Salvando las distancias y en aras de un modelo explicativo simple y asequible, me permito hacer una odiosa comparación entre el hombre y la máquina. No pretendo equiparar el puro mecanicismo de la máquina a la complejidad humana, a sus procesos cognitivos y sus condicionantes emocionales, que hacen del ser humano una singularidad excepcionalmente enrevesada y complicada. Más bien pretendo determinar las bases elementales que puedan justificar el confuso proceso del desarrollo del sujeto y su integración o socialización en su medio cultural.
De forma simple, entiendo al ser humano desde la dualidad de cuerpo y mente. O sea, el cuerpo es el soporto físico, de mayor o menor calidad, que sustenta a la mente, que es el soporte intelectual que elabora el conocimiento mediante el proceso cognitivo en función de los datos y la forma, principios, valores, represiones, orientaciones, moral, ética, etc. que determina la cultura donde se inserta el sujeto.
Considerando que no soy un experto en cuestiones informáticas, intento hacer una abstracción conceptual, y según Wikipedia, “…se conoce como software al equipamiento lógico o soporte lógico de una computadora digital; comprende el conjunto de los componentes lógicos necesarios que hacen posible la realización de tareas específicas, en contraposición a los componentes físicos, que son llamados hardware”. Por tanto el software hace alusión a los programas operativos o formas de computar y analizar los datos, teniendo relación con el objetivo básico para el que fueron desarrollados. Cada programa tiene su complejidad y requiere de una capacidad de memoria y del procesador. Estamos hablando, pues, de formas e instrumentos para afrontar y resolver el proceso. En el caso de las personas la instalación cabría compararlo con el proceso educativo, la formación que se va dando para que cada sujeto afronte la vida y los hechos que puedan presentársele en ella. Es decir, en el ordenador se instala un programa en función de los objetivos que se persigan y al sujeto se le educa y forma.
Ciertamente, el hardware, comparado con el cuerpo físico, hace alusión a la capacidad intelectual del sujeto, a su calidad y componente genético, más memoria, más CI (Cociente de Inteligencia), más capacidad intelectiva… A más inteligencia más posibilidad de instalar programas más elevados, es decir, más posibilidad de que el sujeto entienda y comprenda mejor, que tenga más capacidad de razonamiento y crítica, que procese mejor los estímulos que va percibiendo, que su potencialidad le lleve a ser un científico, filósofo o de alto nivel intelectual…
Dicho esto, ahora quiero centrarme en el objetivo diana de esta reflexión. La diferencia sustancial entre el ser humano y la computadora, con perdón como ya dije por la simpleza de la comparación, radica en que a la computadora podemos borrarle programas e instalarles otros mejores que vayamos descubriendo o elaborando, siempre y cuando el hardware lo pueda soportar, mientras que en el ser humano tenemos que trabajar modificando los ya instalados sin poder borrarlos, aunque se pudieran relegar a la memoria oculta. Es decir, no podremos sustraernos a los esquemas educacionales que nos fueron instalados a lo largo de nuestra infancia, aunque les dejemos en el subconsciente más profundo. Por tanto tenemos que trabajar modificando los programas ya instalados, pero dentro de las posibilidades que estos nos dejen.
No podemos borrar nuestro disco duro, formatearlo y empezar de nuevo a instalar un programa de grado superior obviando el anterior. Tenemos que trabajar sobre el ya existente y adaptarlo a los nuevos tiempos, a las nuevas exigencias. Por tanto vamos comprendiendo y evolucionando desde el programa inicial, lo que condiciona la capacidad de asimilación y desarrollo, pues los esquemas aprendidos no siempre son adaptables a la evolución social.
En estos casos puede aflorar el conflicto interno, como resultante de un choque entre un valor instaurado en nuestra infancia y un nuevo principio que, de forma racional, intentamos asumir. Ese principio puede ser asumido sin problemas por otra generación que no ha sufrido nuestro proceso educativo y los condicionantes que conlleva, pero nosotros estamos condenados a elaborar el conflicto referido y a manejar y gestionar el proceso culposo que se genera mediante el mismo.
