viernes, 6 de mayo de 2011

Reconfortante soledad

( En el patio de mi casa se escucha la música de la lluvia, como en los demás...)


Suena mal la palabra soledad. Es susceptible de marginalidad, de abandono, de rechazo… No obstante no es lo mismo la soledad impuesta que la soledad buscada, incluso, que la encontrada. A veces esa soledad es el camino para descubrir otra compañía inimaginable. Yo, que no me considero un sujeto marginal, aunque sí poco gregario, a veces la busco. Permite pensar, digerir y asimilar experiencias de la vida, racionalizar vivencias y ayuda a crecer.

Decía Tierno Galván, según me comentó un amigo mío alumno de él, que hay que leer como beben las gallinas. La gente de ciudad puede que no haya visto nunca beber a una gallina, pero los que tenemos la suerte de ser de un pueblo lo hemos conocido. La gallina toma el buche de agua y levanta la cabeza, como mirando al cielo, para deglutir el líquido. Perece como si meditara pensativa… Nosotros, que deberíamos hacer lo mismo, hemos perdido esa sana costumbre y, sin digerir la información anterior, ya estamos introduciendo otra hasta intoxicarnos. Por eso es conveniente, de cuando en cuando, desligarse del entorno, de los ruidos que nos despintan de las cosas importantes, y atorgarnos un tiempo para meditar, para permitir que esa soledad nos abra el camino de nuestro interior en la relación con otras cosas de la vida.

Este fin de semana, tras la conferencia que realicé en la biblioteca municipal de mi pueblo, de la que me sentí muy satisfecho por la excelente acogida que tuvo entre los asistentes, a quienes quiero agradecer su presencia y amabilidad, también disfruté de un evento singular, que se hace cada año por el colectivo de la peña flamenca. El llamado “salmorejo flamenco”. En mi pueblo el salmorejo cordobés se llama porra, dejando ese otro nombre para un picadillo de productos de la huerta, a base de pipas de habas tiernas, tomate, cebolla, patata y huevo cocidos, etc. aderezado con aceite de oliva del lugar, sal y vinagre, sazonándolo a gusto. Este año, a la par de catar ese yantar y otras viandas, acompañado de un buen vino, nos deleitamos con el cante de El Sabas y de El Califa, dos excelentes cantaores, que fueron acompañados por la no menos preciada guitarra de Miguelez.

Fin de semana de lluvia, aso sí, con otro encuentro especial para el lunes. El lunes compartimos comida. Cada año se reúne la familia Cabrera (inicialmente los descendientes de mi bisabuelo por la rama de su hijo Francisco), con objeto de atar lazos de sangre y encontrarse para compartir charla y viandas. Cada cual lleva lo que le apetezca aportar y todos disfrutamos de todo… bonito gesto que une a este amplio linaje. Es la primera vez que acudo a este evento, pero fue un verdadero placer poder disfrutar con la parentela un momento de asueto y familiaridad. Doy las gracias a mi prima Loli que insistió en que acudiera. Me encontré con primos y primas segundos/as, sus consortes e hijos, que, en algún caso, apenas conocía y he de decir que es un acto que consigue llegar al corazón al ver a tanta prole de los bisabuelos, junta y en tan buena harmonía. Todo terminó con relatos y anécdotas de la vida de nuestros ancestros, y algún poemilla improvisado y suelto, que fueron aplaudidos por su descendencia, donde siguen viviendo desde la memoria que fueron dejando y que ahora se cuenta de padres a hijos para que no mueran, para que persistan en los sentimientos de sus descendientes por mucho más tiempo.

Pues bien, de estos hechos se desprende una ausencia total de soledad, todo un conjunto de encuentros y actos de acercamiento, que llevan a no sentirse solo en absoluto. Pero, entre col y col, lechuga, y me acuerdo de lo que decía el viejo profesor sobre las gallinas y su forma de beber. Y ahora, a estas horas de la noche, al amparo de mi bodeguilla, delante del ordenador y con fondo musical de mi admirada Sarah Brightman, me permito un acto de introyección. Me viene a la memoria la frase de Arthur Graf: “Si quieres oír cantar a tu alma, haz el silencio a tu alrededor”.

