sábado, 15 de febrero de 2025

El líder inimputable, hacia un nuevo feudalismo…

 

Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en el  diario La Opinión de Málaga el 15 FEB 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/02/15/lider-inimputable-nuevo-feudalismo-114315313.html

Si nos retrotraemos al pasado, los mandatarios han contado con la tolerancia de sus súbditos sumisos para con sus desmanes


El Despacho Oval. / Aaron Schwartz-POOL

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En Crimen y Castigo, insigne obra de Fiódor Dostoyevski, de la que aconsejo siempre su lectura, su protagonista, Rodión Raskólnikov, es un estudiante fracasado que subsiste como puede, incluso empeñando sus pertenencias. Aliona Ivánovna, es una usurera que se aprovecha de la pobre gente para llenar sus arcas. El resto de personajes es un elenco de sujetos que representan con bastante fidelidad la sociedad rusa del siglo XIX, una era zarista cuasi feudal. Téngase en cuenta que la servidumbre fue abolida en 1861 por el zar Alejandro II.

La trama tiene su esencia en la convicción de Rodión de que es lícito el crimen ejecutado por seres superiores, por líderes y mentes privilegiadas, que lo cometerían para salvar a la sociedad de una situación deleznable, de injusticia, o procurarles una mejor vida. Los grandes líderes, los “Napoleones”, han cometido asesinatos y crímenes bajo el convencimiento de que era un mal menor para conseguir un objetivo superior. Esa idea, descrita por él en un artículo publicado en una revista, parece que cuaja en su mente. Ante la miserable y usurera Aliona Ivánovna, la prestamista, él se siente autorizado para eliminarla y salvar al mundo de una arpía, por lo que decide matarla.

Crisis existencial

Lo consigue, pero también ha tenido que dar muerte a la hermana de la usurera, que se presenta en la casa, para evitar ser denunciado. Lizaveta es una buena mujer que muere como un efecto colateral indeseable y así lo entiende él. Mas a partir de ese momento entra en una crisis existencial, un maremágnum emocional del que surge un conflicto interno ético y moral, y acaba descolocado, enfermo y trastornado. No se siente el superhombre que tenga derecho a cometer un frío crimen, sino el ser normal que ha de gestionar su culpa y, como culposo, requiere reparar su delito, por lo que se entrega para evitar que sea condenado un inocente que se autoinculpa.

Del autor dijo Friedrich Nietzsche: «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida». Luego, Nietzsche, elaboró su teoría del superhombre que tiene cierta coincidencia con el planteamiento que manifiesta Rodión Raskólnikov en el artículo que había escrito en la revista al que ya me he referido. El perfil del superhombre los describe Rodión cuando dice a Sonia: “Y ahora sé, Sonia, que tiene poder sobre las personas quien es más fuerte por su inteligencia y su espíritu. Para la gente, el que se atreve a mucho es el que lleva la razón. El que más cosas menosprecia se convierte en su legislador y el más atrevido es el más escuchado. Así ha ocurrido hasta ahora, y así será siempre. ¡Sólo un ciego no lo vería!”. Parece que estuviera describiendo la conducta de determinados políticos actuales carentes de empatía, como son Trump, Milei y otros.

Esa exaltación megalómana, que conforma en su proyecto juvenil de vida, es la que provoca su idea de superhombre, y lleva a la justificación del crimen en función de la bondad resultante. Eliminar a la usurera es un acto de justicia social.

Subconsciente

Luego, la miseria de su entorno, su incapacidad para ser insensible ante el dolor y sufrimiento ajeno, el afloramiento de su bondad, le hacen ver en su subconsciente que él no es un ser superior, sino uno vulgar, que no está exento de culpa ante un crimen y aflora el sujeto culposo, el que entiende la justicia desde la verticalidad donde el pobre hombre que infringe la ley ha de pagar por ello para redimirse, tal como describiría Freud con su segunda tópica y la figura del superyó años más tarde. De la fase de creerse superhombre, pasa a otra fase de verse como un pobre sujeto que ha cometido un crimen, que ha arrebatado la vida a la honesta Lizaveta y que, para más inri, hay un sujeto inocente que va a pagar por ello.

