sábado, 23 de diciembre de 2006

EL DERECHO A LA SALUD

Cuando realicé este artículo (trascrito fielmente) participaba en los foros de enfermería enmarcados en “Salud para todos en el año 2000” de la OMS. Trabajaba en un centro de Salud Mental y era supervisor general de noche en Carlos Haya. Mis inquietudes quedan claras, pero si observáis, la realidad actual, tras casi 20 años, mantiene algunos elementos de fondo, si bien las cosas han cambiado y el sistema sanitario se ha ido desarrollando en la línea que proponía. Si te apetece, te invito a compartir esas ideas.


EL DERECHO A LA SALUD(Publicado por Diario Sur el 8/8/87, pag. 23 - OPINIÖN)

El derecho a la salud es uno de los más preciados por el individuo, puesto que consecuentemente implica el derecho a la vida. La salud no se puede entender como el mero hecho de la ausencia de enfermedad, sino que es un concepto mucho más amplio y difícilmente definible, en cuanto responde más a un estado personal o individual resultante de la conjunción de tres factores como son el biológico, el psicológico y el social, que a una definición rígida y aplicable a todo ser humano. Cabría recordar aquí esa frase tan “manida”, pero tan real de: “No hay enfermedades, sino enfermos”, pero aplicada al concepto de salud. Por tanto, un individuo se acercaría más a la salud total, cuanto mejor y más adecuada respuesta emitiera ante un estímulo dado en cualquiera de los tres factores o áreas a que me he referido.

De todo lo anterior se desprende que la política sanitaria debe ser redefinida, en parte, y enfocada hacia la salud y no hacia la curación exclusivamente, de acuerdo con los objetivos establecidos por la OMS en Alma-Ata.

Hasta hoy los sistemas sanitarios se orientaron básicamente hacia la curación con el consiguiente apoyo en centros y técnicas específicamente curativas, como son los hospitales. Esto ha hecho que la mayor parte del esfuerzo económico se realice en aras de una mejor asistencia hospitalaria, quedando relativamente en el olvido el medio asistencial extrahospitalario.

Si hacemos un incursión retrospectiva hacia las últimas décadas, comprobaremos mejor la situación actual y, consecuentemente, podremos realizar un mejor diagnóstico de la misma.

Nuestro país, que entra en la década de los 40 prácticamente desolado por la guerra y aislado posteriormente a nivel internacional tras la evolución de la II guerra mundial, encuentra graves dificultades para su reconstrucción, permitiéndosele subir al tren del progreso en uno de los últimos vagones a un precio considerable. La dependencia tecnológica, que se mantiene en nuestros días, es claro reflejo de ello, amén de otras que no vienen al caso desarrollar.

En estas circunstancias fue necesario el replanteo y estructuración de un sistema sanitario adecuado. Pero la respuesta no fue, a mi entender, la idónea. Basándose en la expansividad que permitían unos ingresos considerable, mediante las cuotas que empresarios y trabajadores aportaban a la Seguridad Social y en el bajo coste inicial de la misma, se entró en una espiral difícilmente controlable a largo plazo. Se construyeron macrohospitales en las grandes ciudades, dejando a un lado a las comarcas y al medio rural, se dotaron de sofisticados medios, olvidando los aspectos elementales en la atención extrahospitalaria; se potenció la superespecialización y se dejó en relativo abandono al médico y practicante de cabecera o cupo. En resumen, sufrió un gran empuje el medio hospitalario (que era necesario), y se olvidó el extrahospitalario (donde también lo era). Esto confirma, en parte, el hecho de que el esfuerzo iba encaminado hacia la curación y no hacia la prevención y la salud. De todas formas, esta circunstancia no deja de tener un “tufillo” extraño, en cuanto las multinacionales hacen “su agosto” /enlácese esto con la dependencia tecnológica a que me refería antes). Lógicamente los “agostos” económicos para estas empresas (fármacos, electromedicina, aparataje, materiales varios, etc,) son más sustanciosos con la curación que con la prevención.

Es en este punto donde, a mi entender, se demostró una miopía proyectiva. Eran excelentes circunstancias (había poco hecho) para plantear una filosofía sanitaria enfocada más hacia la equidad y la salud, que para las superestructuras hospitalarias. Sin embargo, los grandes presupuestos se dirigen hacia los hospitales y se vacía del contenido económico necesario el resto de la asistencia. Diría más, incluso a nivel institucional, no se tuvo la intuición suficiente para dar opción a un cambio posterior que permitiera planteamientos y reformas consecuentes con la evolución socio-económica previsible. La situación actual y los pasados conflictos en el área sanitaria dan fe de ello, en gran medida. El sistema sanitario ha demostrado ser un gran “monstruo”, difícilmente manejable (gestionable), en tanto que tiene tentáculos anclados en multitud de intereses, tanto económicos como socio-profesionales o de filosofía asistencial.

La situación actual se objetiva en una gran estructura sanitaria, de difícil gestión, con una capacidad especializada en “respuestas terminales” a la enfermedad con poco potencial preventivo y de atención primaria, impregnada de intencionalidad curativa, pero falta de capacitación para promover la salud.

