lunes, 10 de mayo de 2010

Los prejuicios


Hace unos días andaba leyendo el libro de Eduardo Punset, titulado “El alma está en el cerebro” cuando me topé con la frase: “Puede que a usted le resulte doloroso, pero debemos darle una mala noticia: está usted lleno de prejuicios”. Frené en seco.

Pues sí que era una mala noticia. Yo pensaba que no, que no tenía demasiados prejuicios, que mantenía mi asepsia analítica y que no me dejaba influir por nada. Pero, craso error, mirando en mi interior fui desgranando gran cantidad de prejuicios. Estos se habían instalado en mi menta a lo largo de mi existencia. Mi infancia se fraguó con muchos prejuicios. Allí me definieron lo malo y lo bueno, sin darme mayores explicaciones… solo porque sí. Quienes eran los buenos y quienes eran los malos. La religión mía era la verdadera y las demás formaban parte de la herejía y del error. Nosotros éramos la reserva espiritual de Europa… por el imperio hacia Dios… éramos una unidad de destino en lo universal…

También estaban mis propias experiencias vitales, mis alegrías y frustraciones, mis amores y desengaños, mis miedos y osadías, mis inseguridades y fortalezas, mis vivencias, en suma, que habían fraguado mi personalidad y forma de ver la vida a través de mis aprendizajes, de mis emociones e interacciones con el medio. El impacto de cada experiencia se había ido almacenando en mi interior. Había catalogado el hecho hasta sacar conclusiones y herramientas para generalizarlo a situaciones similares del futuro. Se estaban fraguando los prejuicios.

Luego se fueron instalando los tópicos y los estereotipos. Como eran los andaluces, los catalanes, los madrileños, vascos y gallegos… Como eran los negros, los chinos, los rusos, los americanos, los alemanes y los italianos… Como eran las mujeres, los hombres y los homosexuales… Como eran los abogados, los médicos y los ingenieros… Como eran los de derechas, de izquierdas, rojos y azules…

Entonces me percaté de que para hacer un grupo uniforme, una clase determinada de algo, necesitaba una imagen, una idea, que definiera esa clase y que pudiera generalizarla a todos los miembros y poder clasificarlos. Una vez en ese grupo empezaba a adornarlos de virtudes o defectos, de conductas y actitudes, que iba, erróneamente, generalizando. Y, como su propio nombre indica, me hacia un juicio previo sobre las personas en función de su pertenencia a ese grupo, que automáticamente lo ubicaba en un lugar, con sus conductas y actitudes, en función de ello. Pobre gente, es posible que fueran todo lo contrario, pero al ser de esa clase yo les asignaba cierta dosis de ella y establecía unas expectativas respecto a su conducta y valores.

Entonces concluí que Punset tenía razón. Yo era un jodido sujeto cargado de prejuicios. Pero… ¿Que hacer? Soy consciente de que los grupos tienen una microcultura, de que hay muchos valores y principios que comparten, como ha quedado demostrado por innumerables estudios científicos. Pero, también, que los sujetos maduros, con personalidad, tienen su propia forma de enfocar la vida y no se someten tan fácilmente al estereotipo de su grupo. Tal vez por eso, desde entonces, soy muy escéptico con estas generalizaciones sobre andaluces y catalanes (hablo de estos dos por haber vivido en las dos comunidades durante bastante tiempo), sobre negros y blancos, sobre rusos y americanos, sobre mujeres y hombres. Los prejuicios son los que llevan a la confrontación irracional, al desencuentro por el bloqueo fantasioso de la relación y por asignar una determinada forma o prototipo de sujeto a cada grupo, cuando en realidad somos más iguales de lo que nos parece. En todo caso, entender la diversidad como un componente atractivo, como una manifestación más del sujeto según el entorno, su contexto y su cultura, es un valor constructivo de los seres humanos. El crear un prejuicio, una idea enquistada, encapsulada, resistente a la influencia de la evidencia externa, es renunciar al entendimiento y a la voluntad de comprender al mundo.

