jueves, 28 de diciembre de 2017

Los santos inocentes



El día de los Santos Inocentes viene a conmemorar la dramática matanza de niños ordenada por Herodes… pero Herodes, que fue un rey cruel como pocos, nunca mandó matar a tales niños, sin embargo, este episodio, fue tomado como real por muchos exégetas. Aunque parece haber otra causa en base a las festividades paganas en las que se aprovechaban estas fechas invernales para revertir el orden establecido. Las saturnalias o fiestas en honor al dios Saturno tenían ese carácter burlesco, que inevitablemente se heredó en el mundo cristiano a través de festividades como las mojigangas navideñas, las danzas grotescas de Nochebuena o el risus paschalis, una costumbre interesantísima que encajó a la perfección en el mundo cristiano. Además, el cristianismo tuvo la habilidad de ir incorporando todos los fastos paganos para conseguir una mejor asimilación de la religión cristiana por parte del  pueblo, convirtiendo en fiestas religiosas las ya instauradas desde el paganismo. Eso mismo lo vuelve a hacer al incorporar, como propias, determinadas manifestaciones del mundo precolombino, convirtiendo a la población a la fe católica con mayor facilidad.  

Pero, volviendo al tema, ¿por qué se gastan bromas y engaña a la gente en este día de los Santos Inocentes? Parece ser que, ese engaño, se fundamenta en la habilidad que determinados padres tuvieron para engatusar a los soldados de Herodes y poder salvar a sus hijos de la muerte. De ahí el engaño al inocente, que, en este caso, no era el niño, sino el soldado que iba a matarle.

Por tanto, hoy, día de los Santos Inocentes, debería ser el día de la risa, de la inocentada, del fácil engaño, de la inocencia que todo se lo cree. Vale la pena, pues tras un año serio, de trabajo y formalidad, un día de relajación y cachondeo es reparador. Pero en este país las cosas ocurren al revés, el engaño es lo habitual y hoy debería ser un día de repaso a esas inocentadas y falsedades que nos han ido colocando a lo largo del año, sobre todo desde el mundo de la política y las finanzas con sus medios de comunicación.

A mí, la expresión “Los santos inocentes”, puede que por deformación de lector, me recuerda a la novela de Miguel Delibes, llevada a la pantalla por Mario Camus, donde en un entorno rural de la Extremadura profunda, una familia sencilla vive sometida a la tiranía del señorito, que, con sus escasos medios, mantiene valores propios del sufrido pueblo, que cultiva el compromiso familiar, la dignidad, el esfuerzo, el trabajo, la ética, la verdad… principios y valores ausentes en el señorito déspota amparado en el poder que le otorga su ideología política, su riqueza y su hipocresía. Deslealtad con sus servidores, bajeza moral, explotación de los inocentes, prepotencia, despotismo y carencia de valores humanos, definen el carácter de esa clase dominante que se permite, al amparo del pasado, seguir sometiendo al pobre, al sumiso, desde su dictado. En esta novela encuentro una de las expresiones más claras y precisas sobre la diferencia de clases, sobre la España estigmatizada por el pasado y sometida al anacronismo del poder establecido. Es la expresión de la filosofía de una clase dominante que persiste, con los cambios de matiz que se quieran, en mantener un status quo de poder e influencia en beneficio propio.

Dicho lo anterior y volviendo a mi propuesta de lo que debería ser esta fecha como análisis del año y sus inocentadas o engaños, podríamos decir que el pueblo español, incluido el catalán por supuesto, ha sido engatusado, engañado y manipulado un año más. Los pueblos, o sea la gente que conforman los pueblos, tendemos a la convivencia, al encuentro y a la amistad, salvo cuando se nos coloniza el pensamiento, se nos idiotiza aprovechándose de la inocencia, de la buena voluntad y la propensión a dar crédito a las cosas que nos dicen nuestros líderes de opinión, o de la candidez enraizada en la bondad innata de la gente sencilla, para confrontarnos, manipularnos y despertar emociones que matan la razón y nos llevan al conflicto que, casi siempre, oculta otra verdad vergonzosa de aquellos que nos manipulan.

