martes, 16 de enero de 2018

La obligación de pensar.


Entiendo que cada uno tiene sus habilidades. Yo escribo. Y escribo para mí, básicamente para mí. Pero publico lo que escribo porque puede haber gente que comparta gustos conmigo, porque mi forma de escribir le permita sentir cosas, porque mi expresión la pueda hacer suya y, no teniendo habilidad para expresarlo, se sientan identificados con mi texto.

Escribir es pensar. Y pensar es crecer, porque el que piensa deduce y saca conclusiones y al hacerlo aprende y crece. El ser humano ha venido al mundo para crecer, para pensar, por eso se diferencia de los otros animales. Cada uno tiene una obligación consigo mismo y con la sociedad. Esa obligación es el ejercer de ser humano, de pensar y aportar su pensamiento al conjunto de la ciudadanía… pero sin estridencias, sin querer que el pensamiento propio sea el definitivo, el único válido, el que se ha de imponer, sino entenderlo como un pensamiento complementario a los demás, como otra visión del mundo, de la verdad cósmica, que suma desde otra perspectiva, desde otro lugar donde solo está ubicado el pensador.

No obstante, eso no quiere decir que uno no defienda como verdad su pensamiento por encima de los otros, sino que, estando seguro de que su idea es la verdadera, está dispuesto a modificarla si se le demuestra que está equivocado, y eso requiere una mente abierta. En todo caso, hablamos de una actitud asertiva, en la defensa de los principios, derechos o ideas propios (La asertividad implica una estrategia y estilo de comunicación que la sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la pasividad, que consiste en permitir que terceros decidan por nosotros, o pasen por alto nuestros derechos; y por otro lado tenemos la agresividad, que se presenta cuando no somos capaces de ser objetivos y respetar las ideas de los demás).

Para pensar libremente, sin estar sometido al pensamiento impositivo ajeno y su dominio manipulador, se ha de apartar uno del mundanal ruido, de las influencias interesadas de los grupos y sus líderes, de la imposición del pensamiento de sujetos ijnmaduros que no comprenden que el pensamiento del otro es el fruto de otro huerto que ha hecho crecer la perspectiva del mundo, la realidad existente aunque no nos guste. El librepensador, a veces, se siente solo, porque es lógico que así sea, porque no se somete al grupo que le pueda acompañar con su alabanza, utilizada a modo conductista de su propia actitud, conducta y razón.

El poder o el dominio y adaptación al entorno, intrínsecamente reside en el pensar, en la capacidad de razonar, de concluir, de tener clara conciencia de la realidad y de las variables que la condicionan. La evolución del ser humano como tal se da por el pensamiento, por la comprensión del entorno, de sus leyes y de la interacción de la propia naturaleza. El ser humano tiene su hándicap en comprender su mundo, porque todo está en el mundo, solo ha de descubrir lo que ya existe para desarrollarlo, conseguir la técnica para sacar a flote lo existente. ¿Cómo iban a imaginar los filósofos griegos los vuelos de aviones, los teléfonos móviles, la tele, la robótica y mil cosas que hoy parecen juegos de niños? Sin embargo orientaron el pensamiento filosófico, el desarrollo de la capacidad de pensar racionalmente, sin dejarse llevar por las apariencias, sino por el profundo conocimiento desde la competencia en la materia del razonamiento.

Pero no quiero perderme en disquisiciones filosóficas, que no es mi tema, sino centrarme en que, con mayor o menor competencia o capacidad para razonar según los conocimientos, todos estamos obligados a pensar para realizarnos como seres humanos libres. Pero pensar sin ataduras, sin subordinaciones, sin sumisiones, sino desde el propio e independiente criterio. Con creatividad e imaginación, viendo más allá de la realidad visible. Luego lo contrastaremos, lo validaremos, si ello es posible, en relación al pensamiento ajeno y sus aportaciones que clarifiquen el nuestro.

Yo he pensado desde tiempo lejano, que el ser humano tiene dos referentes de desarrollo personal, dos parámetros para medir y comparar la evolución de su propio desarrollo. Hay una valoración intrapersonal, donde se analiza los cambios que se van desarrollan con respecto a uno mismo, a los estadios anteriores, a lo que éramos antes y somos ahora. Antes no sabía esto, pero ahora lo sé; antes no conocía aquello, pero ahora sí…  me he superado, he crecido respecto a lo que era. Eso es la evaluación intrasujeto, comparándose con uno mismo. Puede ser muy gratificante en función de los objetivos que nos vayamos poniendo, porque nunca debemos ponernos objetivos inalcanzables para no frustrarnos. Los objetivos de desarrollo personal deben ser asequibles y realizables, escalonados, para subir seguro la escalera que nos lleva a la cima. 

