Con motivo del Estatuto de Autonomía de Andalucía, el colectivo de obispos de la comunidad andaluza ha emitido un comunicado con opiniones que, aunque legítimas, las considero no acertadas, bajo mi modesta opinión (Diario Sur, 24/1/07). Yo solo tengo este medio para comunicarme con las personas que quieran leerme y a él recurro para emitir también mi legítima opinión y reflexiones, si es acertada o no es cuestión de criterios siempre respetables.
MONSEÑOR, DEJE QUE ME SALVE YO.
Apreciado Monseñor:
(Léase también Rabino, Imam, Pastor o cualquier dirigente religioso)
Quiero agradecerle su intención de erradicar de este mundo todo aquello que represente tentación para mi alma. Soy consciente de que existen a mi alrededor cantidad de pruebas que el Señor ha puesto para que yo me dignifique ante Él, para que pueda vencer las tentaciones por mí mismo y crezca en mis virtudes con ello. Cada superación de la tentación es el nutriente que hace crecer a mi alma, que me dignifica y enaltece preparándome para entrar en el Reino de los Cielos. Pero si usted se empeña en apartar de mí las tentaciones, en eliminar aquellas circunstancias que, bajo su parecer, pueden perderme, nunca conseguiré elaborar un espíritu sublime que merezca tal consideración. Supongo que, desde un punto de vista egoísta, usted pretende salvarse a sí mismo a través de mi pobre salvación, a mi costa, dejándome pequeño y borderline al no permitirme que crezca. No sea egoísta, no pretenda llegar al cielo siendo el gran valedor de esas pobres almas de los que no tienen capacidad de discernimiento. Ayúdeme a ser grande, a poder discernir por mí mismo, a tener solvencia crítica aunque su propio prestigio caiga con ello. Yo quiero llegar al Cielo por haber sido capaz de superar las pruebas que la vida me ha puesto en el camino. Jesucristo se fue al desierto y durante cuarenta días, creo haber leído, se enfrentó a la tentación y la superó. Esa prueba le dignificó más, si cabe, ante los ojos del Padre. Si hubiera sido por usted seguramente habría eliminado y erradicado previamente al elemento tentador.
Yo, por desgracia o por suerte, no tengo su fe. Si tuviera fe tendría la suerte de creer en otra vida de premio por mi sacrificio, o de castigo. Andaría preocupado pensando en las cosas que hago mal y en el castigo que me reportarán, en las que hago bien y en su beneficio. Posiblemente me plantearía una estrategia inversora de cara al futuro y, a ser posible, sería bueno para recibir el premio. Además, tendría la alegría de saber que usted está ahí para perdonarme y salvarme en confesión, para dirigir mis pasos como pastor y yo como oveja, (que, por cierto, no me suena bien), por lo que podría permitirme, incluso, ser malo. Pero, por otro lado, no tendría la autonomía crítica para desarrollarme personalmente si acepto todos los planteamientos de radicalismo religioso que usted defiende. La fe es algo que se siente o no, pero no se impone mediante el miedo, la coacción o la descalificación. En otros tiempos los autos de fe se encargaban de purificar las almas y enseñaban a que atenerse cuando no se compartía y mantenía esa fe. Por suerte hoy no existen. A estas alturas, teniendo en cuenta que la religión y su credo es un acto de fe, cuesta pensar que algunos eruditos de mente abierta no se cuestionen determinados aspectos de la fe en cualquier religión o creencia, que no estén por acercarse a los demás y debatir sobre la esencia del ser humano sin imposiciones previas. Si las religiones se estructuran en torno a la fe y existen variadas orientaciones o “FES”, deberíamos hablar, desde cada religión, para los que creen en esa religión, respetando a los que no creen. Si hablamos para los demás deberemos estar dispuestos a recibir críticas, que no es otra cosa que opiniones encontradas, pero con disposición al entendimiento y renuncia a los errores si se demuestran.
