos seres humanos por pasar a la tumba o la fosa común. Japón seguía resistiendo, con la heroicidad propia del tozudo irracional anclado a la idea única, como antes habían hecho sus aliados alemanes de ideología nazi. A Japón le quedaba la inmensa desgracia de Hiroshima y Nagasaki, donde con solo dos bombas mataron a decenas de miles de civiles inocentes a modo de escarmiento, para hacer sucumbir al gobierno del imperio del sol naciente.

Pero la Alemania donde Adolf Hitler, el cabo de la primera guerra mundial, había impuesto un régimen totalitario, racista, imperialista y especialmente hostil con judíos, gitanos y todo tipo de marginados “dignos de exterminio”, caía tras el suicidio cobarde de su jefe, el máximo responsable de la tragedia mundial (respecto al suicidio me llegó el otro día una foto de la portada del diario ABC del día 2 de mayo de 1945, donde se le adjudicaba una muerte honrosa con este texto: “ADOLFO HITLER MURIÓ AYER TARDE EN LA CANCILLERÍA DE BERLÍN, LUCHANDO HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO CONTRA LAS FUERZAS COMUNISTAS. SU SUCESOR, EL GRAN ALMIRANTE DOENITZ, ANUNCIA QUE LA LUCHA CONTINÚA”.   

El ascenso al poder de Hitler no estuvo exento de manipulación, de falsedades y bulos, de desinformación y llamadas emocionales al sentido de patria, raza y prestigio del pueblo alemán, rubio, alto y ario, pues esa fue su divisa. En la primera guerra mundial habían sido derrotados, humillados y obligados a firmar el armisticio en la madrugada del 11 de noviembre de 1918, en un vagón de tren en el bosque de Compiègne. Allí, los representantes de las potencias aliadas firmaron el armisticio con Alemania. El líder guerrero y vengador de la afrenta supo envolver a un pueblo humillado y sumido en su baja autoestima por la pérdida de la contienda, en un halo de ilusión y de futura grandeza, un delirio megalómano del führer cultivando la fantasía liberadora de un Tercer Reich como imperio de Europa hasta llegar a los Urales. 


La exaltación de la gloria venidera, la venganza sobre los vencedores del pasado que les llevó a la humillación, la recuperación del honor y la honra perdida en la contienda, abrió la mágica puerta de un demencial hechizo hacia la gloria, que resultó el más terrible de los infiernos.  Hitler, un cabo que vivió en sus carnes la humillación de la primera guerra, definió el camino en su libro Mein Kampf (Mi lucha). Requirió identificar enemigos a batir, exaltando los valores guerreros y la creación de un ambiente de eufórica venganza contra aquellos que les humillaron en la primera gran guerra, que facilitó el enganche de fanáticos insensibles a la singularidad del ser humano libre, para integrarlo en un complejo organizativo donde debía servir a Reich, porque de lo contrario, serían eliminados con enemigos del mismo. 

Esa ideología nazi, junto al fascismo italiano y al nacionalismo japonés, germinado en el socialismo nacionalista de Ikki Kita en contraposición a socialismo marxista, fraguaron el eje imperialista que inició la guerra y que, al final, sucumbió ante los aliados y el comunismo estalinista.

Las consecuencias fueron desastrosas, traumáticas, horrorosas… Destrucción y muerte por doquier, cambios importantísimos a nivel económico, estratégico y geopolítico, miseria y pobreza, enfermedades y violencia… la ruina y pérdida definitiva de la supremacía europea en el mundo, con la consolidación de primera potencia de los EE. UU.

Vista aérea de Berlin
Según algunos cálculos murieron más de 19 millones de soldados (especialmente alemanes (3.3 millones) y rusos (9.3 millones)), además de 47 millones de civiles (14 millones en China, 3.6 en Alemania, 1.3 en Yugoslavia, 3.5 en Polonia, 23 en la URRS y, entre ellos, 6 millones de judíos, la mayoría en campos de concentración y exterminio). Sumemos a estos los mutilados, humillados, un millón de mujeres violadas por los rusos, según algunos cronistas… Una verdadera calamidad, un horror.

Puerta de Brandeburgo
Pero todo fue consecuencia de un delirio megalómano de un sujeto, que supo embaucar a un pueblo para llevarlo a la gloria de un poder omnímodo, por falaces caminos de promesas, que acabaron en desastre. Con bulos y mentiras, los de Goebbels, a fuer de repetirlas hiciéronlas verdades, para que el pueblo alemán, siempre pensante, científico y filósofo, cayera en la barbarie. Fanáticos sembraron el odio a judíos y a gitanos, a negros africanos, diciendo que su raza aria era la predestinada para reinar en la Tierra, sobre gente inferior que marginaron.

