Opinión
| Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 11 NOV 2024 7:00
Estamos ante una desgracia sobrenatural que no se puede
evitar, pero sí paliar sus efectos y gestionar la crisis con solvencia y
eficiencia para evitar males mayores
No atendemos a esas escrituras y construimos en ramblas y cauces.
Foto: Fernando
Bustamante
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A estas alturas, visto lo visto y
sentido lo sentido, no sabe uno si la palabra consternación puede reflejar el
sentimiento que ha generado la tragedia de la DANA en Valencia. Posiblemente se
quede muy corta. Para los españoles en general, además de consternación,
habría que recurrir a otros conceptos como estupor, tristeza, desolación,
abatimiento, que despiertan empatía, solidaridad e identificación con los
afectados. Para estos, los afectados, habría que añadir miedo, cuando
no pánico, aflicción, desamparo, desesperanza, amargura, trauma, estrés
postraumático y otros calificativos hasta alcanzar la indignación.
Sabemos, y si no lo sabemos lo
deberíamos saber, que la naturaleza tiene conductas o fenómenos climáticos que,
a lo largo de los tiempos, han dejado sobrado testimonio de cómo actúan y
conforman la orografía del planeta. En mi pueblo se suele decir que los ríos y
arroyos tienen escritura de propiedad de sus cauces. Nosotros, los humanos, no
atendemos a esas escrituras y construimos en ramblas y cauces donde,
temporalmente, la sequía nos engañó y con ella los propios constructores o
los vecinos confiados, con la aquiescencia de las autoridades
responsables de ordenar el urbanismo, construyeron verdaderas trampas ante una
DANA de estas proporciones. Al ver el cauce desbordado del Barranco del Poyo,
que es una rambla endorreica, o sea que no desemboca en el mar sino en
la Albufera, con una caudal de 2.228,9 metros cúbicos por segundo, algo así
como cuatro veces el caudal normal del río Ebro, se entiende esta desgracia,
ese tsunami que arrasó con todo a su peso.
Lógicamente las proporciones del
desastre son apocalípticas y difícilmente controlables, por lo que solo cabe,
además de la previsión ante el comportamiento histórico de la naturaleza,
establecer vías de comunicación para que los vecinos de la zona tomen medidas
para preservar su integridad física. Pero esto ha fallado y los avisos llegaron
tarde y mal, con efectos paradójicos a los pretendidos, ya que muchos
afectados, ante la alarma, fueron a preservar sus vehículos, o
salieron del trabajo para dirigirse a su casa entrando en una trampa mortal en
el momento más virulento de la avenida o riada.
Ante todo ello, junto a la
incompetencia para gestionar la situación por parte de Carlos Mazón y su
equipo, de la falta de coordinación y organización a altos niveles sobre los
medios disponibles, ya sea el ejército, la UME, la policía, la Guardia Civil, bomberos y demás agentes asignados para
ayudar, se produce un caos donde la eficacia es escasa. La pregunta es ¿por
qué? La respuesta es la incompetencia de los mandos o responsables de gestionar
la crisis, que se vieron desbordados con Mazón a la cabeza. Esa incompetencia
ha elevado, no solo el riesgo, sino la realidad del desastre que podría, al
menos, haberse paliado.
Estamos ante una desgracia
sobrenatural que no se puede evitar, pero sí paliar sus efectos y gestionar la
crisis con solvencia y eficiencia para evitar males mayores. Lo malo es que las
cosas no se han hecho bien por parte de los responsables y encargados de llevar
a término esa actuación de emergencia. Una vez más se echan pelotas fuera y se
mandan al tejado ajeno, pero las leyes sobre las competencias están escritas.
Ya ha quedado claro que la gestión de la crisis le corresponde al gobierno de
la Generalitat valenciana, salvo que se eleve el nivel a emergencia nacional.
Pero, de momento, esa salida no se ha tomado en consideración.
Mazón no la pide y pretende seguir al volante. Su jefe, Feijóo, que no la
pedía, ahora dice que sí, que la he pedido desde el principio, cuando sabemos
que eso no es cierto, y anda como pollo sin cabeza diciendo una cosa y la
contraria. ¿Debió proclamar la emergencia nacional Sánchez en contra de la
voluntad del presidente de la Generalitat valenciana? Tal vez, dada la
polarización, el propio Sánchez decidió que fueran ellos los que la solicitaran
para evitar ser acusado de dictador que le arrebata a Mazón sus competencias, o
sea un 155 encubierto. Ahora, Feijóo, en lugar de pedirle a Sánchez que lo
haga, debería indicarle a Mazón que la solicitara, ya que es miembro de su
propio partido.
Todo este maremágnum es lógico que despierte la indignación de los afectados. Son muchos días sometidos al sufrimiento, a estas imágenes que troquelan en la mente una desgracia de proporciones dantescas. Esta legítima indignación contra los gobernantes, tanto de la Comunidad como del Estado, debe tener su cauce de expresión reivindicativa y llegar a los oídos de los responsables para despertar su conciencia, que se supone la tienen, y hacerles reaccionar en busca de soluciones efectivas. Digna indignación contra los indignos incapaces de dar rápida y eficiente solución al terrible problema que les aflige. Cuando Sánchez dijo: «El gobierno está listo para ayudar. Si necesita más recursos que los pida. No hace falta priorizar. Se prioriza cuando faltan medios y no es el caso. Si necesita más recursos se los suministraremos inmediatamente», tal vez debió de ser más eficaz y contundente, pues esas frases, que luego se interpretan sesgadamente, deberían llevar acompañado una mayor asertividad y exigencias al propio Mazón.
Para colmo, a los indignados y a
los políticos indignos, se suman los militantes indignos de determinados grupos
conocidos por todos, que articulan y montan el bochornoso espectáculo visto en
la visita del Rey y su séquito, cuyo objetivo no era más que seguir creando
inestabilidad aprovechando esa justa indignación a la que me he referido. Ellos
lo saben, pretenden crearla y sembrarla, porque en el río revuelto ganan como
pescadores.
Concluyo exponiendo la preocupación
no solo por los afectados, que es prioritaria, sino por la propia
convivencia entre españoles, que anda por derroteros nada halagüeños. Este
mundo convulso, donde afloró la política canalla y belicosa, ha perdido el
norte hasta tal punto que hoy, más que nunca, se define en otro lugar parte de
nuestro propio futuro. La democracia y sus valores, también andan en
juego…
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1 comentario:
Ha sido un desastre sin paliativos. Y dejar la gestión de un desastre a un incompetente no es buena idea, pero no ha habido otra opción. Bueno, sí, la de tomar el mando desde el gobierno central. Pero no es fácil si se recuerda la pandemia.
Un caos difícil de digerir.
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