Para ocultar la verdad se crea la posverdad, ese término que la RAE ya introduce y define en su diccionario como: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Este año ha sido el año de la posverdad. Se han despertado creencias y emociones para crear una opinión pública de confrontación, de tal forma que absorba la razón y el pensamiento crítico de la gente, dejando fuera del debate la otra gran verdad que no les interesa a los políticos que surja, la verdad de la corrupción, del paro, de la brecha entre ricos y pobres, de instauración definitiva en la crisis, de la pérdida de derechos del ciudadano, de la insolidaridad que practica el propio Estado, de la necesaria defensa de la paz y el entendimiento entre los hombres y mujeres del mundo. Han sembrado la desconfianza entre la gente, el desencuentro que lleva al distanciamiento, a la fractura social y la segregación, manipulando las mentes y su pensar hasta convertir al ciudadano en hooligans del partido en lugar de un sujeto crítico, racional y pacífico que tiende a compartir la verdad para progresar solidariamente.

Por tanto, insisto, en este año de la posverdad, nos han vendido lo impresentable como verdad absoluta, dejando en la cuneta a la otra gran verdad, la verdad verdadera; se nos ha hecho creer:
  1. Que la crisis se ha superado, cuando nos hemos instalado en ella definitivamente.
  2. Que la economía remonta, cuando los que remontan son los ricos.
  3. Que la corrupción se ataja, cuando cada día se ve más claramente que persiste y se desarrolla.
  4. Que hay independencia poderes, cuando el gobierno pasa del parlamento y sigue intentando tutelar a la justicia.
  5. Que la democracia real existe, cuando se sigue manipulando al pueblo y no se respeta la diversidad y opinión ajena.
  6. Que España es un país fascista, como discurso del independentismo que cataloga de tal guisa a quien no apoya sus ideas de democracia.
  7. Que la democracia son las urnas, cuando las urnas son solo un instrumento para implementar la democracia establecida por la ley.
  8. Que España nos roba, obviando la solidaridad interterritorial y las balanzas fiscales y comerciales.
  9. Que la independencia tendría reconocimiento y apoyo internacional continuando en la UE sin más.
  10. Que las empresas no se irían de Cataluña.
  11. Que la decisión de la DUI es democrática, cuando más del 50% de los catalanes la rechazan, mientras el rodillo de los diputados de la ley d’hont se pasaba por el forro, de forma unilateral, las  leyes fundamentales que eran el soporte y razón de la existencia del propio Parlament.
  12. La otra posverdad es el propio referéndum del 1-O, una expresión importantísima de la voluntad de parte del pueblo catalán que no debe caer en saco roto, pues se confirma en las elecciones del 21-D, pero que no tiene validez democrática alguna, ya que no responde a un proceso homologable democráticamente, al no haber participado el conjunto de la ciudadanía catalana, dado que la mayoría no se sintió llamado e implicado en el mismo, como también se ha visto el 21-D. Ampararse en ese pseudoreferendum, convocado, gestionado y evaluado por una de las partes, para cambiar leyes sin consenso, para desconectarse de las leyes del Estado y proclamar la DUI, es un atraco democrático, digan lo que quieran sus defensores.
No deja uno de pensar que los pueblos siguen siendo arrastrados a la lucha de intereses de los que ejercen el poder, a través de esa habilidad que caracteriza al influyente líder, para hacerles ver una priorización de intenciones no siempre sometidas al interés general de los pueblos y de la gente, sino de los propios partidos o grupos de poder. Las fronteras se crearon para eso, para delimitar el cortijo del poder, para sensibilizar al pueblo en defensa de un nacionalismo que les hace diferentes y que, llevado al extremo, dificulta la convivencia con otros pueblos. Si usted quiere cambie cortijo por patria, pues esa patria que venden al pueblo, los poderosos la consideran su cortijo.