Creo, que para superar esa posición he de borrar, si puedo, ese prejuicio y entrar con mente abierta ante una nueva situación, no etiquetar a nadie y esperar a que el otro me vaya dando datos para crearme una opinión al respecto, aunque sea consciente de que el ser humano necesita una hipótesis inicial para todo, de que fraguas expectativas inmediatas, pero ha de ser un hipótesis abierta totalmente, dispuesta a ser modificada en aras de una mejor comprensión del otro y controlar la incidencia que, la teoría de las expectativas, pueda determinar en mayor o menor grado.

Por tanto, quiero erradicar, lo más posible, los juicios previos o prejuicios y hacer los postjuicios, o juicios posteriores al conocimiento anticipado. No sé, puede que así vaya borrando y tumbando barreras que, muchas veces, complican el entendimiento entre la gente…

42 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Hace tiempo que me esfuerzo en poner en práctica una máxima para eliminar mis prejuicios: el mal no tiene nombre propio, es en sí mismo, y se posa en unos y otros alternativamente aprovechando nuestros momentos débiles. Si alguien actúa de un modo que me disgusta, intento no juzgar a la persona y luchar contra el mal, que mañana, en un momento débil, puedo yo ser la portadora.
Un abrazo.

emejota dijo...

Bienvenido al club amigo. Ya sabes de que pie cojeo. No negare que prejuicios hemos tenido todos y seguramente no seamos conscientes de muchos, pero por el camino estamos..... No se trata de juzgar en terminos de bueno versus malo, sino de armonico o inarmonico. Un abrazo.

Felipe Medina dijo...

Nacemos sin mácula pero a medida que vamos existiendo se nos moldea de tal forma que lo mismo somos acreedores de bondad que míseres seres humanos.

La capa que nos cubre está pintada por los caminos atravesados.

El extraordinario Nietzsche decía:"no quiero ver a dios porque me abandonó al nacer.Dios está muerto"

Saludos

Eastriver dijo...

Tipificar es necesario para poder englobar el conocimiento, o parte de él. Pero esas tipificaciones se enquistan convirtiéndose en lugares comunes y luego en prejuicios. De todas formas no hay peligro, Antonio. La mejor forma de sobrevivir a los prejuicios es tener la capacidad para cuestionarlos, o mejor, para cuestionarlo todo. Para lo cual se necesita sobre todo seer muy valiente, claro. Porque uno puede llegar a sentir que se mueve peligrosamente la tierra bajo los pies. Yo creo que a veces por eso llevamos un blog: para sentirnos menos solos cuando percibimos que la tierra comienza a temblar. Un abrazo.

RGAlmazán dijo...

Quien esté libre de prejuicios que tire la primera piedra. Son parte de nuestra socialización, lo que hay que intentar es, por simples y claras que parezcan ciertas cosas, cuestionar todo siempre, incluidas nuestros propios prejuicios, si somos capaces de localizarlos.

Salud y República

María dijo...

Siempre etiquemos a alguien, aunque sea a simple vista, es uno de los defectos del ser humano, el juzgar a las personas antes de tiemplo, asi como también a las circunstancias, adelantándonos en que será de esta manera y no de otra, el caso es que se hace de forma negativa.

Interesante tema Antonio.

Un beso.

mariajesusparadela dijo...

Yo digo como Rafa. Y no me atrevo a tirar ninguna, ni la primera , ni las del medio, ni la última.

Marian dijo...

Es inevitable, ¿acaso no tienes prejuicios de tener prejuicios?

Buena reflexión Antonio, como todas las tuyas, que no me pierdo una.

Hasta pronto!

Anónimo dijo...

Desde pequeños estamos llenos de prejuicios. Pensamos que con el crecimiento los vamos desnudando, pero al contrario, añadimos más y más sin darnos apenas cuenta.
El prejuicio es una especie de masoquismo que hay que alimentar con la libertad.


