lunes, 11 de agosto de 2025

Hiroshima y Nagasaki. La historia no nos enseña.

Hiroshima tras la explosión nuclaer


Tiempo de reflexión

He de reconocer que estoy preocupado por cómo evoluciona el mundo de la geopolítica y el orden mundial. Tal vez sea un buen momento, cuando se cumple el 80 aniversario de las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki, para reflexionar sobre los errores del ayer, evitar cometerlos hoy y, sobre todo, mañana. No sé si queda bien el término catástrofe, o habría que decir masacre, o tal vez crimen de guerra, aunque la guerra siempre es un crimen en sí misma.

Las bombas atómicas de Hiroshima, el día 6 de agosto, y tres días después Nagasaki, son un claro exponente de la vileza y maldad del ser humano, cuando aflora el espíritu desalmado y asesino que llevamos dentro. Sembrando el odio y el supremacismo vemos a los demás como enemigos a exterminar, o someter, y no como hermanos complementarios a nuestra propia evolución junto a la especie.

Allá donde debería reinar la bonhomía, hoy aflora la malicia y convierte la convivencia en un conflicto entre grupos diferentes. Entonces se pierde el respeto a la otredad, a la condición del otro. Tal vez porque, en nuestra educación, se ha priorizado la individualidad egoísta sobre el humanismo solidario y se ha otorgado a nuestro pensamiento, o credo, una supremacía que nos eleva por encima de los otros. Si aparece el odio y rechazo los identificamos como enemigos a batir.

El eterno retorno

Los ciclos de la historia nos indican cómo cada generación repite los errores del pasado en un eterno retorno, aplicando la idea de Nietzsche, con los matices que se quieran plantear. No aprendemos de la historia, porque cada generación, para hacerse adulta sigue el mismo patrón, ha de matar (suprimir) al padre, cuan Edipo Rey, para ocupar su lugar, haciendo el mismo recorrido para reafirmarse a través del aprendizaje.

Ese es el peligro que se cierne sobre el mundo en este momento. Por un lado la desafección política con actitudes contestatarias ante los hechos y por otro la necesidad de estructurar un pensamiento racional propio, maduro y sólido, que difícilmente se consigue con los medios actuales, dada la influencia de las redes sociales y sus mensajes alienantes, con su posverdad manipuladora a caballo de emociones inducidas, falsarias generadoras de ilusiones.

Cada generación se olvida de la función pedagógica del pasado, al no haberlo vivido en sus carnes. Por tanto, aparece la tendencia a dejarse embaucar por discursos grandilocuentes de patrias a salvar sin tener conciencia, en profundidad, del camino autodestructivo que se abre con el dogmatismo, el odio y el conflicto o desencuentro social. Son mentes virginales que buscan su poderoso grupo de referencia.

Mirando al pasado

Por tanto, es bueno dar una mirada a ese pasado en esta fecha tan señalada. Europa y el mundo, durante el siglo XX, sufrió, posiblemente, el mayor drama de su historia. Prepotente y soberbia se entregó a la autodestrucción en dos crueles guerras que afectaron al orbe. Fue tal la debacle, que quedó troquelada su huella indeleble en la mente de aquella generación y en la de sus hijos, que vivimos las consecuencias. El mundo se hizo pacifista, incluso hippie en los años 60, con su lema de “haz el amor y no la guerra”. Tras ello parecía que había escarmentado, que se había vacunado contra las ideologías que condujeron al desastre. 

Alemania, con un histriónico, racista y xenófobo Hitler, acompañado de un no menos histriónico Mussolini, que compartía sus delirios de grandeza y su carácter megalómano y sociópata, hicieron una defensa férrea del nazismo y el fascismo, respectivamente. Sembraron el odio y el rechazo al diferente con su actitud dictatorial y supremacista. Hoy, su estrategia, que llevó al mundo a la mayor confrontación de la historia, de nuevo asoma la patita.

A Hitler y Mussolini les faltaba otro sujeto de ideología fascista para cerrar el círculo, este fue el general Hideki Tōjō de Japón, el artífice intelectual de la invasión japonesa de Manchuria, que desembocó en la guerra contra China y, posteriormente, en la guerra mundial, donde fue Primer Ministro, convirtiendo a Japón en un Estado policial. Tras la derrota japonesa, Hideki fue condenado a muerte y ejecutado por ahorcamiento en 1948. Antes, Hitler y Mussolini, ya había corrido suerte parecida. Uno mediante el suicidio y el otro fusilado por los partisanos italianos.

