jueves, 25 de junio de 2020

Es como un río nuestra vida



En estos días la realidad nos ha enfrentado a un espejo al que le solemos dar la espalda. Es el espejo de la vida y de la muerte; ese tránsito ignoto que se inicia al nacer y concluye en la irremisible partida. Nacemos sin pedirlo, por deseo, o no, de los progenitores y somos arrojados, según algunos credos, desde otra dimensión, mediante un lento proceso biológico, a un mundo desconocido en el que, día a día, tenemos que aprender qué somos y para qué estamos aquí. 

La suerte, desde un punto de vistas biológico y ambiental, será decisoria para trazar el camino, aunque, en el fondo, sean las circunstancias que fueren, el tránsito se ha de hacer contra viento y marea. No es lo mismo circular por la ruta en un buen vehículo y una excelente autopista, que hacerlo por caminos de montaña, cargados de retos y peligros, en una bicicleta.

Pero, al final, el abismo o precipicio, llegará. Allá no cabrán autos de primera y de segunda o tercera, sino que, cada cual, con su bagaje interior, caerá al abismo concluyendo su misterioso viaje. Ya lo decía, tiempo ha, Jorge Manrique, ante el dolor por la muerte de su padre, en sus versos de pie quebrado, que componen la copla III de su poema:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Cierto, me diréis, pero el tránsito es distinto del que vive por sus manos, que el del rico.  Hace unos años, visitando el norte de Palencia, tocando ya Cantabria y a un tiro de piedra de la provincia de Burgos, descubrí el Pico Tres Mares; es un lugar singular, pues según de donde surja el agua o caiga por la lluvia, su destino será un mar u otro, pudiendo desembocar en el Mediterráneo a través del Ebro, en el Atlántico por el Duero, o en el Cantábrico con el río Nansa, si no recuerdo mal. La dispar suerte del agua, según cayera o naciera en uno u otro lado, me llevó a escribir una fábula, que se publicó en el diario Sur el 17 de septiembre de 1988, titulada Fábula de los ríos, que posteriormente divulgué en mi blog y, más tarde, incluí en mi libro Relatos y remembranzas (Amazon, 2018).

Tal vez, al estar por las tierras familiares de Jorge Manrique, el recuerdo de sus versos a la muerte de su padre, asumiendo la simbología metafórica del río con la vida, hizo fluir aquella fábula, que se puede leer en este enlace.

Ciertamente, la nube suelta el agua sin saber a dónde cae, quedando al azar el nacimiento del río. Una vez en contacto con la tierra, cuando ha tomado vida y fluye por su cauce, van apareciendo los hitos y avatares, que condicionarán el tránsito que ha de recorrer por la cuenca que en suerte le cayó. Pero, indudablemente, más tarde o más temprano, el río está predestinado a desembocar en la mar, que es su morir. Podrá llegar caudaloso, cargado de poder, pero al entrar en la mar se diluirá en el agua salada, perderá su esencia singular y quedará confundido, entre un todo inmenso, constatando su insignificancia por mucho orgullo y poderío que pensara poseer; o, tal vez, al transitar por espacios de secano, entre páramos y eriales, secarrales y baldíos, su tránsito penoso, acabará en la mar, librado del castigo al que fue sometido al caminar.

En estos días aciagos, donde el virus nos enfrentó al espejo, parece que ha quedado impresa en nuestra mente la insoportable levedad del ser, a la que aludía Milan Kundera. El latigazo de la muerte, el miedo a contraer el virus, la paranoia de su contacto entre la gente, no solo modificará nuestra costumbres, sino que marcará nuestra propia percepción del ser superior que parecíamos. Seguimos engañados por la vida, nos falta la humildad de lo fungible, de lo perecedero, y, al pensar que somos casi inmortales, salvo a un largo plazo, nos seguimos anclando a lo presente, como si la vida durara eternamente y el presente no cambiara con el paso de los días, como si el mañana fuera una utopía y no llegara nunca a acorralarnos con la muerte.

