sábado, 29 de marzo de 2025

Lo de Rusia se veía venir

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 29 MAR 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/03/29/rusia-veia-venir-putin-115810978.html


 Vladimir Putin, presidente de Rusia / -/Kremlin/dpa

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En agosto de 2017 viajamos en ruta turística a Rusia, visitando Moscú y San Petersburgo. Indudablemente fue un viaje maravilloso, donde descubrimos la singularidad y el colorido de un exótico país cargado de historia peculiar. El imperio zarista se fraguó bajo el sometimiento del pueblo a una estructura feudal que se mantuvo hasta más allá de la mitad del siglo XIX, cuando el zar Alejandro II inició reformas sustanciales en la educación, el gobierno, la judicatura y el ejército. En 1861 proclamó la emancipación de casi 20 millones de siervos, si bien se mantuvo la servidumbre de forma solapada en campos y aldeas.

La sociedad rusa mostraba dos clases bien diferenciadas, la nobleza y sus adláteres, rica y opulenta, dominando los resortes del imperio, y los siervos o pueblo llano, la plebe, que vivía en extrema pobreza, en hábitats insalubres y sus dosis de vodka. Sorprende observar los inmensos palacios, con su opulencia y magnificencia, que nos ofrece San Petersburgo, más de 260, mientras el pueblo vivía en sus isbas o casas típicas de campo hechas con madera. Dos extremos de una línea que acabó por romperse con la revolución de 1917 y la irrupción del comunismo.

Lo curioso es que lo que prometía ser la liberación del pueblo, acabó sometiéndolo a un nuevo zarismo de la mano de Stalin y su paranoia, una dictadura cruel dueña de bienes y voluntades según criterio del sanguinario dictador. El pueblo, secularmente obediente cuando no aterrado, y sumiso con el zar, siguió siéndolo con el nuevo poder, atrapado en una farsa nada democrática, donde el Partido y sus prebostes eran los amos dada la deriva que había tomado la ideología comunista, otrora prometedora de un futuro de progreso comunal. El Estado, en nombre del pueblo, centralizaba el dominio y propiedad de todos los medios y resortes de la industria, agricultura, bienes y servicios que empleaban a ese pueblo en su labor. Esta concentración del poder en el Partido sometió a la ciudadanía haciéndolos súbditos y no soberanos, como debería haber sido siguiendo los ideales del Marxismo. La mano de hierro de Stalin y, después, de los otros secretarios generales del Partido, fue determinante, hasta que colapsó el sistema a caballo de la corrupción, las grandes deudas y la disminución de las reservas de oro, entre los años 1989-92. En estas circunstancias ejercía el poder Mijaíl Gorbachov, que aportó los términos glásnost (liberalización, apertura, transparencia) y perestroika (reconstrucción o intento de convertir a la Unión Soviética en una economía de mercado, mediante aperturas económicas y el estrechamiento de relaciones con Occidente), se hicieron muy populares. En noviembre de 1989 se produjo la simbólica caída del Muro de Berlín a la que contribuyó decisivamente la política exterior del gobierno de Gorbachov.

Con este breve relato, que no deja de ser una leve pincelada inconclusa de un proceso complejo de intereses políticos y económicos, solo pretendo ubicar y contextualizar el tema para mejor comprender el tránsito de la historia. La reconversión de la extinta Unión Soviética, en una democracia parlamentaria, parecía que acabaría con la confrontación entre oriente y occidente y ello nos satisfizo, pensando en la distensión y en la homogeneización política de los dos grandes bloques. El abrazo y hermanamiento abrió las puertas al entendimiento y al intercambio entre dos sociedades antes enfrentadas. Después vendría Boris Yeltsin, presidente de la RSFS (República Socialista Federativa Soviética) de Rusia, subido en un tanque en pleno Moscú para neutralizar el golpe de Estado involucionista intentado por altos funcionarios del PCUS, del Gobierno y la KGB en 1991. Yeltsin se comprometió a transformar la economía socialista de Rusia en una economía de libre mercado mediante el cambio económico, la liberalización de los precios y los programas de privatización. En este proceso una buena parte de la riqueza nacional, patrimonio del Estado, cayó en manos de un pequeño grupo de oligarcas bajo el paraguas del poder, que buceaba en un océano de corrupción.

Con la caída en desgracia de Boris Yeltsin emerge como presidente la figura de Vladímir Putin, que era entonces primer ministro. Yeltsin se marchó con gran impopularidad entre la población rusa, mientras Putin es elevado a los altares como salvador de Rusia.