Resumiendo, este año ha sido el año de la falacia manipulativa, de la posverdad, de los engaños e inocentadas sostenidos en el tiempo, de la burla distractora para desviar nuestra mirada de lo importante, centrándonos en un conflicto potenciado a conciencia en lugar de la crisis económica y convivencial. Situación que, llegados  a este punto, es de difícil solución si siguen en sus puesto los que la han creado y alimentado; su pundonor, orgullo y la amplia dosis de soberbia que caracteriza a los políticos son hándicap difícilmente superables para entenderse.

Solo queda la esperanza de que el pueblo llano, el que debe decidir sobre quien los representan, tengan la clarividencia para distinguir la verdad de la posverdad, el interés general del interés partidista, el desarrollo humanista de la ciudadanía que facilite la convivencia desde el respeto a las diferencias… de lo contrario la inocentada, el engaño, se mantendrá en el tiempo y nosotros seremos nuevamente “Los santos inocentes”.

Y tú, Milana bonita, arranca el vuelo para ver desde las alturas esa verdad que te niegan, esa visión que te permita valorar lo que no ves, para descubrir la verdad entre esas posverdades que te venden al amparo de tus emociones patrias, de tus credos e ideales, obnubilando tu pensamiento y velando tu criterio hasta entrar en confrontación con la gente de tu propio pueblo, que conforma la humanidad simple y llana...




viernes, 1 de diciembre de 2017

La vieja foto y mi recuerdo


Año 1954. Aldea de los Pérez
Hoy ha caído en mis manos esta vieja foto de mi infancia. Ha sido la llave o el resorte que me ha trasladado al pasado, como una nave del tiempo. Tal vez tenía, entonces, tres años, y posaba junto a la mayoría de niños de la aldea donde vivía. Eran los escalones de la ermita, justo al lado de la escuela, lo que nos sirvió de grada para posar en la foto.

Es curioso cómo estas imágenes generan sentires y sensaciones que parecen olvidadas, cómo fluyen los olores, la brisa y el aire que acariciaba la cara, el olor de la tierra y su contacto, el canto de los pájaros, la sombra del granado y el sabor de su fruta madura, la higuera por la que trepábamos para hurtarle el fruto, o el olivo con su grueso tronco y el ramaje que acogía los nidos de las tórtolas, a las que desahuciábamos arrebatándoles su casa como desalmado banco acreedor, los huevos o los polluelos para criarlos en cautividad, desde la maligna inocencia infantil (aunque suene a oxímoron eso de inocencia y maligna).

Las travesuras infantiles, los juegos peligrosos impensables hoy, las pueriles luchas y combates de guerreros imaginarios, el gélido colegio en el invierno, la monotonía de la maestra repitiendo sus enseñanzas a ritmo de canciones, la casa carente de agua corriente, de servicios y de luz eléctrica; el alimento pobre, aunque suficiente, sin grandes manjares, pan y aceite, fruta del tiempo, garbanzos, lentejas a expurgar, alubias y potajes, por lo general, viudos de carne… tomate conservado en la botella con el arte y la habilidad que mostraba la madre para garantizar alimento en el invierno… la vieja chimenea donde chisporroteaba la húmeda leña soltando su nube de vaho, que impregnaba el ambiente, mientras las morcillas colgadas se iban, poco a poco, ahumando, resecando para mantenerse sanas y comestibles.  

El recuerdo del patio trasero, su muladar, la porqueriza y la cuadra, el gallinero y las conejeras, que dejaba patente una fuente más de suministro alimentario; eran las piezas claves del reciclaje, los animales que convertían los desperdicios en nuevo alimento a través de los huevos o el sacrificio de su propia carne, mientras el resto de orgánicos acababan en el muladar convertidos en abono natural para los campos.