Esos esquemas infantiles instaurados en los años del nacional catolicismo, por ejemplo, han marcado toda una generación que hemos sido responsables de una transición, desde la sumisión al sistema y sus referidos principios inculcados en la infancia, hacia un estado de libertad idealizada y mimetizada del entorno europeo. Fue necesario el conflicto generacional, la confrontación de esa juventud ansiosa de esa libertad, con el grupo dominante, marcado por los principios y la rancia y anacrónica política del poder establecido. Curiosamente ese bum tuvo sus válvulas de escape, sus fugas incontroladas, que hicieron pensar a muchos que una educación en libertad era dejar que cada cual evolucionara a su antojo, sin imponer cierto orden o principios que cultivaran valores constructivos para afianzar esa emancipación responsable que se pretendía.
Ciertamente, la ley del péndulo es inexorable. Solo se neutraliza una fuerza, que ubica el péndulo en un lado, si se opone otra de mayor potencia para el otro, lo que lleva, una vez rota la cuerda contraria, al desplazamiento del péndulo de forma incontrola hacia el extremo opuesto. Conseguir el equilibrio suele ser una cuestión de tiempo y de estrategia para soltar presión y situar en su justo término el péndulo hasta que por sí mismo se sostenga en equilibrio, sin presión de ninguna parte.
Vuelvo de los cerros de Úbeda, por donde anduve en estos dos párrafos anteriores, para centrarme en la repercusión de los esquemas infantiles en la vida del adulto mayor de hoy. Me refiero a gente de cincuenta para arriba, según que casos. No aludo solo a la disposición y habilidad en el manejo de las nuevas tecnologías y su aplicación, que deja de manifiesto las grandes diferencias que hay entre el joven y el adulto, sino a los propios principios y valores que se fueron inculcando y que condicionan las conductas y actitudes.
Las nuevas posiciones, y actitudes ante determinadas cuestiones como el sexo, la relación hombre mujer, el rol familiar, la intransigencia, la impermeabilidad a otros razonamientos y un amplio etc., que conformó posicionamientos que han sufrido un importante cambio en su desarrollo social y cultural, han cuajado con frescura en las mentes nuevas, en los infantes educados en estas generaciones, mientras que la capacidad de adaptación de las viejas generaciones ha requerido de un mayor esfuerzo, cuando no de conflictos inter e intrapersonales hasta asimilar una nueva situación que se fragua sobre la vieja con sus condicionantes. Es decir, los antiguos esquemas inoculados en la infancia siguen haciendo mella y condicionando nuestras conductas en mayor o menor medida, según y como. Nuestro viejo programa no admite los cambios con la soltura que exige el nuevo. Nuestro software antiguo adaptado no puede dar el mismo resultado que el actual. Para eso habría que haber borrado el viejo e instalado el moderno.
Es curioso, pero ya me lo han comentado algunos amigos de edad respetable, que han sido adalides del cambio, incluido yo: “A veces, cuando hago algo mal u ofensivo, suelto un taco o un me cago en… con cierta desazón, me viene a la memoria, de forma automática, el “te vas a condenar” que, de pequeño, me decía el cura, el maestro o los mayores de mi pueblo ante estos hechos. Mi software viejo sigue funcionando y eso que no creo en Dios ni en la religión. Y de las vivencias sexuales ya ni hablamos…” Será que el fin se acerca, que mi energía se apaga y vuelven los miedos que persisten en lo más profundo del ser, aquellos miedos al Dios Justiciero del juicio final.
Ahora bien, dado que estos programas, que se van instalando a lo largo de la infancia, sirven para gestionar la vida y la relación con el entorno, cabe preguntarse: ¿Cuáles deberían ser los principios y valores a inculcar a los pequeños para garantizar que no habrá trabas al desarrollo personal, que habrá capacidad de adaptación y asimilación de los cambios que puedan presentarse, que garanticen la idea del ser humanista que evite el embrutecimiento y la incultura, que cultive las esencias del ser humano social y solidario, la paz, la implicación, la responsabilidad y el entendimiento entre los pueblos?
