Entiendo el modelo estructural que plantean, con el que no estoy de acuerdo, pues la familia, y en concreto el matrimonio, puede ser formado por personas del mismo o diferente sexo, bajo mi punto de vista. La argamasa que les une es el amor y eso es una vivencia personal que han de valorar los integrantes, así como el deseo de convivir y desarrollarse personal e intelectualmente apoyados el uno en el otro o los otros, si bien hay matices que me indican la concepción relacional de las iglesias al justificar el vínculo matrimonial, basada y entendiendo el amor como el sacrificio la entrega y la renuncia a muchas cosas en favor del otro, cuando lo que planteo es una tendencia al autodesarrollo mediante una alianza de libertad personal y de independencia convergente entre las partes. El sacrificio y la renuncia es un aspecto que, a la larga, o crea un síndrome de Estocolmo o acaba en conflictos y odios solapados que trasciende a la propia convivencia, en todo caso nos referiremos a compartir e intercambiar esos esfuerzos y sacrificios de mutuo acuerdo, cuando haya que hacerlos. Tampoco aquí hablamos de sexos o género, sino de sentimientos interpersonales entre dos o más personas que conforman la familia. Por otro lado, el sistema de rol, aunque no tengo muy claro el que definen los jerarcas eclesiásticos, se debe basar en la igualdad y el consenso funcional y debe ser el resultado de un proceso de decantación y anuencia entre las partes. En este último caso solo me queda la duda si una institución misógina y homófoba, al menos desde el punto de vista estructural y el concreto rol de la mujer en ella, puede defender mis propias ideas al respecto y no estar mediatizada por esa tendencia marginal hacia la mujer y la homosexualidad que les caracteriza en sus planteamientos.
Hay otra línea, la indisolubilidad del matrimonio que plantean, que choca frontalmente con el proceso evolutivo personal de cada una de las partes y de la propia relación. Uno sabe lo que quiere y necesita hoy, pero no lo que necesitará y querrá mañana. Por lo tanto cualquier compromiso de esta índole adolece de la visión de futuro y de la aceptación del cambio que se ha de realizar en ese proceso de desarrollo vital. No todo el mundo hace el camino de la vida al mismo ritmo, la evolución personal no siempre es paralela y convergente, cabiendo un desajuste y divergencia que impida una sana convivencia y requiera una ruptura que permita a cada cual seguir con su propio proyecto de vida y su forma de entenderla. Cuando en un matrimonio se ha pasado de ser aliados y apoyos a la evolución personal y se han convertido en frenos o estorbos para ello, solo cabe la ruptura si no hay una redefinición que reconduzca la situación, y eso es difícil de conseguir. Llama la atención, así mismo, que el propio Jesucristo les pidiera a sus apósteles que abandonaran todo, incluido su familia, y le siguieran, tal vez pretendía eso, su desarrollo personal desde la libertad e independencia. No deja de ser contradictorio con los planteamientos actuales de la iglesia para sus feligreses, mientras el clero parece que asume esa consigna célibe en su propia carne.
Con relación a esa idea de indisolubilidad, “hasta que la muerte nos separe”, caben otras consideraciones actitudinales de un subconsciente que determina emociones, deseos y conductas. Si se entiende que el matrimonio es válido hasta que la muerte nos separe y una separación se presenta por una de las partes, se podría, a niveles de inconsciente, justificar que merece la muerte por querer separarse e incumplir el contrato y el mandato divino del sacramento matrimonial, que firmó con su promesa el día del matrimonio, pues es la muerte la única causa que puede disolverlo. Eso que, en principio, pudiera ser un tema escabroso para el debate y de cierto calado, se lo dejo a la interpretación psicoanalítica de los teóricos lacanianos que tienen mucho que decir al respecto desde su correlación del inconsciente con el lenguaje.
Ahondando algo más, cabría hacer alusión a unas manifestaciones de Monseñor Reig Plá, obispo de Alcalá y presidente de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, que ha declarado recientemente que "los matrimonios canónicamente constituidos son menos dados a la violencia doméstica que aquellos que son parejas de hecho". En una artículo, publicado en El País, de Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Religión, género y violencia (Sevilla, 2010), viene a plantear que en los matrimonios católicos hay una mayor propensión a la violencia de género que en las parejas de hecho precisamente por la pervivencia, en aquellos, de la estructura patriarcal y por la imposición de la indisolubilidad, que, a la larga, se convierten en fuente de maltrato hacia las mujeres y los hijos. Hace un interesante repaso a algunos preceptos derivados de cartas a los Corintios, a los Efesios y Gálatas, que ponen de manifiesta la incongruencia que plantea la religión en su consideración con la mujer, a la que entiende de segundo orden y sumisa al varón en las dos primeras y en plano de igualdad en la tercera.
