(Romancillo de humor)
Mi
amigo José un buen día
a
Madrid fue a visitar,
siendo la primera vez
que
viajaba aquel lugar.
Él
era un hombre sencillo
no
acostumbrado a viajar
que
disfrutaba en el pueblo
con
su cerveza en el bar.
Andaba
muy sorprendido
recorriendo
la ciudad
por
las plazas y avenidas
de
tan grande capital;
al
pasar por el retiro
pensó
dejarlo al final
pues
como su nombre indica
se
retira uno al marchar;
luego
anduvo muy contento
caminando
sin parar
admirando
las fachadas
y
oferta monumental,
se
asombró con tanto coche
y
se espabiló al cruzar
el
semáforo en la calle
lo
fueran atropellar.
Las
jóvenes pizpiretas
le
causaban gran solaz
al
verlas tan buenas mozas
como
no viera jamás,
y
una sonrisa surgía
sin
poderlo remediar
al
ver como le miraban
con
su cara angelical…
Perdió
la noción del tiempo
y
cuando vino acordar
el
estómago pedía
algo
para remediar
el
hambre ya acumulada
por
el tanto caminar
embobado
por la calle
sin
beber y sin yantar.
Vio
una taberna de lujo
y
se decidió a pasar
para
tomar su cerveza
y
tapa de calamar.
No
era José un avezado
en
la costumbre local
por
lo que tras el saludo
el
barman fue a preguntar:
¿Al
señor que le ponemos?
José
que no comprendía
el
sentir de la expresión
miro
fijo al camarero
y
soltó de sopetón:
Al
Señor, si le apetece,
dos
velas le ha de poner,
a
mí me da una cerveza
que
es lo que quiero beber.
©Antonio Porras Cabrera
Málaga, 18 de marzo de 2021
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