Gracias.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

no sé pero me has recordado mucho al artículo de ayer en el pais de elvira lindo que me encantó...

ARO dijo...

Somos un cúmulo de pre-juicios que el tiempo nos va inculcando en el alma. Si borramos los que tenemos, nos invaden otros nuevos. Somos nuestras circunstancias y nuestro yo originario que se va adaptando a los aprendizajes que nos llegan del entorno que habitamos. ¿O no?

Peter Pantoja Santiago dijo...

...Es de buen humano aceptar que todos en detenido momento de la vida los hemos tenido, pero lo más gratificante es hacer de esas experiencias un nuevo estilo de vida habiendo aprendido lo mejor y no dudar en que se puede cambiar y buscar ser mejores, cuando esto se logra se logra el cambio total cuando no, sucumbimos ante las injustas causas de aquellos que no conocen la virtud de aceptar errorer y aventurarse a cambiar para bien.

maria rosa-prem prabha dijo...

Vivimos rodeados de prejuicios, bueno es saberlo para poder librar batalla en contra.
Como todas las tuyas, muy buena reflexión que nos hace recordar para que podamos tenerlo en cuenta, que con mucha frecuencia, más de la que quisieramos, se nos suele olvida.
un abrazo amigo Antonio

Belkis dijo...

Estupendas reflexiones Antonio. La mayoría de las personas, queramos o no, vivimos llenos de prejuicios, y estos lo único que hacen es alejarnos de la verdad porque no nos permiten ser objetivos. Hay que buscar la esencia, sin el prejuicio de la presencia.
Un abrazo Antonio

Antonio dijo...

Antes de empezar a comentar las aportaciones que tan acertadamente me habéis hecho al tema de la entrada, quisiera clarificar el concepto de prejuicio, entendido solo como “un juicio previo”. Si bien se puede aplicar a la persistencia de ese juicio previo, infundado y generalizado a una clase o grupo, siendo resistible a la argumentación lógica que lo descalifique. Por tanto tiene esta doble lectura, como hipótesis inicial o como idea cerrada preconcebida. Gracias a todos y todas por vuestra aportación que, como siempre, enriquece el tema expuesto.

Antonio dijo...

Yo creo, amiga Mercedes, que los prejuicios no tienen por que ser negativos, sino que son unos juicios poco fundados, sobre premisas no contrastadas para ese caso y basadas en experiencias anteriores que generalizamos a ese asunto o sujeto en concreto.
Un abrazo

Antonio dijo...

Emejota, pienso que la madurez debe llevar a ser crítico con los prejuicios, a entender desde la propia experiencia que los prejuicios son aproximaciones hipotéticas poco fundadas, por lo general, a los que hay que poner en cuarentena.
Un abrazo

Antonio dijo...

Amigo Felipe, yo creo que nuestra conciencia sobre el bien y el mal no se toma hasta que nos encontramos con la socialización, que va determinando cuales son las conductas aceptables y reprobables. Nietzsche también decía: “Dios no existe, lo que existe es la idea de Dios”, lo que quiere decir que no te abandonó, sino que no tomaste conciencia de él hasta que te mostraron esa idea. Las religiones, que reivindican la virtud del bien, suelen ser nefastas por partidarias, creando a su dios a provecho propio.
Saludos

Antonio dijo...

Efectivamente, Ramón, tenemos que tipificar, que englobar y taxonomizar (¿se puede decir así?) o clasificar, pero la decisión final se ha de tomar sobre el conocimiento y la aseveración, nunca debe hacerse desde el prejuicio. El prejuicio es una hipótesis a costratar, no sirve si no es contrastado. Hay que eliminar los elementos de presión que nos hace entregarnos a ellos, pues los prejuicios nos evitan el discernimiento, pero nos condicionan el conocimiento.
Un abrazo

Antonio dijo...

Amigo Rafa, es cierto, nadie está libre de prejuicios, como es natural, pero lo importante, bajo mi punto de vista, es la gestión del prejuicio y su crítica y contrastación. A veces es muy difícil identificar su raíz, pues puede estar en emociones impactantes que se troquelaron en su día.
Saludos

Antonio dijo...

