miércoles, 11 de noviembre de 2020

TRUMP, EL TRANSGRESOR.

 


La primera y, hasta ahora, “ejemplar democracia del mundo”, o sea los EE. UU. de América, cabalga galopante al mayor de los ridículos, hacia el funcionamiento de república bananera. Cuando un presidente no es capaz de aceptar la derrota, con casi 5 millones de votos de diferencia, y pone en cuestión el funcionamiento de la democracia de su país, lo está elevando a esa categoría de bananera. ¿Cómo es posible que, a estas alturas, tras el contaje de votos con las garantías que ofrece el sistema americano, el señor Trump pida que solo se contabilicen los votos legales, acusando al sistema de estar contando votos ilegales. No sé a qué se refiere con lo de legales e ilegales, será que solo valen los que le votan a él de forma presencial…

Creo, tras lo visto en los últimos tiempos, que su ética política, de la de su vida privada no hablo aunque no me parezca en absoluto modélica, deja mucho que desear. Sus conductas fanfarronas y soberbias, déspotas e irrespetuosas, histriónicas y falaces… entre otras muchas cosas, dejan en un muy mal lugar a su país. Nunca un presidente saliente de los EE´UU., derrotado en las urnas por casi 5 millones de votos, había cuestionado la integridad del sistema electoral de los EE. UU., que automáticamente recuenta los votos cuando la diferencia es de 0,5% entre ambos candidatos, y al que siempre se ha considerado riguroso en la aplicación del recuento electoral, aunque a estas alturas y con la tecnología y experiencias habidas, se pueda considerar obsoleto e, incluso, con ciertos desajustes en la representatividad real de los votantes al adjudicarse el total de compromisarios al partido más votado en cada Estado, dejando sin representación a los otros votantes. El señor Trump, bajo mi humilde opinión, ha hecho una manifestación de irresponsabilidad, ya que niega la mayor y sigue empeñada en descalificar al sistema electoral que le dio la victoria a él mismo hace 4 años, aunque su contrincante hubiera obtenido más votos (Hillary Clinton sacó en 2016 casi tres millones de votos más que Trump). Me parece bien que se pidan todas las garantías en los recuentos, que se pretenda aclarar cualquier duda, porque eso va incluido en el garante ejercicio de la democracia, pero que se cuestionen y se pretenda etiquetar, por parte de un candidato, votos legales e ilegales según un extraño criterio, que choca frontalmente que la propia ley electoral, me parece una pasada incalificable.

Su endiosamiento personal le lleva a un nivel de intolerancia a la frustración impresionante que incluye la propia negación de la evidencia, queriendo cambiar las reglas a mitad del partido. Su discurso negacionista y descalificador de sus adversarios lo lleva a considerar al próximo presidente ilegal o ilegítimo, al estilo de VOX, por los ilegales votos que, según él, lo aúpan al poder, nos muestra dos cosas: o es un supremacista que niega el voto de los que no piensan como él o anda con un pensamiento irracional resistente a cualquier argumentación lógica. Su concepción de la justicia y la legalidad es ilógica y voluble, con una labilidad propia de quien solo acepta aquello que le beneficia a él.

Quiere llevar el caso al Tribunal Supremo, dado que ha colocado allí a sus partidarios, y debe suponer que estarán en disposición de prevaricar con tal de apoyarle a él. Esa concepción del pago de favores es propia de mentes poco ajustadas a derecho y sí al negocio del trueque o cambio de favores. Eso podrá valer en las negociaciones o pactos entre empresas, cuyos dueños juegan con el futuro de ellas en sus negocios, pero en una democracia, en un Estado de pueblo soberano, eso no cabe o, al menos, no debería de caber nunca y, además, es reprobable…

Hay algo que, tal vez, sea clarificador y pueda justificar su apego al poder y su negativa a aceptar la derrota y abandonar la Casa Blanca; aunque el factor más significativo pueda ser su soberbia, cabe la posibilidad, como muchos andan diciendo, que le tema a lo que viene después. Siendo presidente, el muro de la Casa Blanca le protege del acoso judicial y, al parecer, hay demasiados asuntos turbios, con presuntos delitos económicos, fiscales y demás, pendientes de procesamiento. Tal vez tenga miedo a lo que le pueda caer encima, o pudiera estar posicionándose para negociar su salida con garantías de impunidad. En fin, el tiempo lo dirá….

