sábado, 21 de diciembre de 2024

Solsticio de invierno… ¡Feliz Navidad!

 

Reflexión de Navidad
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El 21 de diciembre, tiene lugar el solsticio de invierno. Es el día más corto de sol con la noche más largo del año. A partir de ahora, cada día tendremos más tiempo de luz y menos de oscuridad. Empieza la esperanza en una nueva primavera, en un renacer la vida, en brotar las plantas y volver las flores dentro de un tiempo. Se reforzará el árbol, se reconstituirá y, dentro de nada, volverá a circular con fuerza la savia para alimentarlo hasta su eclosión final, brotarán las hojas, y después las flores inundando el éter de fragancias a azahar para luego dar el tentador fruto que el árbol nos ofrece.

También nace el niño en Navidad, o lo que es lo mismo, nace el sol que empieza a crecer en la expansión en su dominio, el dios Ra de los antiguos egipcios. El ciclo de vida se reinicia, como cada año, con sus avatares, su bonanza y malicia, su felicidad y su dolor, su incierto futuro inmediato que escapa a nuestra voluntad. Por eso es momento de expresar deseos, de conjurarse para evitar el mal, de procurar la amistad y la alianza para recorrer el camino cogidos de la mano. Todo son parabienes y buenos votos expresados en postales, emails, WhatsApp y llamadas. Compartir viandas con mesa y mantel, cantos de alegría y besos y abrazos de felicidad… entramos en una etapa de esperanza y buena voluntad

Esta primavera, como siempre, crecerá la flor, los campos se inundarán de colorido y de fragancias, pero también nacerá la mala hierba. Se busca la paz, pero prevalece la guerra, se pretende el amor pero perdura el odio, se desea la convivencia pero persiste la confrontación. El ser humano guarda en su interior la absoluta bondad en conflicto con la cruel maldad. Somos bipolares, un polo positivo y otro negativo mueven nuestros impulsos y conductas en una sociedad dominada por ególatras carentes de empatía, megalómanos soberbios e histriónicos que potencian el caos en la gente para mayor ganancia en su propio interés. Crecerá la riqueza y la pobreza potenciando el desequilibrio entre ambas. Todos deseamos un buen año… el pobre para que no le falte pan y con qué cubrir sus necesidades básicas, pagar su casa, la luz, el agua y sostener su hogar alimentando a sus hijos; el buen año del rico será si incrementa su capital, sus dominios, su poder y sus ganancias, poder seguir disfrutando de lujos sin restricciones incrementando el flujo de dinero. Mientras tanto seguimos expresando buenas voluntades pero en ámbitos distintos.

No creo que esas buenas voluntades que hoy se expresan sirvan de mucho. En estas fechas estamos obligados por buenas intenciones. Es una cuestión de índole cultural, de tradición. ¡Feliz Navidad! se oye por doquier, pero es un formalismo que nos hace pensar que somos buenos que todo irá mejor, que la paz reinará en el mundo. Es un espejismo que sirve para limpiar conciencias, para autosatisfacción y reparación de la culpa acumulada a lo largo del año. Tal vez la Navidad sea una lavadora de conciencias que centrifuga, de momento, la maldad que forja nuestra mente, haciendo aparecer la bondad escondida en nuestras almas, pero que una vez concluida la colada, volverá a rezumar esa malicia, como lo hizo siempre.

En estas fechas se huele a limpio, a hipotética bondad, y eso es muy reconstituyente. Pero, entonces no veas la tele, porque en Alemania un sujeto acaba de arrollar a numerosas personas con su coche en un mercadillo de Navidad, dejando 5 muertos y decenas de heridos. No te enteres de la desgarradora historia de la señora Gisèle Pélicot a quien drogaba su monstruoso esposo para entregarla a otros desalmados… y otras muchas desalentadoras noticias más. Te advierto de que en Gaza sigue la hecatombe, muriendo todos los días decenas de inocentes a manos de un endiosado Israel, el pueblo elegido por Dios, que sigue pertinaz en su irracional venganza vicaria por los hechos terroristas de los asesinos de Hamás, tras lo que oculta su expansionismo sionista. Mientras, en Ucrania, lo que parecía una estrella que conduce a Belén con su cola luminosa y centelleante induce al error a todo el pueblo. No es una estrella que viene a anunciarnos la buena nueva, sino un misil hipersónico cuyo destino es destruir tu casa, tus bienes y tu vida. No lo envía el bondadoso Dios de los creyentes, sino el dios del mal encarnado en un sátrapa artero carente de empatía, que habita en su palacio rodeado de oligarcas aduladores, a quienes les importa un bledo tus bienes y tu vida.

La Feliz Navidad, o sea los buenos deseos, solo los cultivará la gente de bien, la gente sencilla, que no pretende el poder, sino la convivencia, que su lucha no es en el frente militar de batalla, sino en el desarrollo de la bonhomía, de la bondad y concordia entre los seres humanos.

Los otros, los arteros y ladinos, que nos pretenden manipular, seguirán a lo suyo, porque nosotros no les importamos, lo que les importa es su propio interés. ¿Ganarán ellos? Para ganar la bondad tiene que ser activa, la bondad pasiva no genera bondad, la activa la cultiva a través de la enseñanza, del ejemplo de actitudes y conductas que la nutren. La bondad en una sociedad empieza por ejercerla uno mismo, porque esa bondad social es el resultado de la interacción entre todas las bondades de los sujetos que la integran. Hemos de seguir sembrando la esperanza…

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