Opinión
| Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 14 JUN 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/06/14/zanjar-heridas-pasado-118604819.html
Es
lamentable que, tras casi 90 años, sigamos teniendo fosas comunes con cadáveres
de aquellos fusilamientos, sobre todo de los republicanos...
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José Reyes Benítez |
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El pasado 3
de junio, el diario Córdoba, publicó un artículo firmado por David Jurado,
titulado: «Finaliza la exhumación de tres fosas en Encinas Reales con el
hallazgo de 11 cuerpos de represaliados de la Guerra Civil». Ponía de
manifiesto la lucha de un conjunto de familiares de represaliados en la
contienda, naturales de las localidades de Rute, Cuevas de San Marcos y Encinas
Reales, movilizados en torno a Araceli Vinuesa. Araceli aludía, en la
entrevista, a las piedras encontradas en el camino, reseñando que todo el
empeño nació de «la voluntad de los familiares por encontrar a los suyos, por
cerrar un dolor que lleva abierto 89 años». Inmediatamente me vinieron a la
memoria los hechos acaecidos en mi pueblo, Cuevas de San Marcos, ya que algunos
de los restos, como he dicho, pertenecen a paisanos fusilados en las tapias del
cementerio de Encinas Reales.
Exhumación
de José Reyes
El recuerdo
me surgió porque recientemente hablé del asunto con mi amiga Aurora Ariza, cuyo
abuelo, José Reyes Benítez, fue uno de los fusilados y sepultados en esas fosas.
Su crimen fue ser concejal socialista del ayuntamiento de la localidad.
Indudablemente será una excelente noticia para ella y para todos los familiares
de los represaliados, cuyos restos yacen en una zanja, donde se les condenó al
olvido y a la ignominia, por ser defensores de unos ideales diferentes a los de
los sublevados seguidores de Franco y sus adláteres o camaradas.
Me comentó
Aurora cómo habían vivido en su familia aquella trágica historia y cómo, desde
hacía tiempo, lucharon por encontrar y dar honrosa sepultura a su abuelo. Ellos
solo pretenden recuperar sus restos, sacarlos del olvido tras ser asesinado en
la tapia del vecino cementerio y llevarlos a su pueblo. Allí su familia y
amigos le podrán devolver la honra que le arrebataron sus asesinos. Es su vieja
aspiración y la de su entorno familiar, que pretende salvaguardar sus restos y
darles un merecido trato humano por una familia que, como tantas otras, de uno
u otro bando, sufrieron el desgarro de perder a seres queridos en la contienda.
Memoria sin
sombra
Luego,
busqué en mi biblioteca personal un libro publicado por José Terrón Arjona,
titulado ‘Memoria sin sombra’, que venía a evocar los hechos acaecidos en
aquellos amargos y terribles tiempos de 1936. Es un rico y excelente testimonio
de un joven que vivió en su pubertad aquella desgracia de muerte y desolación
que se dio en el pueblo tras su conquista por las huestes de Queipo de Llano,
propagador del terror en Andalucía. El testimonio de José Terrón tiene un valor
singular dado que habitaba junto al cuartel de la Guardia Civil, por lo que presenció y
escuchó demasiadas cosas para un púber que despertaba a la vida. José había
nacido en 1925, por tanto tenía 11 años.
En mi
pueblo, por suerte, no hubo ejecuciones sumarias o asesinatos por parte de los
republicanos, ya que la corporación municipal se opuso rotundamente a ello,
incluso encerrando en la cárcel a las presumibles víctimas que no se habían
marchado fuera de la localidad, para no dejarlos expuestos a las milicias.
Luego, el propio alcalde, Francisco Pérez Sánchez, a pesar de ello, murió en la
cárcel en Málaga. No ocurrió lo
mismo en el caso contrario, pues fueron asesinados, hasta el final de la
guerra, 55 vecinos de la localidad. No obstante, sí fueron ejecutados algunos
paisanos, curas o frailes, en otras localidades donde ejercían su labor
religiosa, como el ya beato Fray Crispín en Antequera o
el presbítero D. Antonio Benítez Arias asesinado en Castro del Río, Córdoba, en
julio de 1936.
Pero
volviendo al caso que nos ocupa, el plan de exhumación de las fosas se acompaña
con una determinación de ADN de los familiares, para cotejarlo con las víctimas
e identificarlas. De esta forma se podrán entregar los restos a sus
descendientes una vez asegurado el parentesco. Por suerte hoy tenemos ese
recurso tan determinante para evitar errores de identificación.