Los valores éticos y morales de nuestra sociedad no tienen que ser forzosamente religiosos, han de ser sociales, que garanticen la convivencia en igualdad de condiciones. La soberanía política y administrativa radica en la gente libre, ellos eligen en quien delegar para legislar de forma universal. Los legisladores dan respuesta a las demandas sociales de forma dinámica, donde la evolución social, a veces vertiginosa, va por delante. Es difícil enmarcar la convivencia en estos momentos, donde el mundo anda revuelto precisamente por los integrismos religiosos, políticos, patrióticos, separatistas, etc. donde el concepto de tolerancia se está perdiendo apoyado en intransigentes personajes que ostentan el poder, o lo pretenden ostentar, en todo el mundo. Por ello, deje que se legisle desde el laicismo. Deje que yo decida cuál es la religión que se aproxima más a Dios. Deje que me guíe por otros principios humanos de convivencia, donde la tolerancia dé cabida a todas las ideas que respetuosamente se manifiesten. Deje que crea o no en ese dios que usted defiende. No creo en ninguno de los dioses que se pregonan desde las distintas religiones y, por ello, no me siento mala persona, sin principios ni valores humanos, éticos y morales. Me siento profundamente humano, abierto a los demás y respetuoso con su cultura; con mis propias contradicciones, pero con un objetivo de superación que dignifique, no solo a mi persona, sino a la sociedad que pertenezco. Puede que tenga cierta tendencia gnóstica cuando miro para mi interior y veo la vida en un sentido integral y pienso que, al igual que he de conservar mi especie, he de conservar su entorno y mantener el equilibrio en el espacio universal que la sustenta y leo, en los principios que surgen de mi interior, las capacidades para adaptarme al colectivo que pertenezco, sintiéndome una pequeña parte del universo, sobre el que intento volcar mi compresión; busco, en pocas palabras, la “Bonhomía”, mi espiritualidad sin su interferencia, mi maduración personal, los valores universales, en el convencimiento de que la suma de los aportes individuales pueden dignificar el mundo.
Al Cesar lo que es del Cesar… No sé si lo recuerda. Desde el punto de vista político las cosas han cambiado mucho en los últimos tiempos. Se ha pasado de súbdito a ciudadano. Súbdito es el sumiso y obediente, que acepta el poder y la soberanía de los dirigentes, que no participa en su elección y le vienen impuestos por la fuerza, la tradición o mecanismos ajenos que no controla, donde se incluye: “por la gracia de Dios”. Ciudadano es, para mí, sinónimo de soberano, que delega dicha soberanía y capacidad de decisión en otras personas mediante el voto prestado en una decisión reversible en el tiempo. El dirigente o representante acumula un peso en función de la cantidad de delegación o confianza que depositan en él, y nosotros aceptamos el juego de la mayoría dentro de una Ley Magna, que nos hemos dado y que podemos modificar en cualquier momento, siguiendo un proceso determinado. Asumimos las decisiones de aquellos a los que hemos habilitado con nuestro voto, pero tenemos la posibilidad de revocar la confianza en las próximas elecciones. Pero los dirigentes religiosos, a los que no elegimos, no nos representan, no deben intentar la imposición de sus principios a toda la ciudadanía. El representante religioso es un referente importantísimo para los creyentes de su religión, donde la sumisión se justifica en la autoridad que este ejerce “por la gracia de Dios”, pero carece de legitimidad para aquellos que no comparten sus creencias.
Por tanto, querido Monseñor y demás, dejen que decida con quien comparto mi sexualidad, si me divorcio o no, si uso o no el preservativo, no me condene, pues usted no tiene autoridad para ello, ya que no se la he dado. Deje que yo decida a riesgo de equivocarme, ya pagaré por ello si no actúo correctamente. Deje que la ley, fruto de un parlamento democrático, decida y oriente mi conducta dentro de los principios de la convivencia social pluricultural. Por último, le pido “su permiso” para que mis hijos, aún en la escuela religiosa, puedan recibir formación sobre la convivencia ciudadana, la historia de las otras religiones y entiendan la diversidad y el diferencial que presenta la sociedad para que, de esta forma, puedan comprender mejor a sus semejantes, sus amigos y vecinos. Si después de ello descubren la fe, “chapeau”, me quitaré el sombrero. De esta forma es como entiendo el futuro de nuestro mundo, de lo contrario estamos condenados al enfrentamiento.
Esperando que me comprenda, reciba un afectuoso saludo.
Fdo: Antonio Porras Cabrera
3 comentarios:
AMEN
:P
Amigo Antonio: cada día estas más sabio... y escribes mejor.
ANA P.
Antonio, me produces una gran envidia, tienes la capacidad de poner en palabras lo que a mi me gustaría decir y me muestro impotente para ello.
Gracias por estructurar mis pensamientos.
Un abrazo.
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