sábado, 21 de junio de 2025

La corrupción, un mal endémico.

 


Palacio Ducal de Lerma, Siglo XVII. Hoy parador de turismo.
(Foto tomada en 2016)

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"Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado"

(Sobre el Duque de Lerma)

 

Esta frase sobre el famoso Duque de Lerma, D. Francisco de Sandoval y Rojas, muestra la habilidad para refugiarse entre los poderes facticos del momento, en este caso la Iglesia, con su vestimenta de Cardenal, y así evitar el castigo de la justicia en tiempos de Felipe III, de quien era valido el susodicho duque. Al parecer, el “noble” se hizo inmensamente rico a costa de saber manejar la corrupción, el tráfico de influencias y la venta de cargos públicos. Dado su poder se permitió el mayor ejercicio de especulación inmobiliaria conocido en esos tiempos consiguiendo un pelotazo de primera magnitud. En 1601, con la aquiescencia del rey, trasladó a Valladolid la corte desde Madrid, donde Felipe II la había llevado 40 años antes. Solo fueron 5 años, desde 1601 a 1606, pero muy productivos económicamente para el duque. La ciudad pasó de 40.000 a 70.000 habitantes, o sea creció un 75%. Previo al traslado compró terrenos a bajo precio en Valladolid para venderlos al séquito, acompañantes y miembros de la gobernanza, a precios exorbitantes. Al cabo de 5 años volvió a la misma práctica, comprando a bajo precio los terrenos en Madrid, donde se volvió a trasladar la capital del imperio. Eso creó un tremendo malestar que, junto a otros detalles, le llevó a su procesamiento en 1624, si bien, como cardenal, contó con la protección eclesiástica. Moría en Valladolid en 1625.

En el país de la picaresca

Esta historia digna de conocer, la traigo a colación a modo de ejemplo de cómo nos las gastamos en este país, inventor de la novela picaresca de la que tantos ejemplos tenemos. Somos cultivadores de la cultura de la pillería y el nepotismo, donde el enchufe es una garantía para conseguir un bien remunerado trabajo de poco hacer y mucho ganar. Recordemos el asunto de las cesantía del siglo XIX, donde al cambiar el gobierno conllevaba el cese de sus propios funcionarios, que pasaban al paro, por lo que vivirían, en parte, de lo trincado en el ejercicio de su activad cesante.

Hay refranes, o dichos, donde la sabiduría popular deja contundentes sentencias: “No me des dinero ponme donde haya”, “el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija”, “dime con quién andas y te diré quién eres”, “quien no tiene padrino no se bautiza”, “poderoso caballero es don dinero” o “tener enchufe”. Todos ellos nos demuestran cómo nuestra sociedad ha sido, a la vez, practicante y tolerante con el nepotismo y la corrupción. Esto no se da solo en el mundo de la política donde es un escándalo, también en el mundo empresarial y en el pueblo llano, esquivos a pagar impuestos recurriendo a artificios para torear al fisco… o pidiendo favores para familiares o amigos. Con esto no justifico estas prácticas, al contrario, estoy denunciándolas como un problema endémico arraigado en nuestra cultura social, ya que son atentados a la justicia en cualquier sociedad igualitaria y democrática.

La corrupción del inmediato pretérito

Está claro que todo ser humano no es, per se y de entrada, un ser bondadoso, sino que puede estar movido por la codicia, donde la tentación acaba doblegando su moral y ética hasta llevarlo al delito. Y en ello estamos y estuvimos siempre, tal como lo demuestra nuestra historia. Dejando el siglo XIX y entrando en el XX, el Borbón Alfonso XIII, no fue precisamente un dechado de virtudes, más bien de oscuros intereses y corrupción, como nos revelan sus negocios mineros en el protectorado del Rif, hasta su exilio y la llegada de la II República.