Pero volviendo al tema del rol, dentro de este mismo aspecto relacional, hay una consideración que me parece esencial. El modelo de rol es una resultante singular en cada caso o situación familiar, o debe serlo. Como he referido, es el producto de una continua convivencia, donde hay acuerdos tácitos que se conforman con el tiempo y la distribución y aceptación de las potencialidades, los conocimientos y habilidades de cada uno de los miembros familiares, en aras de un mejor funcionamiento o provecho para todos los miembros, sin obviar la personalidad de cada uno de los integrantes, su carácter y temperamento, a la par que su bagaje fraguado en la familia de procedencia. Por tanto, es algo dinámico, que se transforma, en mayor o menor medida, según las circunstancias que van concurriendo y, a la vez, producto de una negociación solapada que va redefiniendo la relación. No hay dos matrimonios iguales y la microcultura familiar es única para cada caso. Dos sujetos que provienen de familias diferentes, con microculturas distintas, acuerdan formar una unidad familiar y, como resultado de ello, aparece otra microcultura familiar propia, mediante la contrastación de modelos de ambos y la asimilación y elaboración de la convivencia derivada del amor, al menos inicialmente.
No quiero terminar si aludir al concepto de “paternidad responsable” que he mencionado anteriormente. Este concepto tiene, para mí, varias dimensiones significativas. Por un lado está el compromiso que se adquiere cuando se tiene un hijo, para procurar su desarrollo personal y llevarle a la madurez con garantías. Ese compromiso te obliga a considerar tus recursos y posibilidades para determinar responsablemente el número adecuado de hijos. Por otro lado, está la obligación que contraes, junto a tu pareja, para llevar a término esa función conjunta, por lo que cualquier separación o conflicto relacional debería considerar la influencia que pudiera tener en la evolución de los hijos, e intentar neutralizar el mal de forma responsable. También está el deber de rol y su ejecución leal y responsablemente, aportando el esfuerzo y los nutrientes físicos, intelectuales y espirituales que se requieren por cada una de las partes.
Por tanto, y a modo de conclusión, la familia es un ente que compete básicamente a los miembros, que la forma desde su libre voluntad y que escapa, en gran medida, a los patrones que legalmente se establecen, en tanto es una acuerdo mutuo de convivencia que tiene su dinamismo respetable y singularmente evolutivo, por lo que ninguna sociedad civil puede imponer, mediante ley, que alguien haga algo en contra de su voluntad, salvo circunstancias excepcionales que incidan en beneficio o perjuicio de los demás. En este sentido podemos observar familias estructuradas sin pasar por la vicaría o por el registro civil, como resultado de esa libre voluntad de sus miembros. Ciertamente, un matrimonio católico, por poner un ejemplo, no deberá ser obligado, por parte de las leyes civiles, a separase o divorciarse, salvo que haya por enmedio un mal trato o una petición firme de cualquiera de las partes para cesar la convivencia, dejando a su conciencia la toma de decisión; no podrá obligarse a usar el preservativo o a practicarse un aborto; es decir ejecutar una acción que vaya en contra de sus principios religiosos; aunque sí proclamo que se le pueda prohibir ejercer cualquier acción que vaya en contra de los principios o leyes sociales, aunque su religión le ampare. A la vez, la religión, que habla, pastorea o dogmatiza para sus creyentes, debe respetar la idiosincrasia de los demás y aplicar sus normas y leyes solo a sus miembros, sin interferir en las decisiones de la sociedad civil, que es más diversa y plural, y que ya tiene su sistema legal de gobierno establecido desde esa pluralidad.
Finalmente, entiendo que la familia tiene un rol social, un papel de adoctrinamiento y de socialización cultural de los hijos, a la par que una labor primordial en el proceso educacional y de ayuda al desarrollo de las potencialidades de todos y cada uno de sus miembros, básicamente de los hijos; tal vez por eso está en crisis continua, como lo está toda sociedad en proceso de evolución, pues la crisis no es mala cuando es producto de un crecimiento, sino las soluciones que se den a los problemas que se puedan ir planteando con ella. Mi preocupación no es la familia en sí, sino su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y acoplarse al desarrollo de la libertad y la autonomía en una sociedad diferente donde el ser humano sea más libre, más capaz y más maduro, donde las dependencias sean simétricas y no se mantenga la asimetría que nos caracteriza.