No estamos exentos de volver a tropezar de nuevo con la piedra, pues ello es muy humano… pero una piedra es una piedra que puede pasar inadvertida, y un muro de roca es un muro que acaba convirtiéndose en lamentaciones, en muros de Berlín, murallas chinas, en muros que separan a los pueblos, como pide Trump con México, Israel con Palestina, y tantos otros que forjan las fronteras a caballo de mucha paranoia, que te hace pensar que en poco tiempo, tu vecino o hermano será el odiado enemigo al que tirarás a muerte, como pasó en Yugoslavia, si cultivas el odio que siembran el megalómano líder en tu mente.

Hoy precisamente, cuando volvemos a confrontar, con tanta vehemencia, ideas y principios contra otros, cuando el debate ha perdido el sosiego requerido, cuando el político olvidó lo sucedido, cuando, incluso, pretenden levantar viejas ideologías, rompiendo la Europa de hoy día, para volver al desencuentro y al conflicto, pueden sembrar de nuevo la semilla del odio que siempre provocó la guerra. Con todo eso, volvemos a divisar en la contienda política una dura confrontación casi prebélica. Algunos reclaman que volvamos a dictados excluyente de otros tiempos, incluso, reclaman, como antaño, su rebelión militar de los años 30. Mas no hemos de caer en esa trampa sabiendo lo que desde aquella maldita guerra todos sabemos.

¿Será que el hombre no aprende de la historia? ¿O acaso será que no se asombra hasta que no la vive, pensando que en la guerra está la gloria? No es lo mismo, amigo mío, verla en la tele, jugar en la consola, ver la muerte de lejos, indiferente, con la frialdad que hoy se siembra entre la gente, sabiendo que hasta ti no ha de llegar, o vivir la gloria de la victoria en la pantalla, elegir hacerte parte del vencedor y no del vencido, no pasar miedo sentado en el sofá. Los héroes, asesinos de batallas, criminales de aureola, paranoicos con delirios de grandeza, sembradores de odio, tan valientes, nos llevan al desastre si no somos conscientes de defender lo que tenemos, de confraternizar con el vecino, de poner la amistad sobre el prejuicio, de comprender al divergente y verlo como un complemento que puede aportarte otra visión desde un punto diferente. ¿Es posible, pues, escarmentar en cabeza ajena, o se ha de vivir lo ya vivido por el otro, para descubrir el amargor de la violencia?

Hace unos años fui a Berlín, visité el muro, fui descubriendo lo que fue tras la contienda y tomé conciencia de lo que debió ser el destrozo de la guerra. Tal vez, haya dos testigos importantes, o al menos a mí me parecieron, uno es el Reichstag destrozado que lo fue, primero por el fuego en tiempos de Hitler, de sospechosa autoría, después por la guerra. Quedó en tierra de nadie y no se pudo rehacer hasta la unificación. Una cúpula de acero y cristal completa lo destrozado para dar testimonio de los hechos a la vez que, con luz y transparencia, se puede imaginar, sobre el Berlín actual, el otro del pasado. Norman Foster supo conjugar el maldito ayer con el presente, dando a la gente, una visión impresionante de lo que ahora es y lo de antes.

Reichstag
Hay otro lugar, dejado exprofeso como quedó en su momento, a modo de testigo. La torre de la iglesia neorrománica Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche (iglesia en recuerdo del emperador Guillermo). La iglesia no fue un edificio de especial importancia hasta que quedó destrozada por las bombas de los ataques aliados durante la II Guerra Mundial. En 1950 se hicieron planes para su demolición, pero los ciudadanos se negaron y se tomó la decisión de crear un monumento conmemorativo con los restos de la iglesia.

Berlín es una amalgama entre un pasado de guerra a olvidar, otro de división como vencidos y un presente de una Alemania unida, viviendo bajo la losa del ayer y temerosa de volver, de regresar, a cometer los errores que la destrozaron.  