Mas ¿para qué tiene sentido sentirse prepotente? Tal vez para olvidarse de la gente, para sentirse como un dios menor que juega en esta vida al egocéntrico placer de agarrarse al poder en el presente. Ahora, cuando ves que se marchan los amigos y otra gente, la vida se siente sacudida por la muerte y, tú, la percibes limitada y efímera sintiéndote impotente. Mas, ¿qué hacer, si al cabo de la esquina, la muerte se aproxima amenazante queriendo llevarte por delante? Tal vez, mirando en tu interior, en ese intenso espejo que olvidaste, podrás empezar a comprender que todo es un dislate, sin sentirse capaz de analizar el tránsito o camino existencial.

¿A qué vine yo aquí? te podrás preguntar; mientras al final se oculta una verdad que, lejos de tu conocimiento, te otorgará el aliento para seguir el caminar. Mas a esta edad, cuando la vida transitó tantos caminos, forjando, etapa tras etapa, el último destino, solo cabe aceptar, que el tiempo transcurrido, fue una escuela de vida y libertad para darle sentido a tu conciencia, para fraguarte en la justicia, la bonhomía y la bondad. Lo que haya más allá pierde interés, pues solo se queda tu saber y entrega a los demás, sembrando la paz en tu interior, sabiendo que, al pasar, cultivaste un mundo mejor, dejado a los demás.

Si te vas, vete en paz, pues no ha de haber mayor placer que, al acabar, te dejes por detrás un mundo superior, sin odio y sin maldad. Entonces hallarás la respuesta a tu pregunta de qué viniste a hacer. No te empeñes en seguir otras diatribas de credos y de gente poderosa, que solo buscan una cosa, alienar tu pensamiento para que no puedas buscar lo se esconde en tus adentros. La coherencia verdadera, se encuentra en tu interior, no estará fuera…

En el confinamiento, que en estos días hemos vivido, tiempo hemos tenido para reflexionar, para pensar, qué pintamos aquí y qué hemos de pintar. Durante la desconexión de los hábitos normales de la sociedad donde vivimos, estando en casa y aislamiento, le dimos protagonismo al pensamiento y, al final, cada cual podrá sacar sus consecuencias, buscando la verdad en su experiencia; y esa verdad pasa, en esencia, en sembrar en la conciencia otra forma de actuar.

Nosotros, aquellos que ya estamos transitando la etapa final de nuestro sino, debemos de usar, el poco tiempo del camino, para alcanzar nuestro destino sin miedo ni maldad, sino entendiendo que al nacer se empieza a fenecer, y que el progreso de la vía te da la garantía de morir en paz y en armonía, si supiste hacer la travesía, cargando tu mochila de saber.

3 comentarios:

Myriam dijo...

Tendré que visitar Puco tres mares. Me lo apunto. Veo que tas tenido tiempo para pensar. Lo importante ez aie tú y Loli esten bien de salud. Cuidense mucho. Yocuentocon ls enorme suerte y riqueza de conocerlos en persona y queterlos mucho. Ori parte, aquí en Montevideo quedé en aislamiento co. Mi hija y 4 nietas. Ella, se divorció y las nenas hasta ahora estuvieron sin colegio con Zooms in line y mucho que hacer. Muy ocupads cpn ellss, pwro por eso nodejo de pensar en mis setes queridos que están lejos. Abraxo enoeme pata ambos y muchos besos. Los extraño mucho y extraño España.

Antonio dijo...

Montevideo... linda ciudad. Suerte, amiga, y espero que la pandemia pase de largo por tu familia sin afectarla. Un abrazo

seguidor genealogia brigida perez ruano dijo...

Hola Antonio,
te he escrito un mensaje a la direccion del blog
sobre tu genealogia de brigida perez ruano
apcblog@gmail.com
dime si la consultas

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...