domingo, 3 de agosto de 2025

Escurrir el bulto

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 03 AGO 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/08/03/escurrir-bulto-120290004.html

Somos muy dados al escaqueo, expertos en picaresca con un largo aprendizaje tomado de nuestra novela homónima

El 'president' Carlos Mazón, tras una rueda de prensa en el Palau la semana pasada. / Rober Solsona (EP)

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«Escurrir el bulto» es un término o expresión coloquial que significa evitar o eludir una responsabilidad, un riesgo, un trabajo o un compromiso. Una práctica muy habitual en sujetos no dados a implicarse en asuntos de su propia competencia, evitando asumir la responsabilidad que se deriva de sus hechos e, incluso, esquivar algo que no queremos hacer siendo de nuestra incumbencia.

Por desgracia parece que ese es uno de los deportes nacionales, no solo a nivel político, sino ciudadano. Cosa lógica, porque no olvidemos que los políticos electos lo son de entre los ciudadanos con sus virtudes y defectos. Ello quiere decir que, en gran medida, somos responsables de sus actos, no vayamos a escurrir el bulto de la responsabilidad del elector.

La picaresca española como escuela

Ciertamente, somos muy dados al escaqueo, expertos en picaresca con un largo aprendizaje tomado de nuestra novela homónima, tan presente en el Siglo de Oro de la literatura española. Persisten, en la memoria de mi generación, las lecturas infantiles bajo la atenta mirada del maestro pertrechado de su regla. Lecturas que nos llevaron al aprendizaje y la tolerancia para con el pícaro y astuto que engaña buscando el beneficio personal, puede que de ahí venga la condescendencia con el defraudador.

El Lazarillo de Tormes, de un anónimo autor, aunque Agulló se le atribuye a Diego Hurtado de Mendoza, nos abre los ojos a un mundo de engaño y astucia de especial sutileza, en el caso, por ejemplo, de las uvas compartidas entre el amo ciego y Lazarillo, siendo un ejemplo perfecto para darnos cuenta de la situación de este país en el aspecto ético. El ciego deduce que habiendo quedado en comer de una en una, si él mismo ha tomado de dos en dos, el chico debe haber comido más, al no quejarse.

Rinconete y Cortadillo, donde, a través de la figura del pícaro, Cervantes evidencia las contradicciones sociales de su tiempo y plasma la corrupción y desigualdad existentes, circunstancias que nos siguen sonando aunque hayan pasado más de 400 años desde entonces. Pero también podríamos hablar de Guzmán de Alfarache, donde Mateo Alemán, su autor, acentuó los caracteres de desfachatez del protagonista, conjugando literatura y moralidad. El Buscón de Quevedo, una satírica obra que plasma especialmente la obsesión por las apariencias y el deseo de escalar posiciones sociales. El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara, que lo usa como argucia para mostrar todas las miserias, y engaños de los habitantes del Madrid del XVII. Incluso tenemos picaresca femenina como Teresa de Manzanares, de Alonso de Castillo, que manipula su identidad para progresar social y económicamente.

En todo caso, en nuestro Siglo de Oro, prevalece una conducta pícara como forma de afrontar necesidades básicas de subsistencia y escalada social en una España imperial, donde la economía de sus súbditos está bajo mínimos, o sea en pura miseria en determinados segmentos sociales dominados por la pobreza. La astucia y destreza en el engaño del ladino y pícaro necesitado, toma valor y es admirada como ejemplo de lucha por la supervivencia en ese mundo hostil. Esa actitud se integra en la cultura del pueblo, incluso en las altas esferas, donde la corrupción, como forma de ejercer una picaresca de alto nivel, es manifiesta. Ya se sabe y se conoce el dicho popular: «No me des dinero, ponme donde hay».

La política y el pícaro

Pero vayamos a una aplicación más práctica. En este contexto, mientras en otros países de nuestro entorno los propios ciudadanos perseguían y denunciaban al defraudador, en el nuestro se le admiraba y reía la gracia. Recuerdo que en los años 80, cuando Hacienda no tenía todo el potencial informático del que dispone ahora, un compañero, antes de hacer la declaración, chulescamente se planteaba lo que quería pagar de IRPF; luego procedía de forma inversa hasta ir cumplimentando las casillas con datos falsos hasta cuadrar los números en un alarde matemático. Presumía de ello y los demás admiraban su habilidad para engañar al fisco, sin pensar que nos estaba engañando al resto de contribuyentes. Me pregunto, con cierta ironía, si el conservador también quiere conservar esta práctica, que parece que sí.