Hola María. Yo no sé si es un defecto o una necesidad eso de etiquetar. Es como un elemento de partida. Lo importantes es tener la capacidad de mente abierta para poder cambiar la idea que se tiene en función del análisis que se vaya realizando. Lo lamentable es que solemos pensar más en el pasado y en el futuro que en el propio presente. Hay juegan las etiquetas…
Un beso

Antonio dijo...

María Jesús, a veces pienso que no tiramos piedras contra los demás, sino prejuicios… Ellos lo perciben y, según sean estos, nos responden. Ahora me acabo de acordar del efecto Pigmalión, que da para otra entrada amplia.

Antonio dijo...

Hola Marian, tengo conciencia de tener prejuicios, que ya es bastante significativo. Sería como una especie de biofeedback de componente psicológico.
Hasta siempre, amiga.

Antonio dijo...

Hola Olga i Carles. Es cierto que los prejuicios se acumulan, dado que las experiencias vividas son la madre de ellos, pero creo que lo importantes es saber gestionarlo y, siendo intrínsecos al ser humano, poder conocer su mecanismo y sus efectos para neutralizar su malignidad y aprovecharlos solo como meras hipótesis de trabajo. La libertad se fundamente en la elección responsable y para ello es necesarios tener el mayor conocimiento posible del campo a elegir o la decisión a tomar. El prejuicio es una suposición inicial infundada, por lo general.
Un abrazo

Antonio dijo...

María, yo creo que los prejuicios no son propios de los pueblos, sino de la gente. Puede que determinadas formas de vida sean más propensas a ellos, pero, en todo caso, es el ser humano el que los necesita como idea inicial sobre algo que desconoce. Quitarse de ellos no implica nada más que ponerlos en su sitio, donde les corresponden, como lo que son, juicios previos a contrastar con la realidad.
Saludos

Antonio dijo...

Hola Mariángeles. No leí el artículo al que aludes, pero ahora iré a verlo. Eso sí, me complace coincidir con ella si así lo fuera.
Un beso

Antonio dijo...

Amigo Arabos, no podemos evitarlo. Los prejuicios son consustanciales al ser humano. Es más, yo diría que necesarios, pero lo importantes es ubicarlos en la no trascendencia sino en el argumento inicial del debate abierto que los sitúe en lo hipotético.

Antonio dijo...

Amigo Peter. En la línea que tú planteas, creo que los prejuicios son malos cuando se enquistan y condicionan el análisis correcto de algo. Hay gente que no los cambia y se mantiene en sus treces, con lo que sus errores persisten.

Antonio dijo...

María Rosa, gracias por tu aportación. Es curioso pero también somos conscientes de esa batalle contra los prejuicios. Yo soy andaluz y sé cuales suelen ser los prejuicios que se tienen sobre los andaluces… entonces empieza la batalle de desmontarlos para que no me apliquen injustamente aquellos que no me son aplicables.
Un abrazo

Antonio dijo...

Hola Belkis, como siempre precisa. No podemos permitir que el prejuicio nos prive de la objetividad, de la esencia de las cosas.
Un abrazo

Annick dijo...

Cuanto mas desconfianza en uno mismo , mas prejuicios con los demas .

Saludos desde Málaga.

Antonio dijo...

Excelente comentario, Annick. Un sujeto asertivo y seguro no suele andarse con prejuicios.
Un abrazo también desde Málaga

JUAN PAN GARCÍA dijo...

La verdad es que he vivido con prejuicios y aún los tengo,y aunque me esfuerzo en no generalizar, a meter a todo un grupo en un mismo saco, reconozco que hay personas entre el grupo prejuzgado que son mucho mejores que yo.
¿Qué quieres, amigo? Una carrera no se aprende en cuatro días.
Un abrazo

Antonio dijo...

