Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 27 DIC 2025 7:00
Enlace: https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/12/27/ano-nuevo-futuro-incierto-125159820.html
Inocentes
seremos, por no decir necios, si no somos capaces de vislumbrar, entre la
niebla del ruido mediático y de la posverdad, el terreno que pisamos
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| El futuro se fragua en el presente, en el hacer cotidiano, donde se va fundamentado o cimentando el edificio del mañana. / l.o. |
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Siempre se le dio al fin de año una
connotación de corte transversal en el proceso del tiempo, dando lugar al
borrón y cuenta nueva; o lo que es lo mismo, balance del pasado y proyecto de
futuro. En la segunda quincena de diciembre andamos sometidos a presiones. La
propia Navidad, con su componente religioso y su exaltación de la bondad,
de la amistad y de las buenas intenciones por encima de todas las maldades
acumuladas a lo largo del año, nos incita al análisis, a la meditación sobre
nuestra conducta y, lamentablemente, nos muestra lo poco de fiar que somos ante
las promesas que la nochevieja anterior nos planteamos.
Debería ser normal, como se suele
hacer en las empresas, realizar un balance para meditar sobre todo lo acaecido
a lo largo del año y deducir fallos y aciertos, identificando los errores
cometidos para mejorar el futuro y alcanzar nuestros objetivos de desarrollo
personal. Es sobradamente conocido que de los errores se aprende, siempre y
cuando se tenga conciencia de ellos y propósito de enmienda, como se solía decir
ante la confesión de los pecados en mis tiempos infantiles; pecado que no deja
de tener un cierto parangón con el error, al menos para mí que hace tiempo que
dejé de creer en la concepción religiosa del propio pecar, supliéndolo por el
de errar.
Un año de errores en demasía
Este año hemos errado mucho. Ha
sido un año aciago donde la desdicha y la mala suerte se cebó con el mundo.
Está marcado, indudablemente, por la llegada de Trump al poder en enero, a la
presidencia de la primera potencia mundial, con todo lo que ello implica. En
estos momentos vamos observando que no se sostienen y cultivan valores
democráticos como el respeto, la empatía o la soberanía de los pueblos. Al
parecer, en este caso, su conducta disruptiva y displicente, a veces
descalificadora e insultante, nos está llevando a situaciones donde la
solidaridad y el espíritu humanista brillan por su ausencia, dejando el derecho
internacional más que cuestionado.
Por otro lado, la alienación nos
desarma y nos hace frágiles ante las ideas ajenas, las de los líderes que nos
abducen con su discurso vacuo, pero cargado emocionalmente para neutralizar
nuestro espíritu crítico, tan necesario a la hora de mantener la libertad de
pensamiento y una capacidad de decisión razonable, dejándonos llevar por la demagógica
emoción que nos engaña.
El mundo en sí fue complicado
siempre, porque el poder no tiene por objetivo el bienestar de la sociedad en
su conjunto, de la humanidad global sin distinción alguna, sino el deseo de
perpetuarse como gestor de los recursos en beneficio de los que lo ostentan y
sus adláteres. Pero cuando, en nuestra sociedad, aflora el individualismo, la
egolatría y los sentimientos megalómanos en los administradores responsables
del devenir de la sociedad, junto a componentes sociopáticos, es decir, cuando
no muestran un discernimiento entre el bien y el mal e ignoran,
insensiblemente, los derechos y sentimientos de los demás, el pronóstico es
demoledor.
La amenaza de la IA
Estamos en un momento crucial. El
futuro lo ganará la IA (Inteligencia Artificial) y, con ello, quien la domine y
controle. Parece que lo harán los magnates que andan al asalto del poder
universal, con Elon Musk y sus colegas a la cabeza, perseguidos de cerca por
los chinos. La lucha soterrada que se da en el mundo político, orquestada por
el trumpismo, va por ahí y nosotros estamos en Babia. La IA será la herramienta
del poder para controlar todo en ‘Un mundo feliz’ donde el Gran Hermano, desde
su hipocresía, nos venderá que nos ama y nos protege de todos los males,
siempre que obremos como alienados gregarios del sistema, sumisos súbditos del
reino de la plutocracia, mientras él y los suyos disfrutarán de su especial
paraíso, donde la robótica ejercerá la mayoría de las labores insertada en una
toma de decisiones con la IA como protagonista.