Creo que ese es el reto del sistema educativo, el elaborar programas, software, que hagan hombres y mujeres libres y responsables, implicados y solidarios, sin traumas y dogmas que les condicionen y frustren en el futuro. Cada uno tendremos nuestro hardware de mayor o menor calidad, pero debe existir un programa básico, un software, que sitúe a todos en la misma rampa de salida, que permita su mejora continua sin limitación y su versatilidad; después se podrán incluir otros softwares según cada capacidad y motivación.
De forma simple, entiendo al ser humano desde la dualidad de cuerpo y mente. O sea, el cuerpo es el soporto físico, de mayor o menor calidad, que sustenta a la mente, que es el soporte intelectual que elabora el conocimiento mediante el proceso cognitivo en función de los datos y la forma, principios, valores, represiones, orientaciones, moral, ética, etc. que determina la cultura donde se inserta el sujeto.
Considerando que no soy un experto en cuestiones informáticas, intento hacer una abstracción conceptual, y según Wikipedia, “…se conoce como software al equipamiento lógico o soporte lógico de una computadora digital; comprende el conjunto de los componentes lógicos necesarios que hacen posible la realización de tareas específicas, en contraposición a los componentes físicos, que son llamados hardware”. Por tanto el software hace alusión a los programas operativos o formas de computar y analizar los datos, teniendo relación con el objetivo básico para el que fueron desarrollados. Cada programa tiene su complejidad y requiere de una capacidad de memoria y del procesador. Estamos hablando, pues, de formas e instrumentos para afrontar y resolver el proceso. En el caso de las personas la instalación cabría compararlo con el proceso educativo, la formación que se va dando para que cada sujeto afronte la vida y los hechos que puedan presentársele en ella. Es decir, en el ordenador se instala un programa en función de los objetivos que se persigan y al sujeto se le educa y forma.
Ciertamente, el hardware, comparado con el cuerpo físico, hace alusión a la capacidad intelectual del sujeto, a su calidad y componente genético, más memoria, más CI (Cociente de Inteligencia), más capacidad intelectiva… A más inteligencia más posibilidad de instalar programas más elevados, es decir, más posibilidad de que el sujeto entienda y comprenda mejor, que tenga más capacidad de razonamiento y crítica, que procese mejor los estímulos que va percibiendo, que su potencialidad le lleve a ser un científico, filósofo o de alto nivel intelectual…
Dicho esto, ahora quiero centrarme en el objetivo diana de esta reflexión. La diferencia sustancial entre el ser humano y la computadora, con perdón como ya dije por la simpleza de la comparación, radica en que a la computadora podemos borrarle programas e instalarles otros mejores que vayamos descubriendo o elaborando, siempre y cuando el hardware lo pueda soportar, mientras que en el ser humano tenemos que trabajar modificando los ya instalados sin poder borrarlos, aunque se pudieran relegar a la memoria oculta. Es decir, no podremos sustraernos a los esquemas educacionales que nos fueron instalados a lo largo de nuestra infancia, aunque les dejemos en el subconsciente más profundo. Por tanto tenemos que trabajar modificando los programas ya instalados, pero dentro de las posibilidades que estos nos dejen.
No podemos borrar nuestro disco duro, formatearlo y empezar de nuevo a instalar un programa de grado superior obviando el anterior. Tenemos que trabajar sobre el ya existente y adaptarlo a los nuevos tiempos, a las nuevas exigencias. Por tanto vamos comprendiendo y evolucionando desde el programa inicial, lo que condiciona la capacidad de asimilación y desarrollo, pues los esquemas aprendidos no siempre son adaptables a la evolución social.
En estos casos puede aflorar el conflicto interno, como resultante de un choque entre un valor instaurado en nuestra infancia y un nuevo principio que, de forma racional, intentamos asumir. Ese principio puede ser asumido sin problemas por otra generación que no ha sufrido nuestro proceso educativo y los condicionantes que conlleva, pero nosotros estamos condenados a elaborar el conflicto referido y a manejar y gestionar el proceso culposo que se genera mediante el mismo.