De la dictadura franquista aún perduran grandes capitales fraguados en aquella etapa, donde se premiaba la lealtad con la vista gorda en el ejercicio del estraperlo, que se toleraba en ausencia de escándalos. De especial dimensión corrupta fueron los casos MATESA, SOFICO y otros, que dejaron repugnante huella en mi joven generación. Refiere Miguel Ángel del Arco Blanco, catedrático de Historia contemporánea de la universidad de Granada, en su trabajo La corrupción en el franquismo: El fenómeno del gran estraperlo (2018), que: «la corrupción fue algo estructural dentro de la dictadura, justificándose no sólo por los intereses individuales que satisfizo, sino también porque fue un elemento esencial dentro de los mecanismos que consolidaron y dieron estabilidad al “Nuevo Estado” surgido de la guerra civil». Por otro lado, el nepotismo era evidente y se potenciaba como forma de premiar a los suyos, por no mencionar las empresas del INI y los chanchullos de sus gestores. Toda dictadura ejerce un férreo control de prensa y censura la libertad de expresión.

También en la democracia

Pero con la democracia no desapareció la práctica de la corrupción, ni mucho menos. Todos los gobiernos habidos hasta ahora andan salpicados de ella… Felipe González, José María Aznar, M. Rajoy y ahora, con el bochornoso y repugnante caso de Koldo, Ábalos y Cerdán, puede acabar muy mal Sánchez, el tiempo lo dirá. Del Emérito, tan en boca de todos, mejor no hablo, ya se sabe. Parece que solo Zapatero se libraría de ella. No enumero los diferentes casos de corrupción habidos en los últimos 50 años, pues cualquier interesado puede darse un garbeo por Internet y los encontrará a mansalva. Parece que el PP se llevaría la palma, seguido del PSOE y, prácticamente, todos aquellos que tocaron poder, ya que este es la tentación máxima para cualquier corrupto, si cuenta con un corruptor que le acompañe en beneficio mutuo. Casi nadie puede tirar la primera piedra y menos dar lecciones de ética y moralidad, aunque quieran engañarnos.

Cuando, en la confrontación política, se tiran a la cabeza casos de corrupción los unos a los otros, nos están demostrando que todos, en mayor o menor medida, andan en el fango. Sabemos que, como práctica habitual, es tremendamente complicado eliminarla, pues solo es punible cuando aflora. Pero si consiguen mantenerla oculta y sin pruebas que la confirmen, no pasa nada, ya que no existente aquello que no se conoce.

Qué hacer ante un mal endémico

Los ciudadanos, si no se consigue erradicarla, que sería lo deseable, queremos, al menos, actuaciones contundentes del partido que detecte corrupción en sus filas, cosa que siempre se hace a regañadientes, porque primero se niega y luego, ante la evidencia, se establecen estrategias de afrontamiento lo menos lesivas posibles para el partido en cuestión, incluso con el recurrente “y tú más”. Lo malo es que se echan encima y a muerte, los otros, los que tienen mucho que callar porque andan salpicados hasta la médula desde un pretérito y/o presente, donde el hedor es sus sedes es insoportable. Esas cínicas y cainitas actuaciones solo nos muestran la calaña de quienes dicen defender los intereses de la ciudadanía, cuando lo que hacen es guardar su culo, atrapándonos con su discurso emocional y manipulador con extrañas alianzas entre poderes fácticos, con práctica cuasi mafiosa… Recuérdese: “el que pueda hacer, que haga”, que suena a consigna de presunto contubernio a galope del insulto y la deslealtad institucional.  

Por tanto, ante el aluvión de mala praxis política que venimos sufriendo, donde la tendenciosa manipulación y el cultivo del odio son evidentes, solo cabe el sosiego de una reflexión sensata y racional para no dejarse llevar por intereses espurios. La guerra entre ellos tiene varios frentes y muchos agentes o soldadesca. Solo hay que ver la tele, oír la radio, leer la prensa y redes sociales, incluso escuchar los debates de barra de bar para deducir juiciosamente la verdad entre líneas.

La política es imprescindible para gobernar un país, la democracia para controlarla y el sentido común para no cagarla a la hora de analizar la verdad de los hechos, porque nos intentarán alienar defendiendo lo indefendible. Usted, yo y los demás, deberíamos ejercer la libertad de pensamiento y el espíritu crítico, sin sesgos confirmatorios que nos desvíen de la verdad, caiga quien caiga. A la mayoría de ellos solo les interesa llegar al poder para ejercerlo en beneficio de sus ideas y de los suyos. Ojalá encontremos a políticos vocacionales defensores de ejercer la gobernanza en beneficio de toda la sociedad y no de unos pocos. Mas, en este mundo, en algunos casos gobernado por sociópatas, oteamos un tenebroso futuro ausente de democracia y camino de la plutocracia.

 

 

 

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