lunes, 8 de junio de 2020

Reflexiones al final del confinamiento


Este encierro ha pasado por diferentes fases y no me refiero al desconfinamiento, sino al propio confinamiento.

  1. En un principio lo aceptamos con resignación e interés por ver como evolucionaba la cosa, pensado, tal vez, que haríamos una compacta piña para luchar contra el virus.
  2. Una segunda fase fue el ver como los partidos políticos, en lugar de acoplarse, se tiraban los trastos, lo que llevó al desconcierto personal. En este apartado incluyo los debates de televisión entre periodistas o tertulianos que, más que honrados y éticos periodistas amantes de la verdad y la información, resultaron venales, o sea que se venden y no trabajan para la verdad sino para un partido o ideología en concreto con la que están comprometidos. En algunas ocasiones me ha parecido ver más una pelea de perros que un debate humano. Si sumamos a esta fase la creación de bulos y la utilización de internet como herramienta de confusión para crear el río revuelto, acaba uno sometido a una presión que se pretende evitar.
  3. La tercera fase, bajo mi opinión, fue el debate parlamentario, la pérdida de la compostura política, aflorando la maledicencia, el insulto y la descalificación irracional, en lugar de establecer sinergias. Es curioso como en esta fase, yo diría que es una conducta habitual en el mundo de la política, aparece la estrategia de la externalidad defensiva, adjudicando todo el mal al contrario, mientras como estrategia de reafirmación, se presume y asume todo lo bueno como propio. El problema está en el nivel de idiocia del espectador, o sea en su capacidad crítica y en saber discernir cuando le engañan y cuando le dicen la verdad, aunque haya, siempre, una tendencia a aceptar la verdad de los propios, de los que se es hooligan, y a rechazar y criticar la de los otros. 
  4. Yo metería en la cuarta el desencanto con los políticos en general o, al menos, con una parte importante de ellos, tal vez de aquellos a los que se les debería pedir más visión estadista para resolver la crisis de la forma más justa posible, buscando el encuentro y la sinergia a la que ya me he referido, con objeto de consensuar medidas y acciones enfocadas a salir airosos, todos, con el menor quebranto posible de la ciudadanía y de las estructuras económicas y productivas del país.
  5. Metería una quinta, que no es una fase en sentido cronológico, sino una situación ambiental, un estado de opinión, donde se van diluyendo  determinadas expectativas orientadas a cambiar el sistema hacia otro mejor, donde prime el desarrollo de las energías limpias, la justicia social, la potenciación de la investigación, la creación de nuevos hábitos, la concepción integral de la vida, de una nueva situación (creo que ahora le laman nueva normalidad) donde la sensatez y el sentido común se impongan a los intereses desordenados y egoístas de grupos de poder tanto políticos, empresariales, económicos, religiosos e ideológicos totalitarios. Ahora es el momento, como dije en otra ocasión, de hacer una catarsis; es decir, de mirar lo que tenemos e ir tirando por la borda aquellos lastres que nos pueden hundir el barco y evitar seguir navegando por la vida.


¿Pero qué mes estás diciendo? ¿a qué viene este discurso? dirás, querido amigo lector, llegado este punto. Pues viene, amigo, amiga, a que al estar harto de ese mundo discursivo de la política y sabedor de lo que pienso, prefiero ver la 2, o sea el canal 2 de TVE para observar lo que nos enseña la vida en la naturaleza; una naturaleza integrada, en equilibrio, en la que el hombre persiste en alterar desordenadamente. Es decir sobre explotarla sin pensar más allá de su propia generación, posiblemente influido por el proceso económico (fíjense que no voy a decir capitalista, para que a determinados colectivos no le salten las alarmas instauradas por el sistema, que les lleva, automáticamente, a descalificar a quien lo dice). El sistema económico es depredador, irracional e insostenible a medio plazo si se quiere mantener la interacción con el medio de forma natural. Otra cosa sería si lo que se pretende es destruir para construir, sobre las ruinas, otro mundo alternativo donde el mercado nos ofrezca aquello que la naturaleza ya nos negó. ¿Se imaginan, que no es difícil hacerlo, en unos años, circulando con botellas de oxígeno de la marca “patatum”, o la creación de sensaciones vivenciales como la brisa, la lluvia, el olor primaveral, o el de la era trillándose la mies, o el trino de las aves porque la naturaleza exterior a nuestros dominios o ciudades encapsuladas, ya no los puede proporcionar desde su muerte?

