lunes, 1 de enero de 2018

MIS DESEOS PARA 2018



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Parece que, como siempre, el fin de año nos lleva a pensar, a meditar sobre lo que hemos hecho y no hecho y, sobre ello, sembrar nuevos deseos para el futuro a modo de objetivos. Pero lo cierto es que, a lo largo de la vida y la existencia del ser humano, es una constante la búsqueda de la razón de esa propia existencia y del marco en que se desarrolla. Filosofamos sobre ello, racionalizamos lo conocido e inventamos o hipotetizamos lo desconocido, pero siempre con esa necesidad inexorable de saber y justificar el gran objeto de la vida. Cada civilización se sintió en poder de la verdad y acabó imponiéndose sobre otras con esa pseudoverdad; pero la verdad es algo más grande, algo que se escapa a nuestro conocimiento, que se persigue a lo largo de la vida sin encontrarla, como dos líneas asintóticas que se acercan pero no se encuentran. La verdad está en el cosmos, en sus leyes y esencias, y nosotros somos una proyección del cosmos, por lo que la verdad puede que esté en nuestro propio interior. Mantenemos su precario, y a la vez dinámico, equilibrio energético y estamos sujetos a impulsos y avatares incontrolables desde nuestra nimiedad. Podemos creer en dioses creadores, protectores y tutelares, podemos rebelarnos contra el orden del poder humano y buscar la verdad a través de la ciencia y el conocimiento derivado de la razón, o ahondar cada cual en su interior para encontrase con uno mismo desde la libertad personal y ofrecer sus hallazgos a los demás por si les son de utilidad. Pero danzando desde lo unitario a lo colectivo, desde el ser individual al ser social, iremos descubriendo que la unidad forma parte del todo y el todo puede vivir sin la unidad, pero la unidad es imposible que sobreviva sin el todo… el cosmos sin ti, existe, pero tú sin el cosmos no, puesto que este es la base de tu sustento y existencia.

En ese equilibrio y relación con el cosmos se da la trascendencia, a la que muchos buscaron la viabilidad a través de las religiones o de la proyección cósmica del hombre. Siempre anduvimos buscando esa razón, esa ley cargada de misterio y misticismo que lo explicara todo, siempre buscamos soluciones, más o menos sencillas, a la eterna pregunta existencial.

Este año, en estas fechas, yo quiero romper una lanza por esa otra visión que permita armonizar al ser humano con el universo que nos soporta, con el mundo y su gente, con la convivencia como elemento de sostenibilidad de la vida en común, entre lo unitario y lo colectivo. Por eso recurro al antropocosmos de René Schwaller, al hombre de Vitruvio y al dibujo de Leonardo da Vinci como soporte del deseo de equilibrio entre la gente, entre el hombre y el cosmos. Mis deseos los fundamento en principios, actitudes y conductas que faciliten esa convivencia en paz para que el ser humano pueda dedicarse a su propio desarrollo, a su autorrealzación, sin sumisión a poderes interesados y encorsetadores que lo esclavicen y enfrente a los demás. La suma libre y comprometida de los seres humanos es la garantía de la evolución de la especie.

René Schwaller de Lubicz en su obra maestra El Templo del Hombre, fruto de una larga investigación del Egipto faraónico, encontró en el templo de Luxor la representación de un hombre, el Antropocosmos, el hombre universal o arquetípico, cuya figura fue completada de manera idealizada en las diversas construcciones del templo, donde también encontró iterado la proporción áurea, phi, φ. De aquí bebió el arquitecto Vitruvio (que le da nombre al dibujo de da Vinci) para establecer las proporciones de la figura humana bien formada, entendiendo que el hombre es la medida de todas las cosas… el Antropocosmos representado en Luxor.

La privilegiada inteligencia de Leonardo da Vinci plasmó en estas medidas la cuadratura del círculo, consiguiendo representar en una misma figura humana, sometida a esas proporciones, un círculo y un cuadrado de la misma superficie, un equilibrio entre lo imposible como algo posible, tal como puede verse en el dibujo “davinciano”. Por ello, el hombre de Vitruvio de Da Vinci, es tan significativo, un verdadero emblema de una forma de pensamiento que conjuga ideas filosóficas, matemáticas y alquímicas y se inscribe dentro de una mentalidad analógica. Como expresó John Mitchell: "Hombre, templo y cosmos eran vistos idénticos, y bajo este entendimiento se erigió toda la filosofía y la ciencia del mundo antiguo".