La actitud de escurrir el bulto no se da solo en este sentido insolidario, sino en el propio ejercicio de la profesión en general, pero, sobre todo, en el mundo político. La clave está en poner la pelota en el tejado ajeno, en ver la paja en el ojo del otro y obviar la viga en el propio, en maximizar el valor de los errores del contrincante y en minimizar el de los propios. Solo hay que ver y escuchar las declaraciones del mundo de la política y se ve el patetismo de algunos, que intentan salir airosos de un trance remarcando los errores ajenos y tapando los propios. La corrupción importante no es la mía sino la del otro, parece que digan.

Intoxicar para desviar la atención

Una excelente forma para escurrir el bulto es recurrir a la intoxicación mediante bulos y mentiras, con falsedades y sospechas, para que el pueblo se mantenga ocupado y evitar que se centre en «lo mío». Puede tener más importancia una denuncia infundada que un delito confesado, sobre todo si el afectado o afectada se hace el o la mártir y se provoca una reacción emocional en sus manipulados votantes, que aceptan ese victimismo por la agresión, o persecución, cometida sobre el sospechoso líder, o lideresa, lo que desencadena una solidaridad con este y un desprecio hacia la malignidad del contrincante, apareciendo en esa circunstancia el sesgo confirmatorio propio de los hooligans. Aquí, el relato juega un importante papel a la hora de convencer, y para eso están los medios afines. Porque no es lo mismo escurrir el bulto como culpable que por no hacerlo, siendo el responsable que debe llevar a término la actividad comprometida.

Tal vez, en la actualidad, el caso más significativo sea el de Mazón y el asunto de la DANA, tan trillado pero sin el fruto que se espera del proceso en curso. Cuando es más que evidente dónde está la responsabilidad de los hechos, y así lo está mostrando la jueza de Catarroja, aflora, por parte de los responsables, la estrategia del pulpo, soltando tinta que opaque la visión de una palpable realidad.

Escurrir el bulto está ligado a la falta de ética, a la inmoralidad que conlleva no aceptar la responsabilidad que se tiene asignada y por lo que se cobra un importante sueldo, o bien a los intentos de manipulación para revertir las cosas e imponer la posverdad a la verdad obvia. A esta tendencia se suman venales del mundo de la información, o pseudoinformación, cada vez más numerosos, que rechazan las evidencias para tergiversar los hechos en beneficio del colectivo ideológico al que pertenecen o con el que se identifican.

Del pícaro a la delincuencia

La picaresca, elevada a la enésima potencia, hasta alcanzar niveles de delincuencia, se da hoy en lo más alto de la política internacional. El acceso de truhanes al poder, con conductas agresivas y rompedoras con el propio derecho internacional, hace temblar los cimientos de la civilización amenazada por motosierras que pretenden subvertir el sistema democrático. La picaresca sacude las bolsas, los indicios de información privilegiada, el juego de los aranceles, la guerra comercial y otras muchas variables provocadas por sospechosas decisiones económicas, nos conducen a otro orden mundial basado en el desorden. La deconstrucción del sistema, desde esta actitud provocadora y cuasi mafiosa, nos aboca, de no poner pies en pared, a un caos peligroso que puede generar en destrucción y muerte para hacer resurgir el nuevo orden de las cenizas del pasado, cual ave fénix. Existen oligarcas sociópatas y «anarcoliberales» a los que les importa un bledo el humanismo, pues su objetivo es el control del desarrollo tecnológico y económico en beneficio de sus propios intereses.

Por tanto, dejemos de admirar al pícaro y de elevarlo al poder. Seamos capaces de ver por dónde van sus intereses y cómo pretende usar nuestro voto desde la manipulación emocional. Me permito traer a colación uno de mis aforismos: «¡Que viene el lobo, que viene el lobo!, gritaba el tigre mientras devoraba a las ovejas». Si elegimos al tigre para defendernos del lobo, nos comerá el tigre.



 

Escurrir el bulto

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