Se preguntará el lector a qué viene esta diatriba sobre Crimen y Castigo. Esa concepción del poder desde la perspectiva rusa del siglo XIX, donde persistían huellas de un sistema feudal recién abolido (1861) al publicarse el libro (1866), ¿qué tiene que ver con la situación actual? Indudablemente son tiempos muy diferentes. El analfabetismo prácticamente ha desparecido y, en teoría, los ciudadanos estamos más capacitados para pensar y discernir sobre el bien y el mal, para razonar, a la vez que exigir una justicia imparcial, universal e igualitaria para todos.

Dejemos la teoría del superhombre, pero si nos atenemos a los movimientos que se vienen produciendo en los últimos tiempos, colegiremos que podríamos estar desarrollando un proceso regresivo. El analfabetismo ha dejado de ser no saber leer y escribir, para convertirse en no dominar las tecnologías que se van imponiendo, lo que nos llevará a considerar analfabetos funcionales a quienes no tengan la capacidad de desenvolverse en el uso de estas tecnologías, o herramientas, de cara a un futuro no muy lejano.

Súbditos sumisos

Por otro lado, si nos retrotraemos al pasado, los mandatarios han contado con la tolerancia de sus súbditos sumisos para con sus desmanes, eximiéndoles de responsabilidad cuando han cometido actos censurables para el común de los mortales. Los reyes son inimputables, son superhombres por la gracia de Dios. Respecto a la justificación de sus atrocidades, la historia nos enfrenta a casos recientes de especial relevancia como Hitler, Mussolini, Stalin, Mao Zedong, o nuestro cercano caudillo Franco. La sumisión al poder del líder es tal que le está permitido todo, con el que hay complicidad.

Y en estas estamos. Los líderes actuales justifican sus desafueros como una forma de acometer un peligro para la nación. Son decisiones que sirven para salvar al pueblo, para eliminar a los enemigos, para consolidar el orden, para evitar el peligro que se cierne sobre el futuro. El pueblo se somete a sus designios sin inmutarse, creyendo que es lo mejor. Putin y Netanyahu han llevado la guerra y la destrucción a Ucrania y Gaza con el apoyo de su ciudadanía. El asunto está en demonizar al contrincante, identificarlo como enemigo y ya todo vale para acabar con él, dado que es un peligro público: El dictador de turno ya puede dar rienda suelta a sus instintos agresivos.

Los valores humanos se van perdiendo y la gente da crédito a bulos y una posverdad que encuentra acomodo en las emociones irracionales de los ilusos pueblos. Mejor no pensar, dicen, y seguir a nuestro guía, que él, o ellos, sabe mejor que nadie lo que nos interesa, nosotros a cumplir sus órdenes, aunque sean la de asaltar el Capitolio, negar los derechos humanos o atentar contra la democracia.

"Tecnocasta"

Un nuevo feudalismo asoma la cabeza, el de la llamada “tecnocasta” que será dueña de la tecnología, capaz de usarla para manipular las opiniones públicas y pastorear al pueblo al lugar que les interese hasta hacerlo sumiso y/o súbdito en lugar de soberano. De momento pueden decir y hacer barbaridades, y sus seguidores los defenderán. Ya lo dijo Trump: «Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos», tal vez por lo que decía Rodión, el protagonista de Crimen y Castigo, respecto al perfil del superhombre. Elon Musk ya plantea la idea de sustituir la democracia por un gobierno liderado por “machos alfa” o ricos superhombres, una plutocracia.

Concluyo que Rodión Raskólnikov, dentro de su vulgaridad y pobreza, tiene conciencia social y humana, por lo que siente culpa; lo que es dudoso entre los poderosos carentes de empatía y emocionalmente desafectos, en algunos casos fríos sociópatas, a los que no les importan los muertos ni la destrucción, motosierra en mano, donde ven una oportunidad para reconstruir con pingües beneficios. ¿Será la devastada Gaza un paraíso turístico sin palestinos?



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