Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 31 MAY 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/05/31/bajan-aguas-revueltas-118047308.html
Parece que
existen demasiados políticos infames que contaminan, emponzoñan y profanan la
sagrada democracia con malas artes. Han perdido el norte…
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El primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu. / RONEN ZVULUN (EFE) |
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Bajan las aguas revueltas. Van
sucias y flotan en ellas demasiadas heces, casquería y sustancias putrefactas
que hacen irrespirable el bosque que habitamos. Siempre arrastraron repugnantes
miserias humanas bajo la aparente limpieza de la superficie que nos fueron
vendiendo. Antes, supuestamente, las aguas bajaban tranquilas, con una
superficie limpia aunque debajo se depositaran las inmundicias. Los humanos
somos así…
Pero ahora vienen agitadas y, por
ello, turbias al removerse todo el sedimento. Además se han vertido demasiados
productos tóxicos en el río de la vida, que va a dar a la mar, que es el morir,
como diría Jorge Manrique. Allá irán, también, sus señorías derechos a se
acabar y consumir, sin distinción de grandes caudales económicos, medianos y
más chicos, porque, ya se sabe, al llegar son iguales los pobres y los ricos.
El odio rompedor de convivencia
En todo caso, parece que prefieren
que su reino sea de este mundo. Sostienen principios y valores enfocados al
litigio permanente en lugar de a la concordia, pues lo importante es obtener el
poder. Fango y miseria trae el río y, desde cada orilla, remueven las aguas y
siguen arrojando más fango, más heces, más tóxicos, con alevosa indignidad.
Desde cada lado gritan para que el ciudadano vea la porquería que vierte el
otro, pero intentan ocultar la propia. Es el baile del odio rompedor de
convivencias, estigmatizador del contrincante, deshumanizador del adversario
hasta hacerlo objetivo a destruir, incluso, físicamente, porque ya no es
considerado contrincante sino enemigo. El insulto, la amenaza, la
descalificación, la hipérbole como argumento irracional y la culpabilidad sin
juicio previo son instrumentos de moda, sobre todo de una derecha frustrada por
la propia Constitución que dicen defender… ganaron las elecciones como partido
más votado, cosa que nadie niega, pero perdieron el gobierno por tener menos apoyos
parlamentarios. Así son las cosas ajustadas al derecho constitucional.
Y aunque siempre fue así, ya se
sabe lo de la paja y la viga en los ojos, ahora hay quien, entre la maleza,
donde esconde sus verdaderos intereses, grita bulos y falacias señalando a los
demás, a la espera de que, hartos de vivir a la orilla del río putrefacto, le
aclamen como al mesías salvador de la patria y se entreguen, exhaustos y
rendidos, a su abrazo del oso. Entonces, sin promesas ni programas de gobierno,
tendrán las ‘manos limpias’ para hacer y deshacer a su antojo. Esa es la
trampa, la desafección a la política y, por ende, a la democracia, dará paso a
una dictadura de orden firme, con caprichosos líderes de motosierra y
demagogia. El genial Forges, en una de sus viñetas humorísticas, decía: «No es
lo mismo un estado de derecho que un estado de firmes».
Estamos revestidos de una capa
impermeable al sufrimiento ajeno
Por eso estamos en un mundo donde
se siembra el caos y los conflictos, donde se cultiva la indiferencia ante el
dolor ajeno, donde se nos está revistiendo de una capa impermeable al
sufrimiento del prójimo, donde todo parece una película dramática que ya
estamos acostumbrados a visionar sin alterarnos. La gente de buena voluntad, de
espíritu limpio y empático, sigue sufriendo al ver cada día, en los
telediarios, como mueren decenas de inocentes en Gaza a manos de asesinos
integristas que ostentan sus aviesas ideas supremacistas, amparados en su
discurso del odio, sosteniendo ser el pueblo elegido por un dios que, de
existir, debe ser cruel. Mientras, el delegado palestino llora en la ONU,
públicamente, la tragedia de su pueblo.
Pero, volviendo al río, no
olvidemos que en ambas orillas siempre supieron, y predicaron, que su función
era mantenerlo limpio, facilitar la existencia de la ciudadanía creando un
hábitat saludable y feliz, resolviendo los problemas, para conseguir que fluya
agua limpia y cristalina que riegue la vida de sana convivencia, respeto y
libertad. Todo fue relativamente bien, por un tiempo, hasta que apareció el
ejercicio de la política canalla, esa que siempre se practica entre bastidores
pero que se esconde y maquilla para disimularla. Entonces apareció la
disociación de intereses, a nosotros nos interesan los problemas de la
vivienda, de los precios, los salarios, las pensiones, el paro, etc., a ellos
el poder y cómo acceder al mismo. Forman ruido para no hablar de lo nuestro,
sino de sus estrategias para lograr su objetivo partidista.