Tras
noventa años hay que vaciar las fosas
Es
lamentable que, tras casi 90 años, sigamos teniendo fosas comunes con cadáveres
de aquellos fusilamientos, sobre todo de los republicanos, pues a los del bando
franquista, por lo general, se les sacó y honró durante la dictadura. Ya es
hora de cerrar esa herida que sigue supurando. Ya es hora de zanjar aquel
conflicto, que no será superado mientras no sean honrados los muertos que
permanecen en el olvido de una fosa común, secuestrados a la memoria de sus
familiares. Si sus restos permanecen en las cunetas, en las zanjas y fosas,
olvidados, su recuerdo seguirá gritando hasta hacerse oír en su derecho a ser
entregados a sus familiares y descansar en paz y con el amor de su gente; a ser
tratados como el resto de ancestros, con sus flores y velas en el día de los
difuntos, con su lápida recordatoria en su sepulcro y con una oración por su
eterno descanso ante su tumba.
Pero,
persiste gente inhumana que les niega el pan y la sal, que prefieren no remover
la tierra, oponiéndose por activa o por pasiva, por miedo a reavivar la
confrontación, cuando solo se persigue la justicia y la reparación de la
memoria. Tal vez sea por evitar remover la culpabilidad en sus propias conciencias.
Esa falta de compasión, de sensibilidad y humanismo deja mucho que desear,
sobre todo, si son creyentes los que se oponen a las exhumaciones y a dar
sepultura, cristiana o no, a esos restos, donde reciban el cariño de sus
descendientes. Mientras, la Iglesia, ya ha elevado a los altares, como beatos,
a sus llamados mártires de la religión.
Se acabó el
«estás conmigo o estás contra mí»
Hoy, con la
polarización de la política, por desgracia, no se lleva ser moderado, o lo que
es lo mismo, ecuánime, contenido, sensato, juicioso y otros calificativos donde
impere la prudencia y el buen juicio. Existe la tendencia, sobre todo en
política, a ponerte en una tesitura crucial: «Estás conmigo o estás contra mí».
Quien dice esto solo pretende coartar tu libertad… «o asumes mi pensamiento o
serás mi enemigo». Luego predicarán por ahí que defienden la libertad de la
gente. Es esa tendencia a volver al pasado, a aquellos tiempos de desencuentro
premonitorios de una contienda civil que, esperemos, nunca vuelva, visto todo
lo que sucedió.
Tenemos un
pasado conflictivo, que persiste enquistado en determinados medios e
ideologías, en la mente de amplios sectores de nuestra sociedad. Tal vez porque
no hemos aprovechado estos años de democracia para desarrollarla y formar a la
sociedad en el ejercicio y cultivo de la misma, mientras los añorantes del
viejo régimen pregonan su ideario y ponen palos en las ruedas del progreso
democrático. Por ello es bueno zanjar el problema, sí, zanjar…
Hay que
zanjar en el tema de las zanjas
La palabra
zanjar, según el diccionario de la RAE tiene dos acepciones, una: «Echar zanjas
o abrirlas para fabricar un edificio o para otro fin» y la otra alude a:
«Remover todas las dificultades e inconvenientes que puedan impedir el arreglo
y terminación de un asunto o negocio». Ambas son válidas y aplicables al
problema. La primera porque se abrieron zanjas con el fin de sepultar en el
abandono histórico a los represaliados, dejándolas de testimonio a modo de
escarmiento y desprecio. La segunda porque ya hace tiempo, desde la misma
transición, se debería haber zanjado el problema definitivamente dando un trato
de justicia y reparación a los afectados, a pesar de las dificultades e
inconvenientes que pusieron los herederos ideológicos del franquismo, que, en
parte, persisten en la actualidad.
Pero,
volviendo al tema, es necesario zanjar este asunto de una vez por todas. Aquí
entra la otra acepción de la RAE. ¿Cómo hacerlo, cómo zanjar para siempre el
agravio y la ignominia perpetrados? Indudablemente, la herida producida por la
historia está infectada y para que cierre definitivamente, para zanjar el
asunto, se ha de limpiar y cerrar. Abrir las zanjas, sacar los cuerpos,
entregarlos a sus familiares y volver a cubrir la zanja con tierra una vez
sacados los restos humanos que la pueblan.
Espero que
en noviembre de este año, el día de los difuntos, pueda ponerle una vela de
recuerdo a Pepe Reyes, en el cementerio de mi pueblo, como representante de
todos los caídos.