Como ya sabéis la mayoría de mis amigos/as que habéis leído la presentación de mi bodeguilla en el blog, intenté crear un espacio para el disfrute que llevara al enriquecimiento personal. En ella oigo música, leo, medito y reflexiono, hablo con mis amigos/as y me traslado a otro mundo, el de la fantasía, la poesía, las nuevas sensaciones y la búsqueda en mi interior del sujeto que soy. Esta navidades pasadas estaba en el trance cuando la tormenta me sorprendió por su especial saña. Allí, mientras fuera tronaba, fui deshilachando estos versos hasta llegar al poema que hoy cuelgo. Fueron sensaciones que, desde el recuerdo, me elicitan emociones que puedes desprender de la lectura que presento.
LA TORMENTA
El gélido viento, en la calle,
ruge una amenaza.
Cabalga incesante sobre los tejados
y araña las tejas con su desvergüenza.
Tocando en la puerta, de forma insistente,
pretende que caiga en su trampa.
Mientras yo, plácidamente, me doy a la lectura,
al amparo del cálido fuego de mi chimenea,
y al ver su bravata,
busco refugio en la casa,
en mi bodeguilla, esperando,
a ver lo que pasa.
Se siente burlado y apremia,
se busca aliados y ataca con fuerza.
La lluvia torrencial le apoya
golpeando insidiosa sobre la ventana.
Por unos momentos
la estancia cae presa de un rayo de fuego,
que ilumina la suave penumbra,
en una promesa de luz engañosa
que lleva a la farsa.
El viento y la lluvia se escudan en ella,
para espiarme desde la ventana.
El trueno arrogante ruge con firmeza
pidiendo que le abra la puerta.
¡Qué extraña alianza!
¡El viento, la lluvia,
el rayo y el trueno en una partida
me buscan la cara,
queriendo pasar dentro de mi casa!
Más yo, precavido, atranco la puerta,
cierro la ventana, corro las cortinas
y pido resguardo al ardiente fuego;
y para matarles y ahogar sus gritos,
su insidiosa ira y colérica rabia
busco otra alianza,
elijo la suave ternura y melódica savia
que cure mi miedo desde una guitarra.
Al final conformo una colosal fuerza
que atrona en el aire a lomos de una aria.
La plácida mano,
dada por la voz de soprano,
de la Sarah Brigthman me empieza a dar alas,
retomo la fuerza y le planto cara.
A ritmo de “Winter in July”
me enfrento de nuevo a tanta amenaza.
En último esfuerzo reclamo a la luna,
que está en las montañas,
dominando el cielo,
en mi bodeguilla, esperando,
a ver lo que pasa.
Se siente burlado y apremia,
se busca aliados y ataca con fuerza.
La lluvia torrencial le apoya
golpeando insidiosa sobre la ventana.
Por unos momentos
la estancia cae presa de un rayo de fuego,
que ilumina la suave penumbra,
en una promesa de luz engañosa
que lleva a la farsa.
El viento y la lluvia se escudan en ella,
para espiarme desde la ventana.
El trueno arrogante ruge con firmeza
pidiendo que le abra la puerta.
¡Qué extraña alianza!
¡El viento, la lluvia,
el rayo y el trueno en una partida
me buscan la cara,
queriendo pasar dentro de mi casa!
Más yo, precavido, atranco la puerta,
cierro la ventana, corro las cortinas
y pido resguardo al ardiente fuego;
y para matarles y ahogar sus gritos,
su insidiosa ira y colérica rabia
busco otra alianza,
elijo la suave ternura y melódica savia
que cure mi miedo desde una guitarra.
Al final conformo una colosal fuerza
que atrona en el aire a lomos de una aria.
La plácida mano,
dada por la voz de soprano,
de la Sarah Brigthman me empieza a dar alas,
retomo la fuerza y le planto cara.
A ritmo de “Winter in July”
me enfrento de nuevo a tanta amenaza.
En último esfuerzo reclamo a la luna,
que está en las montañas,
dominando el cielo,
sobre la tormenta,
para que destruya y espante su saña.