Y cómo no, escasa ropa, cargada de remiendos que alargaban su vida hasta límites insospechados, sandalias de verano que pasaban el otoño con buen uso y solo era el mal tiempo la causa de su desecho para cambiarlas por calzados más acorde a los fríos inmisericordes del invierno, trajecito o ropa limpia de domingo para ir a misa. Paciencia maternal peinando lentamente nuestro pelo para erradicar los piojos y las liendres que ibas cosechando en el colegio. Vida pobre de recursos, pero plena de cariño; dura en su expresión, pero fortalecedora en el espíritu; maestra en la calle para curtirte en el combate, para conformar los grupo, identificar los roles y papeles de líderes y gregarios; una forma de socializarse desde las diferencias de clase que reinaban en aquel tiempo.

Pero sobre todo, me viene a la memoria, el contacto con la tierra. Cómo se hundía el pie dejando huella, su olor según el tiempo, seca o húmeda, polvorienta o embarrada, terrones que se deshacían con la pisada o charcos que invitaban a chapotear en ellos… y a la vista el olivar, ese inmenso ejército alineado marcialmente que parecía subir por la ladera para morir en la batalla del horizonte, con sus camadas cubiertas por la hierba que iniciaba la cadena alimenticia con los insectos, dando alimento a los pájaros que pululaban en bandadas.

Recuerdos de las trampas con sus danzarinas alúas que atraían a los pájaros quedando atrapados para engrosar nuestra mesa. Las hazañas y aventuras infantiles haciendo de cazadores furtivos de perdices, a las que cansábamos corriendo tras ellas para, desde el agotamiento, rendirlas hasta cogerlas con las manos como el que coge una gallina del corral. El espectáculo de los buitres leonados carroñeros, comiendo los cadáveres de los cerdos afectados por la peste porcina, mientras esperábamos que llenaran su estómago para acometer contra ellos y ver cómo les costaba levantar el vuelo ahítos de carne… o el singular espectáculo de la nevada de 1954 con las calles y campos blancos en una tierra siempre ausente, aunque anhelante, de nieve.

Y cómo olvidar la búsqueda por los campos de hierba para alimentar a los conejos, de ramas y raíces para el fuego, de brezo para hacer escobas rama, de nidos para hurtar los huevos de las aves, o de espárragos para completar la exigua dieta alimentaria de la familia. El campo era para el niño un extenso mundo a explorar que ofrecía la aventura de su tránsito, el descubrimiento de su orografía, de su flora y de su fauna silvestre, de los mares del trigal, del olivar inhiesto y ordenado, de las huertas y del río, del frutal y de las plantas que cultiva el hortelano… o de ese mundo mágico cargado de vida donde sorprende una serpiente que impresiona con su reptar sigiloso, el conejo que te salta en el camino, la perdiz que levante torpemente el vuelo, el zorro vigilante para batirse en retirada a la menor señal de amenaza, o el vuelo majestuoso de las aves rapaces explorando, con su vista penetrante, los campos en busca de la presa… albercas para el riego cubiertas por su verde manto de cama de rana donde escuchabas el concierto de múltiples croares, senderos abrigados de follaje y de zarzales y canales de agua fresca que marchaba en pendiente buscando las eras de las huertas para darle savia a la hortaliza. Una universidad de la naturaleza donde se cursaban los estudios de la vida, comprendiendo los principios y fundamentos que alimentan la existencia.


Hoy, cuando se ven las viejas fotos, afloran los recuerdos que nos fueron forjando para ser lo que ahora somos, porque somos lo que somos debido a lo que fuimos. Tal vez en el mañana serán de otra manera, no fraguados en connivencia con la naturaleza, sin haber sentido el contacto con la esencia de los campos, sin experiencia y compresión de los ciclos de vida que van marcando las estaciones: el nacer y florecer en primavera, maduración y recogida del fruto en el verano, languidecer en el otoño con las ramas desvestidas de sus hojas e hibernación en el invierno para dejar la semilla que siembre la esperanza de otro ciclo venidero… las fases de la vida se repiten tenazmente, mientras la mano del hombre no lo trueque y lo acabe destrozando todo. Mas eso solo podrá evitarse si el ser humano ama a la madre naturaleza, si se educa en ese amor y respeto comprendiendo que forma parte de un todo sostenido que, al romperse, solo puede conducir al caos y a la muerte.


Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...