Liberales
y absolutistas. Las dos Españas…
Duelo a garrotazos, esencia de las dos españas... |
En
esta serie de entradas, no quiero dejar pasar la oportunidad de aludir a una de
las desgracias mayores que, bajo mi punto de vista, han estigmatizado a nuestro
país. Me refiero a las consecuencias de la guerra de la independencia y el
triunfo del absolutismo del taimado Fernando VII. La revolución francesa
significó, ideológicamente, un punto de inflexión en Europa, sin olvidar la
influencia de la revolución americana y de la propia revolución industrial
inglesa. Montesquieu, Voltaire, Rousseau… sembraron la semilla revolucionaria
con su pensamiento ilustrado. Aires de libertad recorrieron Europa y su
burguesía vio la ocasión y potenció el cambio para salir del sistema monárquico
absolutista.
En
España se da un conflicto entre liberales y absolutistas, entre defensores de
los planteamientos ilustrados y los valedores de la monarquía autócrata y las
ideologías tradicionales sustentadas en la iglesia y la nobleza. En Cádiz se
fragua una de las Constituciones pioneras de Europa, tal vez demasiado avanzada
para su tiempo, de la que bebieron otras, estableciendo la soberanía popular,
la división de poderes, la libertad de expresión y la libertad de imprenta, a
la que se bautiza popularmente, con le nombre de “La Pepa”, por haberse
promulgado el 19 de marzo de 1812, hace ahora 200 años. Era, por tanto, enemiga
del absolutismo, por lo que Fernando VII, primero la derogó, después, para
llegar al poder, la reinstauró y juró, para acabar aboliéndola en 1823
desencadenando la llamada década ominosa (1823-33), con la invasión de los Cien
Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema (otra invasión francesa
pero de signo contrario y apoyada por el impresentable Fernando VII), y la
persecución y fusilamiento de gran número de liberales, entre ellos el general
Torrijos en Málaga.
No
deja de ser curioso que al grito de los liberales: “Viva la Pepa” se opusiera
el de los absolutistas: “Vivan las cadenas”. En el fondo, este pueblo siempre
se debatió entre el deseo de libertad y un miedo vertiginoso, a la misma, por
parte de una sociedad alienada e influenciada por la obediencia ciega que fue
sembrando la iglesia y al poder real. La sumisión hace que no te equivoques, en
tanto solo se equivoca el que toma decisiones, el que manda, como sostuvo en su
Formación del Espíritu Nacional el pasado régimen para justificar su dictado; entonces
tienes a mano un chivo expiatorio en él cuando se equivoca, que suele ser casi
siempre, dado el oficio y afición que tenemos, el conjunto de los españoles, a
ser árbitros y jueces. Eso sí, si te dejan criticarlo. Es fácil, pues, obedecer
exento de responsabilidad, a la par que es complejo el asumir las consecuencias
de las decisiones y el riesgo de equivocarse. Si además existe una asimetría de
clases, con roles definidos socialmente, acabas inmerso en el plácido tránsito
del borrego que pasta bajo la mirada del señor.
Ahora
bien, la Constitución, en todo caso, viene a cambiar la idea de “ciudadano
súbdito” por la de “ciudadano soberano”. La primera, “ciudadano súbdito”, es la
que heredaron los católicos reyes y cultivó, posteriormente, la monarquía
absolutista con el conservadurismo más recalcitrante; mientras que la segunda
forma parte del proceso revolucionario francés que fue imponiéndose a lo largo
de estos tiempos en toda Europa y el mundo democrático, siendo dos caras de una
misma moneda condenadas a entenderse en el proceso de evolución, en tanto
conjugan el ser individual y social en su ruta hacia la libertad responsable. No
está resultando fácil ser súbdito de un gobierno democrático, a la par que
ciudadano soberano para elegirlo y asumir la responsabilidad de ello, sobre todo si al final se nos engaña y hacen
del voto lo que les apetece sin cumplir sus programas, cuando los hay.
Pero,
sea como fuere, consecuentemente estamos ante un Estado cuasi fraguado desde el
conflicto y la imposición, donde la convivencia en paz se ve lastrada por la
historia. La coronación de los Reyes Católicos, en ambos casos, se sustentó en
un conflicto civil, tan habitual en esos tiempos por motivos dinásticos, pero
es que, además, el conflicto interterritorial se sostiene a lo largo de nuestra
historia reciente, por lo que no es nada nuevo, hasta desembocar en nuestra
última contienda civil, de la que hablaremos más tarde.
Saliéndonos
ya de este breve marco histórico, podemos aludir a algunas de las
características que diferencian a Andalucía y Cataluña desde el punto de visto
social y económico, ya que han sido el eje sobre el que ha pivotado mi propio
proceso de maduración, el campo donde he cultivado mi esencia personal y mi
propio estilo y forma de ver la vida. Ambas, en mayor o menor medida, han sido
la fuente de donde bebí, las madres que me nutrieron hasta conformar mi
concepción sociológica de la existencia.