La luna,
escuchando a Sarah en “figlio perduto”,
se siente sensible y apoya la causa;
con un soplo inmenso le rompe las alas al viento,
que herido de muerte, dando un alarido,
vuelve a la montaña.
Y todos cansados de no lograr nada,
se rinden a esa extraña danza que vuela en el aire,
que les amenaza.
El viento se ha ido,
el trueno no clama,
la luz cegadora del rayo se apaga
y el agua se alía y empieza una danza
llevada por las suaves notas que salen de la aria.
La paz vuelve luego y reina el sosiego
sembrándose una dulce calma.
Mientras Sara canta,
la lluvia le crea una melodía de música sacra,
el fuego palpita en una extraña danza
elevando al cielo su cálida llama,
como si quisiera llegar a la luna a darles las gracias,
y la hija del viento,
en brisa montada,
roza suavemente sobre la ventana
queriendo pasar a compartir cama.
En la bodeguilla entra la bonanza,
la rítmica lluvia me canta,
la brisa acompaña,
el fuego me arropa y Sarah,
con voz de soprano, me da la compaña
y calma mis miedos
haciendo de madre benigna y afable.
Y vuelvo a mis sueños montado en mi libro,
volando de nuevo hacia la utopía
mediante las alas de mi pensamiento.
Para celebrarlo me sirvo una copa
y, en brindis al aire, voy dando las gracias
por haber vivido en estos momentos,
por sentirme libre,
por haber logrado imponer la calma ante la amenaza.
¡Ay! si la luna, con Sarah y mi libro, me dieran la fuerza
para darle fin a tanta bravata,
a tanta patraña,
a tanta injusticia que hoy nos espanta
y nos arrebata la esencia del ser,
de su fina alma,
que amenaza al mundo y la convivencia
desde la avaricia junto a la jactancia.
para que destruya y espante su saña.
La luna,
escuchando a Sarah en “figlio perduto”,
se siente sensible y apoya la causa;
con un soplo inmenso le rompe las alas al viento,
que herido de muerte, dando un alarido,
vuelve a la montaña.
Y todos cansados de no lograr nada,
se rinden a esa extraña danza que vuela en el aire,
que les amenaza.
El viento se ha ido,
el trueno no clama,
la luz cegadora del rayo se apaga
y el agua se alía y empieza una danza
llevada por las suaves notas que salen de la aria.
La paz vuelve luego y reina el sosiego
sembrándose una dulce calma.
Mientras Sara canta,
la lluvia le crea una melodía de música sacra,
el fuego palpita en una extraña danza
elevando al cielo su cálida llama,
como si quisiera llegar a la luna a darles las gracias,
y la hija del viento,
en brisa montada,
roza suavemente sobre la ventana
queriendo pasar a compartir cama.
En la bodeguilla entra la bonanza,
la rítmica lluvia me canta,
la brisa acompaña,
el fuego me arropa y Sarah,
con voz de soprano, me da la compaña
y calma mis miedos
haciendo de madre benigna y afable.
Y vuelvo a mis sueños montado en mi libro,
volando de nuevo hacia la utopía
mediante las alas de mi pensamiento.
Para celebrarlo me sirvo una copa
y, en brindis al aire, voy dando las gracias
por haber vivido en estos momentos,
por sentirme libre,
por haber logrado imponer la calma ante la amenaza.
¡Ay! si la luna, con Sarah y mi libro, me dieran la fuerza
para darle fin a tanta bravata,
a tanta patraña,
a tanta injusticia que hoy nos espanta
y nos arrebata la esencia del ser,
de su fina alma,
que amenaza al mundo y la convivencia
desde la avaricia junto a la jactancia.
Antonio Porras Cabrera
Cuevas de San Marcos
(Navidad 2008)
2 comentarios:
¿Y a mí que la tormenta me encanta y me relaja lo más grande?
Eloy
Antonio, te felicito por este poema, no sabía que escribías poemas tan lindos, un placer haberlo leído, y haberme hecho llegar hasta aquí, ya de paso voy a repasar desde tus comienzos el blog.
Un beso.
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