Hay otra línea, la indisolubilidad del matrimonio que plantean, que choca frontalmente con el proceso evolutivo personal de cada una de las partes y de la propia relación. Uno sabe lo que quiere y necesita hoy, pero no lo que necesitará y querrá mañana. Por lo tanto cualquier compromiso de esta índole adolece de la visión de futuro y de la aceptación del cambio que se ha de realizar en ese proceso de desarrollo vital. No todo el mundo hace el camino de la vida al mismo ritmo, la evolución personal no siempre es paralela y convergente, cabiendo un desajuste y divergencia que impida una sana convivencia y requiera una ruptura que permita a cada cual seguir con su propio proyecto de vida y su forma de entenderla. Cuando en un matrimonio se ha pasado de ser aliados y apoyos a la evolución personal y se han convertido en frenos o estorbos para ello, solo cabe la ruptura si no hay una redefinición que reconduzca la situación, y eso es difícil de conseguir. Llama la atención, así mismo, que el propio Jesucristo les pidiera a sus apósteles que abandonaran todo, incluido su familia, y le siguieran, tal vez pretendía eso, su desarrollo personal desde la libertad e independencia. No deja de ser contradictorio con los planteamientos actuales de la iglesia para sus feligreses, mientras el clero parece que asume esa consigna célibe en su propia carne.
Con relación a esa idea de indisolubilidad, “hasta que la muerte nos separe”, caben otras consideraciones actitudinales de un subconsciente que determina emociones, deseos y conductas. Si se entiende que el matrimonio es válido hasta que la muerte nos separe y una separación se presenta por una de las partes, se podría, a niveles de inconsciente, justificar que merece la muerte por querer separarse e incumplir el contrato y el mandato divino del sacramento matrimonial, que firmó con su promesa el día del matrimonio, pues es la muerte la única causa que puede disolverlo. Eso que, en principio, pudiera ser un tema escabroso para el debate y de cierto calado, se lo dejo a la interpretación psicoanalítica de los teóricos lacanianos que tienen mucho que decir al respecto desde su correlación del inconsciente con el lenguaje.
Ahondando algo más, cabría hacer alusión a unas manifestaciones de Monseñor Reig Plá, obispo de Alcalá y presidente de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, que ha declarado recientemente que "los matrimonios canónicamente constituidos son menos dados a la violencia doméstica que aquellos que son parejas de hecho". En una artículo, publicado en El País, de Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Religión, género y violencia (Sevilla, 2010), viene a plantear que en los matrimonios católicos hay una mayor propensión a la violencia de género que en las parejas de hecho precisamente por la pervivencia, en aquellos, de la estructura patriarcal y por la imposición de la indisolubilidad, que, a la larga, se convierten en fuente de maltrato hacia las mujeres y los hijos. Hace un interesante repaso a algunos preceptos derivados de cartas a los Corintios, a los Efesios y Gálatas, que ponen de manifiesta la incongruencia que plantea la religión en su consideración con la mujer, a la que entiende de segundo orden y sumisa al varón en las dos primeras y en plano de igualdad en la tercera.
Pero volviendo al tema del rol, dentro de este mismo aspecto relacional, hay una consideración que me parece esencial. El modelo de rol es una resultante singular en cada caso o situación familiar, o debe serlo. Como he referido, es el producto de una continua convivencia, donde hay acuerdos tácitos que se conforman con el tiempo y la distribución y aceptación de las potencialidades, los conocimientos y habilidades de cada uno de los miembros familiares, en aras de un mejor funcionamiento o provecho para todos los miembros, sin obviar la personalidad de cada uno de los integrantes, su carácter y temperamento, a la par que su bagaje fraguado en la familia de procedencia. Por tanto, es algo dinámico, que se transforma, en mayor o menor medida, según las circunstancias que van concurriendo y, a la vez, producto de una negociación solapada que va redefiniendo la relación. No hay dos matrimonios iguales y la microcultura familiar es única para cada caso. Dos sujetos que provienen de familias diferentes, con microculturas distintas, acuerdan formar una unidad familiar y, como resultado de ello, aparece otra microcultura familiar propia, mediante la contrastación de modelos de ambos y la asimilación y elaboración de la convivencia derivada del amor, al menos inicialmente.
No quiero terminar si aludir al concepto de “paternidad responsable” que he mencionado anteriormente. Este concepto tiene, para mí, varias dimensiones significativas. Por un lado está el compromiso que se adquiere cuando se tiene un hijo, para procurar su desarrollo personal y llevarle a la madurez con garantías. Ese compromiso te obliga a considerar tus recursos y posibilidades para determinar responsablemente el número adecuado de hijos. Por otro lado, está la obligación que contraes, junto a tu pareja, para llevar a término esa función conjunta, por lo que cualquier separación o conflicto relacional debería considerar la influencia que pudiera tener en la evolución de los hijos, e intentar neutralizar el mal de forma responsable. También está el deber de rol y su ejecución leal y responsablemente, aportando el esfuerzo y los nutrientes físicos, intelectuales y espirituales que se requieren por cada una de las partes.
