miércoles, 9 de diciembre de 2009

El virus invasor

Llevo unos días de baja producción. Si bien mi mente sigue rulando a su ritmo típico y habitual, mi estado de salud no ha permitido plasmar en escritos las elucubraciones propias de mi pensamiento. He visitado los blog de mis amigos y amigas blogueros con menor asiduidad y no siempre dejando comentarios.

Todo es debido a un virus malévolo que, sin el consiguiente permiso, se introdujo en mi organismo de forma furtiva. Sin ser el péfido h1 n1 de la gripe A, quiso competir con él en virulencia, estragos y desajustes. Al parecer usó la técnica del camuflaje y, apoyándose en los nutrientes, no sabemos si sólidos, líquidos o gaseosos, pasó al tracto digestivo con el ánimo de alimentarse y reproducirse; vamos, para él, un lícito proceso de reproducción. Sospechamos que fue por una gatera que no controlaba el cuerpo de guardia y, una vez dentro, se dedicó a alterar mis nutrientes en beneficio propio. Alarmado mi sistema inmunológico entró en litigio e intentó, con los medios a su alcance, deshacerse de ellos. Dado que no habían pasado al torrente circulatorio con la intensidad requerida, pero siendo detectados como antígenos perniciosos, el sistema defensivo recurrió a un procedimiento meramente mecánico para realizar la expulsión del enemigo invasor. Lo acorraló a lo largo del tracto digestivo, bloqueó el acceso al flujo sanguineo y, mediante movimientos coordinados de las vías digestivas, los fue arrojando al exterior, por las salidas extremas del trazado, de forma persistente, espasmódica y violenta.

Fue un duro proceso donde la víctima, como mal menor, fui yo. La lucha que se fraguaba en mi interior se manifestaba en todo mi organismo. El éxito de la operación consistía en echar del sagrado templo de mi psique al invasor saprofito. Este se aferraba al terreno conquistado y solo era factible su expulsión en compañía de sus espacios colonizados. Era imprescindible eliminar todo vestigio orgánico libre, en el aparato digestivo, que hubieran formado los nutrientes deglutidos en las últimas horas. El pertinaz proceso duró casi toda la noche, con sus consabidas repercusiones en el entorno familiar. Lo grave era la inoperancia de mis glándulas suprarenales para compensar las pérdidas de cortisol y el consiguiente agotamiento, rayante en la sensación de muerte inminente. Nada aconsejable de experimentar de forma voluntaria.

Al final de la epopeya, exhausto y agotado, conseguimos vencer al invasor, por lo que fue imprescindible el reposo del guerrero para reponerse del esfuerzo realizado. El cuidado sumo de los elementos a deglutir y digerir y el estudio observacional de su tolerancia, pasó a ser la principal preocupación, con el ánimo de no darle otra oportunidad el perverso y malévolo virus saprofito. Ahora andamos en el reajuste hormonal, recomponiendo y reorganizando las interacciones fisiológicas para el normal desenvolvimiento de la función vital del organismo.

El entorno de mi casa del pueblo, con su bodeguilla y patio andaluz, puede ser un excelente marco para la recuperación total y la vuelta a mi actividad anterior, que hoy inicio con esta entrada, concluyendo que racionalizar estos hechos puede ser un buen ejercicio para comprender y asimilar los avatares que la vida nos presenta sin opción a elección. Amo la vida que, en singular combate, con esfuerzo denodado, ha permitido esta épica confrontación con resultado exitoso.

¡Los dioses os libren de semejante combate! Pero si no fuera posible, tomadlo con humor, pues la sonrisa mitiga el dolor y ayuda a superar las secuelas de la batalla.

10 comentarios:

Felipe Medina dijo...

Me alegro que hayas ganado tan singular combate.
El relajo debe ser total en esa maravillosa bodeguilla.

Un abrazo

Ciberculturalia dijo...

Te echaba de menos querido Antonio. Cuídate aunque parece ser que la batalla ya la has vencido. Tu bodeguilla pinta genial para esos menesteres.
Un beso

Abuela Ciber dijo...

Al venc edor SALUD!!!!
y días mejores !!!!!

Saludos

Myriam dijo...

Una verdadera epopeya, amigo. Me alegro de que estés mejor.

Besos y Felices Fiestas con vino tinto de tu bodeguilla.

Peter Pantoja Santiago dijo...

¡Mucha Salud Antonio!

Que continues adelante y mute el virus, en estas fechas somos más propensos a ellos por el cambio climatico de estación, ayer por precaución y permiso de mi Cardiólogo, me suministre en mi trabajola Vacuna del A H1N1, asi que sean los virus conceptuados Non Gratos en estas fechas de fiestas!!

Un abrazo de pronto restablecimiento.

Peter

Antonio dijo...

Gracias amigos. Ya estoy de nuevo con vosotros y, además de largaros mis rollos filosófico-reflexivos, os iré visitando para compartir los vuestros.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

me alegro, mi querido antonio, porque aunque virtual somos como una pequeña familia de amigos
cuidate y un besote grande

Txema dijo...

La verdad D. Antonio es que te expresas con gran talento.

Nunca leí relatada con semejante habilidad el ataque pérfido del virus desconocido.

Me alegro de tu final victorioso (por otra parte esperable) y de que podamos, de nuevo, leerte cada mañana.

Anónimo dijo...

Yo soy muy mal pensado, y creo que las epidemias y las 'nuevas enfermedades' son sólo trucos publicitarios. En Argentina lo vivimos con la gripe 'A' que fue más chiste que problema.

Si, es cierto, murieron unas 200 personas, pero la gripe 'común' mata a 17.000 personas por año, y NADIE dice nada

Saludos

Antonio dijo...

Es verdad Mª Ángeles, somos una familia virtual muy diversa, lo que nos enriquece si nos vemos como complementarios.

Amigo Txema, pretendí huir de los exabruptos de D. Camilo y considerar el aspecto escatológico, para no pasarme y herir sensibilidades, aunque a veces dan ganas de pasar de lo políticamente correcto y mandarlo todo a la mierda, llamando a las cosas por su nombre.

Dragón, no sé si definir eso como mal pensado o como bien pensado. El hecho es que el negocio es lo primero, aunque haya que sembrar el miedo o el terror.

El derecho a opinar

  Por: Antonio Porras Cabrera Publicado en: https://xornaldegalicia.es/opinion/el-derecho-a-opinar-por-antonio-porras-cabrera https:...