sábado, 7 de marzo de 2015

25 aniversario de la Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Málaga


Hoy se ha celebrado el 25 aniversario de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga. Ha sido mediante un acto académico donde la Dra. Isabel María Morales ha disertado sobre la evolución del centro en estos últimos 25 años. Posteriormente se entregaron recordatorios al personal jubilado durante este tiempo y, en su nombre, dirigí a los presentes unas palabras. Ese discurso lo cuelgo aquí  a petición de algunos de los presentes que suelen leer mi blog. Es de reseñar que en el hall del centro se exponían unos posters con fotografías reflejando las etapas por las que fue pasando la facultad, antes escuela universitaria, cuya autoría se me adjudica. Acto memorable cargado de emoción, con afluencia masiva, donde nos fuimos encontrando viejos amigos y conocidos. 
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Discurso, en nombre del personal jubilado, en los 25 años de la Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Málaga.

Excma. Rectora magnifica, Excmos. Vicerrectores, Ilma. Decana  de la Facultad de Ciencias de la Salud, Ilmas. autoridades académicas y de organismos que nos honran con su presencia, Personal Docente e Investigador, Personal de Administración y Servicios, alumnas y alumnos de la facultad, amigas y amigos todos.

Querría, en primer lugar, agradecer a la decana su invitación a participar en este acto memorable donde se celebran los 25 años del nacimiento de esta facultad. Nació y fue creciendo hasta convertirse en la adulta que es ahora, donde se conjugan cuatro titulaciones en unas modernas y novedosas instalaciones más acordes con las necesidades docentes y sus demandas.

La decana me tendió un reto para que representara a todos los jubilados que han ido dejando su actividad en este centro y participara en esta mesa. No creo que yo pueda arrogarme esa representatividad, pero entiendo que siendo el primero, si no me equivoco, que se jubiló dentro del PDI (por causas ajenas a mi voluntad como todos sabéis) podría ser argumento suficiente para justificar esa petición y, a la par, que yo aceptara encantado el envite.

Cuando Concha García y mi buen amigo Bernardo, me sugirieron que optara a la plaza de asociado clínico en el año 1991 se abrió una puerta a la que, en principio, yo no había pensado llamar, pues en aquellos tiempos estaba terminando mis estudios de psicología con la intención de orientarme hacia los recursos humanos, cuestión más apropiada a mi actividad momentánea como Director de Enfermería del Hospital Marítimo de Torremolinos. No me arrepiento. Mis tiempos dedicados a la asistencia y, sobre todo, a la gestión hospitalaria estaban rayando en la saturación y era una excelente manera de volcar, en la actividad docente, toda la experiencia acumulada.

A partir de ese momento, con mayor  o menor implicación según el caso, fui participando en ese proceso de crecimiento y consolidación del centro. La preparación de las oposiciones a la plaza de titular relegó mi tesis doctoral en psicología, que, por desgracia, quedó colgada sine die por tener que asumir otras responsabilidades como la subdirección del centro y por la aparición posterior de mi enfermedad.

Sin embargo, hay en todo el proceso una vibrante experiencia, como es el desarrollo que va realizándose en la EUCSS. Empezando por los sótanos del Hospital Civil con sus riesgos, incluso, de desprendimientos de los viejos techos de escayola, hasta el paso por el centro de Martiricos que en los últimos tiempos constreñía nuestro crecimiento, para acabar en este espléndido lugar donde todo es luz, cristales y simbiosis con el entorno, ya sea frío o calor.

