domingo, 30 de junio de 2024

Fumata blanca

 

Fumata blanca

Opinión | Tribuna

Sede del CGPJ

Antonio Porras Cabrera

Publicado en La Opinión de Málaga el 30 JUN 2024 7:00

El Poder Judicial es el instrumento que aplica la ley, pero no la crea, solo la interpreta y administra, considerando, también, el espíritu que la enmarca

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Ya era hora. Tras más de 5 años con el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) caducado se ha llegado a un acuerdo… ¡Felicitémonos! Un acuerdo que no sabe uno por qué no se había consensuado antes, pues para este viaje no se necesitaba alforjas, aunque sí nos lleva a elucubrar mil y una causas sobre el porqué el PP no ha querido llegar a este mismo acuerdo hace tiempo, salvo ver en su conducta una clara actitud filibustera, o sea obstruccionista.

Ya, de por si, en diciembre de 2018, se tendría que haber renovado el Consejo en base a la Ley Orgánica 4/2013, de 28 de junio, promulgada bajo mandato del propio PP, si no estoy confundido. Lo curioso es que estando prácticamente consensuado, saltó por los aires el acuerdo cuando, al senador popular Ignacio Cosidó, se le ocurrió difundir aquel WhatsApp diciendo que era un buen acuerdo, ya que estaban «controlando la sala segunda [la que juzga a los aforados] desde detrás y presidiendo la sala 61» y el juez Marchena, propuesto para presidir la citada sala, ante tal tesitura, optó por no aceptar el cargo. La jugada era maestra considerando que había demasiados miembros del PP en situación procesal complicada. Por tanto, tenía razón Cosidó por lo beneficioso del acuerdo para el partido. Este texto dejaba en muy mal lugar al gobierno de los jueces, ya que vieron cuestionada su imparcialidad y, desde entonces, la sombra de la sospecha ha planeado sobre el PP al manifestar el Sr. Cosidó su interés en colonizar el Poder Judicial para su propia defensa. 

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Hemos de considerar que el CGPJ elegido con anterioridad, o sea el año 2013, lo fue bajo una mayoría parlamentaria absoluta del PP (186 diputados), que significó un mayor número de magistrados a propuesta del Partido Popular, lo que le permitía cierta ventaja o influencia por afinidad política; o sea, ser controlado políticamente a través de los vocales nombrados por el partido. Esta circunstancia era especialmente importante en tanto que el PP estaba incurso en algunos procesos judiciales de singular relevancia. Tener y mantener el control o influencia sobre el CGPJ era prioritario para afrontar la situación, quedando este bajo la sospecha de la politización. Por otro lado, estando también el PSOE sometido a procesos, quien pudiera ejercer mayor influencia sobre el CGPJ tendría mayor beneficio.

De aquí que no quisieran renovarlo posteriormente, cuando ya no tenía esa mayoría, buscando mil escusas para no hacerlo, incluyendo evitar que el PSOE controlara el Consejo políticamente y otras ya conocidas; pero se olvidaban a conciencia de que quienes lo estaban controlándolo, en realidad, eran ellos. Decir que no quieres que se politice la justicia mientras tú estás influyendo sobre ella es, cuanto menos, paradójico e incongruente, por no decir otra cosa, en este caso secuestro del órgano gestor de los jueces.

De los tres poderes, o patas, sobre los que se sustenta la democracia, el más importante es el Legislativo, que es el representante de la soberanía popular, o sea quien ha de prevalecer para garantizar esa soberanía que le otorgamos todos los ciudadanos con nuestro voto, que es nuestra fortaleza democrática. Él determina quién asume el Poder Ejecutivo, quién ha de gobernar, por elección entre los diputados. Así debería ser también con los órganos gestores de la Justicia, o sea su estructura de mando. Si los propios jueces eligieran a sus mandos romperían el esquema funcional de la democracia, acercándose a otro tipo de democracia, la Orgánica, propia de otros regímenes.  

El Poder Judicial es instrumental por el hecho de ejercer la aplicación de las leyes y su interpretación de acuerdo al espíritu que emana del Legislativo, con absoluta imparcialidad, lo contrario sería prevaricar. Por tanto la libertad del Poder Judicial no debería estar en entredicho por el órgano gestor, salvo que haya un descarado intento de controlarlo, directa o indirectamente, al amparo de las ideologías políticas que todo sujeto ha de tener, sea o no juez, pero nunca juez y parte, que es lo que sospechamos en algunos casos. En conclusión, el Poder Judicial es el instrumento que aplica la ley, pero no la crea, solo la interpreta y administra, considerando, también, el espíritu que la enmarca.  

Por tanto, si el Poder Legislativo elige al Ejecutivo que gobierna la nación, por qué no ha de elegir quien gobierna a los jueces en un sentido funcional, incluyendo que sea a propuesta de los propios jueces, que ofrezcan un elenco de aspirantes a vocales para conformar del CGPJ. Hay una cuestión de fondo que impregna a nuestra sociedad, se trata del nepotismo. Tal vez esa tendencia histórica de arrimar el ascua a la sardina de cada cual cree desconfianzas en los órganos gestores de todo nuestro sistema administrativo. 

En todo caso, la ley por sí misma, ha de tener la fortaleza y la solvencia suficiente para asegurar una correcta interpretación por el juez y amparada por las garantías que ofrecen los posibles recursos ante órganos superiores. Pero, claro, es evidente que hay una sombra de sospecha que se cierne sobre todo este proceso de elección del CGPJ, donde las influencias de las orientaciones políticas de los vocales pueden tener importancia en el desarrollo de su función gestora. Ya saben aquello de la mujer del Cesar, también aplicable a la judicatura, hay que serlo y parecerlo. En este sentido el magistrado ha de ser ejemplar y así lo esperamos por su propia ética y profesionalidad. 

En todo caso, la ‘fumata blanca’ ha aparecido, la anomalía democrática y constitucional se ha salvado y volveremos a tener un CGPJ que debería acometer con diligencia la normalización de la actividad judicial, volviendo a impartirse justicia con mayor celeridad, porque la justicia diferida en el tiempo deja de ser justicia. Para ello hay que dotarle de medios y recursos con los que exigirle al nuevo Consejo que acometa la gestión con solvencia y con la presteza requerida. Es tanto el trabajo acumulado que ponerse al día costará demasiado.

Esperemos que se abra una etapa de respeto y consenso para reforzar la institucionalidad democrática, donde se vuelvan a imponer las elementales conductas basadas en el respeto al contrincante y los acuerdos como forma de establecer sinergias, sin olvidar la heterogeneidad que conforma el mundo de la política. Queda mucho por hacer tras tanto desencuentro. De momento parece que, al menos, se pactan algunas normas para evitar puertas giratorias con saltos de la política a la judicatura, normas que, bajo mi criterio, eran estrictamente necesarias.



 

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