La historia de Putin es sobradamente conocida, su trayectoria en la KGB y sus manejos para mantenerse en el poder, desde la frialdad y falta de escrúpulos adquiridos en la agencia rusa, le han hecho solvente en el ejercicio de la tiranía presidencial que ejerce. El manejo y control de los medios de comunicación y la abducción que provoca en gran parte del pueblo ruso son bastante claros, donde demuestra su habilidad. Rompe con el pasado, eleva al poder a la clase religiosa otorgándoles prebendas, reconstruye la impresionante catedral de Cristo Salvador (Redentor) de Moscú, que había sido derruida en 1931 para dar lugar a la construcción del Palacio de los Sóviets y firma una alianza tácita con el clero ortodoxo para mutuo beneficio. Con este hábil proceder y con su discurso de recuperación del poderío imperial ruso, se gana al pueblo tradicionalmente religioso y, ahora, llevado por la ley del péndulo.

No describiré el viaje, que fue espectacular en todos los sentidos, tanto en una como otra ciudad y sus aledaños, o la visita al monasterio de la Trinidad de San Sergio. Pero resalto la amabilidad y exquisito trato del pueblo ruso para con los visitantes. Pero, dentro de mi preocupación por conocer el ambiente y la opinión de este respecto a occidente, sí que mantuve conversaciones interesantes, básicamente con la guía, sobre el asunto, contrastando opiniones respecto al tema, dado lo ocurrido el año 2014 con la invasión de Crimea y la guerra del Dombás.

También hablamos de la transición política de la URSS hacia la democracia y cómo se desarrolló y la vivió el ciudadano ruso. Una de ellas prefirió no hablar del tema pero su colega se explayó.

Para ella, y otros muchos ciudadanos, comentó que la perestroika de Gorbachov fue una traición al pueblo ruso desmantelando el patrimonio del Estado en beneficio de los grupos de oligarcas afines al poder. Pensaba que se entregó a occidente, renunciando a la esencia rusa en beneficio de sus enemigos en la guerra fría. Pero que, al menos, abrió las puertas a la democracia creando unas expectativas que luego no se cumplieron.

De Boris Yeltsin decía pestes. Si bien al principio pareció una promesa, pronto se vio que era un borracho que había hecho mucho mal a Rusia dando una imagen terrible. Era una vergüenza denigrante, según ella, con aquella exhibición, bajo los efectos del alcohol, tocando el trasero a la secretaria, o sus risotadas con Bill Clinton en la conferencia de prensa en Nueva York, en octubre de 1995, en la que parecía estar ebrio.

La joven se declaró admiradora de Putin, porque este había traído un nuevo liderazgo a Rusia, con su seriedad y prestigio. Había unido al pueblo y lo dirigía con mano firme. A mí me recordó la sumisión al nuevo Zar. El discurso de Putin mostraba el peligro de la expansión de la OTAN, que pretendía colocar en Ucrania sus misiles apuntando a Rusia y eso no se podía permitir, aunque fuera necesario ir a la guerra.

Entonces comprendí que ya se estaba creando en Rusia un estado de opinión afín al conflicto que se andaba vislumbrando y que se había iniciado en 2014 con la ocupación de Crimea y parte del Dombás por las fuerzas de la federación rusa.

He de reconocer que me preocupé y tuve miedo al valorar aquella posibilidad que ponía sobre la mesa la guía rusa, mientras en relajada amistad pasábamos la botella de vodka por el grupo para llenar el vaso, el «stopka» o chupito ruso, que nos proporcionaba una adecuada dosis, en aquel lago de los cisnes junto al Monasterio de Novodevitchiy, en una cálida noche del Moscú en pleno estío. Aquella joven albergaba en su interior la idea de Putin, borrar la imagen de la Rusia de Boris Yeltsin y llevarla al perdido imperio zarista en una nueva era. El caldo de cultivo de la guerra estaba fermentando. El pueblo ruso, una vez más, se disponía a dar su sangre por el zar. En esas estamos… ¿hasta dónde llegaremos? Creo que Putin, curtido en el KGB, es un viejo zorro que le da sopas con honda a un infantiloide Trump, que vive en su mundo y no da la talla como estadista.



 

2 comentarios:

Sergio dijo...

Hola, Antonio.
Creo que como siempre, es un buen retrato del devenir ruso, como dices, sin entrar en profundidades. Pero bueno.
Entre Putin y Trump, está medio mundo acojonado. Hoy he escuchado en las noticias, que Dinamarca aceptaría mayor presencia yanqui en Groenlandia...
Tengo que ponerme al día con tus artículos, pues no he leído los últimos.
No sé si sabes, que ha muerto mi hermano (el que estaba casado con tu paisana).

Antonio dijo...

Hola Sergio. En primer lugar siento la muerte de tu hermano, entindo que era joven para ese trance final. En lo referente a ponerte al día con mis artículos, lo puedes hacer en el blog. Están todos publiados allí. Un abrazo y te reitero mi pesar por la muerte de tu hermano.

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