Hay otra parte importante de este histórico proceso evolutivo que he vivido en ese tránsito profesional y vital. Me refiero al crecimiento y desarrollo de los recursos humanos. Fui de los que convivieron y participaron en el crecimiento de la plantilla, no se olvide que allá por el año 1999 fuimos seis los que nos incorporamos a la titulación de enfermería, y alguno más a la de fisioterapia, dentro de ese desarrollo sostenido de la expansión del Centro, aunque me perdí la inclusión de las nuevas titulaciones que hoy conforman la Facultad de Ciencias de la Salud. No entro en el proceso regresivo de la plantilla en cuanto a su dotación, a consecuencia de las jubilaciones que se han producido…

¡Qué tiempos aquellos! Los añoro, de verdad… había un gran compañerismo, el trabajo conllevaba motivación y era estimulante. Un horizonte cargado de retos nos llamaba, como a Ulises con sus cantos de sirena, y nos llevaba, asintóticamente, hacia un fin idealista. No quiero dejar aquí de recordar y manifestar mi personal reconocimiento a las compañeras y compañeros con los que tuve el honor de formar parte en el equipo directivo de la mano de la Directora Catalina Rodriguez. Luego, las cosas vinieron como vinieron, la crisis condicionó la vida y los actos, y hubo que combatir en campos de batalla poco propicios, pero ese análisis no me corresponde a mí hacerlo, pues tiene un componente actual que condiciona mi objetividad.

Pero dejemos de hablar de estos aspectos y pasemos a ese campo del jubilado. En primer lugar creo que es justo y además necesario, reconocer la labor de todas y cada una de las personas que han formado parte de este centro y que, por circunstancias de la vida, han ido pasando a mejor vida… digo mejor vida en sentido literal y no figurado, pues la jubilación, si se sabe organizar, te lleva a vivir mejor, a una mejor vida, a una vida jubilosa, porque, supongo, que la palabra jubilación tendrá algo que ver con júbilo… y júbilo, en su etimología, hace alusión a “grito de alegría”. Vaya, pues, por delante mi recuerdo y admiración por las compañeras y compañeros, tanto del personal docente como administrativo y de servicios, con los que he compartido vida laboral en este centro y que han dejado su impronta en el mismo, en el deseo de que su jubilación también les haya llevado a ese grito de alegría provocado por el sentimiento de libertad para hacer aquello que siempre quisieron y no pudieron por sus condicionantes laborales.

Yo soy de los que piensan que la jubilación es una bella y espléndida etapa de la vida donde se nos da una oportunidad para arreglar el armario interior de nuestra mente y de nuestro entorno familiar y social, para ordenar las cosas, ponerlas en su sitio y hacer las paces con todo aquello que nos fue fustigando a lo largo de nuestra existencia. A la vez, conlleva un proceso reflexivo sobre nosotros mismos, cuando estamos de vuelta de protagonismos y batallas en el campo profesional y social, que nos permite tomar conciencia de nuestro nivel de maduración y elevarla a la categoría de sentimiento. Cabe, también, intentar desarrollar la espiral de conocimientos y potencialidades que aún quedan enrolladas en nuestro interior, ocultas o bloqueadas por perentorias exigencia planteadas en el ejercicio de nuestra vida profesional.

Una de las grandes ventajas que tiene este estado, es la posibilidad de ver las cosas desvestidas del aspecto emocional que es inherente a las implicaciones propias de la actividad académica o laboral. En este sentido es como si uno se subiera a un helicóptero y sobrevolara los espacios en los que antes anduvo laborando, pero sin sentir las emociones, impresiones, afectos y pasiones que brotan irremediablemente de la implicación personal a que aludía. Por tanto, se ven las cosas de otra forma, más sosegado, con un análisis diferente de la problemática y una visión más holística. No es lo mismo ver la montaña desde un helicóptero que desde el lecho de un valle, aunque la batalla se da en tierra y no en el aire.

Dicho esto, no soy yo quien para indicar por donde han de ir las cosas, pero sí para expresar mi pensar sobre el asunto desde la perspectiva de jubilado, de sujeto que ya no es lo que era, que ha vuelto a formar parte de la ciudadanía común, pero que ve lo que viene y reflexiona sobre ello.