La conjura hacia el poder
Contubernios, intrigas o conjuras
suelen ser el deporte nacional de acoso y derribo… ya se sabe: «el que pueda
hacer, que haga». Parece que existen demasiados políticos infames que
contaminan, emponzoñan y profanan la sagrada democracia con malas artes. Han
perdido el norte, yo diría que los cuatro puntos cardinales, menos el que
orienta a sus objetivos de poder. El conflicto social de nuestra España se
arrastra desde hace muchos años. Deberíamos leer los Episodios Nacionales de
Benito Pérez Galdós para conocer mejor sus raíces. Tómese con paciencia la
lectura, a mí me llevó muchos meses, pero vale la pena para comprender nuestra
historia e idiosincrasia.
Hoy, cuando el pueblo español es el
mejor preparado de su historia a nivel académico, sigue presentando una actitud
nada crítica y además gregaria, que le lleva a una sumisa subordinación al
señor que más grita y muestra su habilidad para tergiversar y manipular las
emociones y los estados de opinión. En las redes sociales (RR SS) damos el
mismo crédito a un charlatán terraplanista, negacionista o conspiranoico, que a
un erudito, lo que muestra claramente nuestra necedad y analfabetismo
científico y filosófico.
En ese sentido, abducidos por
discursos emocionales indefendibles, fundados en bulos, mentiras, posverdad y
felonías, caemos en la tentación de entrar en el combate vehemente de los
políticos a través de las RRSS, asumimos sus postulados y sus formas y, en
muchos casos, gente civilizada insulta groseramente, no solo al político rival,
sino a sus votantes, lo que deja en evidencia su falta de respeto por la
libertad de los demás y por el ejercicio de la democracia, mientras reivindican
para sí la moralidad y ética o el respeto a la Constitución cuando, en su
esencia, la andan pisoteando.
El control de la cuarta revolución
industrial
Este nuevo orden, que se fragua
entre bastidores por aquellos que pretenden controlar una sociedad condicionada
por la cuarta revolución industrial, la de la nanotecnología, la inteligencia
artificial y la gestión de la Big Data, ya aflora con solvencia, es decir con
credibilidad para muchos abducidos. La vida humana no importa, es el progreso
tecnológico, el endiosamiento avalado por el dominio del poder lo que interesa.
El asunto sigue su ruta imparable en un proceso perfectamente controlado desde
esferas de poder aliadas en grupos de intereses compartidos, que pretenden la
plutocracia en un sistema neoliberal o, por el contrario, el dictado de un
presidencialismo tipo Putin o el propio sistema chino, donde la opinión de la
ciudadanía pinta poco, al estar manipulada y teledirigida.
Lo peor es que nos sentamos delante
de la tele a ver pasar nuestra vida y la de los demás, ya acostumbrados a
visionar las desgracias y la muerte de los otros, sin empatía para pensar
siquiera que podría ser la nuestra… ¡qué suerte que no lo sea! Desde nuestro
espacio de confort nos sentimos seguros. Nos protege la pantalla y eso es una
garantía. Lo otro son películas, malos rollos que ocurren en lugares apartados,
en países lejanos. Niños destrozados, mayores muertos en la calle, casas,
barrios, hospitales, escuelas destruidas por bombas y misiles, todo desolación
y llanto de un pueblo que llora su desgracia, que sufre la crueldad de los
dirigentes de otro pueblo, pagando en sus carnes los horrores cometidos por
Hamás, que no son ellos, al igual que sus asesinos no son el pueblo israelita,
aunque lo consientan, sino los dirigentes que ordenan las acciones genocidas.
La pérdida de fe en el ser humano
Y a uno se le rompe el corazón. Va
perdiendo, poco a poco, la fe en el ser humano, que muestra su falaz conducta,
traidora a los principios humanitarios que debieran cultivar para mejorar la
vida de la especie humana y del entorno. Poco podemos hacer los de a pie, mucho
podrían hacer los de arriba, cómplices silentes, si tuvieran la voluntad y la
conciencia necesaria para comprender la realidad y sus consecuencias de cara al
futuro de una sociedad en crisis, que puede acabar en una distopía que, hasta
ahora, parecía irrealizable.