Entonces decido volver la mirada a mi interior y buscar el encuentro conmigo mismo, que no siempre es factible. Es un viaje interno que casi nunca hacemos y, sin embargo, andamos conociendo cantidad de lugares preciosos, obviando nuestro interior, los sentimientos y emociones que cultivamos, las ideas y pensamientos que nos definen y dan forma. Tal vez, en muchos casos, andemos huyendo de nosotros mismos. Para ello está esa soledad buscada o encontrada, ese silencio que permite cantar a tu alma, razonar a tu mente y alimentar tu espíritu. Pero el entorno nunca está en silencio, nunca es neutro, sino que reclama su presencia y reivindica su existencia. Pocas veces nos percatamos de la grandeza de lo que nos envuelve, de su importancia y su magnitud en la responsabilidad de la vida, su génesis y sostén. Cuando haces callar los ruidos, escuchas el canto de la vida más íntima.

Ahora, en este instante, soy permeable a su influencia. De golpe el trueno exhibe su presencia amenazante, mientras un fogonazo de luz precede a su clamor. Me viene a la memoria la vivencia de hace un tiempo, que plasmé en un poema a la tormenta en este mismo lugar (Se puede leer en: http://antoniopc.blogspot.com/2009/02/la-tormenta.html), pero ahora no es tan agresiva, sino más bien nutriente. La soledad me permite centrarme en la contemplación de la naturaleza y empiezo a sentir la fusión con ella. ¡Cuán alejados estamos de esa madre tierra y de la comprensión de su esencia!

Desde la ventana voy asistiendo a una danza de vida. La música la pone la lluvia, la parra, siguiendo su ritmo, agita sus noveles pámpanos, mientras el racimo incipiente baila de alegría al notar la caricia del agua que le trae la vida. El rosal, deja que sus rosas se vayan desprendiendo de todos sus pétalos mustios, mientras sus proyectos se muestran inhiestos dejando ondular sus tallos al viento. El cerezo, bajando sus hojas, parece rendirse, de brazos caídos, pero astutamente conduce las gotas de agua a su pie, las atrapa y envía para que sus raíces las reviertan en puro alimento.

Absorto, pensé que estaba en soledad y nunca tuve mejor compañía. Al fin me di cuenta de ese parentesco, ese vínculo de vida entre la naturaleza y todos sus hijos. Su magia consiste en hacer de la nada, mezclando y conjugando a sus elementos, una vida nueva en cada momento. Todos, absolutamente, formamos un todo con ese clamor de savia de la madre tierra, que nos garantiza, en buena harmonía, una larga vida y longa existencia, si sabemos comprender las claves que rigen en la naturaleza. Tal vez la experiencia de tantos encuentros me dio pie para hurgar en mis sentimientos y fui dando entrada a tal parentesco que llegué a encontrarme con la esencia misma del agua nutriente que riega de vida al mismo cerezo.

22 comentarios:

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Qué paz se respira en ese patio. A mí también me gusta el sonido de la lluvia. Me alegro de que lo pasaras tan bien en tu querido pueblo entre familiares y amigos.
Tu escrito es pura prosa poética.Me ha encantado.
Un abrazo

Myriam dijo...

Tienes muchísima razón: todos necesitamos ese silencio interno para meditar y reflexionar.

Besos
PD Si los políticos meditaran como las gallinas cuando toman agua, que mejor política harían.... jejejeje.

Antonio dijo...

Gracias, Juan. La soledad buscada y encontrada es un excelente medio para la meditación... Pero la naturaleza nos hace ver la realidad desde esa perspectiva holística que nos deja en el lugar de nimiedad que ocupamos.
Un abrazo

Antonio dijo...

Myriam, es verdad, los políticos no meditan como las gallinas. Lo que me preocupa es que son hijos del pueblo y este tampoco fue enseñado a beber la vida y las experiencias como las gallinas.
Besos

LUNA LLENA dijo...

Hola Antonio, que bien escribes en soledad y envuelto de las cosas que te gustan, en tu casa, con tu jardín,con tu música. Me gusta la parte que escribes... Desde la ventana, hasta, puro alimento.
Sí, la soledad y la observación de la Naturaleza es bueno porque creo que por ello, podemos llegar a entender lo pequeños y efimeros que somos.
Te doy las gracias por nombrar el salmorejo, he preparado escudella y con el salmorejo y vino del priorato, Manolo y yo vamos a comer como reyes en el jardín con el limonero en flor.
Tienes un patio muy bonito y la parra esta muy adelantada.

Un abrazo.

RGAlmazán dijo...