Aquella ideas supremacistas habían llevado al desastre total. Europa, y medio mundo, fueron arrasados por la guerra, surgiendo un nuevo orden orquestado por las potencias vencedoras, donde se quiso domeñar la violencia en aras de la paz, pero se mantuvo la guerra fría con un desolador rearme nuclear. Tras 80 años vuelve la amenaza y afloran ideologías que fueron proscritas por su malignidad, por su irracionalidad humanista, por su agresividad contra y desde la propia especie humana.

Estamos en situación crítica

Estamos en un momento crítico, donde se van perdiendo los valores humanista del pasado, dando paso a intereses espurios de los oligarcas del poder político y económico. La insensibilidad ante la desgracia ajena, la guerra y la muerte, la destrucción y la catástrofe humanitaria, sigue desalmando al ser humano llevándole al envilecimiento cultural, es decir la creación de actitudes y conductas nuevas ausentes de compasión y empatía

Parémonos, reflexionemos desde el sosegado razonamiento, desprendido de sesgos cognitivos, que nos llevan a la “desviación sistemática del pensamiento, que implica distorsiones en la interpretación de la información y a conclusiones incorrectas“.

En esa reflexión cabe preguntarse: ¿de qué mundo venimos, en qué mundo estamos, qué mundo queremos, a qué mundo vamos?

Venimos de un pasado de lucha por la igualdad, por la justicia social y por la democracia. Estamos en un mundo en transición empujado por el proceso evolutivo de las tecnologías y el dominio de las mismas, en un mundo de conflicto y de crisis en su más amplio sentido, donde la redefinición de valores y objetivos determinarán el futuro. Tal vez no esté suficientemente consensuado qué mundo queremos, aunque todos pensamos en un mundo mejor, más humano, de bienestar global a través del uso adecuado de esa tecnología para la sociedad; ahí está la clave, en definir el camino del futuro para alcanzar los objetivos de mejora del colectivo social y no de unos pocos. Pero… vamos a un mundo distópico y confuso, a un nuevo orden mundial donde las cosas serán diferentes, sometidos al poder de unos oligarcas dueños de recursos y tecnologías, a una plutocracia donde se dé el gobierno de los ricos, de las multinacionales y las grandes corporaciones a caballo de la nanotecnología, la ofimática, la Big Data y el uso de la IT para la toma de decisiones orientadas a los objetivos de las clases dominantes y sus acólitos.

Ya casi somos insensibles

¿Se nos está probando para ver hasta dónde llegamos en la tolerancia con el desastre?, ¿pretender tantear o descubrir la solidez de nuestros principios y valores humanos? o, ¿acaso, mediante un lento proceso de acoplamiento se nos conduce al lugar pre asignado en el redil?

Ya casi somos insensibles, están ganando ellos. Ucrania se desangra y muere, Gaza agoniza atormentada por el hambre y la maldad del gobierno judío y quienes lo sustentan, en un genocidio criminal. Muchos otros países subsisten acogotados por la amenaza del poder de las armas. El mundo cambió las formas y ahora no se negocia para obtener la paz, se amenaza con la guerra si no te sometes. La mafia y el chantaje triunfan, la amenaza de aranceles, la coacción y la extorsión se imponen en el mundo que nos trajo Trump, sujeto de conciencia débil forjado en el deshumanizado mundo del negocio, donde cabe la conjunción del pragmatismo americano del siglo XIX con “el fin justifica los medios” de la filosofía de Maquiavelo.

De fondo, el negocio de la guerra y la destrucción. Para destruir hay que invertir en armas… una vez destruido se ha de reconstruir invirtiendo en ello. He ahí el negocio: destruimos y dominamos por las armas, para luego dar paso a las empresas que construyan un mundo nuevo con el que nos enriqueceremos y dominaremos. De camino, desde el despacho y con puro cinismo, pensaremos: “las vidas que costó el proceso no importan, sobraban, se iban a morir igualmente más pronto o más tarde… “.

Y nosotros, seguimos adelante, ¿pero, hacía dónde nos llevan? Puede que a un insólito Cuarto Reich… algunos ya no estaremos… o sí.

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