Nosotros, que también sufrimos la contienda en nuestra casa, destrozando las ciudades, con cientos de miles de muertos, donde los vencedores fueron apoyados por aquellos megalómanos que usaron a este pobre país cono campo de prácticas, nosotros, digo, también deberíamos centrarnos un poco, racionalizar las situaciones, para comprender y procurar el cultivo de la convivencia mediante políticas racionales, leales al pueblo español, que busquen remar en el mismo sentido ante la adversidad y la tormenta. Para seguir navegando se ha de salvar, con todas las energías, el barco apoyando al capitán… cuando se llegue a la mar calma, con el barco a flote, hablaremos de cuál ha  de ser el mejor rumbo y quien ha de ejercer el mando para mejor bogar hacia el futuro.

 Fotos actuales.

Muro de Berlin: beso de Erich Honecker y Leonidas Breznev,

Restaurante en Berlin

Marx y Hengel

Lugar de ocio nocturno

Museo Puerta de Istar. Museo de Pérgamo, Berlin

Catedral

Puerta de Brandeburgo

Interior cúpula de Reichstag

Interior cúpula de Reichstag

Interior cúpula de Reichstag

Vista frontal del Reichstag







martes, 5 de mayo de 2020

Los bulos y demás manipulaciones



Últimamente se habla mucho de bulos y de su uso para influir en la gente permeable a los mismos. Los bulos, bajo mi punto de vista, son creaciones o mentiras elaboradas con objeto de engañar o manipular al lector con algún objetivo concreto que beneficia al emisor. El diccionario de la RAE lo define como: “Noticia falsa propalada con algún fin”. Por tanto solo tendrá efecto en aquellos que no tengan conocimiento, criterio o voluntad para someterlo a crítica razonable, a quienes, por actitud o posicionamiento ideológico o de credo, estén en disponibilidad de darle crédito, sin pasarlo por el tamiz del razonamiento para verificar si es verdad, en tanto refuerza a su convicción o fe, cuestión que está, para ellos, por encima de cualquier otro planteamiento que la cuestione.

En más de una ocasión he hablado de la disonancia cognitiva como un elemento potenciador del conflicto interno. Es decir yo no puedo dar crédito a aquello que va en contra de mis principios e ideas, ya que eso me crearía una duda y cuestionamiento de mi “verdad” y me llevaría al conflicto, mi certeza se diluiría y volvería a sembrar la duda. La duda que, para las mentes científicas y racionales, para aquellos que buscan la verdad a sabiendas de que el conocimiento supremo o verdad absoluta es inalcanzable, (recuérdese lo que decía Sócrates: Solo sé que son sé nada), es la madre e impulsora del conocimiento y la evolución; a las mentes apáticas y sin aprendizaje y práctica en el uso del discernimiento, les resulta agresiva, desestabilizadora, emocionalmente complicada y difícilmente gestionable, dada la necesidad de moverse con certeza que tiene el ser humano. Estas actitudes buscan la certeza en un líder que piense por ellos, que les dé el razonamiento ya hecho y el diagnóstico preciso de la reflexión. Se mueven más por otra medida diferente al razonamiento, que es el juego de las emociones. No dudan porque, emocionalmente, son incapaces de tolerar la duda y prefieren seguir el dogma, el principio o axioma, que le dan ya elaborado. He aquí donde la semilla del bulo germina.

Pero no he de mostrarme tan drástico en el planteamiento, porque en todos los seres humanos juegan esos dos elementos, las emociones y la razón. Al conjugar los dos factores afloran los resultados que conformarán la actitud, la opinión y conducta del sujeto. Hace ya años, allá por 1950, Eric Berne, enunciador del análisis transaccional, defendió tres estados del yo: padre, adulto y niño. La técnica pretende explorar la personalidad de un individuo y cómo éste ha sido moldeado por la experiencia, en especial los derivados de la infancia. De ello dependerían sus conductas y actitudes respecto a su entorno y a los otros sujetos con los que se relaciona. El adulto, donde prima la racionalidad y el dominio de las emociones, el inmaduro niño adaptado o crítico y el padre crítico o nutriente donde se conjugan las dos variables según el caso. Tal vez podríamos establecer tres o más estados respecto a los bulos. El que fríamente los razona y califica llegando al rechazo, aquellos que les dan credibilidad infantil por otorgarle al emisor el prestigio de la autoridad y los que además los crean y emiten con el ánimo de influir en los demás desde su convicción de entendido. Todo eso va a depender de su proceso educativo, o formativo, respecto a su independencia personal para elaborar su juicio, de su vínculo con los demás, de su integración en los grupos y su aceptación del gregarismo, de su sentido de la libertad de pensamiento compartido con los demás desde la tolerancia, empatía y disposición a la comprensión de la divergencia sin imponer las propias ideas. Pero en todo caso, reitero que las emociones son difícilmente gestionables para la mayoría de nosotros debido a cómo se nos ha formado históricamente. Ciertamente, ha primado el “borreguismo” para formar parte del rebaño y así seguir los pasos, que nos indica el pastor, sin rechistar. El librepensamiento fue denostado por poner en cuestión las ideas y principios religiosos y políticos del momento, hasta que el siglo de las luces acabó creando otra realidad social e ideológica.   

