miércoles, 9 de octubre de 2024

Hay una gran oportunidad en cada crisis

 

Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 09 OCT 2024 7:00

Nuestra capacidad de razonamiento debe ser capaz de discernir entre la verdad y la mentira, entre lo que es de nuestro interés y lo que no lo es…



El dilema radica en ser súbditos del autoritarismo o «soberanos demócratas» realizados en libertad. / l.o.

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«Hay una gran oportunidad en cada crisis».

Albert Einstein

 

Toda crisis implica un proceso de cambio y esta se presenta como una oportunidad para quienes la viven o sufren. Por tanto es importante la habilidad en resolverla y el enfoque que se le dé a la nueva situación tras superarla. De ahí que encontremos tanta confrontación política a nivel nacional y mundial. Depende de quién tenga el mando o el poder de decisión, podrá adoptar las medidas que estime más adecuadas, y el enfoque será uno u otro. En nuestro caso la confrontación política se da entre una socialdemocracia y un neoliberalismo y los adláteres de ambos, que defienden intereses no homogéneos.

El PP viene ejerciendo su actividad política con la intención de derogar el ‘Sanchismo’, como ellos plantearon en la campaña de las elecciones pasadas. Su estrategia pivota en torno a esa idea con objeto de alcanzar el poder y tener la posibilidad de pilotar el cambio al que nos vemos obligados para afrontar la crisis y desembocar en un nuevo orden mundial. Su pretensión es suplantar al PSOE en la responsabilidad de gestionar la crisis y, por ende, los millones que nos vienen desde Europa con su Plan de recuperación. Este plan es el mayor paquete de estímulo jamás financiado a través del NextGenerationEU; o sea, una oportunidad única para salir fortalecidos de la pandemia, transformando la economía y creando oportunidades y trabajos para esa Europa del futuro. Hay dinero, pues, hay intereses, y de ahí el empeño en gestionarlo y utilizarlo para desarrollar las políticas propias del partido según su ideología.

Objetivos

En el fondo subyace la idea de implementar su proyecto. Los estrategas que planifican cualquier proyecto siempre lo hacen en función de objetivos y esos objetivos tienen uno, llamado macroobjetivo, que es la misión principal del proyecto. Los demás están sujetos, tanto a medio como a corto plazo, a la consecución del macro de forma escalonada. El gran objetivo, el macro o la misión, está condicionado por valores y principios que los enmarcan desde una ética más o menos sostenible, el pragmatismo, la viabilidad y, sobre todo, el espíritu del tiempo, que conforma la opinión pública, a lo que en sentido hegeliano se le llamó Zeitgeist. No hablo del ‘Movimiento Zeitgeist’ de Peter Joseph, eso sería otra cuestión novedosa a considerar, sino de la argamasa que, según el tiempo histórico en que se vive, se da para aglutinar los grupos sociales y sus objetivos en torno a valores y principios compartidos. Por tanto, en política, en cada macroobjetivo subyace una ideología que lo sustenta, una idea como eje del mismo. Yo me atrevo a plantear una cuasi dicotomía donde la idea se encauza hacia un lado u otro y que se resume en dos orientaciones: «El ciudadano al servicio de la economía, o la economía al servicio del ciudadano».

Por otro lado, los sistémicos dirían, en su concepción de la sociedad como sistema, que, al ser este abierto, está sujeto a cambios muy dinámicos por la influencia de factores y variables que inciden en su funcionamiento, a los que se ha de ir adaptando. La evolución del conocimiento, el progreso científico y tecnológico y otras muchas variables de desarrollo social están en ello. Por tanto, sería ese proceso, llamado homeostático, el que ha de ir asimilando tal incidencia para mantener el sistema en interacción, consiguiendo un estado en equilibrio dinámico que permita que el mismo persevere en el tiempo, asimilando los cambios necesarios para ello; pero la clave está en lo que refería en al párrafo anterior: «Quién sirve a quién». El dilema radica en ser súbditos del autoritarismo o «soberanos demócratas» realizados en libertad.

Respeto y tolerancia

En esta dinámica, los esquemas clásicos de relación, donde el respeto y la tolerancia se imponen, siguen siendo, en el fondo, la forma más sana ya que, psicológicamente, no crean disonancias cognitivas, pero se anda buscando su modificación para dar cabida a otros intereses de poder. La democracia, que guarda la esencia de esos valores, está siendo cuestionada como modelo político y afloran alternativas autoritarias que la cuestionan. Una es el presidencialismo autoritario, ese Gran Hermano tipo Putin o Xi Jinping por poner algún ejemplo, otra el modelo económico controlado por la Banca y las multinacionales que escapan al poder de los gobiernos.

La globalización debilitó a los Estados y empoderó a las multinacionales y los grandes capitales… Cuidado con los Elon Musk que andan merodeando para el asalto final de la mano de una clase política neoliberal, o anarcoliberal como dice Milei, que denuesta al Estado y pretende reducirlo a la mínima expresión. La crisis es una buena oportunidad para ello… hasta tal punto que, si fuera necesario para alcanzar el objetivo, se puede crear otra que desestabilice el sistema. Obsérvese lo ocurrido en la crisis de 2008: la banca la creó con las hipotecas subprime y salió ganando, pues no la dejaron caer y le aportaron ingentes cantidades de dinero del bolsillo del contribuyente para sostenerla, quedando las arcas del Estado endeudadas.

Desequilibro

En el fondo, retomando la idea del balanceo entre economía y ser humano, las políticas que se vienen practicando van desequilibrando esa relación en detrimento del factor humano, donde el desarrollo personal y autorrealización no son los principales objetivos del plan, sino el control del flujo económico y su canalización hacia las grandes fortunas.

Como decía antes el dilema estaría en ser súbditos del autoritarismo o «soberanos en democracia», alienados o críticos, sumisos o libres, mediocres o idealistas. Nuestra capacidad de razonamiento debe ser capaz de discernir entre la verdad y la mentira, entre lo que es de nuestro interés y lo que no lo es, en ver lo que nos afecta prioritariamente y sobre lo que tenemos y debemos opinar para votar correctamente y evitar que nos arrebaten ese y otros derechos, para no ser manipulados.

 

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