Los nuevos tiempos, que a nivel sanitario se apoyarían en la conferencia de Alma-Ata, con su lema de “S alud para todos”, requieren un cambio considerable en la filosofía asistencial.No se puede negar que en los últimos años hemos vivido un proceso evolutivo sin precedentes, sobre todo, a nivel tecnológico y de servicios. Pero cabe preguntarse: ¿Ha servido este para hacer al hombre más libre, más integro, más dueño de sí mismo? Las respuestas pueden ser varias , pero nunca un sí rotundo, en todo caso un “sí, pero…”.

La salud se ha visto incrementada, pero no lo suficiente. Han desaparecido enfermedades y se han controlado otras, pero han aflorado patologías desconocidas basadas en gran medida en el sistema de vida. El ciudadano tiene más información, pero no toda la precisa y necesaria. La enseñanza está más al alcance de la mano, pero no es la adecuada para “ser”, sino más bien para “estar”. La riqueza se ha incrementado, pero no está bien repartida. Etc., etc. de “peros…”.

Por tanto, cuestionemos la situación, critiquémosla y sacaremos conclusiones que nos permitan redefinirla y estructurar un sistema sanitario integral, adecuado a nuestras necesidades como ciudadanos de pleno derecho. Pero no caigamos en el error típico de criticar para que otros hagan… La crítica debe aportar alternativas en las que nos hemos de implicar. Nadie tiene derecho a exigir que se construya algo a su gusto si no participa en ello de forma decidida.

En estos días se han celebrado varios foros de enfermería en nuestra provincia. En ellos se han intentado analizar los 38 objetivos que se han planteado cumplir los países del área europea de la OMS y la implicación que enfermería tiene en ellos. Las conclusiones, que espero sean publicadas en su día, han sido varias. Además de quedar de manifiesto el entusiasmo de un colectivo de profesionales por aportar algo para mejorar la salud de sus conciudadanos, yo me atrevería a desprender dos importantes conclusiones:
1. Educación para la salud.
2. Potenciación de la atención primaria.

La educación para la salud es un concepto que engloba una “filosofía de vida”, una actitud, tanto colectiva como individual, encaminada a dar a conocer al individuo y su medio, aspectos relacionados con su “funcionamiento” bio-psico-social para hacerle más conocedor de sí mismo y de forma más integral. Esto hace replantearnos la enseñanza en las propias escuelas, la utilización más eficaz de los medios de comunicación en este sentido, la concienciación del ser humano al respecto. Un ser es más libre en cuanto más autonomía y conocimiento de sí mismo tiene, lo que le lleva a una mayor independencia. Por otro lado, los técnicos en salud tenemos un papel de principal importancia en esta educación. Nuestra función educativa, tanto del individuo sano como enfermo, debe ser asumida y respetada en su totalidad, para lo cual nuestros propios sistemas de formación deben de reajustarse y ser enfocados en ese sentido de forma más decidida.

Potenciar la atención primaria implicaría ir desplazando el eje sobre el que pivota la asistencia, desde el medio hospitalario al extrahospitalario. Este es un proceso lento, pero debe ser decidido. Los resultados se plasmaría a medio y largo plazo, asumiéndose en atención primaria la mayor parte de la resolución de los problemas de salud y apoyándose en la atención secundaria y terciaria para los casos más complejos. Al mismo tiempo, cabe suponer que se podría llevar a término un corrimiento paulatino de los presupuestos económicos con arreglo a la situación, sin quedar descapitalizado en ningún caso el medio hospitalario.

Es evidente que los centros de salud, donde se debe realizar la atención primaria, son pocos y están mal dotados aún. Pero de nada nos servirá rodearnos de estos centros si no les llenamos de contenido. Se necesitan unos profesionales con un nuevo sentido de la asistencia, capacitados para ella, enfocada hacia la promoción y prevención de la salud, además de la curación y rehabilitación. Esto implica la inclusión de otras profesiones no tan comprometidas, hasta hoy, en la asistencia sanitaria; me refiero a psicólogos, veterinarios, sociólogos, asistentes sociales, etc.

No obstante, la creación de un centro de salud, por sí solo, no puede garantizar la consecución de los objetivos descritos. Se necesita una cooperación multisectorial, una actitud más participativa de la población, incluso un incremento de la cooperación internacional para resolver los problemas comunes. No se puede dejar solos a los profesionales de la salud, hay que apoyarlos, dotarlos de los medios adecuados cuando los objetivos son claros. La Administración debe mantener una política sanitaria consecuente, con miras al futuro, planificando un proceso metódico que permita el cambio paulatino del sistema. En ello estamos y eso queremos los profesionales. Esperemos que la Administración dé nuevos impulsos a la atención primaria, que los frenazos perceptibles sirvan para tomar nuevas fuerzas y evitar errores, pero en ningún caso que se aborte la reforma del sistema sanitario.

Antonio Porras Cabrera

2 comentarios:

Abuela Ciber dijo...

....a un estado personal o individual resultante de la conjunción de tres factores como son el biológico, el psicológico y el social....
El día que se logre tal vez se viviría mejor.

...educar para la salud... creo que es el mejor dinero y tiempo invertido y que debe de empezarse desde la edad escolar incluyendo a los padres de los niños.

En estos momentos nos enfrentamos a una gripe o... no sé... que se necesita mas informacion y menos mercantilismo.

Saludos

Myriam dijo...

Cuán ciertas y actuales tus palabras.
La salud es una cuestión de todos.
Educar para SER y no para ESTAR en el mundo, una necesidad; En si, es esta una educación para la Salud.

De acuerdo totalmente contigo en que hay que potenciar a la Atención Primaria.

Un abrazo

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...