Se
acabó el cole de los nietos. Ahora toca ejercer de niñera o de canguro, esa actividad
que no sé muy bien por qué se relaciona con el marsupial australiano; será por
lo de cuidar de los pequeños como si los guardáramos en la bolsa mientras no
están sus padres. No obstante, hemos de diferenciar el canguro de la niñera; en
el primer caso son personas que se desplazan a domicilio para cuidar a los
hijos por horas, en ausencia de los padres, mientras la niñera es algo más
complejo, pues tiene una actividad más prolongada y suele hacerlo cuando los
padres trabajan, por lo que los lleva al cole, les prepara la comida y todo
aquello que le puedan encargar los progenitores.
En
el caso de los abuelos, lo más normal, es que sean los niños los que se
desplacen a casa de ellos, se queden a dormir, a comer y convivan formando una
familia intergeneracional diferente, pero que suele tener un doble
enriquecimiento: los niños experimentan la convivencia con personas mayores,
sus abuelos, con los que, por lo general, se sienten atraídos y a los que
consideran, muchas veces, un cúmulo de experiencias en mil batallas de la vida,
lo que le abre una ventana a otra dimensión que, para ellos, se pierde en los
tiempos pasados. Los abuelos, curtidos en el arte de educar a sus propios
hijos, o sea a los padres de los nietos, presentan facetas muy interesantes
para el crío dado que tienen otra forma de ver la vida, desde el sosiego y la
madurez que fueron adquiriendo con el tiempo; todo ello, claro está,
considerando la diferente personalidad de cada cual y singularidad de cada
caso, pues hay abuelos que nada más pensar en que vienen los nietos a
colonizar la casa, se ponen nerviosos y se cargan de angustia, posiblemente,
por verse sobrepasados ante la demanda de los críos y la incapacidad para la
resolución de los conflictos, así como la inseguridad que le pueda generar el proceso
para afrontar la situación y sus demandas.
En
estos casos es muy importante que los padres y abuelos sean capaces de
coordinar su acción, no descalificarse y comentar los hechos, más o menos conflictivos, que puedan presentarse
para estar al tanto de los mismos y saber actuar complementándose y evitando la
manipulación por parte de los niños: “Los abuelos me han dicho que...” “Mis
padres sí me dejan hacer esto…”etc. Si tienes algún proyecto para los días que
los nietos vayan a estar contigo procura comentarlo con los padres y ver su
opinión al respecto. En todo caso, escucha la opinión y los deseos de tus hijos
para orientarte sobre cómo actuar con los suyos, pero dejando claramente
manifiesto que tú eres el abuelo y te vas a permitir ciertas licencias que no
se pueden permitir ellos. Ser abuelo no es ser padre represor, ni angustiarse
en exceso con según qué casos, o estar a la altura de los padres en los
conocimientos. Ser abuelo es dar cariño desde la madurez y la experiencia,
desde la sensatez y la maestría que da la escuela de la vida. Ser abuelo,
muchas veces, es ejercer de cuentacuentos, dar en cada caso el mensaje que le
sirva a tus nietos para ir consolidando sus principios racionalmente humanos,
sin meterse mucho en los asuntos del credo si no hay consonancia con los padres
en asuntos religiosos. Ser abuelo es explicar desde el sosiego las cosas de la
vida, la experiencia que irán viviendo ellos conforma vayan creciendo y
enfrentándose a mil descubrimientos. Ser abuelo es ayudarles a gestionar sus
emociones y sentimientos. Siempre, como digo, contando con la sintonía de los
padres.
Para
el niño, vivir unos días en casa de los abuelos es una aventura que rompe la
monotonía del día a día. Se duerme a otras horas, se come distinto, se hacen
otras cosas y se trata con gente diferente… vecinos y amistades de la abuela/o,
lugares nuevos y actividades diversas. Por otro lado, el asunto tiene un doble
plus: Al entrar en otra dinámica se ha de negociar para ocupar el tiempo,
cuánto se ve la tele o se usa la table, o se juega con la consola; también poder
ir al mercado con ellos, qué tiempo se dedica a actividades formativas, cuánto
a lo lúdico como ir al cine, salir al parque, visitar museos, parques
infantiles… y dejarse llevar por el consejo del abuelo para ver cosas que se
desconocen según donde se viva. Luego, en función del carácter de los abuelos,
habrá mayor ajuste, con un grado de seducción distinto según la capacidad
comunicativa y persuasiva de los mayores y de la expectación y disposición a
entrar en ese juego que tengan los nietos.