Por tanto, y a modo de conclusión, la familia es un ente que compete básicamente a los miembros, que la forma desde su libre voluntad y que escapa, en gran medida, a los patrones que legalmente se establecen, en tanto es una acuerdo mutuo de convivencia que tiene su dinamismo respetable y singularmente evolutivo, por lo que ninguna sociedad civil puede imponer, mediante ley, que alguien haga algo en contra de su voluntad, salvo circunstancias excepcionales que incidan en beneficio o perjuicio de los demás. En este sentido podemos observar familias estructuradas sin pasar por la vicaría o por el registro civil, como resultado de esa libre voluntad de sus miembros. Ciertamente, un matrimonio católico, por poner un ejemplo, no deberá ser obligado, por parte de las leyes civiles, a separase o divorciarse, salvo que haya por enmedio un mal trato o una petición firme de cualquiera de las partes para cesar la convivencia, dejando a su conciencia la toma de decisión; no podrá obligarse a usar el preservativo o a practicarse un aborto; es decir ejecutar una acción que vaya en contra de sus principios religiosos; aunque sí proclamo que se le pueda prohibir ejercer cualquier acción que vaya en contra de los principios o leyes sociales, aunque su religión le ampare. A la vez, la religión, que habla, pastorea o dogmatiza para sus creyentes, debe respetar la idiosincrasia de los demás y aplicar sus normas y leyes solo a sus miembros, sin interferir en las decisiones de la sociedad civil, que es más diversa y plural, y que ya tiene su sistema legal de gobierno establecido desde esa pluralidad.
Finalmente, entiendo que la familia tiene un rol social, un papel de adoctrinamiento y de socialización cultural de los hijos, a la par que una labor primordial en el proceso educacional y de ayuda al desarrollo de las potencialidades de todos y cada uno de sus miembros, básicamente de los hijos; tal vez por eso está en crisis continua, como lo está toda sociedad en proceso de evolución, pues la crisis no es mala cuando es producto de un crecimiento, sino las soluciones que se den a los problemas que se puedan ir planteando con ella. Mi preocupación no es la familia en sí, sino su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y acoplarse al desarrollo de la libertad y la autonomía en una sociedad diferente donde el ser humano sea más libre, más capaz y más maduro, donde las dependencias sean simétricas y no se mantenga la asimetría que nos caracteriza.
31 comentarios:
Leí en su momento a Engel y el origen de la familia. Lo que para mí es claro es que la familia es una comunidad que comparte la comida,basicamente. La familia actual es producto de la religión y el modelo ecónomico imperante, osea, una celula de producción del modelo de producción y consumo.Que tengas un muy buen 2011!!.Un beso.
Bueno, como no podía ser de otra forma se constantan dos cosas: que me encanta leerte (por cierto, qué bien pones por escrito lo que muchos instintivamente pensamos, sin habernos parado a formularlo y mucho menos a ponerlo negro sobre blanco... una cosa es decir, vale, creo esto, pienso esto, y otra es argumentarlo) y que además de encantarme leerte estoy, como acostumbro, cien por cien de acuerdo contigo. Me molestan los intereses espúreos que hay en todo esto. Pero bueno, siempre que tengamos argumentos potentes como los tuyos y la excelencia para exponerlos creo que estamos, todos, bastante más salvados por lo que respecta al tipo de sociedad que deseamos construir (porque lo que late en todo esto es justamente eso, el modelo de sociedad que deseamos para nosotros, nuestros hijos y nietos). Y como yo deseo una sociedad en la que todo el mundo pueda vivir en paz y tranquilidad según sus íntimos deseos, una sociedad en que no se dé ningún tipo de imposición emocional, una sociedad en que todo el mundo pueda desarrollarse completamente siendo respetado y respetando al prójimo, una sociedad en que nadie impomga su criterio al vecino... pues por todo eso estoy totalmente de acuerdo con tu punto de vista. Ah, y excelente como acostumbra el artículo de Tamayo.
Pues sí, Fiorella. En principio podríamos asimilar la familia a una célula de un órgano, aparato u organismo, del que forma parte, con una actividad determinada, de acuerdo a la estructura y función de ese organismo o sujeto.
También es considerada por los sistémicos, como un subsistema del sistema social, donde se integra activamente dando sentido al propio sistema superior.
Eso quiere decir que la sociedad va definiendo el modelo basado en sus principios y valores de acuerdo con quienes tienen el poder moral para hacerlo, como son las religiones y las leyes. De está forma la familia es una unidad al servicio de esa sociedad y sus agentes de poder, lo que implica la sumisión del individuo y su familia a ese poder social.