Pero, volviendo al tema de los bulos y falsas verdades, hay mentiras, que aun no siendo verdad, pasan por el tamiz como posibles o verosímiles. Estos son los bulos más efectivos, pues hay disposición de aceptarlos como verídicos por parte de los adeptos al emisor, dentro de su disposición de “hooligan” acérrimo del grupo que la emite. En política serían los fanáticos de cada partido o ideología, pues ubican y rechazan cualquier cuestionamiento de su partido como una agresión y aceptan el vilipendio o denostación del contrincante sin poner el argumento difamador en cuestión. En esta guerra sucia, nada democrática, de la política, pues la democracia implica el reconocimiento de la diversidad de pensamiento y el respeto al mismo, se ha de combatir y derrotar al bulo mediante la contrastación argumental. Pero, cuando las emociones y actitudes crean un muro impenetrable la cosa se complica y el bulo prospera en los adeptos al “bulador” o creador del bulo.

Es evidente que, una vez que la política entra en lo canallesco, se rompe la lealtad democrática y aflora la confrontación traicionera y desleal que pone el interés, exclusivamente, en lo partidista y no en el mayor beneficio para el conjunto de la sociedad.  Eso ocurre, bajo mi parecer, por la escasa “formación democrática” de algunos políticos y del pueblo que los vota y por la actitud del sectarismo de los seguidores resistentes a cualquier argumentación lógica, manteniendo su posición enquistada, junto a una manipulación u orientación de la metodología del debate, donde los importante es convencer al otro de la diatriba que se le lanza, en lugar de enriquecerse mutuamente y llegar al encuentro entre las dos posiciones mediante la negociación o acuerdo, si no se consigue confluir en los planteamientos argumentales. 

Además de eso, si entendemos que el mundo de la política ha dejado de ser una confrontación de ideas y propuestas para ofrecer al elector la oportunidad, o posibilidad, de elegir a la mejor, sino que, mediante técnicas de mercado, pretende colocar su producto, como el mejor, de forma fraudulenta, y, en lugar de preocuparse, prioritariamente, de ofrecer la bondad de su mercancía (su propuesta de gobierno) se dedica a denostar al otro, sacar su trapos sucios (cosa loable), negando y ocultando los propios (cosa rechazable), se habrá logrado la perversión del sistema despojándolo de su filosofía y entrando en otro campo suicida de la propia democracia. De este campo se nutren los defensores, que se hacen llamar del orden, de dictadores e ideas únicas, de totalitarismos y absolutismo que le roban la soberanía popular al ciudadano para otorgársela a un dirigente totalitario que ejercerá el poder desde su liderazgo incuestionable, al amparo de ideas de corte hitleriano o estalinista, por poner dos ejemplos extremos, a través del uso de la demagogia, que despierta emociones irracionales, para llevar a la gregaria sumisión del pueblo, ya no soberano, al que no se le supone capacidad formal de decisión.

Quiero introducir en este punto una reflexión sobre el sentido de la competencia. La oferta competitiva conlleva una comparación entre los elementos ofertados. En nuestra cultura el nivel de excelencia de la comparación no siempre es determinante. Solemos elegir lo mejor, pero podemos competir por arriba y en positivo, el mejor de lo mejor, o por abajo, en negativo, donde se elige al menos malo, el mejor de lo peor. ¿Cuál es la diferencia? La maldad está en el ofertante, que antes de presentar y trabajar por su mejora, presenta y trabaja el empeoramiento del contrincante ocultando, de este modo, la propia incompetencia. Esa perversión se da en nuestros políticos, cuando acaban justificando su corrupción, o incapacidad, con la frase: “Y tú más”. Esta expresión trasciende al electorado y se traduce en la discusión: “Los tuyos son más corruptos que los míos, por tanto se ha de elegir a los míos que son menos corruptos”. Aquí aflora la perversión del votante, que acaba tolerando la corrupción de los suyos y ve con satisfacción que los contrincantes sean más corruptos para ganar ellos las elecciones y perpetuarse en el poder.

