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Manifestación en Cuevas de San Marcos el 19 de agosto |
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En estos tiempos de ruido
intencionado para desviar la atención del ciudadano y hurtarle la reflexión
sobre los importantes problemas que nos afectan, se ha de tener la templanza
necesaria para evitar ser arrastrados por la vorágine que provoca el mundo de
la política. Indudablemente, existe una estrategia clara y precisa para ganar
un relato interesado para partidos políticos que no se dedican a gobernar sino
a potenciar el desgobierno. Es la estrategia del caos. Esa reflexión ha de
hacerla cada cual desde su imparcialidad, si ello es posible dado el sentido de
pertenencia que se ha desarrollado en nuestra sociedad. Se han perdido, en
muchos casos, la independencia y la neutralidad requeridas para el “buen pensar”,
ya que persiste la sumisión a los partidos por encima de la razón, con el
correspondiente sesgo confirmatorio.
Lo importante son las políticas, no los políticos
Es importante que todo ciudadano
sepa discernir la diferencia entra el desarrollo de las propuestas políticas y
los políticos. La política nos dice qué se propone para resolver los problemas
que nos acucian. Tiene un significativo componente ideológico y humanitario, cargada
de valores sociales y de esquemas organizacionales para llevarla a término. Eso
es la política, el arte de resolver los problemas de la ciudadanía. Los
políticos, teóricamente, son los encargados de llevarla a efecto mediante el
gobierno de la cosa pública. Pero, por desgracia, muchas veces, traicionan su
función y se dedican a gobernar para unos pocos o para estructuras partidistas
por encima de los intereses comunes de la sociedad. Eso sí, siempre lo venden desde
un relato de marketing, con el mayor número posible de medios a su alcance,
donde cabe el engaño para conseguir sus objetivos espurios.
Es importante saber, o comprender,
esos movimientos para no dejarse llevar por ellos, salvo que tengamos la
convicción propia y racional de que es el programa adecuado para nuestros
intereses. Por tanto, hablando de políticas y no de políticos, deberíamos
centrarnos en el análisis de los problemas reales que nos afectan, tanto en el
presente, como en la proyección de futuro, y buscar y apoyar las políticas que
nos ofrezcan mayor garantía para resolverlos.
En la actualidad existen temas
acuciantes. No dejemos que se nos sustraigan al debate racional, como son los
servicios públicos, la vivienda, los derechos sociales y humanos alcanzados en
los últimos lustros. Educación, sanidad, dependencia, igualdad, vivienda, pensiones,
salarios o formación profesional para ejercer un mejor y más productivo trabajo
que nos gratifique, son temas esenciales como objeto de nuestra preocupación.
Política sanitaria pública
Preocupa el tema de las políticas
sanitarias públicas. Todos sabemos el deterioro que ha sufrido la asistencia
sanitaria en España, país ejemplar, y envidia del mundo occidental, en el
ejercicio de la asistencia sanitaria. España desarrolló, desde los años 80, con
el SNS, un sistema sanitario universal y gratuito, orientado inicialmente hacia
la prevención, que fue espejo modélico donde mirarse la propia Europa. Pero, en
los últimos tiempos está en declive. Creo que intencionadamente, se está
llevando al colapso, para abrir las puertas a la privatización al estilo norteamericano.
Quien no conozca dicho sistema que lo revise, porque allá la enfermedad es un
atentado mortal a la economía de la gente que no tenga solvencia económica para
un seguro, en el que, incluso, puede quedar atrapado con las franquicias. El
Estado del bienestar social, al estilo europeo, allá no existe ni se le espera,
pues la asistencia sanitaria es un pingüe negocio. En diciembre del pasado año
fue asesinato, en Nueva York, Brian Thompson, el director ejecutivo de la
aseguradora de salud UnitedHealth, por parte de un asegurado descontento; aun
siendo un deleznable crimen, no deja de ser un demencial síntoma del conflicto.
Tal vez, en este momento, valga la
pena pararse a pensar sobre la sanidad pública. Por ello traigo a colación un
acto soberano de la gente de mi pueblo que salió a la calle para expresar su
pensar sobre este tema, como ya lo he expresado en las redes sociales.