No se preocupen amigos, el sistema neoliberal, el mercado y la competencia, será capaz de producir alternativas a aquellos elementos que la propia naturaleza deje de ofrecernos cuando muera… solo habrá que pagar para obtenerlos enlatados.

Hoy, dejé de ver la machacona tele con sus elucubraciones políticas intencionadas. Me pasé a la 2 y sus documentales (qué haríamos sin las 2 los que huimos de la tele) y viajé por el mundo de la naturaleza. África con la consabida pugna entre víctimas y depredadores de la selva y la sabana; el mundo de las aves con sus sistemas de vida tan diferentes y ricos a la vez, el secretario, ave muy original, pateando a la víctima antes de deglutirla, o el curioso loro llamado kakapo (en maorí loro nocturno), considerado el loro más raro del mundo, incapaz de volar porque ha degenerado al no tener depredadores de los que huir, o el colibrí suspendido en el aire mientras succiona el néctar de las flores… una maravilla de espectáculo en la naturaleza.

Luego, como por encanto, me vino a la memoria el creacionismo. Imaginé a Dios diciéndole al hombre, tras concluir la creación de todo, incluso de haberle sacado la costilla para hacer a Eva, que reinaría sobre toda la creación, sobre todas las especies. Pues ahora que caigo, yo creo que el hombre no debió entenderlo bien o, al menos, lo interpretó mal. Veamos: hay dos formas extremas de reinar o gobernar sobre algo; una es administrar y proteger a ese algo para que persista a lo largo del tiempo, o sea facilitar “amorosamente” el desarrollo de la vida en ese contexto; otro es el autoritario, el impositivo, el sacar provecho máximo a lo regentado sin implicarse en garantizar su regeneración sino someterlo al egoísmo del rey. El primero es una relación de amor en sentido aristotélico, el segundo es un egoísmo puro e irracional que solo busca la inmediatez del beneficio.

Si lo que prima es el amor tenemos tierra para rato, porque entenderemos que nuestro desarrollo y mantenimiento va ligado al de la propia tierra y los seres que la pueblan; mas si lo que prima es el egoísmo la extinción se dará en las próximas generaciones, porque usaremos desmedidamente sus recursos en una miopía que destrozará el futuro, aunque sostengamos la filosofía de que el mercado lo puede producir todo y la ciencia lo inventará.

Estando en esta tesitura reflexiva me asaltó otro pensamiento. Esta maravilla que estaba viendo en la 2, en plena naturaleza, ¿existía en realidad? Supongo, lógicamente, que sí, pero de hecho aquello no era la vivencia real, la situación que se me presentaba estaba manipulada; le habían puesto música de fondo, incluso, acompasada a las imágenes y acciones que se presentaban, repetían escenas de interés especial a cámara lenta, se fijaban en pequeños detalles que escapan a la normal atención, etc. Se había mejorado, o desvirtuado según se mire, mediante manipulación, la percepción de una realidad. Me faltaba, eso sí, el uso de algunos sentidos, pues solo sentía los estímulos visuales y alguno auditivo, pero ¿y los olfativos, y el táctil? No sentí la brisa en mi cara, ni el perfume de las flores silvestres o el olor de los excrementos animales, ni la hierba acariciando mis pies al caminar, de hecho no caminaba, ni tocaba los árboles, sus ramas o las hojas. No escuchaba el trino de los pájaros salvo en momentos puntuales a gusto del realizador, el rugido del león o el bramido de los búfalos… aquello era bastante artificial, aunque precioso.

