martes, 20 de agosto de 2024

Sobre la ponzoña que nos invade

 


Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en La Opinión de Málaga el 20 AGO 2024 7:00

Hay intoxicadores, entes difamadores, que lanzan su ponzoña por convicción para destruir al contrincante, otros persiguen la exaltación de su ego al amparo de un falso crédito intelectual


Fachada del Congreso de los Diputados, a 19 de septiembre de 2023, en Madrid (España). / Marcos Villaoslada

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Sobre la ponzoña que nos invade

Andamos percibiendo a nuestro alrededor, incluso en el propio Parlamento que debería ser lugar de debate constructivo, un torbellino en espiral de irracionalidad e irresponsabilidad, donde priman intereses espurios, partidistas y alejados de los verdaderas inquietudes que ocupan, a mi entender, las mentes y preocupaciones de la ciudadanía. Me repugna la política torticera, el filibusterismo y la toxicidad que aflora por doquier, la falta de respeto al pensamiento ajeno, o la manipulación de los principios y valores democráticos en beneficio del interés partidista. La dignidad es un valor a la baja, mientras la vanidosa arrogancia parece que va al alza… Esto no afecta solo al político y algunos otros funcionarios del Estado, sino a la ciudadanía que ejerce de hooligan irracional, militando en las RRSS con el insulto y la descalificación.

Esas actitudes y expresiones tóxicas han encontrado en las citadas redes el mayor campo de cultivo y han volcado en ellas la vehemencia del propio parlamento, utilizándolas el usuario como una irracional correa de trasmisión en muchos casos. Las redes son peligrosas como elemento difusor si uno no se para a meditar sobre el mensaje que nos transmiten, para discernir sobre el valor real del mismo, su veracidad y la intencionalidad que persigue el autor con esa difusión.

Con mi generación, allá por los años 70, se trajo la democracia en una lucha desigual con un régimen dictatorial que se resistía a desaparecer. Hoy, los artífices de aquella contienda que dio su fruto, hemos de volver a reivindicar aquel proceso para defender lo conseguido desde el consenso y el aislamiento de los elementos tóxicos a los que aludo, de lo contrario nuestra lucha resultará estéril para las generaciones venideras, pues se está dando mayor protagonismo a lo divergente que a lo convergente

Hay intoxicadores, entes difamadores, que lanzan su ponzoña por propia convicción para destruir al contrincante, otros persiguen la exaltación de su ego al amparo de un falso crédito intelectual que ellos se otorgan; los habrá también que, anclados a su pensamiento totalitario, pretendan aniquilar los derechos constitucionales para hacer prevalecer un liderato absolutista y paternalista que dé sentido a una pueril inmadurez y otros muchos casos y justificaciones, como desacreditar y desmontar el sistema… La visceralidad, la prepotencia, el desprecio al diferente, el rechazo a otros pensamientos que no son los propios, dejan en muy mal lugar al peleón que pretenden matar a la razón con exabruptos y gritos, con descalificaciones e insultos desde la ególatra petulancia, cuando no pedantería.

Lo malo es que la escuela del debate que se va imponiendo es la que emana de la ‘Salsa rosa’ televisiva y del mundo de la tertulia partidista, donde la intolerancia, el integrismo dogmático, la confrontación y vulgaridad ‘infraverdulera’, en muchos casos, suple a los argumentos para nublar la razón a través de la irracional emoción, llegando al propio hemiciclo parlamentario o saliendo de allí para influenciar la calle. El objetivo de este debate no es crecer personalmente con él, sino convencer al otro de lo que uno piensa, sin considerar el pensamiento ajeno, haciendo oídos sordos al contertulio divergente, dado que nosotros estamos en posesión de la verdad, cosa bastante habitual en las sociedades de credos monoteístas con su componente mesiánico.

Cualquier debate productivo pasa por saber escuchar lo que el otro dice para sacar de ello lo mejor, si hay algo aprovechable que nos enriquezca, y viceversa. Estamos pues invertidos en esto del debate; o sea, nuestro objetivo no es aprender de los demás sino enseñarlos a pensar como uno piensa… y eso no es un debate productivo para nosotros mismos, pues no nos enriquece, salvo el enaltecimiento de nuestro exclusivo ego, mediante un intento de imponer el propio pensamiento colonizando la mente ajena, adoctrinándola, como si ello confirmara nuestra superioridad intelectual a través de la supuesta solidez de nuestros argumentos, en muchos casos enquistados en su dislate.

En alguna ocasión dije que cuando la política pierde el sentido común, ha de imponerlo la ciudadanía; pero en un alarde de manipulación, la política está arrastrando a la ciudadanía al sinsentido, a la irresponsabilidad, a la irracionalidad que conduce por senderos inescrutables a un abismo de confrontación, a un tobogán que nos lleva a las desgracias vividas a lo largo de nuestra historia. Nos falta empatía, humanismo, amor y una actitud comprensiva hacia los demás y su libertad de pensamiento.

Tal vez sería bueno que, antes de decir algo, pensáramos de verdad en lo que se dice, las razones que lo sustentan y las consecuencias e influencia en el entendimiento entre la gente. Sembrar lo negativo y no cultivar lo positivo solo lleva al caos. Pero en esta línea es de puro derecho respetar el pensamiento ajeno como definitorio de la personalidad del que lo emite, que queda retratado por el mismo dándote una precisa información sobre con quién andas, lo que te permite otorgarle algún crédito o ninguno, pero sí conocer cómo piensa. Nuestro pensamiento nos dignifica y humaniza o nos denigra.

Concluyo con una frase de José Saramago, premio Nobel de Literatura de 1998, que cito en la presentación de mi libro ‘Reflejos de pensamiento político’, publicado en Amazon en 2021, y que dice: «He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro»... yo añado que solo pretendo exponer mi propio pensamiento en el uso del derecho a expresarse de todo ser humano, si a alguien le sirve ahí lo tiene y si no le sirve no pasa nada; pero creo que, como seres pensantes que somos, tenemos no solo el derecho, sino la obligación de compartir nuestras ideas desde el respeto a la diversidad para conseguir fraguar un mundo mejor.

Por último, me ha llenado de inquietud y desasosiego la intelectualmente pobre entrevista entre Trump y el magnate Elon Musk, donde dos individuos de principios cuestionables nos vaticinan un futuro inquietante. Todo está en peligro en favor de una distopía que cada vez parece más posible. Las mentes privilegiadas del mundo intelectual deben reaccionar, tomar la antorcha y alumbrar la senda, si aún no caminan por el mundo de la venalidad.




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