Hay momentos en que uno no puede
quedar impasible ante determinados hechos. Viendo, esta mañana, las noticias de
la TV observo que Feijóo comenta que el reconocimiento de Palestina le hará daño
a los propios palestinos… puede que tenga razón porque la cólera de Netanyahu
se incrementa al quedarse cada vez más solo y acusado de crímenes de guerra y
lesa humanidad.
La noticia siguiente que aparece es
la de un bombardeo sobre un campo de refugiados en Gaza, tenido por seguro,
dado que el propio Gobierno de Israel orientó a los palestinos a esa zona de
seguridad, que ha causado más de 50 muertos, muchos de ellos niños. Las
imágenes son terroríficas, “de terror propio de terroristas”. No podemos
sentirnos insensibles ante tanta destrucción. Vemos la devastación que los
bombardeos causan y su dimensión es apocalíptica, el sufrimiento humano, el
dolor y la desesperación de un pueblo atrapado en un eterno conflicto de
difícil solución mientras los dirigentes de ambos bandos no sean sustituidos
por gente de paz y concordia.
El terrorismo de Hamás y en
concreto su actuación del 7 de octubre, que fue el detonante de esta situación,
es de la más condenable y solo se justifica en la maldad irracional de sus
autores inmersos en una locura inhumana y criminal. Dicho esto, un Estado
democrático, como dice ser Israel, no puede ejercer acciones de terror sobre la
población civil, y menos de forma sistemática, porque eso se convierte en
terrorismo de Estado.
Cuando lee uno que (cito
textualmente): “El fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, solicitó,
el 20 de mayo de 2024, que se dictaran órdenes de detención contra tres líderes
de Hamás y contra el primer ministro y el ministro de defensa de Israel por
actos que ha calificado como crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad”,
acaba reafirmándose en esa dirección: crímenes de guerra o crímenes de lesa
humanidad…y esos crímenes no se pueden tolerar por el derecho internacional y por el espíritu y los valores de una sociedad humanista.
La influencia de Hamás en Palestina
y la de Netanyahu y su gobierno en Israel deben desaparecer y abrirse paso
otros dirigentes de paz, amparados por acuerdos, desde la simetría de dos
estados soberanos, que impliquen a las grandes potencias en su control.
Necesitamos líderes de luz que nos alumbren en un camino nuevo hacia la
convivencia, porque las actuaciones que estamos viendo solo sirven para
eternizar el conflicto a través del odio…
Mientras tanto, mejor sería que la señora
Ayuso no dijera más barbaridades e impertinencias con su irracional y desmedido
discurso, cuando dice: «Tú mata, que yo te daré una comunidad autónoma. Tú
mata, que yo te daré un Estado. Ese es el mensaje que están dando». La Comunidad
autónoma la otorga la Constitución y el Estado palestino lo acordó dar la ONU.
Difíciles tiempos se avecinan para el
mundo y las nuevas generaciones si no se reconduce este dislate.
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