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Hiroshima tras la explosión nuclaer |
Tiempo de reflexión
He de reconocer que estoy
preocupado por cómo evoluciona el mundo de la geopolítica y el orden mundial. Tal
vez sea un buen momento, cuando se cumple el 80 aniversario de las catástrofes
de Hiroshima y Nagasaki, para reflexionar sobre los errores del ayer, evitar
cometerlos hoy y, sobre todo, mañana. No sé si queda bien el término catástrofe,
o habría que decir masacre, o tal vez crimen de guerra, aunque la guerra
siempre es un crimen en sí misma.
Las bombas atómicas de Hiroshima,
el día 6 de agosto, y tres días después Nagasaki, son un claro exponente de la
vileza y maldad del ser humano, cuando aflora el espíritu desalmado y asesino
que llevamos dentro. Sembrando el odio y el supremacismo vemos a los demás como
enemigos a exterminar, o someter, y no como hermanos complementarios a nuestra
propia evolución junto a la especie.
Allá donde debería reinar la
bonhomía, hoy aflora la malicia y convierte la convivencia en un conflicto entre
grupos diferentes. Entonces se pierde el respeto a la otredad, a la condición
del otro. Tal vez porque, en nuestra educación, se ha priorizado la
individualidad egoísta sobre el humanismo solidario y se ha otorgado a nuestro
pensamiento, o credo, una supremacía que nos eleva por encima de los otros. Si
aparece el odio y rechazo los identificamos como enemigos a batir.
El eterno retorno
Los ciclos de la historia nos
indican cómo cada generación repite los errores del pasado en un eterno
retorno, aplicando la idea de Nietzsche, con los matices que se quieran plantear.
No aprendemos de la historia, porque cada generación, para hacerse adulta sigue
el mismo patrón, ha de matar (suprimir) al padre, cuan Edipo Rey, para ocupar
su lugar, haciendo el mismo recorrido para reafirmarse a través del aprendizaje.
Ese es el peligro que se cierne
sobre el mundo en este momento. Por un lado la desafección política con
actitudes contestatarias ante los hechos y por otro la necesidad de estructurar
un pensamiento racional propio, maduro y sólido, que difícilmente se consigue
con los medios actuales, dada la influencia de las redes sociales y sus
mensajes alienantes, con su posverdad manipuladora a caballo de emociones
inducidas, falsarias generadoras de ilusiones.
Cada generación se olvida de la
función pedagógica del pasado, al no haberlo vivido en sus carnes. Por tanto, aparece
la tendencia a dejarse embaucar por discursos grandilocuentes de patrias a salvar
sin tener conciencia, en profundidad, del camino autodestructivo que se abre
con el dogmatismo, el odio y el conflicto o desencuentro social. Son mentes virginales
que buscan su poderoso grupo de referencia.
Mirando al pasado
Por tanto, es bueno dar una mirada
a ese pasado en esta fecha tan señalada. Europa y el mundo, durante el siglo
XX, sufrió, posiblemente, el mayor drama de su historia. Prepotente y soberbia se
entregó a la autodestrucción en dos crueles guerras que afectaron al orbe. Fue
tal la debacle, que quedó troquelada su huella indeleble en la mente de aquella
generación y en la de sus hijos, que vivimos las consecuencias. El mundo se
hizo pacifista, incluso hippie en los años 60, con su lema de “haz el amor y no
la guerra”. Tras ello parecía que había escarmentado, que se había vacunado
contra las ideologías que condujeron al desastre.
Alemania, con un histriónico,
racista y xenófobo Hitler, acompañado de un no menos histriónico Mussolini, que
compartía sus delirios de grandeza y su carácter megalómano y sociópata, hicieron
una defensa férrea del nazismo y el fascismo, respectivamente. Sembraron el
odio y el rechazo al diferente con su actitud dictatorial y supremacista. Hoy,
su estrategia, que llevó al mundo a la mayor confrontación de la historia, de
nuevo asoma la patita.
A Hitler y Mussolini les faltaba
otro sujeto de ideología fascista para cerrar el círculo, este fue el general
Hideki Tōjō de Japón, el artífice intelectual de la invasión japonesa de
Manchuria, que desembocó en la guerra contra China y, posteriormente, en la
guerra mundial, donde fue Primer Ministro, convirtiendo a Japón en un Estado
policial. Tras la derrota japonesa, Hideki fue condenado a muerte y ejecutado
por ahorcamiento en 1948. Antes, Hitler y Mussolini, ya había corrido suerte
parecida. Uno mediante el suicidio y el otro fusilado por los partisanos
italianos.