Cuevas de San Marcos, una marea blanca por la sanidad
El pasado día 19, en Cuevas de San
Marcos, donde habitan 3620 personas, un importante grupo de vecinos y allegados
de otras localidades, se manifestó por sus calles reivindicando una sanidad
pública de calidad. Fue impresionante la presencia ciudadana y la acogida entre
la población exhibiendo pancartas, cánticos y consignas reivindicativas. Se
nota su inquietud y desasosiego por cómo gestionan los servicios sanitarios
desde la Junta y su preocupación por el futuro asistencial a nivel nacional.
Los que me conocen saben que
siempre defendí la sanidad pública, donde he trabajado durante muchos años en
el ámbito asistencial y luego en la gestión y la docencia. De ello he dejado testimonios en variados
artículos publicados en prensa o revistas especializadas. Fue mi vocación
profesional y mi concienciación ciudadana. Concibo, pues, la sanidad pública como
forma de elevar la salud del ciudadano, pues es la salud lo que se pretende, el
mantenimiento de la misma a través de una vida sana. Este es el camino que
lleva a la felicidad de todo ser humano. La ausencia de enfermedad es sinónimo
de calidad de vida, un bien social que han de procurar los gestores políticos,
por no decir un derecho constitucional a lograr aunque, la salud integral, sea
una situación utópica y difícilmente conseguible. Hacia ella hemos de
orientarnos.
La enfermedad es la anomalía. Pero
además, en la enfermedad está el negocio de las multinacionales que comercian o
mercadean con los remedios de la curación, tanto farmacológicos como
asistenciales. El negocio, pues, está en la enfermedad y sobre todo en la
enfermedad crónica. Por tanto, no interesa para el mismo la gente que disfruta
de un estado de buena salud, sino los que tienen dolencias. Y si, además, el
proveedor del servicio es una empresa privada, por esta razón, podría, siendo
malpensados, no buscar la curación integral, sino la perpetuación de la
dependencia para garantizar su negocio.
Por tanto, la diferencia entre la
sanidad pública y la privada sería que, en la primera, se busca la salud como
objetivo primordial y como objetivo secundario una curación de calidad para
volver pronto al estado de salud ideal. Ello redunda en un beneficio social,
bajando el gasto que conlleva la enfermedad y reduciendo el coste laboral de
las incapacidades transitorias, junto al mayor beneficio que es el bienestar
del ciudadano en su búsqueda de la felicidad.
La privada es un negocio
En el caso de la privada, es
evidente que hablamos de una empresa de servicios que pretende, busca, y se
justifica en función de los beneficios económicos que reparte entre sus accionistas,
como toda empresa. Fines muy loables en el mundo que vivimos, donde el mercado
prevalece sobre los propios intereses sociales de la ciudadanía, según la
ideología que se tenga respecto a la gestión de los servicios y recursos
sanitarios y su orientación.
Por tanto, me uno, desde aquí, a
mis paisanos en su manifestación y exigencia de una sanidad pública que lleve a
la salud y no solo al tratamiento de la enfermedad; a la par que manifiesto mi
convencimiento de que el gestor público, en este caso la Junta de Andalucía,
tiene la obligación y compromiso con la idea de salud integral y no con la
privatización del rentable tratamiento de la enfermedad.
Me decanto por una sanidad pública
orientada a la promoción de la salud y la calidad de vida, como forma de
anteponer los intereses de la ciudadanía a los del mundo empresarial que
negocia con la enfermedad. Por ello, es necesario potenciar la atención
primaria como forma de descongestionar la hospitalaria y alcanzar el objetivo
principal de salud pública, sin dejar de preocuparse por la curación de las
patologías que nos pudieran afectar, atendidas por y desde la atención primaria
hasta la hospitalaria.
Felicidades paisanos y paisanas, sé
de vuestro esfuerzo por organizar este acto reivindicativo de una marea blanca,
que clame por la justicia social, que implica este exigencia sobre un tema tan
importante como es la salud y la gestión de recursos para mantenerla y/o
lograrla cuando se pierde.
Pensemos que solo el raciocinio,
junto al sentido común y la templanza del ciudadano, acabará con la política
canalla de determinados políticos cuyos intereses no son los nuestros.
Defendamos el desarrollo de políticas y no a los políticos que nos abruman.
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