Mi propuesta va por entender que es el poder social quien debe estar al servicio del ciudadano y su desarrollo personal como sumatorio del conjunto social y no de la sumisión incondicional de este al poder usado en interés de unos pocos.
Eso cambia el modelo de familia y, por ende, la educación y socialización de los hijos. Pero, en fin, ese es otro tema muy interesante que podría llevar mucho tiempo de debate.
Un beso y feliz 2011
Ramón, me satisface, como siempre, estar de acuerdo contigo y agradezco tus palabras.
Estamos de acuerdo en que el modelo social determina el modelo familiar y viceversa, supongo. Es aquí donde creo que ven el problema todos los tradicionalistas y conservadores, pues un cambio de modelo familiar implica un cambio de modelo social. Lo que ocurres es que no podemos poner puertas al campo, que el progreso social es inevitable, salvo que se frene desde la alienación y el embrutecimiento de la propia sociedad, a la par que manteniendo la dependencia y la sumisión ideológica a los principios que sustentan la estructura de poder y manipulando desde los medios influyentes que conforma opinión y actitudes. Aludo a la teología de la liberación, que pretendía hacer sujetos más libres y desalienados acercándose a los postulados marxistas, lo que duele a los jerarcas eclesiásticos y justificó su eliminación. En otros tiempos podrían haberlos identificado como herejes y mandados a la hoguera…
Si queremos una nueva sociedad que de respuestas a los problemas de esta vieja u obsoleta, hemos de luchar por fraguarla enfrentándonos a la irresponsabilidad y formándola desde la madurez del sujeto para no caer en libertinajes y malentendidos de lo que es la libertad y la responsabilidad. Al menso eso pienso y deseo, sabiendo de su dificultad, pues tenemos unos medios (léase TV y prensa) que están poniendo toda la carne en el asador para hacer lo contrario y servir a sus dueños y señores.
Un abrazo
Hace ya algunos años que desde las sociedades occidentales se mira la familia como la que un individuo desea crear, sin pararse a comprobar que tipo de familia es,siempre que asegure una protección y bienestar entre las personas y sobre todo hacia los más débiles como pueden ser los niños.
Esto es imparable salvo que los integrismos religiosos y/o políticos de via y mente estrecha vean peligrar su preponderancia y su poder, como peligrosamente se empieza a comprobar con la actitud de la Iglesia y de la extrema derecha, entre ellos del PP.
Un abrazo
Hay que dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
Nos quejamos de falta de libertad, de intolerancia para aceptar nuevas formas de familia y a la vez críticamos a los que creemos intolerantes, conservadores, retrogradas, de frente estrecha, sin valorar que su opción es tan respetable como la nuestra. Si queremos una Familia mas libre, en un Mundo mas tolerante, ¿NO DEBERIAMOS RESPETER AL TOTALMENTE CONTRARIO A NUESTROS PLANTEAMIENTOS?
Queramos o no,estamos a merced del poder, él nos manipula, nos programa sutilmente, para que adoptemos lo que mas le conviene en su momento.
Hagamos nuestra Familia en libertad,conforme a nuestros valores, sin complejos, sin querer imitar lo que nos dicta el Poder.
Nuestros hijos mayores son los que nos marcan el camino del progreso, debemos adaptarnos a esta sociedad tan cambiante, respetando al contrario y sin traicionar nuestra conciencia.
Saludos.
José Vte. Te manifiesto mi acuerdo con lo que dices. De todas formas, lo imparable del asunto es evidente, ya que estamos evolucionando hacia un mayor desarrollo personal e intelectual, al menos en grandes segmentos motivados de la población, salvo que nos impongan por las armas las ideas, o en las generaciones futuras la TV les acabe anulando y alienando.
Un abrazo
Pues eso digo yo, amiga Luna Llena. La libertad de las personas está por encima de cualquier cosa, salvo que esa libertad lleve a ser lesiva para los demás, lo que quiere decir que hemos de respetar a los demás para poder exigir que ellos nos respeten a nosotros.
Otra cosa es la necesidad de invertir la dependencia del sujeto y el poder. El poder, o lo gobiernos, están para servir al ciudadano y no al revés.
Saludos y buen año. Me hubiera gustado hacerte llegar mi felicitación de Navidad pero al no tener tu correo no pude hacerlo.
Tranquilo Antonio, me he sentido felicitada en la entrada del dia 2, muchas gracias y feliz año para tí y toda tu familia.
Un abrazo.