Tal vez estaba ya en el futuro. Me habían enlatado bonitamente una realidad supuesta, que no había vivido ni vivía, para transportarme a otro lugar existente, pero imaginario para mí, haciéndome ver y conocer otros entornos del planeta. ¿Qué diferencia hay a efectos de mi percepción si es o no real ese escenario? me pregunté. La única es mi convencimiento de que existen en la actualidad esos entornos. Pero, tal vez, ya no sean como yo los veo.

En un futuro, cuando todo ese ecosistema desaparezca o se merme, nos ofrecerán la experiencia virtual, como ya se está haciendo, pero con mayor realismo. Podrán acompañarlo de las otras sensaciones que ya dije no haber sentido, del olor, la brisa, el tacto, los ruidos ambientales, etc. O sea, que puede que no haya naturaleza pero la tendremos enlatada. Tal vez esto sea como Marte, un desierto, pero con habitantes viviendo en ciudades subterráneas o construidas en superficie, aisladas y artificiales donde la ciencia haya conseguido reproducir todo aquello necesario para la subsistencia de la especie.

¿Te imaginas que cuando llegué el hombre a Marte descubra que hay habitantes y viven en el subsuelo aislados de las inclemencias de la superficie del planeta, gente como nosotros, nuestros antepasados germinantes, que decidieron colonizar la tierra hace cientos de miles de años, para reproducir semillas o mutar genéticamente especies animales con sus genes de potencial evolutivo y de ahí surgió el hombre?

Pensar por pensar se puede pensar lo que se quiera, pero alguien dijo, tal vez fuera yo mismo, que todo aquello que el ser humano es capaz de pensar podría existir, solo hace falta tener el conocimiento científico necesario para realizarlo. De momento, conjugar las nuevas tecnologías con el sistema de vida humano y los principios humanistas es una asignatura que se ha de desarrollar en el futuro. Según se lleve a cabo ese reto, así evolucionará nuestra existencia. ¿Seremos un matrix, una virtualidad vital, o formaremos con la naturaleza una comunión o intercambio en un ecosistema equilibrado? Esperemos que nuestra vida no se convierta emocional y existencialmente en una película de interacción con un medio inexistente. Tú eliges, o tal vez no, lo eligen otros, de momento depende en parte de ti. Prefiero seguir viendo los documentales sabiendo que son reflejo de una realidad a verlos perfeccionados virtualmente, formando parte de un pasado existencial.

Eso sí, en el mundo de la política me da la sensación de que están ganando los otros, los de Matrix. Cada vez se parece esto más a la caverna de Platón, sombras proyectadas desde un exterior desconocido, realidades deformadas, interpretaciones manipuladas, sueños versus realidad, mente o inteligencia como contenido, cuerpo como continente. ¿Disociamos nuestras mentes de los cuerpos? ¿Extraemos nuestra mente, nuestra inteligencia, del mundo material que la contiene y que requiere nutrientes y condicionantes del contexto natural o la implantamos en otro continente, en otro soporte, donde no sea necesario alimentarlo? El ser humano dual, siempre lo ha sido… mente y cuerpo; mente es la inteligencia, el misterio del saber, la capacidad de discernir, de pensar y razonar, de analizar y tomar decisiones contingenciales, es decir en función de las contingencias o circunstancias que se presentan. El ser humano, siendo, tal vez, el ser más indefenso físicamente, sin recursos corporales para vencer a los depredadores, ha sido el ser vencedor de la contienda, del proceso de selección de las especies.  Su mente es el poder, su inteligencia el instrumento para ejercerlo. Pero, entonces ¿qué es el cuerpo? El cuerpo es el continente, el soporte de la mente. Sin él no se puede sobrevivir. En el orden de prioridades, ya decía Maslow que, primero están las necesidades básicas que permiten la subsistencia del cuerpo, del vehículo que transporta la mente.