Si
son dos, tendremos un plus añadido. Es muy frecuente el encontronazo entre ellos,
las disputas y los celos. Eso quiere decir que hemos de ir con tacto para no
establecer diferencias significativas, comparaciones odiosas entre ambos, o poner
como ejemplo a uno de ellos para el otro. Y cuando se da el conflicto viene el
problema y la necesidad de afrontarlo. Lo inteligente, bajo mi modesto punto de
vista, es aprovechar esa situación para ir orientándolos en la busca de
soluciones, en el establecimiento de pactos, en la compresión de los argumentos
del otro enseñándoles a empatizar, en eliminar los miedos a sentirse rechazado
por su conducta, desmitificar la competitividad con los demás, etc. O sea,
procurar que vayan comprendiendo y racionalizando las relaciones humanas desde
la natural experiencia infantil en función de la edad. Yo siempre antepongo la
competitividad intrasujeto a la intersujeto, es decir, comparar la evolución de
uno mismo con los estadios anteriores, según las propias capacidades, dejando
la comparación con otros niños mediatizada por las diferentes facultades de
cada cual. Cada uno tiene sus potencialidades y debe desarrollarlas,
estableciendo expectativas que sean alcanzables.
Ahondando
algo más, yo opino que lo primero que ha de quedar claro es que los abuelos son
la máxima autoridad en su casa y que, desde esa posición, solo pretenden establecer
un buen ambiente en el hogar para gozar de la felicidad que supone el contacto
entre abuelos y nietos. Con la experiencia que nos dio la vida y nuestros
conocimientos, ante cualquier conflicto entre ellos, escucharemos a ambos y analizaremos lo
ocurrido en base a las dos visiones para hacerles ver dónde está la razón
objetivamente, si bien cada cual pueda tener la suya para obrar de esa manera,
y ambas pueden ser válidas y dignas de consideración.
Yo
uso a veces el juego de roles o intercambio de rol, haciendo que cada cual se
ponga en el lugar del otro para desarrollar la empatía y hacer ver el problema
desde la otra perspectiva. Suele dar resultado si se consigue que entren en el
juego y se razona a partir de ello, sin humillar a ninguno. Luego vendrá el
análisis de lo ocurrido en el juego o en la realidad, según nos convenga
hacerlo, pero siempre con la participación activa de ellos. Primero dejaremos
claro las reglas del debate, no vayamos a convertirlo en los de tertulianos de
la tele, que son peores que los niños. El respeto al uso de la palabra y la
libre expresión, la sosegada réplica, el intento de comprender lo que dice el
otro, etc. los abuelos, actuando como moderadores, reconducen la situación
desde la inteligente imparcialidad procurando no queden ninguno humillado, sino
que cada uno sea capaz de aceptar y desarrollar su propia autocrítica. Nosotros
somos los adultos y ellos los niños, no actuemos movidos por las emociones
infantiles propias, sino por la sensatez de la persona madura que sabe
deslindar las emociones de las razones.
Pongo
un caso: Supongamos que los nietos, un niño de 10 años y una niña de 8, suelen
jugar juntos y bien, pero de cuando en cuando salta la chispa y se chinchan el
uno al otro. Están jugando, bajo un acuerdo con los abuelos, hasta las 11 de la
noche en que se acostarán. En un momento dado surge el conflicto y se gritan,
se acusan de pegarse y chincharse el uno al otro y justifican su conducta ante
el abuelo cada cual con su parcial versión. Querían jugar, pero saltó la chispa
y ahora se creó la tensión entre ambos. Tras escuchar las dos versiones y mostrar
algunas dudas sobre ambas, puesto que no coinciden y se supone que cada cual
arrimó el ascua a su sardina, el abuelo decide que si no son capaces de jugar
en paz y amigablemente, deberá darse por finalizado el acuerdo e irse cada uno
a su habitación a dormir, pero que, si ellos llegan a un pacto para seguir
jugando en paz y sin que se vuelva a escuchar el más mínimo reproche, se vuelve
a considerar el acuerdo y se quedan hasta la 11 horas. Para ello les ofrece 5
minutos en que podrán hablar entre ellos, llegar a un arreglo y hacer un pacto.
Se van a la habitación y a los dos minutos vienen con el pacto hecho; se han
envainado su orgullo porque las expectativas de jugar hasta la hora acordada es
más atractiva que irse a la cama cabreados, y son conscientes de que el motivo
de disputa es una nimiedad.
Luego,
o en otro momento, si te apetece, hablas con ellos de la dinámica de los pactos
y acuerdos entre las personas para evitar y resolver los conflictos, pero
haciendo que ellos participen. Por ejemplo, para hablar de pacto, yo introduzco
el juego de diferenciar los significados de las palabras: pacto, pasto y pasta,
lo que facilita su entrada en el mismo, pues ellos saben bien lo que es la
pasta y se orientan en el significado de pasto, lo que les permite cierta
solvencia gratificante en el inicio de la tertulia. Tienen claro lo que
significa la pasta y, en un acto de autoafirmación estimulante, lo expresan en
una especie de tormenta de ideas (dinero, pasta de dientes, pasta de comer) y
aprovecho para explicar, en este caso, el concepto de polisemia en las
palabras. Pasto lo asocian a pastor y acaban asumiendo que es hierba que come
el ganado en el campo, que puede ser pastoreado. Lo de pacto será más difícil
de entender, pero dado que ya tienen una actitud curiosa por saberlo, puesto que
ellos han demostrado que sabían las otras palabras, se quedan con la idea de
que es el acuerdo entre dos o más personas que obliga a ambas a cumplir una
serie de condiciones en beneficio mutuo… Entonces, habremos ganado la batalla.