Como ya he dicho, este año quiero tomarlo como soporte de mis pretensiones, para desear a mis amigos ese equilibrio, no solo físico, sino mental, que permita sentirse una proyección del universo que habitamos, armonía del cosmos interior y astral, que proyecte la paz y los sentimientos que expongo. Tal vez, como vengo insistiendo, el hombre encuentre la verdad a través de su nimiedad cósmica, siendo una representación, en sí mismo, del cosmos y las leyes que lo rigen.

En torno a la figura plasmo mis deseos. En el centro identifico el año, pero coloco dos estrellas que determinan la vida y el progreso de la persona y la sociedad: Una en la frente, a modo de tercer ojo asociado al despertar de la conciencia, vinculado al conocimiento profundo de uno mismo, a lo intrínsecamente espiritual, a la esencia inefable de cada ser humano. También lo vinculo al cerebro, donde habita la razón que nos lleva al conocimiento de la ciencia, junto a la fantasía intuitiva, que nos hace utópicos, aflorando la creatividad, donde se ubica la racionalidad del ser humano y su discernimiento, pero también las emociones y sentires que soportan nuestros impulsos y voluntades. Otra estrella en el sexo, que mueve la creación de la vida para perpetuar la especie, que transmite los mensajes genéticos que van consolidando el desarrollo del ser humano, que condiciona y enmarca la relaciones de la necesidad, el deseo y el amor para llevarnos a la trascendencia. En el centro, dejo al descubierto el ombligo del hombre, que es el ombligo del mundo, por donde se va introduciendo el nutriente que permite al feto su alimento hasta formar al ser humano, la conexión entre la nada cósmica y lo material que soporta la vida.

Finalmente, cada deseo tiene su explicación conformando un todo que, bajo mi modesta opinión, enmarca las esencias de las relaciones humanas y su crecimiento solidario. Por tanto, amigos y amigas, estos son mis deseos para todos vosotros…

1.       PAZ: Para  poder  dedicarte  a  crecer  sin  tener  que  emplear tu tiempo en defenderte de las agresiones.
2.       SALUD: Que te otorgue la energía necesaria para afrontar los retos de la vida.
3.       ALEGRÍA: Para compartir con tus amigos la sonrisa que da inicio a la felicidad.
4.       FELICIDAD: Para que sientas la plenitud y la esencia de las pequeñas cosas.
5.       EMPATÍA: Para comprender a los demás sin juzgarlos.
6.       IGUALDAD: Para que sientas a los seres humanos desde el respeto a la diversidad.
7.       CREATIVIDAD:  Para  que  desarrolles  la  espiral  de  tus  potencialidades y la ofrezcas a los demás.
8.       SOLIDARIDAD: Para  que  no  te  olvides  de  los  que sufren la injusticia, la explotación y la miseria.
9.       INOCENCIA: Para fundamentar la afabilidad y sencillez que te lleve a la bonhomía.
10.   SERENIDAD: Para reflexionar y elaborar el juicio de la sabiduría.
11.   RESPETO: Para saber dónde poner los límites de los propio y lo ajeno.
12.   DIÁLOGO: Para que transmitas tus ideas y te nutras de las de los demás.
13.   AMISTAD Y AMOR: Para que sientas la hermosura de amar y ser amado.
14.   ILUMINACIÓN: Para que tu mente razone sabiamente y comprenda la esencia de la vida.
15.   LIBERTAD RESPONSABLE: Para que tengas la tuya y respetes la de los demás.
16.   JUSTICIA DISTRIBUTIVA:  Para  que  los  recursos  de la madre tierra garanticen la vida digna de cada ser humano.
17.   PROGRESO Y DESARROLLO PERSONAL: Para cumplir todos tus buenos objetivos.
18.   FORTALEZA: Para que puedas conseguir tus propósitos con constancia y asertividad.
19.   SENTIDO COMÚN, porque otro mundo es posible y podemos conseguirlo.



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