LOS “PITOFÁCIL”
Por supuesto que no hablamos de promiscuidad. Me quiero referir a aquellos sujetos que son propensos a tocar el claxon ante la más mínima ocasión. Si vas lento, si pisas la raya, si no arrancas con su diligencia, etc. Son irritantes en un principio. ¿Por qué esa obsesión por corregir e imponer a todos los demás su forma de conducir, su prisa y su estrés? El hecho es que, a veces, lo consiguen. Caes en la trampa y le respondes con un toque de claxon, aceptando el reto. Sin darte cuenta entras en una escalada simétrica que debes controlar para no acabar bajándote del coche e iniciar una competición de tortazos. El acaloramiento es la madre de todos los conflictos, y la desproporción de la respuesta está en relación directa con el nivel del mismo. Qué sabio es el pueblo cuando dice: “cuanta hasta diez antes de responder”. Desde hace tiempo he llegado a la conclusión de que lo mejor es no competir entrándoles al trapo. Cuesta conseguirlo, pero si analizas la personalidad de estos sujetos, posiblemente, llegarás a la misma conclusión.
Cuando un sujeto reta a su entorno es que tiene la necesidad de demostrarse a sí mismo y a los demás, que es poderoso, que es mayor, adulto, realizado y que está por encima de los demás. Esa necesidad se da cuando uno no tiene la certeza de ello y lo ha de contrastar continuamente. O sea, se observa en el proceso de maduración y es una herramienta evaluativa para ir afirmándose.
Por otro lado es un signo de intolerancia, que reafirma la inmadurez. Las personas maduras suelen ser tolerantes y capaces de entender los diferentes planos y diferencias, que existen entre los seres humanos, en cuanto a sus conductas y apreciaciones. Respetan esas diferencias y beben de ellas para enriquecerse.
Últimamente, intento identificar el prototipo de sujeto “pitofácil”. Suele ser joven, de mirada despectiva, actitud chulesca, provocador, con vehículo llamativo y mala y arriesgada conducción. No es un caso a imitar. Suelen ser bastante peligrosos para la conducción. Su disposición estresada y estresante debe generar, bajo mi opinión, una reflexión más madura que nos permita no entrar al trapo, como decía, ni dejarnos influir por su provocación. Tomar con calma estas cosas nos permite repeler el estrés que nos intentan provocar.
Hoy me ha tocado el pito, perdón, el claxon, un chaval joven para que arrancara en un semáforo, cuando lo he hecho me ha adelantado por la izquierda como un rayo, ha hecho un par de maniobras arriesgadas y ha desaparecido de mi vista. Me pregunté adónde iría o si estaba haciendo un ejercicio de maduración. Entonces entendí que debía dejarlo madurar sin ofuscarme por la situación, y llegué a casa, tome una copita de rioja, brinde por su maduración, comí y me puse a escribir estas reflexiones para compartirlas contigo.
Por supuesto que no hablamos de promiscuidad. Me quiero referir a aquellos sujetos que son propensos a tocar el claxon ante la más mínima ocasión. Si vas lento, si pisas la raya, si no arrancas con su diligencia, etc. Son irritantes en un principio. ¿Por qué esa obsesión por corregir e imponer a todos los demás su forma de conducir, su prisa y su estrés? El hecho es que, a veces, lo consiguen. Caes en la trampa y le respondes con un toque de claxon, aceptando el reto. Sin darte cuenta entras en una escalada simétrica que debes controlar para no acabar bajándote del coche e iniciar una competición de tortazos. El acaloramiento es la madre de todos los conflictos, y la desproporción de la respuesta está en relación directa con el nivel del mismo. Qué sabio es el pueblo cuando dice: “cuanta hasta diez antes de responder”. Desde hace tiempo he llegado a la conclusión de que lo mejor es no competir entrándoles al trapo. Cuesta conseguirlo, pero si analizas la personalidad de estos sujetos, posiblemente, llegarás a la misma conclusión.
Cuando un sujeto reta a su entorno es que tiene la necesidad de demostrarse a sí mismo y a los demás, que es poderoso, que es mayor, adulto, realizado y que está por encima de los demás. Esa necesidad se da cuando uno no tiene la certeza de ello y lo ha de contrastar continuamente. O sea, se observa en el proceso de maduración y es una herramienta evaluativa para ir afirmándose.
Por otro lado es un signo de intolerancia, que reafirma la inmadurez. Las personas maduras suelen ser tolerantes y capaces de entender los diferentes planos y diferencias, que existen entre los seres humanos, en cuanto a sus conductas y apreciaciones. Respetan esas diferencias y beben de ellas para enriquecerse.
Últimamente, intento identificar el prototipo de sujeto “pitofácil”. Suele ser joven, de mirada despectiva, actitud chulesca, provocador, con vehículo llamativo y mala y arriesgada conducción. No es un caso a imitar. Suelen ser bastante peligrosos para la conducción. Su disposición estresada y estresante debe generar, bajo mi opinión, una reflexión más madura que nos permita no entrar al trapo, como decía, ni dejarnos influir por su provocación. Tomar con calma estas cosas nos permite repeler el estrés que nos intentan provocar.
Hoy me ha tocado el pito, perdón, el claxon, un chaval joven para que arrancara en un semáforo, cuando lo he hecho me ha adelantado por la izquierda como un rayo, ha hecho un par de maniobras arriesgadas y ha desaparecido de mi vista. Me pregunté adónde iría o si estaba haciendo un ejercicio de maduración. Entonces entendí que debía dejarlo madurar sin ofuscarme por la situación, y llegué a casa, tome una copita de rioja, brinde por su maduración, comí y me puse a escribir estas reflexiones para compartirlas contigo.
Antonio Porras Cabrera
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