Pero… ¿y si colocamos a la mente en otro soporte? Es decir ¿y si creamos otro artificio menos delicado, más consistente, donde la inteligencia se desarrolle sin la necesidad de someterse a priorizar la cobertura de las necesidades del continente?  En todo caso ¿Cuál es la función del ser humano en este mundo? Puede que sea el uso y desarrollo de su inteligencia, para devolverla al cosmos una vez evolucionada a lo largo de la vida. Si eso es así cabe cuestionarse la necesidad de cambiar de continente para garantizar mejor el éxito de ese esfuerzo para desarrollar la inteligencia. ¿Abandonamos el cuerpo, este cuerpo biológico frágil, que muere prontamente sin haber conseguido el desarrollo ideal y la evolución de nuestra psique, este cuerpo que sucumbe ante un microscópico virus, y buscamos otro, no biológico, que nos garantice mejor subsistencia y resistencia a los agentes agresores, junto a un menor desvío de energía para sostenerlo, y dedicamos esa energía ganada al mayor desarrollo de la inteligencia?

No debe ser tal fácil y menos para el propio ser humano tan sometido a variables ignotas, desconocidas, que conforman el todo de su sistema funcional. La complejidad del sistema interactivo entre todos y cada uno de los elementos que conforma la estructura vital y su sistema relacional es, hoy por hoy, desconocida. Cualquier intento o ensayo tiene demasiados riesgos, al menos según el conocimiento limitado que hoy se tiene sobre el tema, salvo que nosotros, los seres normales, el ciudadano de a pie, no sepamos de la misa la mitad y existan conocimientos tan elevados en determinadas esferas que no los imaginamos.  Tal vez del “solo sé que no sé nada” hayamos pasado a que hay gente que sí sabe algo que los demás ni imaginamos.

Cierro esta reflexión, que se fue más lejos que los cerros de Úbeda, con el convencimiento de que estos políticos que andan jugando a malos malosos, que se pegan puñaladas, que hablan de democracia cuando la desprecian en el propio ejercicio de la política, estos políticos, digo, son tan mediocres que serán incapaces de planificar el afrontamiento de los retos del futuro, mientras andan en menudencias porque su miopía no les deja ir más lejos de los que siempre ha sido.

Si has llegado hasta aquí, querido amigo o amiga, te felicito y, con ello, me felicito yo como autor de la reflexión que te ha atrapado, pero has de saber que esto empezó con la sencilla idea de contar como, escapando de la virulencia y hartazgo de la dinámica política, acabé viendo un documental de la 2. Lo demás es pura especulación o reflexión encadenada de un pensamiento desbocado que libremente se fraguó, por inercia mental de quien lo escribe.

No quiero terminar si reafirmar la idea que ya apunte respecto a la gobernanza: una es administrar y proteger “amorosamente” y la otra autoritaria e impositiva. El primero es una relación de amor en sentido aristotélico, el segundo es un egoísmo puro e irracional que solo busca la inmediatez del beneficio. Tú aún eliges, amigo, a quien gobierna. Buen ejercicio de reflexión ante el voto.

2 comentarios:

Prudencio Lopez Lopez dijo...

Haces bien en desconectar de la política. Ésta no hace más que enredarnos. Mientras haya políticos como Trump, Bolsonaro...ni la política ni la naturaleza saldrán bien asistidos. También sucede que no votamos a los mejores. Hay una frase en la que creo dicha por Stephen Hawking: el capitalismo acabará con una Tierra habitable. Buenas reflexiones, Antonio. Dicen los escritores que los personajes siempre se les van de la mano. Un abrazo.

Antonio dijo...

Realmente de la política no se debe desconectar nunca, pero sí de determinados políticos y los mensajes que propagan. Habría que recuperar la esencia de la política mandando a los canalolas a su casa y abriendo la puerta a quienes vienen a servir al ciudadano y al conjunto del país. Un abrazo

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...