Dificil tema el que abordas amigo Antonio , con gran argumentacion como siempre .Yo humildemente y de una manera mas simple solo decir que el modelo de familia lo van creando las personas a su forma.Creo que es una comunidad de amor y trabajo donde poder dar un fundamento y unas directrices a los hijos que en el futuro formaran nuevas familias.Un lugar calido donde favorecer el estudio y la formacion para ser mejores personas en un futuro.Es verdad que de una familia llena de paz y amor salen hijos centrados y dispuestos a crear una sociedad mas justa .Para mi ,cada dia mas , lo importante son las personas ,que puedan vivir lo mejor posible ,sin hacer daño a los demas y enriqueciendo a esta sociedad cada dia mas degradada.Es buena opcion una familia,sea de la clase que sea , ante la profunda soledad de muchos hoy en dia.Un abrazo Antonio.
Hola Juan Antonio. Yo creo que en el fondo estamos todos de acuerdo en una gran premisa, la del amor, la libertad de las partes para formarla, la idiosincrasia de cada cual y sus valores para hacer hijos mejores... El problema se presenta cuando aparecen los matices serios referidos a estructura, rol y nexos interpares.
No obstante el modelo social va cambiando con las generaciones. Nuestros hijos no piensan, por lo general, como la mayoría de la generación anterior y esta se diferencia, a su vez, con la anterior a ella. Es decir, vamos construyendo en un sentido dinámico, evolutivo, la sociedad . Es difícil sustraer a nuestros hijos de los medios externos que le influyen, tanto informativos como de relación social y demás. Lo importante, creo yo, es saber enseñarles a enfrentar las circunstancias de la vida por sí mismos y a resolver los problemas autónomamente sin causar daño a nadie y sin que les causen a ellos, a la par que sea congruente con su pensamiento y evite el conflicto interno que acaba por desestabilizar la vida de las personas.
Un abrazo y feliz año
Antonio, llego tarde y algo cansada, pero no quiero dejar pasar el post si comentarte que podría firmar al 100% el de Eastriver. He formado parte de diversas familias y la mía personal ha sido exigua. Por tanto poco que añadir salvo mi experiencia personal que no se bien cómo expresar.
Para mi la verdadera familia es la del corazón y la víscera, siempre. Hay veces que ambos piden reproducir, luego educar, luego dejan de pedir y tu "soci@" lleva otro ritmo fisiológico, lo entiendes pero no lo compartes. Entonces aparecen personas que coinciden más con tus instintos con tu sensibilidad, mientras la convencional no hace más que exigir y machacar. Por tanto la familia inicial, tradicional, se rompe o se amplía y se diversifica, según se mire, y se entiende lo que de joven tan difícil resultaba. Por tanto creo que en la base de toda relación familiar debería existir la libertad, bendita libertad personal y el respeto, aún a costa del dolor. Un fuerte abrazo.
qué gustazo es leerte, antonio, siempre respetuoso, pero desmenuzando cada pensamiento.
un besote
¡Hola Antonio!
Yo personalmente creo que la familia es un puro tramite primario y natural.
Aunque la sociedad es verdad que recompone este tramite dirigiéndolo según intereses estructurales y de comunidad
De todas formas lo que si debe prevalecer en el individuo como tal es la libertad en toda sus matices.
Saludos de J.M. Ojeda.
Buena semana.
"vinculo indisoluble",.... se llega a esta edad y se ven caras tan aburridas, que da que pensar.
La familia en la actualidad , lleva tanto tiempo mantenerla unida y en plena vigencia, que hay muchos que abandonan el hacerlo.....así estamos.
Buenisimo como siempre leerte.
Cariños
Hola emejota. Hace poco me llegó un e-mail hablando de que todos vamos subiendo escalones y que cuando tu pareja no sube los escalones contigo, o se queda anclada, tienes tres alternativas, anclarte tú, ir tirando de ella para que te siga y, finalmente, soltarla y respetar su voluntad y seguir tu camino. No evolucionamos paralelamente y se ha de producir un acoplamiento para que, al menos, no sea conflictivo el proceso desde el respeto a la libertad de cada cual.
Un afectuoso abrazo
Gracias, Mª Ángeles, siempre hay un refuerzo positivo en tus comentarios y eso se agradece.
Un besote
Yo, J.M. Ojeda, veo a la familia como una necesidad de alianzas y ajustes para cubrir necesidades y defenderse de los agresores y depredadores, históricamente hablando, además del componente reproductor que lleve implícito y el rol de criar y sostener a los cachorros. No obstante el modelo es otra cosa, pues es la propia cultura de los pueblos la que define ese modelo. Ha sido empleada siempre para socializar al niño y someterlo a esas culturas dominantes en la sociedad de referencia y, dado que esas culturas tienen mucho que ver con el sostenimiento de las estructuras de poder, han sido controladas y vigiladas para que no se salga de su papel de educadora social y colaboradora en su sostén. Creo que hay que cambiar la cultura social de los pueblos hacia una más libre, responsable, implicadora y respetuosa para que el modelo familiar también sea más dinámica y se adapta a esta nueva pretensión.