Pero, a caballo de lo anterior, volviendo al tema, el bulo es el juego de la deslealtad absoluta, del desprecio a la inteligencia del receptor, de la manipulación intencionada del sujeto, haciéndolo, a su vez, un eslabón de la correa de trasmisión al amparo, muchas veces, de su candidez y buena intención por creerlo cierto.

La función del bulo, aparte de la desinformación, descalificación del contrario y otros etcéteras, tiene el objetivo, como chisme, de desviar a la opinión pública de asuntos que no interesan poner sobre la mesa. Mientras estemos pendientes de bulos y chismes, a los que somos tan aficionados en este país, y de los que nuestras televisiones nos tienen tan acostumbrados, nos olvidaremos de cuestiones de mayor calado como la corrupción o los movimientos entre bastidores de la política con intereses de grupo y otras “menucias” de mayor trascendencia. Una persona de derechas podría plantearse que este gobierno está censurando la libertad de expresión al intentar controlar la emisión de bulos y calificarlo de censurador, sin darse por aludido cuando el PP promulgó al llamada Ley Mordaza, de mayor trascendencia en el tiempo, mientras una de izquierdas comprenderá y apoyará la lucha contra el bulo por su efecto desinformador y manipulador, entendiendo, no solo que no es censura, sino lucha por la libertad de expresión como justo derecho a acceder a la verdad y eliminar la manipulación y desinformación malintencionada. 

Curiosidades sobre el bulo y la leyenda.

Siempre hubo bulos a lo largo de la historia, tanto en el mundo político como en el religioso, sobre todo en este último y, a veces, con beneficio mutuo de esos dos mundos. Quiero concluir mostrando algunos de ellos y hasta qué nivel lo irracional cala en mentes sumisas y rendidas a la fe en sus líderes y adoctrinadores. Entre el bulo y la leyenda, para mí, hay una diferencia temporal, el bulo es lo actual con tendencia a diluirse, salvo que persista y cree una leyenda, mito o una heroicidad integrada en la cultura popular.

Introduzco aquí la leyenda de la Cueva Belda, de mi pueblo, que cuenta cómo un fraile, con sus jaculatorias y exorcismo, derrotó a un demonio que allá vivía (historia que nos creíamos a pies juntillas en mi niñez y que aún hay quien se la cree desde su adultez). Hay otras muchas que pueden extraerse hasta de la propia Biblia (cómo se desmoronaron las murallas de Jericó al toque de trompeta (Josué 6:1-25), o cómo el sol se paró para dar tiempo a Josué a vencer a sus enemigos (Josué 10:6-15)). Este asunto de la parada del sol le dio a Galileo muchos quebraderos de cabeza,  con ya sabéis: Su teoría sobre que la tierra giraba en torno al sol, chocó frontalmente con eso de parar al sol, o sea que el que se movía era el sol y no la tierra, según desprendió de la Biblia la Inquisición. Aceptemos esto como algo normal a través de la historia, aunque no verosímil, pero no caigamos en su creencia infantil, si bien cada cual es muy digno de otorgarle la credibilidad que estime oportuna, pues, a estas alturas, sigue habiendo gente, incluso, “terraplanista”.  

Hay otras historietas o leyendas, que debieron de ser bulos en su día, dado que el bulo es sinónimo de rumores, mentiras, engaños, cuentos, falsedades, etc. y, determinadas historietas o leyendas no pasan por el filtro de la verdad, aunque perduren como aseveración de una leyenda que ya, de por sí, es cuestionada y cuestionable.  En los viajes que he ido haciendo por España (dejo el extranjero donde también los hay a mansalva), me han sorprendido cosas irracionales que persisten sin la menor crítica y te sacan una sonrisa de sarcasmo e indiferencia.

