sábado, 22 de marzo de 2025

La trágica primavera de 2020


Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 22 MAR 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/03/22/tragica-primavera-115564058.html

Éramos todo un país, por no decir un mundo, encarcelado y sometido al miedo de la contaminación del virus mortífero


El enemigo imperceptible atacaba amparado por la invisibilidad que le hacía indetectable / l.o.

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En estos días debería escribir sobre el drama humano que estamos viviendo, donde la guerra y destrucción persisten de la mano de dirigentes inhumanos e indiferentes al dolor y al sufrir de los pueblos y su gente, lo que no deja de ser un mal augurio de cara a nuestro futuro y el de nuestros hijos. La llegada al poder de gobernantes sin escrúpulos, que entiende la existencia como una competición económica o militar, caiga quien caiga, sin reparar en la vida y felicidad de los semejantes si con ello consiguen sus degradados objetivos imperialistas y los beneficios de un mercado neoliberal para su grupo, es terriblemente preocupante.

Pero hoy, dado que es mucha la tinta que corre y las imágenes que nos ofrecen tratando el tema, tras empezar aludiendo a esta desgarradora situación donde seres humanos siguen siendo masacrados abominablemente en Gaza, Ucrania y un sinfín de lugares en todo el mundo, quiero centrarme en unos hechos que, hace cinco años, nos hicieron vivir una trágica primavera encerrados en casa, como presos, con la esperanza de salir vivos de la prisión que nos recluía. Esperemos que se haya aprendido la lección, aunque lo dudo, y que ante otra pandemia sepamos reaccionar con eficacia y eficiencia para neutralizarla.

El encierro del 14 de marzo

Éramos todo un país, por no decir un mundo, encarcelado y sometido al miedo de la contaminación del virus mortífero que hacía estragos entre la población, sobre todo entre los mayores. Fue traumatizante ver cómo la muerte acometía al paciente solitario, “apestado” y desprovisto del afecto y el cariño de la familia, emocionalmente indefenso, cuando no en situación de abandono, lo que genera un terrible pánico. Y aunque yo escribí en aquellos tiempos la frase: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos! Debería decirse: ¡qué solos murieron los vivos!

El enemigo imperceptible atacaba amparado por la invisibilidad que le hacía indetectable. Nuestro ejército era el sistema sanitario, los profesionales que, en actos heroicos, se enfrentaban al atacante poniendo en riesgo su vida, casi sin armas defensivas donde ampararse. Mientras, sujetos sin escrúpulos llenaban sus bolsillos con pingües beneficios a través de las comisiones y mordidas sacadas al erario público con el beneplácito de ciertos gobernantes y gobernantas. El miedo cundía entre la gente, a la vez que su firme propósito de enfrentar la situación hasta vencerla. Los cánticos de “Resistiré” sonaban en las ventanas y balcones junto a los aplausos a los sanitarios y demás ciudadanos que, con su valor, seguían al pie del cañón para devolvernos la salud y/o garantizar la cobertura de nuestras necesidades básicas para subsistir.

Mientras, la primavera de aquél marzo de 2020, eclosionaba indiferente a todo lo que sucedía. La savia volvía a fluir por las ramas de los árboles cubriéndolas de brotes y promesas, anunciando la flor y el fruto. Como siempre el ciclo de la vida seguía imperturbable, salvo la incidencia de aquel maldito virus que atacaba a los seres humanos.

A causa del encierro se palió los efectos de la mano del hombre en la naturaleza. Desde la ventana se observaba el aire más limpio, descontaminado, un cielo azul más claro transitado por nubes de forma caprichosa, calles silenciosas sin autos ni gente. Solo daban testimonio de vida las aves con su vuelo, las gaviotas y palomas que seguían su rutina de siempre y el viento que mecía el árbol en la acera mostrando su verdor primaveral. De no ser por la terrible causa que producía aquel ambiente, la percepción tenía su encanto.

Qué hacer en casa con nuestro tiempo

Pero aquella primavera, tan negra para nosotros, nos sometió a un terrible reto, nos regaló tiempo sobrado para pensar, nos cambió los hábitos y costumbres personales y familiares, así como las conductas elementales, separándonos de los amigos y la familia. Para mantener el contacto, convinimos con los amigos que todos los días, a las 13:30 horas, asomados al balcón, brindaríamos, con una copa de vino y un piscolabis, por la amistad y la salud, cuando no por teléfono, interesándonos por cómo estaba cada cual.