Esos esquemas infantiles instaurados en los años del nacional catolicismo, por ejemplo, han marcado toda una generación que hemos sido responsables de una transición, desde la sumisión al sistema y sus referidos principios inculcados en la infancia, hacia un estado de libertad idealizada y mimetizada del entorno europeo. Fue necesario el conflicto generacional, la confrontación de esa juventud ansiosa de esa libertad, con el grupo dominante, marcado por los principios y la rancia y anacrónica política del poder establecido. Curiosamente ese bum tuvo sus válvulas de escape, sus fugas incontroladas, que hicieron pensar a muchos que una educación en libertad era dejar que cada cual evolucionara a su antojo, sin imponer cierto orden o principios que cultivaran valores constructivos para afianzar esa emancipación responsable que se pretendía.
Ciertamente, la ley del péndulo es inexorable. Solo se neutraliza una fuerza, que ubica el péndulo en un lado, si se opone otra de mayor potencia para el otro, lo que lleva, una vez rota la cuerda contraria, al desplazamiento del péndulo de forma incontrola hacia el extremo opuesto. Conseguir el equilibrio suele ser una cuestión de tiempo y de estrategia para soltar presión y situar en su justo término el péndulo hasta que por sí mismo se sostenga en equilibrio, sin presión de ninguna parte.
Vuelvo de los cerros de Úbeda, por donde anduve en estos dos párrafos anteriores, para centrarme en la repercusión de los esquemas infantiles en la vida del adulto mayor de hoy. Me refiero a gente de cincuenta para arriba, según que casos. No aludo solo a la disposición y habilidad en el manejo de las nuevas tecnologías y su aplicación, que deja de manifiesto las grandes diferencias que hay entre el joven y el adulto, sino a los propios principios y valores que se fueron inculcando y que condicionan las conductas y actitudes.
Las nuevas posiciones, y actitudes ante determinadas cuestiones como el sexo, la relación hombre mujer, el rol familiar, la intransigencia, la impermeabilidad a otros razonamientos y un amplio etc., que conformó posicionamientos que han sufrido un importante cambio en su desarrollo social y cultural, han cuajado con frescura en las mentes nuevas, en los infantes educados en estas generaciones, mientras que la capacidad de adaptación de las viejas generaciones ha requerido de un mayor esfuerzo, cuando no de conflictos inter e intrapersonales hasta asimilar una nueva situación que se fragua sobre la vieja con sus condicionantes. Es decir, los antiguos esquemas inoculados en la infancia siguen haciendo mella y condicionando nuestras conductas en mayor o menor medida, según y como. Nuestro viejo programa no admite los cambios con la soltura que exige el nuevo. Nuestro software antiguo adaptado no puede dar el mismo resultado que el actual. Para eso habría que haber borrado el viejo e instalado el moderno.
Es curioso, pero ya me lo han comentado algunos amigos de edad respetable, que han sido adalides del cambio, incluido yo: “A veces, cuando hago algo mal u ofensivo, suelto un taco o un me cago en… con cierta desazón, me viene a la memoria, de forma automática, el “te vas a condenar” que, de pequeño, me decía el cura, el maestro o los mayores de mi pueblo ante estos hechos. Mi software viejo sigue funcionando y eso que no creo en Dios ni en la religión. Y de las vivencias sexuales ya ni hablamos…” Será que el fin se acerca, que mi energía se apaga y vuelven los miedos que persisten en lo más profundo del ser, aquellos miedos al Dios Justiciero del juicio final.
Ahora bien, dado que estos programas, que se van instalando a lo largo de la infancia, sirven para gestionar la vida y la relación con el entorno, cabe preguntarse: ¿Cuáles deberían ser los principios y valores a inculcar a los pequeños para garantizar que no habrá trabas al desarrollo personal, que habrá capacidad de adaptación y asimilación de los cambios que puedan presentarse, que garanticen la idea del ser humanista que evite el embrutecimiento y la incultura, que cultive las esencias del ser humano social y solidario, la paz, la implicación, la responsabilidad y el entendimiento entre los pueblos?
