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| Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 18 NOV 2024 7:01
La OTAN no
cubrirá la defensa de los países que no gasten un 2% de su PIB en su ejército;
o sea quien no compre más armas, preferentemente a los EEUU…
El presidente electo de EEUU, Donald Trump, durante un mitin de campaña.
/ GODOFREDO A.
VÁSQUEZ / AP
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Nadie puede dudar de la trascendencia
que tiene en todo el mundo el poder americano. Se ha forjado sobre su
potencial económico y militar, junto a la habilidad para establecer su criterio
a base su diplomacia e imposición, cuando no chantaje, haciendo ver a los otros
países lo beneficioso que sería para ellos estar a su lado. Es aquello de la
frase: «Te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar…», y en esas andamos,
porque si la rechazas te has de atener a las consecuencias. En nuestro caso
podríamos interpretar en esa línea el ‘flirteo’ americano con Marruecos
y el correspondiente cambio de criterio de nuestro Gobierno para asumir las
tesis sobre el Sáhara, al igual que el de Francia.
Europa occidental, o sea la mayoría
de los países de la UE, está atrapada en este juego. EEUU que, como siempre fue
un jugador de ajedrez, en la Segunda Guerra Mundial esperó a que se
destrozaran las potencias imperiales europeas, ya casi caducas tras la
primera guerra, rentabilizando su gran industria armamentista, hasta que creyó
oportuno intervenir militarmente. Lo hizo cuando ya tenía claro que aquella
guerra estaba ganada bajo su paraguas. Luego dominó la industria y la
economía europea con las inversiones de su Plan Marshall y su poderío
militar, haciendo de ella una zona clientelar y estableciendo bases militares
en diferentes países al amparo de la Guerra Fría. Incluso España, a la que
compró la estabilidad del dictador facilitando su entrada en la ONU si cedía
las bases militares, dado que su enemigo común, o sea el comunismo soviético,
invitaba a consolidar esa alianza. La OTAN ha perpetuado su dominio y su
influjo en la tecnología militar, llevando a Europa a grandes inversiones en
armamento americano en una interacción asimétrica, donde solo algunos
países sostienen una industria militar relativamente potente, aunque
muy por debajo del nivel tecnológico americano.
La OTAN, presentada como una
fraternal alianza, va por otros derroteros, pues, detrás de esa ‘idílica’
visión, está la consolidación del poder de los EEUU mediante el sometimiento y
control de las potencias occidentales; o sea, consolidar su dependencia
clientelar del poderío de Norteamérica por miedo al potencial ruso. En
realidad, si se piensa un poco, se puede hipotetizar que esa alianza está
cogida con hilos que pueden saltar por los aires en un momento dado, como se
está viendo con el discurso de Trump. La OTAN no cubrirá la defensa de
los países que no gasten un 2% de su PIB en su ejército; o sea quien no compre
más armas, preferentemente a los EEUU o lo que es lo mismo, te vamos a hacer
una oferta que no podrás rechazar. Esta breve y personal visión histórica la
reflejo a modo de ubicación actual.
Malos tiempos se avecinan para
Europa. Una guerra instaurada en función del potencial y los intereses
americanos y rusos en colisión, una implicación bajo su paraguas, una
ruptura con Rusia de previsiones desconocidas que le llevan a reconducir su
economía, a poner en tela de juicio su propia solidez administrativa y política
en la UE, o sea una crisis que choca con su propio proyecto político de unión y
de futuro, donde puede acabar aislada y sin influencia geoestratégica alguna.
La llegada de Trump al poder y la
instauración de sus políticas basadas en la idea de ‘America First’, deja bien
claro que sus intereses no están en Europa sino en los EEUU y solo le sirve
Europa si le sirve a la economía de su país. Su presión sobre la UE puede que
sea intensa hasta doblegarla. De momento ya tiene a determinados partidos, que
siempre jugaron en la misma línea, en disposición de seguirle en su discurso
neoliberal, cuasianarcoliberal, al estilo Milei.
¿Dónde lleva todo esto?
Posiblemente a desbloquear las líneas rojas que mantenían al margen del
gobierno europeo a la extrema derecha que apoya a Trump y su política. Esa
actitud ya está sembrada. En España el PP gobierna con VOX, en Italia
tenemos a Meloni, en Hungría a Orban, en Países Bajos… etc. Lo sombra de
Trump se abate sobre Europa y va a conectar con la de Putin en una comunión de
intereses que, posiblemente, implique un nuevo reparto de influencias, donde
Rusia se salve de la debacle de la guerra a costa de la cesión territorial de
la propia Ucrania. Para colmo aparece la figura de Elon Musk como simbología de
un futuro que, hasta ahora, era una distopía, donde el poder se ejercerá desde
el dominio de las tecnologías, apoyados por los medios de comunicación y las
RRSS (Redes Sociales). Los líderes serán los ‘Machos Alfa’ del mundo
económico y político, tal como expresó Musk hace algún tiempo (ver mi
artículo del 11 de abril en el diario La Opinión de Málaga bajo el
título: Distopía
o el Nuevo Orden Mundial).
Ya se observan determinados
síntomas en grupos políticos afines a Trump que se ajustan a ese nuevo
orden. Tal vez lo vivido en la formación en la Comisión Europea con Teresa
Ribera, sea un ejemplo a considerar. Con el ya clásico sistema manipulativo de
la información y del razonamiento lógico, se intenta descalificar a Teresa,
incluso bloquear la nueva Comisión, tal vez con la idea de que, una vez
ganadas las elecciones por Trump, se pretenda adaptarla a una composición más
acorde con el ‘César’ americano, lo que llevaría a un mayor apoyo a la
causa local, por parte de Trump, de cara a unas próximas elecciones, dada su
proximidad a ese mundo ideológico neoliberal tan afín a Ayuso y otros. En este
caso, Feijóo queda atrapado y con una estrecha salida del chiquero o toril,
dada su gran confusión mental en su desordenado razonamiento y estrategia,
donde hoy dice una cosa y mañana la contraria negando la evidencia.
Mal asunto sería que no se nombrara
a Teresa Ribera miembro de la Comisión Europea por
una estrategia de acercamiento a Trump por parte de la UE, empezando a bajarse
los calzones. El punto crítico en que anda Europa es sumamente trascendente.
Depende de cómo se oriente la salida así será el futuro… «hace falta
valor, hace falta valor» como canta Radio Futura, para enfrentar ese futuro
con independencia y recuperar el esencial protagonismo de una Europa fuerte y
socialmente comprometida con sus ciudadanos, si es que alguna vez lo estuvo de
verdad.
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