Un afectuoso saludo
Abu, para mí todo lo que sea indisoluble no tiene sentido, si no se disuelve no da de sí todo lo que debe ser. Y no estoy hablando del azúcar, sino de la posibilidad de evolucionar y decidir cada cual, en cada momento, sobre su propio proyecto de vida sin sentirse atado y preso por vínculos indisolubles, que suena a cadenas…
La familia merece un responsable respeto, lo que implica un análisis serio de cada situación y una acción responsable para gestionarla, aunque el final pueda o deba ser su propia disolución.
Cariños y disfruta de los calores veraniegos…
Mi Querido Antonio, perdida un poco de estos lados porque estaba viajando con mi nena, pero regreso y me encuentro con este tema tan interesante como dificil que yo misma me lo he planteado, no desde el punto de vista tradicional, ni religioso, mucho menos filosófico, sino desde mi perspectiva de mujer divorciada. En tus tr3s entregas haces referencias a importantes aspectos en los cuales estoy de acuerdo totalmente y eso que soy una fiel creyente de la iglesia, pero que obviamente para mantenerse dentro de sus poderes o sus conveniencias o como se llame, no ha evolucionado de la manera más correcta, aún y cuando ha sido cuestionada y a mi humilde opinión no han sabido manejar estas circunstancias de forma adecuada, lo que desacredita aún más su rol en el mundo. Hemos evolucionado y desarrollado actitudes y conductas que han desencadenado otros valores a los ya existentes y que deben ser incorporado porque asi lo exige la dínamica de estos tiempos; igualmente hay que proteger otros que son necesarios para mantener la formacion de actitudes y conductas que son necesarias para el bien de la sociedad y de nosotros mismos. En un mundo altamente competitivo es dificil mantenerse en las tradiciones y que hay que tener la sabiduría de modernizarlas, para mantener su esencia pero adaptarlas a las necesidades de hoy. Es un tema demasiado complejo porque bien lo dices, cada quien al formar su propia familia lleva sus propios indicadores que van interactuando mientras se forma. Creo que debería existir una cátedra en nuestra formación académica donde se trate este tipo de tema, así como la economía o estadistica o la filosofía, para darnos herramientas elementales sobre este tema. A veces cuando voy a reuniones al cole de mi hija, me molesta, porque se dirigen como si sólo exitieran la familia sólo en matrimonio, y quedamos en un limbo los viudos, divorciados y solteros que cuando tenemos hijos tambien son familia Por que tenemos que ser etiquetados, si cumplimos igualmente el rol de una familia en toda su extensión? Entiendo que hay que preservar el sentido de familia que tradicionalmente conocemos, pero ahora tambien existen otros tipos de familias que tienen la misma vigencia y los mismos valores, sólo que por otras circunstancias son diferentes. Te mando un besotote con mucho cariño caribeño
El gran problema de la religión es que desde su atalaya de verdades absolutas, pretende monopolizarlo todo, el concepto de familia entre otras cosas.
Ya desde la antropología se encuentran modelos diferentes de familia según la cultura, resulta por tanto anacrónico pretender un modelo único frente a una sociedad cada vez mas diversa.
La iglesia católica es fundamentalmente retrógrada y aspira a un modelo de sociedad cercano a la edad media, un modelo cuando menos paternalista que exige docilidad ideológica.
Creo que tus razonamientos son rigurosos y bien fundamentados. Pero el razonamiento no es una virtud en la religión, ni para la religión.
Querida amiga Circe, gracias por volcar en mi blog esta opinión tan autorizada por la propia experiencia, por las vivencias y los análisis tan profundos que suelen acompañar a todo proceso de separación y divorcio, por defender esa poliforme familia que resulta de la experiencia de cada cual. Es verdad que la familia tradicional merece ser respetada, pero no impuesta a nadie, sino dejar que cada cual forme la suya según su propia experiencia, sus valores y vivencias… La familia no deja de ser un ensayo convivencial dinámico que va fraguándose en el día a día por mutuo acuerdo, consenso y anuencia hasta establecer las normas y sistema relacional que la consolide. El modelo estricto no es transvasable, sino moldeable según cada caso, además de existir modelos alternativos que funcionan perfectamente y son efectivos y asumibles sin romper nada la estructura convivencial dentro de la sociedad.
Un beso afectuoso desde Málaga
Amigo Camino a Gaia, las religiones, entiendo que son, o pretenden serlo, la argamasa de valores que une o consolida una sociedad mediante sus principios, dogmas y “verdades”. Pero es claro que ese conglomerado es anacrónico, como bien dices, y retrógrado, pues pretende neutralizar la evolución hacia modelos y desarrollos sociales consecuentes con el propio desarrollo del conocimiento y el avance social y personal de los sujetos. Es más, personalmente creo que sus intereses forman parte de la pretensión de mantener las estructuras para no perder poder, sin importarles la libre evolución de los seres humanos desde el punto de vista intelectual.