Hay
otro asunto que, bajo mi opinión, es digno de reflexión. Se trata de las
transgresiones, es decir actuar en contra de una ley, norma, pacto o costumbre.
La transgresión es un reto y, a veces es necesario ejercerla, sobre todo cuando
esa norma no es lógica. El niño, dentro de su razonamiento, entiende que
determinadas normas o conductas no lo son, por lo que tiende a quebrantarlas aun
sabiendo que ello le costará un rapapolvo. La transgresión conlleva cierta
dosis de poder, de reafirmación de uno mismo en una sociedad que entendemos
injusta. Por otro lado, es necesario practicarla para crecer, para desarrollar
el ego, como forma de reafirmación personal. La sumisión absoluta lleva a la
renuncia a la libertad y a la propia singularidad, por lo que el sujeto no se
mueve bajo su voluntad sino bajo la voluntad de los que dictan las normas. En
este sentido, el niño transgresor explora, con sus actos, el posible nivel de libertad
del que puede gozar sin entrar en conflictos insoportables con la sociedad,
estableciendo un contrato tácito, que se va escribiendo en el día a día bajo
las experiencias, con el ensayo error, y que enmarque la relación a caballo de
la concordia y el conflicto.
Lo
importante, bajo mi punto de vista, es permitir determinadas transgresiones de
menor nivel como experiencias necesarias para el propio desarrollo, según la edad,
reconduciendo la situación desde el respeto a la singularidad y el carácter del
niño, dejando en evidencia cuales son las transgresiones absolutamente prohibidas
por ser atentados a la libertad de los demás y a los principios inherentes al
ser humano y cual el precio que se ha de pagar por ellas, en mayor o menor
medida. Es decir, usar las pequeñas transgresiones para reafirmarlos en su autoestima,
dejando claro dónde están los límites. La transgresión, por tanto, puede ser
una válvula de escape, que si se obstruye con la represión irracional llevará a
la explosión de la olla y la pérdida del cocido; o lo que es lo mismo, que el
niño acabe en manos de otros sujetos líderes, por rechazo a sus padres y pérdida
de la ascendencia de estos sobre ellos.
Si
todo esto se enmarca en un ambiente de cariño, confianza, sinceridad y
disposición para aprender y, además, participando cada niño de forma efectiva y
afectiva, bajo el paraguas protector y ecuánime del abuelo, el crio se quedará
con la idea de haber contribuido como una persona mayor a ese proceso de
aprendizaje solapado que el abuelo o la abuela, ha puesto hábilmente en marcha.
La fijación de las conclusiones se consolida mejor así, bajo mi modesta opinión
y mi experiencia personal. Así que: SUERTE, ABUELOS, EN ESTA TESITURA, pues las
cosas no son tan fáciles como puedan aparecer en este discurso y los nietos ya
llaman a la puerta, si no están dentro de casa…
5 comentarios:
Me alegro veros, abuelos y nietos. ¿La foto es de ahora?. Qué bien estáis todos, abuelos y niños. Niños guapos, y,qué puñeta, los abuelos también.
Me ha interesado tu escrito para tenerlo en cuenta para cuando me toque.
Ahora que mi nieto tiene dos años, solo podemos darle cariño, y juego. Yo juego mucho con él,me echo al suelo, me pongo a su altura. Qué gozada. No quiero exagerar con las fotos, para vivir el momento. Alguna enseñanza que otra, como los números o los colores, pero a su ritmo.
Él marca el ritmo, yo le sigo. Quiero que lo pase bien. Como le gustan los cuentos, ver animales, le muestro y le digo los nombres. Espero que lea de mayor, pero como dice Borges, no hay que obligarles a esa forma de felicidad.
Al final, he terminado hablando del mío. Es que nos vuelven locos. Nos enamoran.
De verdad que me ha gustado mucha esta foto.
Un abrazo para tí, un beso a Loli, y abrazos a los padres y nietos.
Ya empiezas a establecer la dinámica de relación con tu nieto. Eso es bueno porque vas sembrando cariño y forma de relación para el mañana.
Un abrazo y disfrútalo ahora y siempre
¡Qué disfruten los nietos! ser abuelos, de colega a colegas, es magnífico. Me encantó lo de pasta, pasto y pacto. Lo tomo.
Besotes a repartir
¡Super-tierna la foto!
Gracias, Myriam. Lo de pasta, pasto y pacto lo ideé para hacerles participar de forma exitosa en un principio, con las palabras que conocen, hasta llegar a la desconocida y estar en mejor disposición para aceptar el desarrollo de la idea.
Besos
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