Pues sí, esos momentos de soledad son necesarios e importantes. Son momentos de sosiego, de reflexión. La soledad buscada es necesaria y de vez en cuando, viene bien.

Salud y República

emejota dijo...

Si señor, ahí estabamos todos los componentes de la vida en este planeta azul (todavía) representados en tu persona, como muy bien percibes al nombrar ese agua que vivifica todo aquello que acaricia.
Un día sabedioscuando he de conocer ese patio tan especial. Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Una descripcion muy completa, y ese rincon de soledad acompañado de esas bellas voces de la lluvia al caer...

Lola Mariné dijo...

Ese patio se ve muy agradable, y con el sonido de la lluvia ya debe ser una delicia.
La soledad es necesaria a veces, como bien dices, para encontrarnos con nosotros mismos.
Feliz semana.

Antonio dijo...

Gracias, Luna Llena. Tal vez a los sesenta uno tenga que empezar, definitivamente, a limpiar lastre y a seleccionar, con criterio, aquello que la vida le aportó, caiga quien caiga… Tal vez, también, el encuentro con la naturaleza nos haga encontrarnos con nosotros mismos, desde el todo a la nimiedad del ser humano.

También el escenario que planteas, con la maravillosa escudella catalana, el salmorejo y un buen vino del Priorato, sea un excelente marco para disfrutar de la vida, abrir la mente y sentirse vivos en compañía de los seres queridos.

Un abrazo

Antonio dijo...

Totalmente de acuerdo, Rafa. Creo que quien no la busca y la encuentra no puede digerir con solvencia los nutrientes de la mente.

Un saludo

Antonio dijo...

Emejota, el patio te está esperando, la bodeguilla, cuya entrada se observa al fondo a la derecha, también y un par de amigos te recibirán con los brazos abiertos, a ti y a todos los buenos amigos del mundo bloguero.

Un fuerte abrazo también para ti.

Antonio dijo...

Anna, no sé si habrás leído la entrada a la que hago referencia sobre la toremnta, pero me encanta la lluvia de siempre. Abro la ventana para oírla repiquetear sobre el tejado, las hojas y el suelo, debe ser que tengo conciencia de ser un 73%, o más, agua.

Un abrazo afectuoso

Antonio dijo...

Gracias Lola. Todos los días deberíamos tener nuestra dosis de soledad para asentar el pensamiento mediante la reflexión y la meditación…
Buena semana por Katmandú…

Un beso

Thornton dijo...

Antonio, los ojos se me han ido a ese patio, Aspidistras, Alocacias, Costillas de Adán y esa parra.
Qué vinico me tomaría ahí contigo, platicando abonico.

Escribas lo que escribas la poesía te sale por los poros. Que lo sepas.

Un abrazo.

Antonio dijo...

Gracias, Thornton. Yo creo que la poesía me la arranca esa situación precisa donde se conjuga la lluvia, la vida y la expectación.
Lo del vinico se puede hacer cuando quieras, estoy a tu disposición, puesto que formas parte de la gente del mundo bloguero a la que admiro y con la que no me importaría, y me agradaría, compartir un vino envolviendo la plática.

Un abrazo

Ana Villalobos Carballo dijo...

A mí nunca me ha gustado la lluvia, Antonio, me produce tristeza, pero tu entrada me ha encantado. Todos necesitamos alguna vez un poco de soledad y buscar nuestros propios silencios.
Fue un placer conocerte, escucharte y,en esta ocasión, escucharte.

Besos

Ana

Antonio dijo...

Gracias, Ana. Espero verte en Sigüenza.
Para mí fue otro placer el encuentro de Granada.
Besos

MAJECARMU dijo...

Antonio,la soledad buscada es tremendamente gratificante y plena.Me alegro por esos eventos,que tanto te han aportado,amigo.
Te diré que todos tenemos la clave del misterio de la vida,porque todos somos vida y mientras seamos vida el misterio seguirá latente e inefable.
Mi gratitud por compartir y mi abrazo siempre.
M.Jesús

CONCHI dijo...

Antonio, en momentos de soledad el poder leer tus escritos para mi es un bálsamo.
Besos.

Chonchi.

Antonio dijo...

Gracias, M.Jesús. Sentimos y sentir es vida, en todos los casos.
Un abrazo afectuoso

Antonio dijo...

Gracias, Conchi. Me alegra lo que me dices. Mi intención es compartir esas ideas y que cada cual aproveche lo que estime conveniente.
Un abrazo

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