El razonamiento tiene su sentido, al menos para mí, en la asepsia neutral de quien pretende aprender, comprender y buscar una verdad inconclusa “per sé” y no en quien anda manipulando con ideas enquistadas resistentes a la argumentación lógica, con mente cerrada, cuyo principal objetivo no es analizar y digerir cualquier argumento, sino neutralizarlo, descalificarlo y destruirlo evitando su posible influencia racional.
Don Antonio; a sus argumentos sobre familia le concedo autoridad, porque comparto sus criterios.
Tengo el libro de Engel desde hace más de 30 años y voy para 55 de edad.
La edad me ha hecho experimentar-me en diferentes roles familiares, todavía no he podido ser abuela biologica. Aunque me veo que empiezo a "adoptar" roles de abuelita cuando me encuentro con algun que otro menor.
Que alegría poder estrechar relaciones y vinculos que nos hagan ser lo mejor para lo que estamos "llamados". Desde luego el amor y la libertad son los aspectos que más necesito, necesitamos vivir. Ojalá lleguemos al fin de nuestros días con estos ejercicios y tareas sobre el amor realizadas.
Gracias por cooperar en mejorar nuestros pensamientos, amorosos y libres.
Estos 3 post dan para mucho pensar y actuar. Gracias.
Hola Beli. Celebro que coincidamos. Ciertamente, el proceso evolutivo se va desarrollando con el tiempo y la interacción con el medio. Las experiencias dan autoridad para conocer y hablar del tema, aunque sea desde la perspectiva de una vida singular. Pero quien no ha pasado por la experiencia tiene un conocimiento más pobre de esa realidad, pues la teoría no es la práctica.
Gracias, por tu aportación
Antonio, no he pasado antes, no tengo excusa, pero te deseo lo mejhor para este año 2011 que acaba de empezar.
En cuanto al tema que planteas, es complejo, muy complejo, dependiendo de la familia en la que has aterrizado,.
Lo que si es cierto que los valores reales han cambiado, no los impuestos.
Lo dicho muy buen año 2011 y un abrazo,
Te deseo que esta semana tus días se vean poblados de buenos momentos.
Cariños
.
.
Solidaridad:
Ayudar y poner tus capacidades al servicio de los demás. La solidaridad se practica sin distinción de credo, sexo, raza, nacionalidad o afiliación política. La finalidad sólo puede ser el ser humano necesitado. Solidaridad es la cualidad de continuar unido con otros en creencias, acciones y apoyo mutuo, aún y sobre todo, en tiempos difíciles.
(web)
Gracias María Rosa. Por eso digo que no hay una familia igual a otra, que cada una es una resultante de esa interacción entre las partes.
Un abrazo
Gracias Abu. No tengo yo muy claro que incluya estar unido en creencias, se puede ser solidario con alguien que no tiene tu propio credo. Tal vez el gran nexo o amalgama que une y consolida la solidaridad sea el sentimiento humanista y sus valores intrínsecos, junto con la experiencia vital.
Cariños
Hola Anotonio:
Gracias por esta serie sobre la familia tan interesante.
Estoy de acuerdo contigo totalmente de que en la uniòn de una pareja debe primar la voluntad de las partes para vivir juntos y la voluntad de planificarla, màs que el aspecto formal.
NI autoridades civiles ni eclasiàsticas deberìan obligar a los conyuges que no quieran seguir viviendo juntos a hacerlo.
Segùn el Derecho Canònico hay causales de "nulidad" ya que no lo quieren llamar divorcio. Esas nulidades resultan ser bien caras. Conozco a muchos pagando altas sumas d edinero a la Iglesia, que anularon asi su matrimonios y pudieron rehacer sus vidas.
Un abrazo
PD Dentro de la religiòn Judìa existe el divorcio religioso.
Hola Myriam. Gracias por tu visita y comentario.
Yo también conozco casos, incluso muy cercanos, que han conseguido la nulidad matrimonial por el Tribunal de Rota de forma rápida, y basados en cuestiones baladíes, léase inmadurez psicológica y otros. Eso sí en uno de ellos el tío de la nueva pareja era obispo, en otro se trataba de gente muy apegada a la iglesia, con buenas amistades y contactos en la jerarquía eclesiástica.
Es una verdadera incongruencia entre los principios y los actos…
Sigo pensando que la pareja es un contrato de voluntades personales libres. Lo demás es meterse donde no te llaman.
Un abrazo
Publicar un comentario