Creo que ese es el reto del sistema educativo, el elaborar programas, software, que hagan hombres y mujeres libres y responsables, implicados y solidarios, sin traumas y dogmas que les condicionen y frustren en el futuro. Cada uno tendremos nuestro hardware de mayor o menor calidad, pero debe existir un programa básico, un software, que sitúe a todos en la misma rampa de salida, que permita su mejora continua sin limitación y su versatilidad; después se podrán incluir otros softwares según cada capacidad y motivación.
24 comentarios:
Antonio, aquí hay mucha enjundia, tengo que venir con tiempo.
Volveré, siempre es interesante lo que expones.
Vendrás al Encuentro de Poesía? En Febrero vuelvo a pasar lista.
Anímate!!
Besos
el hombre es una máquina dotado de un cerebro que no utiliza... un besazo, antonio, una gozada leerte siempre
¡Tela marinera! Has colgado un post cuyo contenido bien podría decirse que es la esencia de la existencia.
De acuerdo en lo que dices, y confirmo tu teoría. Debido a mi edad, también cuando hago ciertas cosas me cuesta cambiar el chip y racionalizarlo antes, porque si no podrían mis sofwares nacional-católicos. Es difícil pero es cuestión de proponérselo y anteponer la razón y el sentido común en ciertos momentos para que se sobrepongan sobre esos clichés adquiridos en una socialización demoniaca.
Salud y República
DE acuerdo contgo: impera que se eduque en valores a las nuevas generaciones.
UN abrazo, ya regresando al mundo de los blogs luego de 5 semanas de no publicar.
Creo firmemente en que para que el software funcione bien, el hardware debe ser de lo mejor, y equiparándolo con el humano, las bases morales sólidas son fundamentales para saber afrontar y manejar los avatares que se presentan en la vida. Los adultos tenemos una enorme responsabilidad en este sentido, que entiendo estamos descuidando bastante.
Muy interesante análisis el que nos dejas Antonio.
Te dejo un enorme abrazo y te deseo una estupenda semana.
Siguiendo con tu analogía y puesto que somos animales de costumbres, se me ocurre incorporar lo que en programación llamamos rutinas y subrutinas, programas dentro de programas. Quizá porque las subrutinas pueden asociarse al subconsciente y a las emociones, mientras que las rutinas son la parte visible de un programa, los procesos conscientes.
Tu metáfora me parece particularmente interesante, sobre todo porque atañe a ese mito que llamamos libertad, y también nos permite poner ejemplos sobre cómo se produce la manipulación. A través del razonamiento se nos puede convencer, y eso puede ser algo imposible cuando los argumentos son simples falacias o mentiras.
Las técnicas usadas en publicidad saben que es mas fácil, efectivo y sutil, actuar sobre el inconsciente, pues nos motivamos sobre emociones y menos por argumentos.
Hemos recibido una educación profundamente manipuladora durante la dictadura y hemos necesitado de un proceso de reaprendizaje haciendo conscientes y visibles nuestras propias contradicciones, haciendo visibles las subrutinas, en un duro y largo proceso de reestructuración mental.
Excelente artículo. Un abrazo.
Pase a saludarte deseandote una semana de creatividad y logros.
.
El que hace el bien de los demás hace el suyo.
Proverbio chino
Hola, Marian, gracias por tus palabras.
Lo del encuentro de poesía me lo estoy pensando pues parece ser que las dificultades que tenía para acudir pueden desaparecer. En el caso de que así fuera me plantearía asistir. Cuando vuelvas a pasar lista puede que ya sepa algo definitivamente.
Besos
Efectivamente, Mª Ángeles. Además de no utilizarla parece que tampoco la conoce bien.
El asunto está en conocerla y hacerla funcionar correctamente para que se mantenga el equilibrio de la vida y su desarrollo.
Besos
Rafa, como somos de la misma camada, por decirlo de alguna manera, sabemos que el software que nos colocaron se ha de modificar de forma continua y dinámica, pero hay que reescribir sobre el mismo, borrando y reestructurando, lo que lleva a veces a muchos conflictos y fugas hacia delante incluidos los borrones que, a veces, nos salen…
Saludos
Bienvenida, Myriam. Efectivamente, creo que se ha de educar siempre en valores a las nuevas generaciones, pero, a veces, no se considera que los propios valores tienen cierto dinamismo para adaptarse al entorno y evolución de las culturas.