Lo que sí es sorprendente para el observador no implicado en el voto, y emocionalmente distante, es la reacción de un presidente saliente en la denominada primera democracia del mundo actual; si bien, a lo largo de su mandato, ya mostró su alta capacidad de sorprender a la ciudadanía y, por ello, nos podíamos esperar esta reacción infantiloide, aunque, ¡cuidadin! que increíbles “cosas veredes…” hasta en los lugares más insospechados. Puede que, desde un punto de vista social, los EE. UU. de América sean un gigante con pies de barro, una democracia “intrainsolidaria”, o sea poco solidaria entre sus ciudadanos de las clases dominantes y el pueblo llano, cuya argamasa es el poder que ejerce sobre el resto del mundo, como primera potencia. Eso deja la preocupación sobre qué pasara cuando esa argamasa se diluya y tome otra potencia el relevo… Posiblemente, a la vista de la posición de Trump, antes de dar el relevo nos lleve a la hecatombe, si el espíritu de este señor persiste. 

Por otro lado, el sentimiento que pudiera justificar la existencia de más de 400 millones de armas en manos privadas, viene a demostrar la gran desconfianza que existe dentro de esa sociedad, que se fue conformando en la lucha, en muchos casos a tiro limpio, por las riquezas de un país invadido y conquistado desde una Europa expansionista que colonizó medio mundo y esclavizó al otro medio. Allí, en los EE. UU. se encuentran los descendientes de esos dos mundos, tal vez con demasiadas cuentas por arreglar… el colono conquistador, el esclavo negro arrancado de su tierra y, no olvidemos, el diezmado pueblo nativo que no deja de ser una muestra folclórica en las reservas… En todo caso, sabiendo la idiosincrasia americana, su historia, conflictos raciales, diversidad étnica y cultural, etc. me parece una irresponsabilidad absoluta echar leña al fuego de la división. En un Estado tan heterogéneo no se puede jugar con fuego, son demasiados los riesgos que se corren y muy desestabilizadores de la propia democracia con la que se identifica.

Concluyendo:

·        Mal asunto esa falta de elegancia a la hora de entregar los trastos.

·        Mal asunto el cuestionamiento del sistema que le dio el poder en las otras elecciones.

·        Mal asunto esa actitud que siembra la desconfianza y la paranoia entre la gente.

·        Mal asunto que esa postura haya calado en el pueblo americano armado hasta los dientes.

·        Buen asunto que vuelva a los EE. UU. un gobierno que genere confianza y concordia entre sus aliados y lo pretenda en el mundo.

·        Buen asunto que se vaya este hombre que tanto mal ha hecho al buen entendimiento con Europa.

·        Buen asunto que desaparezca del poder la idea instigadora de las ultraderechas europeas.

·        Buen asunto que quede en orfandad esa ultraderecha nacionalista y supremacista.


3 comentarios:

Prudencio dijo...

Trump puesto en su sitio en negro sobre blanco. En cuanto a asuntos pendientes con la justicia, se dá la anomalía que antes de entregar el poder tiene la facultad de perdonarse a sí mismo. Ayer en la TV1, una mujer psicoanalista, seguidora de Lacan, trataba a Trump de enfermo. Creo que tiene razón. También creo que EE.UU es una sociedad enferma. Tienes o no tienes, ganador o perdedor, pedigrí o no eres nada. O vienen buenos Presidentes o éste imperio se va al garete, claro que después de haber hecho tanto mal a las democracias y gobiernos que no comulgaban con ellos. Un saludo, Antonio. Cuidaros. Habrá que esperar, quizá hasta la primavera, pero vamos viendo el final del túnel.

Antonio dijo...

Lo de la patología de Trump es digno de estudio. Hay muchas conductas que se pueden enmarcar como patológicas y ya han comentado varios especialistas, incluso de su país, que es un caso clínico. El riesgo es dejar a un sujeto así en un puesto como ese, donde se tienen los resortes que mueven el mundo. El sentido común se debe imponer y colocar en su lugar alguien que lo tenga. Este hombre cree que el suyo es el verdadero sentido común y arrastra a muchos en sus planteamientos, tal vez por eso es por lo que no comprende y asimila haber sido derrotado por su adversario y achaque la derrota a un fraude, porque a él nadie le puede ganar…
Ojalá pase pronto la pandemia y podamos volver a la vida en un sentido relacional más amplio. Saludos

Prudencio dijo...

Sí, mejor que se vaya y no vuelva. Pero es preocupante que ganara anteriormente, y haya perdido por la mal línea de la pandemia. La política de EE.UU cambiará poco. Espero que se dedique a hacer amigos, como China, y no seguir cambiando o presionado a gobiernos según le interese a su economía. Creo que seguirá intimidando a Venezuela por las riquezas enormes que tiene, tan cerca de ellos, y que los yanquis no tienen. Producen mucho y necesitan importar muchas materias primas.
Espero, Antonio, que las vacunas que parecen que vienen, nos quite esta angustia que tenemos por los hijos y nietos.
Ya de paso te comento que viene de camino una nieta. Está de 5 semanas. No digas nada, porque ellos no quieren que comente cosas de ellos. Una abrazo, y cuidaros. Sí se puede.

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...