A mí me preocupa enormemente los acontecimientos que se están dando en el mundo y, al amparo del marchamo que me dejó la universidad, el proceso evolutivo de nuestra sociedad y el papel que se ha de jugar en el mundo universitario. Asunto que siempre me preocupó y por el que sostengo que la universidad ha de retomar su papel humanista y evitar convertirse en una fábrica de técnicos al servicio de la empresa y el sistema. Debe prevalecer la formación integral y la búsqueda del desarrollo intelectual de lo sujetos en la dirección de la simbiosis social. El objetivo social no es crear y tener más medios materiales exclusivamente, sino que estos se orienten a un crecimiento integral del sujeto más en consonancia con su entorno.

Se deben formar personas que critiquen y se opongan a la depredación y al egoísmo imperante en el sistema de mercado libre y que apoyen la sinergia simbiótica, es decir, la confluencia de esfuerzos del colectivo social en un objetivo integrador y solidario. La universidad, como abanderada del desarrollo intelectual, debe apostar por el ser humano, en un sentido amplio y universal, antes que por los intereses comerciales de las empresas y el sistema financiero, que nos ha llevado a esta crisis irresponsablemente. Estamos inmersos en una dinámica donde se ama a las cosas más que a las personas y se someten estas a los intereses mercantiles de esas cosas, reduciéndolas a meros instrumentos u objetos del mercado, mientras las cosas se convierten en objetivos de desarrollo, confundiendo el concepto progreso con tener más, cuando el progreso de las sociedades se ha de centrar en el desarrollo de la ciudadanía desde la perspectiva intelectual y humana, usando lo material como elemento higienizante, con la orientación que plantea Herzberg,  para ese desarrollo. En este sentido me permito citar a Emilio Lledó, cuando afirma:
“La riqueza de un pueblo no es la del suelo,
sino la del cerebro”.

Por tanto, entiendo que la universidad ha de reivindicar su papel de preceptora, para orientar y desarrollar ese cerebro, el intelecto colectivo, hacia un objetivo humanista, que anteponga el interés de las personas al de las empresas, que entienda toda actividad creativa volcada y sometida a esa premisa. Que introduzca en la actividad empresarial y su gestión de recursos humanos, esa perspectiva humanista donde el capital más importante sea el propio trabajador y su potencial creativo. Pero, sobre todo, que luche para evitar la proliferación del hombre mediocre, que decía José Ingenieros, y potencie el idealismo, la ilustración, la investigación y la innovación como elemento de crecimiento personal y social. En frente tendrá a la TV y muchos medios, que buscan la alienación social en base a un mercado libre donde el mediocre, falto de criterio, siga siendo presa fácil de su política consumista y manipuladora.

Finalmente, retomo mis principios ideológicos más elementales y rompo una lanza por una universidad pública de calidad que no se someta a los criterios oportunistas del mundo empresarial, que vele y luche por ese desarrollo humanista e integral de los ciudadanos en contraposición a aquellas que fraguan técnicos y sujetos modulados y modelados en beneficio e interés de un mundo mercantilista y material donde no se priorizan ni cultivan los valores humanos como sostén y estructura de una sociedad de futuro. Me temo que nos la están ahogando, que el mercado invade nuestras casas, y nuestras cosas, hasta adueñarse de todo aquello que enriquezca a la oligarquía dominante, a la que solo la inteligencia se le puede oponer de forma racional… y esa inteligencia ha de estar y desarrollarse aquí, en la universidad, que no puede renunciar a su responsabilidad histórica al fraguar el hombre del mañana. El poder está en la inteligencia, demos el poder a la ciudadanía…

Eso es lo que pienso como jubilado, pero yo ya no estoy, por lo que esto puede sonar a cantos de sirena o a batallita del abuelo cebolleta…

Y ya solo me queda daros las gracias por vuestra atención y sobre todo por dejarme decir estas cosas desde el campo del jubilado, ese ausente que debe estar presente por lo que dejó sembrado… Muchas gracias

2 comentarios:

MA dijo...

Hola Antonio.Feliz aniversario.
Feliz y larga jubilación.
Me gustan las cosas de Antonio.
Siempre que puedo te leo.
Besos.
MA.
El blog de MA.

Antonio dijo...

Gracias, MA. Reconfortantes palabras, sobre todo cuando vienen de una excelente poeta como tú.
Un beso.

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