El 26 de septiembre salimos temprano de Roma. Nuestro objetivo era estar en Pompeya antes de las 11 de la mañana. El autocar circulaba a buen ritmo, mientras algunos nos debatíamos entre la llamada del atractivo paisaje y la pesadez de un sueño mal curado la noche anterior; somnolencia y percepción del paisaje a modo de ráfaga entre cabezadas, que permitía, de cuando en cuando, sorprenderse por alguna imagen digna de ser retenido en la cámara fotográfica. Era un Volvo nuevo de tres ejes, con un conductor avezado en las rutas europeas, un madrileño amable y joven, serio en su trabajo, que generaba confianza. Antes de llegar a Caserta por la E45, un Audi A3 nos adelantó con una velocidad excesiva y nada más superar al autocar hizo un trompo, chocando contra la valla protectora y rebotando hacia el lado contrario. Nuestro conductor, en un arriesgado volantazo lo evitó en primera instancia, pero el Audi, en su imprevisible y alocado movimiento, rozó el eje de la rueda delantera izquierda que, sin causar un daño irreparable, nos implicó en el accidente, por lo que tuvimos que permanecer en el lugar hasta que los carabinieri levantaron el atestado y nos permitieron continuar a nuestro destino. Habíamos perdido casi 2 horas y, si bien no tuvimos que lamentar lesiones de ningún tipo, la llegada a Pompeya se retrasó y la visita se acortó, dejando de ver una considerable zona, pasando solo por los lugares más significativos. (Cliquea en este enlace para información sobre Pompeya)
Pompeya
es una de las ciudades del imperio romano mejor conservadas, pues al estar
protegida durante siglos bajo las cenizas del Vesubio no se deterioraron sus restos.
Eso sí, la uniformidad de sus calles, su suelo pétreo y sus plazas se vieron
afectados por los terremotos y las malformaciones consecuentes. Pero pasear por
la ciudad es trasladarse 20 siglos al pasado observando cómo eran sus casas,
foros, mercados, plazas y lugares de diversión y ocio.
La
ciudad fue destruida por una erupción del volcán Vesubio en el año 79 de
nuestra era. En realidad se destruyó con cierta singularidad, pues si bien
sufrió una especie de bombardeo de Piroclastos o bombas incandescentes lanzadas por el
volcán, quedó tapada, envuelta en
cenizas, aunque sus habitantes perecieron afectados de los gases tóxicos que
emanaban del Vesubio, lo que permitió, cuando se iniciaron las excavaciones,
allá por el siglo XVIII, encontrar sus restos entre la ceniza. En 1860, el arqueólogo
italiano Giuseppe Fiorelli sugirió rellenar estos huecos con yeso, obteniendo
así moldes que mostraban con gran precisión el último momento de la vida de los
ciudadanos que no pudieron escapar a la erupción… alguno de ellos se pueden ver
en exposición. Realmente fueron dos las ciudades afectadas por la erupción
volcánica, pues se suele hablar mucho de Pompeya, pero justo al lado se
encuentra Herculano que también fue afectada y se conserva en condiciones parecidas.
Llama
la atención el surco dejado por los carros sobre la piedra de la calzada, sus
aceras bien adoquinadas, los muros y estancias de las casas bien conservadas,
la distribución de las fuentes públicas, el foro y sus templos, teatro y
anfiteatro, etc. Como cosa curiosa destaco el Lupanar. Ya sabéis que un lupanar
es una casa de lenocinio, un burdel o prostíbulo, o sea una casa de putas. Dado
que las prostitutas eran, en su mayoría, esclavas traídas de otros lugares
fuera del imperio, por lo que no dominaban el latín, para entenderse con los
clientes, y a modo de carta de servicio, tenían unos frescos pintados en la
pared de la estancia donde se reflejaban las diferentes posturas para practicar
sexo, como los dibujos del Camasutra, para que el cliente demandara el servicio
que le gustara y ella supiera qué hacer. Se comenta que ya en 1550 se descubrió
la ciudad por parte del arquitecto Fontana pero al encontrar inicialmente algunos de los
famosos frescos eróticos, escandalizado debido a la estricta moral reinante en
su época, los enterró de nuevo en un intento de censura arqueológica.
Tras
esa visita medio frustrada me quedé con las ganas de verla con mayor
profundidad, con más tiempo y detalle, pasear por sus calles sin la presión de
una guía exigente que te lleva con la lengua fuera; te suelta información que
vuela por los aires y te quedas medio a oscuras, perdiéndote infinidad de
detalles que solo son perceptibles cuando tú, intencionadamente, te paras a
observarlos con mayor precisión. Me gustaría volver y pasear por sus calles y,
de camino, ver también Herculano. Está a un tiro de piedra de Nápoles, con un
entorno muy estimulante, desde Sorrento al propio Vesubio, al que se pude subir
para ver el cráter, aunque ese ejercicio, como lo deje para más adelante me va
a ser costoso por lo agotador. En fin, no todo se puede hacer en esta vida, nos
falta vida o nos sobran cosas para ver y hacer. Yo, de todas formas os dejo
unas fotos parea que podáis pasear y ver aquello que yo fui captando con mi
cámara.
3 comentarios:
Un reportaje fantástico.
¡Hay cada idiota manejando! y lo peor no es que se mate o quede lisiado,
sino que revienta a otros, menos mal que a Uds nos es pasó nada, Antonio.
¡Bravo por vuestro chófer!
De Pompeya, decirte que disfruté mucho esta entrada.
Fíjate que en un viaje anterior al último, estuve en Nápoles (y
la Isla de Capri, además de en Florencia y Roma) peor no llegué
a visitar ni Pompeya ni Herculano, Una pena, porque las estudié muy
bien cuando hice mi B.A. en Arqueología en la Univ. de Estocolmo (antes de Psicología en Buenos Aires) y tengo mucho material.
Peor como tu bien dices, hay tanto para ver y aprender,
que la vida se nos hace corta.
Besotes x 2
donde dice peor (dos veces) , debe decir PERO, Vale.
Un pato tipea mejor que yo, seguro :-)
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