Andalucía,
es un pueblo al que podríamos calificar, en términos muy generales, como
desheredado por caciques, terratenientes y latifundistas. Hasta hace bien poco,
su proletariado era mayoritariamente campesino, una clase obrera que palia sus
miserias a base de hijos cuando se es joven, esperando sacarles el máximo
provecho cuando se es mayor. No había mucho que darles, salvo el pan de cada
día, si era posible, puesto que la pobreza reinaba en la inmensa masa
poblacional andaluza, pero era necesario mucha mano de obra para sacar adelante
a la familia, por lo que habitualmente, ya desde pequeño, se arrancaban a los
niños de la escuela para poder trabajar en labores del campo, cuidar el ganado,
o de la casa y los hermanos, si hablamos de las niñas. Grandes diferencias
entre la plácida vida del señorito altivo y prepotente, del terrateniente
indolente y holgazán, y la paupérrima del campesino cargado de miseria y
dificultades para cubrir sus necesidades básicas de subsistencia; todos debían
arrimar el hombre creando una familia unida en la penuria, con vínculos
familiares que permitían la solidaridad entre sus miembros en mayor o menor
medida.
Cataluña,
bajo mi modesto punto de vista, tiene una peculiaridad muy significativa
respecto a Andalucía, me refiero al sistema del hereu. El hijo mayor heredaba
íntegramente el patrimonio familiar (fincas rústicas y edificios), mientras que
los hijos menores se veían incentivados a dedicar la parte monetaria de la
herencia a inversiones productivas lejos del pueblo de origen (comercio,
navegación o industria), lo que dinamizó la economía general y la dotó de una
importante conexión campo-ciudad e incluso de proyección al exterior, eso
cuando no elegían la carrera eclesiástica o militar. En suma, crea, de forma
indirecta, una clase motivada hacia un desarrollo personal en diversos campos
de la vida social y los negocios, ya que, además, contaban con el apoyo y la
cobertura del hereu. Mientras que en Andalucía todos se centraban en aportar lo
más posible a la casa familiar para la subsistencia, por lo que el sistema
hereditario era más igualitario entre los hijos, dado que todos habían
colaborado en fraguar el pequeño patrimonio bajo el manto de las directrices
paternas.
A
primera vista, al menos para mí, hay más que suficientes elementos
significativos que justifiquen una diferente manera de desarrollo social y
económico. Cataluña cultiva una clase específica de comerciantes y
emprendedores que se han de buscar las habichuelas con una actividad profesional
libre, creándose, a su vez, una burguesía activa y competente con capacidad y
visión asociativa, donde se arraiga el avance del mercado y del liberalismo
comercial y político, con una clase media incipiente que será, a la postre, el motor económico de la Europa del siglo XIX;
mientras en el sur se da el sometimiento asalariado al dueño del latifundio,
pues el minifundio resultante del reparto de las herencias es insuficiente para
sostener a cualquier familia. Por tanto nos encontramos con un alto porcentaje
de analfabetismo, grandes diferencias de clase y, consecuentemente, sin clase
media, una pobre burguesía – como decía Lorca, la peor burguesías de España –
pues anda más cerca del caciquismo que de las propias características que la
deberían definir, junto a una clase señorial indolente y holgazana, como ya he
referido, enraizada en la vieja nobleza y sus hábitos dispendiadotes y
despóticos. En el otro extremo un pueblo
llano sometido y con las manos atadas por el trabajo que busca la subsistencia,
sin iniciativa ni recursos para tenerla.
9 comentarios:
Los males vienen de ahí, yo también lo percibo de esta forma... Ahí, en ese momento histórico, la zanja queda lo suficientemente profunda como para no poder ser obviada.
Interesante también la referencia al hereu. Es curioso eso: mi familia paterna optó por hacer tres lotes exactamente iguales para los tres hijos. Claro que distaban mucho de ser unos terratenientes, jaja.
Sí, Ramón, la iglesia jugó a favor del absolutismo fernandino, tal vez por lo visto en Francia y el miedo que les generó, sabedores que su poder se ancla en el dictador, pues ellos ya lo son en forma y fondo. Los púlpitos mostraron el poder y llevaron a la masa a luchar contra sus propios intereses.
Un abrazo
Muy interesantes estas diferencias entre absolutistas y liberales, también las de Cataluña con su burguesía creciente y la de Andalusía con los latifundios.
En Argentina es común el dicho: "¡andar Viva la Pepa! y mira tú de donde viene...
Un abrazo
Evidentemente, Myriam, tiene relación el "es un viva la Pepa" o "andar viva la Pepa" con !Viva la Pepa! Pero tiene un significado contrario a la exaltación de la constitución de Cádiz, pues ese calificativo lo acuñaron los absolutistas para desprestigiar y descalificar a los liberales, terminado imponiendo su empleo como sinónimo de anarquía o incluso improvisación, desorden o vagancia. En este link puedes verlo mejor: http://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Viva_la_Pepa!