Luego está la evaluación intersujetos. Eso quiere decir que nos comparamos con los demás. De aquí puede surgir lo verdaderamente frustrante, la que nos lleva, por lo general, a sentirnos más o menos que los otros. Cuando somos vencidos, es posible que huyamos del combate, que nos apartemos de la lucha y que renunciemos a crecer en ese terreno donde los demás son superiores (yo no sirvo para ello, nos diremos). En esta actitud de competencia se nos suele educar. Competimos, confrontamos, porque lo importante es ganar, es quedar por encima del otro, para elevar la autoestima y adquirir poder y dominio. Es la filosofía de que la vida es una lucha con los otros, lucha por el dominio y el poder, por ser más, por ubicarnos en la clase social que deseamos. En el fondo, este pensamiento, no se sustentaría sobre la propia evolución (eso de valoración intrasujeto), sino sobre la comparativa con el otro, porque lo importante no es que yo alcanza los mejores niveles que pueda alcanzar, sino que supere al otro… soy más alto porque el otro es más bajo; soy más guapo por que el otro es más feo; si le rompo la cara no seré más guapo de lo que era, pero seré más guapo que él y le ganaré en el mercado de la belleza. Error, craso error, casi siempre del entorno, de los propios padres, que nos quieren líderes y los mejores del mundo.

Pero si antes vemos y analizamos nuestras posibilidades y establecemos un diagnóstico preciso con relación a los otros, sabremos donde no podemos competir en la comparación intersujetos, pero sí mejorar en la comparación intrasujeto. Pensar por mí mismo y mejorar mi pensamiento. Conocer el de los demás pero para conseguir llegar a su nivel de entendimiento si es posible, aceptando donde estoy, mis limitaciones y mi necesidad de seguir creciendo.

Cada ser humano tiene un camino distinto, su propio camino, su karma, que lo ha de recorrer solo, aceptando ayuda para orientarse pero nunca para evitar hacerlo, ni que se lo hagan otros o hacer el camino que marque el otro, ese será el de ellos, pero no el tuyo.  No envidies el camino ajeno, que no lo conoces. No renuncias al tuyo que es el que tienes la obligación de recorrer. Pero el tuyo no es un sino, es el camino que se hace al andar, como decía el poeta, es el que te es permitido recorrer en función de tu propio aprendizaje, de tu capacidad para verlo y transitarlo.

Por eso, amigo, yo puedo ser catedrático, médico, ingeniero, arquitecto u obispo… y tú campesino, carpintero o albañil, pero entre ambos no hay mucha diferencia, solo está el lugar y el camino a recorrer. En cada uno de ellos seguiremos caminando hasta llegar al final, que, al fin y al cabo, será el mismo, la muerte. Y en la muerte, un buen carpintero o campesino, es igual de importante que un buen ingeniero o catedrático… cada cual dejó su impronta en el mundo, si supo hacer bien su trabajo, si supo recorrer el camino que le fue dado hasta el final… y para conseguirlo ambos debieron utilizar su pensamiento, su creatividad, su razonamiento para hacer bien su cometido, que siempre implica la motivación para crecer, estés donde estés. El que no piensa, el que se entrega al pensamiento de otro, por ideología o religión, quien renuncia al intento de comprender, incluso, lo incomprensible, está renunciando y esquivando su camino evolutivo. 

Duda, piensa, analiza, razona, comprende y crece… porque si tú creces crecen los demás contigo, porque tu crecimiento se queda aquí como la herencia mayor del ser pensante para sus hijos y semejantes, para la sociedad madura en proceso evolutivo.

Cuando naces se te regala un capital. Ese capital es tu inteligencia. Durante la vida, haciendo el camino, lo has de gestionar. Cuando mueres deberías dar cuenta de lo que has hecho con ella. Si tenías para dar 100 y diste 60 mereces menos reconocimiento que el que tenía 10 y dio 9. Dio menos que tú, pero tú diste un 60% y él un 90%. Todo es relativo en ese sentido, en función de donde partas.


Piensa amigo, piensa… y si te he hecho pensar con mi propio pensamiento, me sentiré contento porque ejercerás la suma libertad de la persona, que está en su pensamiento. El que piensa ha de ser libre y cultiva el camino de la libertad, y sobre todo el de la creatividad, que no es otra cosa que el descubrir potenciales ocultos y realidades ignotas que estando ahí no sabemos llegar a ellas. 

2 comentarios:

Prudencio dijo...

Hola Antonio. Me has hecho pensar. La creación a través del pensamiento desde luego que es un logro muy estimable, y satifactorio para el creador. Un abrazo, Antonio.

Antonio dijo...

Esa será la salvación del ser humano ante su lucha contra las máquinas inteligentes, el desarrollo de su capacidad de pensar e intuir más allá del propio razonamiento académico.
Un abrazo, Prudencio

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...