En la bocana del puerto la estoy mirando. ¡Que esplendor, que belleza, que impacto! Me gustaría correr por sus calles y sobre sus tejados, para descubrir su alma, para sentir sus encantos. La diáfana luz la ilumina, preñada de mar, cargada de sal y frescura. Abro mis pupilas intentando egoístamente absorberla en el acto. En esto me invita la brisa a montar en su grupa y yo la acompaño. Volamos por entre sus calles, subiendo y bajando, y rozando a la gente con ellos jugamos. La brisa, que es muy descarada, se posa en las balconadas y mira de reojo dentro de las casas, luego, cuando la descubren, da un salto al vacío y desaparece por arte de magia. El sol que se pierde por Torremolinos queriendo gozar de una gran velada, da paso a la luna, que se nos presenta con cara plateada, como impresionada, lívida de frío buscando el calor que con él se marcha. Viene de La Cala y al pasar El Palo y ver Gifralfaro se olvida de todo y deja que se vaya el sol, y se queda en Málaga.
Y ahora me siento feliz, pues mientras la luna me presta la luz, la brisa me da la montura para visitarla. Subo por calle Granada y siguiendo a Picasso visito su casa. Atravieso el Pimpi y observo al teatro romano cantando canciones de amor, aferrado a la falda verde de nuestra Alcazaba. La catedral, de forma insolente, megalomaniaca, reta a todo el que pasa, haciendo que mire a su única torre, que levanta el vuelo sobre su fachada.
¡Qué plaza más bella! ¡Qué rincón más dulce! ¡Qué cuento de hadas! Paramos un rato y junto a una taza, tomando café, observo toda la fachada, que con al palacio doran de esplendor a toda la plaza. Entre las callejas vamos dando saltos, mirando entre las ventanas, ya nos acercamos a la calle Larios. La gente se agolpa y escucha canciones de amor de una aria furtiva, que con dulce voz les lleva en volandas de su fantasía. Al fin ya llegamos, la Constitución se muestra cargada de gente, toda iluminada. La brisa cosquillea por entre las palmeras que, en marcial fila, le prestan honores de guardia a la fuente de las tres gracias. En el Chinitas nos invita Lorca y oímos la voz de Paquiro a su hermano “Soy más valiente que tú, más torero y más gitano”. Y al final, para celebrarlo, nos vamos a tomar un vino a la Casa Guardia. La brisa me deja, la luna se apaga por el horizonte y yo, pleno de alegría, me marcho a mi casa guardando el secreto de nuestra alianza.
Y ahora me siento feliz, pues mientras la luna me presta la luz, la brisa me da la montura para visitarla. Subo por calle Granada y siguiendo a Picasso visito su casa. Atravieso el Pimpi y observo al teatro romano cantando canciones de amor, aferrado a la falda verde de nuestra Alcazaba. La catedral, de forma insolente, megalomaniaca, reta a todo el que pasa, haciendo que mire a su única torre, que levanta el vuelo sobre su fachada.
¡Qué plaza más bella! ¡Qué rincón más dulce! ¡Qué cuento de hadas! Paramos un rato y junto a una taza, tomando café, observo toda la fachada, que con al palacio doran de esplendor a toda la plaza. Entre las callejas vamos dando saltos, mirando entre las ventanas, ya nos acercamos a la calle Larios. La gente se agolpa y escucha canciones de amor de una aria furtiva, que con dulce voz les lleva en volandas de su fantasía. Al fin ya llegamos, la Constitución se muestra cargada de gente, toda iluminada. La brisa cosquillea por entre las palmeras que, en marcial fila, le prestan honores de guardia a la fuente de las tres gracias. En el Chinitas nos invita Lorca y oímos la voz de Paquiro a su hermano “Soy más valiente que tú, más torero y más gitano”. Y al final, para celebrarlo, nos vamos a tomar un vino a la Casa Guardia. La brisa me deja, la luna se apaga por el horizonte y yo, pleno de alegría, me marcho a mi casa guardando el secreto de nuestra alianza.
2 comentarios:
¡Ay! lo que me gustaría poder volver por allí...tengo bastante familia en Málaga, quizá un día de estos. Me pusiste los "dientes" largos con tu bella descripción, Antonio.
Un abrazo,
Inma
Inma, mi bodeguilla y mi casa os están esperando. Cuando queráis visitar Málaga me encantará ser vuestro cicerone.
Un abrazo
Antonio
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