Un abrazo
Efectivamente, Belkis, eso sería lo ideal que los hardware fueran de lo mejor, pero la realidad es que no lo son y cada uno tiene sus capacidades y, consecuentemente, sus potencialidades para manejar determinados softwares.
Un abrazo afectuoso
Camino, creo que las rutinas que nos colocan en el software son prejuicios conductas adquiridas que nos condicionan. Lo importante sería, siguiendo el símil, que esas rutinas fueran revisables sistemáticamente…
Pero si alguien conoce el mecanismo íntimo del cerebro y la generación del pensamiento, la gestión cognitiva y la creación de actitudes y conductas, puede manipular y así lo hacen… visto está… la gestión y manipulación emocional está a la orden del día. Así siempre será una utopia la libertad, salvo que la madurez del ser humano se imponga, pero cuál sería la madurez como consecuencia de un proceso de aprendizaje desde la infancia, con sus principios y valores variables introducidos en los esquemas básicos del proceso…?
Un abrazo
Abu, nunca fueron los chinos desorientados en sus proverbios… Confucio, por lo que se ve, sembró escuela. Ligar nuestro destino al de los demás seres humanos me parece un planteamiento universal y humanista, pero no siempre lo entendemos así y nuestro bien está en el mal de los otros. Soy más rico porque robo al que ya es pobre y lo empobrezco…
Un abrazo
Creo que el sistema globalizado que controla el mundo, con ayuda de los grandes medios de comunicación, prefiere que seamos máquinas perfectas a que tengamos calidad humana y que pensemos por nosotros mismos. Lo digo a raíz de esta entrada y de la última mía donde vemos cómo se nos oculta información valiosa del mundo por parte de los encargados de difundirla.
Un saludo.
Pues sí, amigo Cayetano, se nos manipula desde hace mucho tiempo en función de los recursos que tienen y dominan los manipuladores que andan en el poder.
Un saludo
''Conócete a tí mismo'' dicen que decían en Delfos. Y esa es la mejor y, por ahora, única forma de mejorar el software que nos tocó en suerte.
Muy buena reflexión Antonio.
Saludos
J.
Antonio, has hecho un tradado sobre la personalidad de acuerdo con la educación recibida y como influye a lo largo de nuestra vida. Además ha sido genial la idea de compararlo al mundo de la informática.¡GENIAL!
A veces puede suceder que entre programa y programa pase una "disonancia cognitiva" y ya la hemos liado.......uffffff que dificil resulta a veces todo.
José A. Estoy de acuerdo contigo con el conocerse a uno mismo es la base para poder desarrollarse. Ver donde estamos, de donde partimos y hacia donde vamos..
Un saludo
En el fondo, Maripaz, hemos hecho un mismo recorrido, sociológicamente hablando, de la vida. Nacimos en unas circunstancias y elaboramos el tránsito a pesar de las influencias del software que nos colocaron. Ahora solo nos toca vivir la libertad que nos hemos ganado a pulso.
Un beso
Muy interesante tu apreciación, Belijerez. Es cierto que en el porceso evolutivo las disonancias cognitivas son inevitables; es más, imprescindibles. A través de ellas vamos elaborando y conformando un nuevo ser capaz de cambiar o modificar el software que nos colocaron. El resultado, al igual que cualquier proceso homeostático del sistema es imprevisible en todos sus términos aunque previsible en algunos aspectos.
Antonio, creo que el programa que hemos aprendido desde el nacimiento no es el correcto, es como eso de que hay que volver a escribir la historia, pues igual.
Sabes que me gusta la síntesis, por ello intento sintetizar tu articulo.
Podemos cambiar el programa poco a poco, es lo que se llama transmutar las ideas basándose en el aprendizaje y la experiencia.
Besos
Me interesa la informática y por eso disfruto de aprender nuevas cosas cuando tengo la oportunidad. Tambien disfruto de divertirme con distintas consolas y particularmente la PS3 es la que mas me gusta
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