Aquella ideas supremacistas habían
llevado al desastre total. Europa, y medio mundo, fueron arrasados por la
guerra, surgiendo un nuevo orden orquestado por las potencias vencedoras, donde
se quiso domeñar la violencia en aras de la paz, pero se mantuvo la guerra fría
con un desolador rearme nuclear. Tras 80 años vuelve la amenaza y afloran
ideologías que fueron proscritas por su malignidad, por su irracionalidad
humanista, por su agresividad contra y desde la propia especie humana.
Estamos en situación crítica
Estamos en un momento crítico,
donde se van perdiendo los valores humanista del pasado, dando paso a intereses
espurios de los oligarcas del poder político y económico. La insensibilidad
ante la desgracia ajena, la guerra y la muerte, la destrucción y la catástrofe
humanitaria, sigue desalmando al ser humano llevándole al envilecimiento
cultural, es decir la creación de actitudes y conductas nuevas ausentes de
compasión y empatía
Parémonos, reflexionemos desde el
sosegado razonamiento, desprendido de sesgos cognitivos, que nos llevan a la “desviación
sistemática del pensamiento, que implica distorsiones en la interpretación de
la información y a conclusiones incorrectas“.
En esa reflexión cabe preguntarse: ¿de
qué mundo venimos, en qué mundo estamos, qué mundo queremos, a qué mundo vamos?
Venimos de un pasado de lucha por
la igualdad, por la justicia social y por la democracia. Estamos en un mundo en
transición empujado por el proceso evolutivo de las tecnologías y el dominio de
las mismas, en un mundo de conflicto y de crisis en su más amplio sentido,
donde la redefinición de valores y objetivos determinarán el futuro. Tal vez no
esté suficientemente consensuado qué mundo queremos, aunque todos pensamos en
un mundo mejor, más humano, de bienestar global a través del uso adecuado de
esa tecnología para la sociedad; ahí está la clave, en definir el camino del
futuro para alcanzar los objetivos de mejora del colectivo social y no de unos
pocos. Pero… vamos a un mundo distópico y confuso, a un nuevo orden mundial
donde las cosas serán diferentes, sometidos al poder de unos oligarcas dueños
de recursos y tecnologías, a una plutocracia donde se dé el gobierno de los
ricos, de las multinacionales y las grandes corporaciones a caballo de la
nanotecnología, la ofimática, la Big Data y el uso de la IT para la toma de
decisiones orientadas a los objetivos de las clases dominantes y sus acólitos.
Ya casi somos insensibles
¿Se nos está probando para ver
hasta dónde llegamos en la tolerancia con el desastre?, ¿pretender tantear o
descubrir la solidez de nuestros principios y valores humanos? o, ¿acaso,
mediante un lento proceso de acoplamiento se nos conduce al lugar pre asignado
en el redil?
Ya casi somos insensibles, están
ganando ellos. Ucrania se desangra y muere, Gaza agoniza atormentada por el
hambre y la maldad del gobierno judío y quienes lo sustentan, en un genocidio
criminal. Muchos otros países subsisten acogotados por la amenaza del poder de
las armas. El mundo cambió las formas y ahora no se negocia para obtener la
paz, se amenaza con la guerra si no te sometes. La mafia y el chantaje triunfan,
la amenaza de aranceles, la coacción y la extorsión se imponen en el mundo que
nos trajo Trump, sujeto de conciencia débil forjado en el deshumanizado mundo
del negocio, donde cabe la conjunción del pragmatismo americano del siglo XIX con
“el fin justifica los medios” de la filosofía de Maquiavelo.
De fondo, el negocio de la guerra y
la destrucción. Para destruir hay que invertir en armas… una vez destruido se
ha de reconstruir invirtiendo en ello. He ahí el negocio: destruimos y dominamos
por las armas, para luego dar paso a las empresas que construyan un mundo nuevo
con el que nos enriqueceremos y dominaremos. De camino, desde el despacho y con
puro cinismo, pensaremos: “las vidas que costó el proceso no importan, sobraban,
se iban a morir igualmente más pronto o más tarde… “.
Y nosotros, seguimos adelante,
¿pero, hacía dónde nos llevan? Puede que a un insólito Cuarto Reich… algunos ya
no estaremos… o sí.
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