Muy bueno, Juan, eso de una carrera no se aprende en cuatro dias. Sobretodo pensando que la carrera de la vida dura eso, toda una vida.
Un abrazo

Abuela Ciber dijo...

Vas a quedar rehermoso desperjuiciado, querido amigo!!!!!

Cariños

Ciberculturalia dijo...

Efectivamente, querido Antonio, a poco que hagamos unos minutos de introspección, vemos que estamos llenos de prejuicios. El hecho de saber de su existencia y de tener intención de analizarlos y en muchos casos rechazarlos, ya es un gran paso. Tu por lo que veo, lo has dado.
Un beso

Antonio dijo...

Que va, amiga Abu…. Lo que voy a quedar es medianamente consciente de mis prejuicios. Es como el que es feo y tiene conciencia de ello. Lo bueno es que cuando se toma consciencia de algo ya se empieza a actuar para corregirlo.
Cariños

Antonio dijo...

Carmen, como bien dices, yo intento analizarlos, pero es muy difícil erradicarlos. Se anclaron tan profundamente que te cuesta eliminarlos.
Un beso

Mercedes Thepinkant dijo...

Me da la impresión de que tendemos a pensar en los prejuicios como juicios de valor negativos, cuando perfectamente pueden ser positivos. Quiero decir que prejuzgar a una persona positivamente también es un error aunque parezca mas educado o más bonito hacerlo así.
El problema está en proyectar conductas en el futuro sobre datos que observamos ahora de esa persona basándonos en la experiencia, en otros casos o simplemente en lo que nos han repetido hasta la saciedad. Las mentiras, a fuerza de repetirlas, a veces parecen verdades.
Darse cuenta de que se está prejuzgando es positivo, es un avance en la comprensión correcta de las situaciones y de las personas. Resulta muy gratificante poder reprogramarse mentalmente para describirse a uno mismo los discursos prejuiciosos que continuamente nos dicta nuestra inquieta mente. Es un acto voluntario que a fuerza de repetirlo nos hace mas fuertes y más capaces de controlar la cháchara mental inútil y destructiva. Es, en definitiva, gimnasia mental, meditación, crecimiento espiritual, o como se le quiera llamar.
Un saludo a todos.

Antonio dijo...

Yo, personalmente, comparto tu opinión. Es más creo que es imprescindible hacer o tener esos prejuicios. Lo importante es saber gestionarlos en función del conocimiento y la realidad. Lo interesante es no dejarse creer que una mentira repetida, se convierta en verdad. Las técnicas nazis ya lo pusieron en práctica y en la política se sigue viendo ese intento.
Gracias por tu visita y comentario.

Circe La Hechicera dijo...

Querido Antonio, tremenda reflexión, que nos pone a todos a pensar.... por más amplios que seamos, por más conocimientos que tengamos, por más que renunciemos a posturas para abrirnos a otras, tenemos prejuicios y mira que yo trato de ser muy amplia, pero en mi poco o mucho entendimiento, hasta lo veo razonable y justificado en algunos casos, algunos, pero innecesario muchas veces, porque nos pone un límite ante una circunstancia, quizás como un mecanismo de defensa, quizás porque nos cerramos ante situaciones que no sabemos como manejar. En fin nuestra naturaleza humana, es complicada, diferente en todos, pero después de todo, pienso que si nos despojáramos un poco de ellos, seríamos más felices. Te mando un beso grandisimo!!!!!

Antonio dijo...

Hola Circe, gracias por tu visita y comentario. Yo creo que son inevitables, que, además, nos facilitan las cosas y nos evitan pensar demasiado. Los asumimos y ya está. El problema es cuando esos prejuicios son falsos. Acabamos equivocándonos y pagando las consecuencias, aunque sea el perder la posibilidad de conocer a alguien más profundamente.
Mil besos

El derecho a opinar

  Por: Antonio Porras Cabrera Publicado en: https://xornaldegalicia.es/opinion/el-derecho-a-opinar-por-antonio-porras-cabrera https:...