Morella es una localidad de Castellón que tuvo en la primera guerra Carlista un protagonismo de primer orden, bajo el dominio de la zona por el general Ramón Cabrera (no era familiar mío). Está coronada por una impresionante fortaleza inexpugnable. Hace unos años la visité y, aparte de otras muchas cosas, encontré una imagen en una fachada de la calle con una lectura al pie que decía:

En esta casa obró San Vicente Ferrer el prodigioso milagro de la resurrección de un niño que su madre enajenada había descuartizado y guisado en obsequio al santo. (1414)” Estos es mucha más milagro que la gallina de Santo Domingo de la Calzada, que como bien sabréis, cantó después de asada…

Pero mirad que otro bulo trascendió a la “historia”, que al leerlo te sonroja: Diose una batalla llamada del rio Salado, en 1340 entre moros y cristianos. Los cristianos, con más suerte y más empuje, lograron una victoria espectacular contra los moros, que eran muy superiores en número. No está bien definida la cuantificación de las huestes del rey Alfonso XI de Castilla, con la ayuda de las de su suegro, el rey de Portugal, y, tal vez, esta información que transcribo sea más adecuada, es de National Geografic, y dice: “Una crónica castellana eleva los efectivos benimerines a 53.000 jinetes y 600.000 peones, divididos en tribus y linajes, según la costumbre bereber. Las cifras resultan muy exageradas para aquellos tiempos. Según estimaciones más ajustadas a la realidad, el ejército cristiano pudo reunir a 22.000 soldados, mientras que el musulmán triplicaría esa cifra”.

Sea como fuere, la victoria fue aplastante, lo que sometió a Granada a pagar tributos a Castilla hasta que los Reyes Católicos la conquistaron en 1492. Al parecer prefirieron los castellanos no seguir la guerra, tal como pasó 91 años después, tras la batalla de la Higueruela en 1431, para seguir cobrando tributo de un reino rico y laborioso. Por cierto, que la negativa a pagar tributo a Castilla, aprovechando que estaba envuelta en guerra civil entre los partidario de Isabel y Juana la Beltraneja, fue el detonante de la conquista definitiva con la astucia cristina y la manipulación de intereses de la familia real nazarí.

Pero volvamos a lo de la batalla del río Salado. No se ponen de acuerdo los diferentes autores sobre las bajas de ambos bandos, que en las tropas benimerines sería de unos 105.000 muertos y unos 8.000 cristianos. Eso es verosímil por lo que he investigado. No obstante en un cuadro expuesto en el llamado Claustro de los Milagros del monasterio de Guadalupe, aparece esta inscripción que transcribo textualmente y que se puede observar ampliando la visión del cuadro:


 Pasando a España por el estrecho de Gibraltar, el rey de Marruecos Albohacen con más de seiscientos mil moros y juntándose con el de Granada cercaron a Tarifa, salioles al encuentro el Rey D. Alfonso XI de Castilla con muy desigual ejército de castellanos y portugueses, hizoles levantar el cerco, dioles batalla junto a un rio que se llamaba el Salado y con el favor de Nuestra Señora a quien el rey se abía encomendado y prometido venir a visitarla en esta su casa los moros fueron vencidos y muertos más de doscientos mil y falleciendo de los cristianos solo veinte. Año de 1340.”

Como decía un buen amigo mío: “Ahora vas y lo cascas”. El milagro fue de tal magnitud que solo murieron 20 cristianos y 200.000 moros; un cristiano por cada 10.000 moros.


Existe otra “historia”, bulo o leyenda, que incluso fue estudiada como verdadera en las escuelas de mi infancia. Se trata de la famosa batalla de Clavijo (o de las cien doncellas) que Ramiro I libró contra los musulmanes en el año 884, donde aparece el apóstol Santiago matando moros, de ahí su apodo de Santiago Matamoros. Y digo: ¿Si Cristo le reprendió a Pedro por cortarle una oreja al centurión, qué le habría de decir al podre Santiago al verle acometer y matar a tantos moros como dice la leyenda? La batalla, según los historiadores, no tuvo lugar, aunque en esos sitios se produjo la batalla de Albelda que pudo servir como base justificativa a la “historia” que describe el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada a principio del siglo XIII, fundamentándose en leyendas o crónicas populares. Según el Diccionario de Historia de España, "la existencia de esta batalla ni siquiera se plantea a un historiador serio".


Bien. Pues hubo un tiempo, y puede que aún haya, que la gente se creía estas cosas, porque los milagros son milagros, a pesar de lo que diga la historia. La fe ciega puede más que la realidad contrastada. Un fanático no atenderá a argumentos que cuestionen su creencia, porque lo dejará sin nada a que agarrarse en esta vida y, el vértigo de la duda, lo lanzará al abismo de la sinrazón.

Pero, por Dios, nada más lejos de mi intención que influir para que cada cual no se crea lo que quiera, para eso son libres, pero por lo menos que no nos hagan comulgar con ruedas de molino a los demás.  El tema da para mucho más, pero ya me he explayado bastante.

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...