Un beso y gracias por tu visita y comentario
Me pareció muy informativo Antonio para mí tu documento acerca de la época histórica de la primera mitad del siglo XlX, que representaron años que pudieron haber sido tan decisivos para la liberación de España de las cadenas a las que estuvo sometida desde siempre por el despotismo absolutista de la monarquía y de la iglesia. Leer tu publicación me ubica y me hace interpretar la idiosincrasia de España y el espíritu el que anima a su sociedad ó digamos a su gente por la que siento un inmenso cariño ya que España es la tierra en la que nacieron mis cuatro abuelos y todos sus ancestros. Siento a España como si fuera también parte de mi historia. Tengo en mi memoria muchísimas narraciones principalmente recibidas de mis abuelas . Mi abuela materna había nacido en Algeciras, Andalucía y la paterna en Rabanal de Arriba, en la Provincia de León. Conozco bastante , aunque me hubiera gustado saber más, acerca de las familias y cómo estaban constituídas.. La familia de mi abuela paterna era muy numerosa como vos mencionás que era costumbre. La de mi abuelo paterno era de Rabanal de Abajo, una familia de cinco integrantes. La familia de mi abuela materna estaba compuesta por cuatro hijos. El padre de mi abuela materna falleció en un accidente por la explosión de una caldera de la máquina de ferrocarril que él conducía , de forma que ella y sus hermanos quedaron huérfanos muy pequeños; mi bisabuela estaba embarazada del cuarto hijo, que no conoció a su padre. Un tío de mi bisabuela que era obispo la asesoró mal sobre los bienes heredados ó se aprovechó de la circunstancia quedando en bancarrota , de forma que tuvo que emigrar a Argentina con sus cuatro hijos pequeños.
De mi abuelo materno que era oriundo de Castilla La Vieja, no se casi nada.
Antonio ese es el panorama de mis ascendientes. Así que te podés dar una idea cómo me gustan tus publicaciones. Lo que vos describís en ellas me es bastante familiar..
En otros comentarios que haga te iré preguntando acerca de algunas actitudes y sentimientos de respeto y veneración por los monarcas. Me estoy refiriendo a mi abuela paterna que arribó a Argentina a los veinticinco años. Hay testamento nunca recibido, por razones de salud de mi abuelo, que no pudo viajar para la entrega. Bueno Antonio más tarde seguiré preguntando, si me permitís, sobre cómo es vivir bajo un régimen monárquico, qué le debe la sociedad y por qué debe mantenérselo. Saludos Antonio.
Elsa, gracias por tu amplio comentario y me satisface poder despertar esa sensación que refieres.
No soy un historiador, sino un interesado en la historia, tal vez porque mi a padre le encantaba el tema y de pequeño me hablaba de ella. La parte que más me gusta es la que estoy descubriendo de mayor, donde todo mi bagaje de conocimientos y análisis me permite ver la historia con una visión más crítica y analista. Por tanto no es mucho lo que sé, pero me gusta verlo sin comulgar con ruedas de molino que es lo que nos colocan los intereses de quien la escribe.
En la próxima entrada hablaré de algo más actual, de la historia más reciente del siglo XX, que nos queda más cerca.
Saludos desde España
Yo también percibo los problemas de esta forma. En esto del hareu, por una parte yo lo encuentro una gran putada. El mayor lo era todo y cuantas veces luego no cumplia con su obligación, que era proteger a sus hermanos y pagar los estudios. Y en caso de que la industria no funcionara,solo él era responsable de las pérdidas.Digo industria pero creo que esta idea se inventó para las tierras de cultivo.
El otro dia, en tu entrada anterior me refería a "Los santos Inocentes", ahora con tus palabras pienso en paco Ibañez. Andaluces de Jaen "...como desheredado por caciques, terratenientes y latifundistas. Hasta hace bien poco".
Este... "Hasta hace bien poco, también me recuerda a una amiga que conozco desde el 1960, es de un pueblo de Extremadura que aun hablan Castúo.
Allí aun existen los caciques, terratenientes y latifundistas.
Me ha hecho gracia Ramon con el reparto! En cada lugar lo hacen diferente, pero en Galicia, la tierra de mi mujer el reparto es muy extraño.
Un abrazo.
Ciertamente, Josep, el caciquismo sigue funcionando en muchos sitios, con el latifundimos y los terratenientes, pero ahora cabe la posibilidad de evadirse de esa influencia y sistema de relación cuasifeudal, escapando de la tierra y pasando al mundo industrial o de servicios. El caciquismo para tener sentido necesita al oprimido y el oprimido someterse. Las circunstancias determinarán si se puede, sabe o quiere quitar el yugo. Un abrazo
Elsa,
Mi tatarabuela era de Rabanal y estuvo casada con Ceferino Sabugo, ella se llamaba Adelayda-Josefa González González.
Cristina
apcristi@gmail.com
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