En aquel contexto, y dado que nos sobraba el tiempo, fuimos obligados a aprender a gestionarlo a la vez que convivir con la familia todo el día. Es difícil conseguir que la vitalidad de un niño se ajuste al encierro, pero hubo que hacerlo, lo que no siempre fue fácil, creándose tensiones familiares en muchos casos.

En mi caso, aunque inicialmente lo usé para ordenar la biblioteca, escribir algunos poemas o texto en mi blog, leer algunos libros o poner al día asuntos atrasados, un amigo, Antonio García Velasco que en paz descanse, nos propuso un interesante proyecto. Consistía en escribir una novela entre cinco conocidos, a cinco manos. La propuesta era original, dado que nunca se había llevado a efecto un ejercicio semejante. Era una forma de mantenernos ocupados, dar rienda suelta a nuestra creatividad y seguir el contacto desde la distancia. Un reto literario la mar de interesante que concluyó en la publicación de la novela ESTUPOR.5, cuyo subtítulo es: Aires de locura, misterio, pasiones... y que nos editó Ediciones ALGORFA. Aquella era nuestra primavera intelectual, dentro de la negra primavera de la COVIP19. Fue la eclosión de creatividad que surgía de nuestro condicionado espíritu literario.

Cómo acometer el proyecto de novela

Las bases de la articulación entre los cinco fueron claras: La novela la iniciaría uno de nosotros ―en este caso Antonio, que fue su impulsor― con una breve narración inicial de una historia abierta, plasmada en unos párrafos, para pasar el relevo al siguiente coautor, y así hasta que todos los coautores aportaran su parte cerrando el ciclo, al que llamamos tranco. La espiral siguió dando vueltas hasta concluir la obra llegando a 13 trancos. Al final de la misma introdujimos un texto personal relatando la percepción singular de cada uno de nosotros durante el experimento.

Pero volviendo a la esencia del caso, cada coautor era libre de conducir la trama por los senderos que estimara oportunos, sin consultar con nadie, dado que no había escaleta estructural de la trama, siempre que su narración fuera coherente con lo ya escrito. Podía crear personajes y escenarios, fijar relaciones y argumentos, o escribir sin límite de espacio, salvo lo prudencial, ya que éramos cinco autores, además diferentes en la técnica y en las formas de expresión. En un principio al leer el texto se veía quién era el autor de cada tramo en razón a cada estilo y argumentación, pero con el tiempo fuimos homogeneizando la forma de expresión y nos costaba identificar al escritor. Durante el experimento cada uno nos convertimos en autor y lector a la vez, pues al recibir el texto elaborado por el compañero anterior, debíamos leerlo atentamente y meditar sobre cómo continuar la narración para darle cuerpo lógico al texto. Esperabas con cierta ansiedad la recepción del texto para ver por qué caminos habían reconducido los compañeros precedentes la trama que dejaste la última vez. Podías encontrarte que tal o cual personaje había muerto violentamente, o la aparición en escena de otro que condicionaba la historia que tenías pensada en tu fuero interno. Tras continuar al relato de “tu puño y letra”, los remitías al siguiente por email, esperando que retornara a ti pasado un prudencial tiempo, para seguir la historia.

Fue curioso cómo, a pesar de las dudas iniciales, resultó una novela de una sorprendente coherencia argumental, con una compleja trama que conjugaba crimen, política, pasión, amor y odio, mafia y corrupción, psicología y el formalismo de una sociedad hipócrita digna de ser psicoanalizada. Una novela que ninguno de los cinco podría haber escrito por sí mismo, pues su resultado fue la conjunción del espíritu creativo de cinco autores y amigos, que acabó acercándonos aún más al compartir esa maravillosa experiencia.

Con este recuerdo, que plasmo en este texto, quiero homenajear a mis otros cuatro compañeros, especialmente a Antonio García Velasco y Carlos Guillermo Navarro, que nos dejaron un poso de dolor con su fallecimiento el año 2023, así como a los otros amigos y compañeros de autoría José Olivero Palomeque y Juan Pérez Pozo. Con todos ellos tuve el honor y el placer de dar a luz esta interesante y trepidante novela que merece ser leída, dado el resultado obtenido y la forma y circunstancias en que fue escrita en un entorno de enclaustramiento, cercados por el agresivo virus de la COVID19, lo que pudo influir sobre el resultado final. Hasta en los momentos más difíciles nuestro espíritu ha de buscar como sobreponerse para seguir viviendo y desarrollando la inteligencia.



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