No pretendo ser Nostradamus, ni
mucho menos, pero conjugando los diferentes mensajes, que la visión de este
crucial momento nos ofrece, y al amparo de un razonamiento abductivo (Charles
Sanders Peirce le llama una conjetura), es fácil colegir hacía donde se nos
lleva. Lo que hoy se ve como una distopía, puede ser una realidad en el futuro
no muy lejano. No es necesario recordar que yo también tengo el pelo blanco,
como diría MAR, y tres cuartos de siglo de vida a la espalda.
El futuro se fragua en el presente
El futuro se fragua en el presente,
en el hacer cotidiano, donde se va fundamentado o cimentando el edificio del
mañana. Los arquitectos que hoy lo proyectan, marcando el camino, saben lo que
hacen para conseguir una sociedad en su propio beneficio. Las ideologías van
muriendo, incluso los valores cristianos se difuminan en beneficio del
codicioso poder, que ya perfila un nuevo mundo, un nuevo orden mundial basado en
el darwinismo social que arroja de su esencia la solidaridad humana, la
justicia distributiva, y acoge la ley del más fuerte como forma de imponerse en
un mundo desigual o asimétrico.
Los especuladores hablan de la
meritocracia, en contraposición a la discriminación positiva, cuando ellos
juegan al juego de la bolsa, de la especulación y manipulación del mercado, al
chalaneo, a las promesas y acuerdos de negocio por encima del factor humano
desde su posición de privilegio. Los cambios que se van dando y que se darán
producen vértigo. El ritmo trepidante que impone el proceso evolutivo de la
ciencia y el conocimiento humano es espectacular y tremendamente peligroso; es
un caballo cuasi desbocado del que poderes ocultos dominan la brida que lo
conduce y orienta. La cuarta revolución industrial, la de la nanotecnología, la
Big Data y la IA, puede llevar a la sociedad a la debacle o a la felicidad,
según quién y cómo se gestione. Tal vez acabemos en un feudalismo tecnocrático,
donde el poder lo ejercen los amos de la tecnología mediante un contrato
especial con sus propios empleados, burlando el control del Estado y creando
una situación de dependencia insalvable.
El libre pensar
He ahí la responsabilidad del
ciudadano pensante, del espíritu libre y crítico con capacidad de análisis, sin
sesgos confirmatorios y gregarismos a partidos o credos que acaben sometiéndolo
ideológicamente. El futuro se escribe hoy, pero puede que se escriba con
renglones torcidos si no aprendemos a escribir desde la libertad y el compromiso
social con un proyecto humanista y solidario. La conjura del futuro poder se va
fraguando y va engatusando a la gente con un discurso falaz de bulo y posverdad
que, con su artificioso relato, atrapa al necio. Cuando el necio se suma a la
conjura, esta asume más valor y dimensión, convirtiéndose en la conjura de los
necios, porque sin los necios no se puede tener poder. La persona lúcida,
librepensadora, no entrega el poder, lo delega y controla en un marco
democrático, se reivindica soberano y nunca súbdito o vasallo.
Se nos presentan dos mundos, uno
vertical y otro horizontal. En el primero el poderoso está arriba, con su
espíritu demagógico elabora las ideas y ordena y manda desde el vértice
superior de la pirámide, el de abajo obedece como cualquier músculo que recibe
órdenes del cerebro, desde la sumisión consentida; en el segundo caso, las
ideas surgen por doquier, en todos y cada uno de los ciudadanos libres y se
articulan desde una voluntad de justicia social, se forjan sinergias que suman
voluntades desde la libertad y el compromiso sumatorio, el intercambio de ideas
se enfoca a la excelencia y desarrollo de la sociedad en beneficio de todos,
con una actitud constructiva. Aquí la educación es determinante.
El 28 de diciembre es el día de los
inocentes… inocentes seremos, por no decir necios, si no somos capaces de
vislumbrar, entre la niebla del ruido mediático y de la posverdad, el terreno
que pisamos y el sendero que nos lleva a esa distopía a la que me he referido.
El ser humano tiene un compromiso dual, consigo mismo como individuo y con la
sociedad como colectivo; articular y gestionar esa realidad, desde la
racionalidad de su librepensamiento, es el reto de la libertad del que depende
el futuro de la humanidad en su conjunto y del propio entorno que nos contiene.
¡FELIZ AÑO 2026, que los hados nos
sean propicios!

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