Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 10 MAY 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/05/10/cultura-paz-117222161.html
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La paz
impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que
consensua la convivencia en libertad
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«Habemus papam»
Mientras daba el último toque a
este texto ha surgido la «fumata blanca» de la Capilla Sixtina. He
dejado el ordenador y me he centrado en la TV para seguir en directo la
información sobre la elección del nuevo papa, por lo que me gustaría hacer unas
consideraciones previas.
Las expectativas eran grandes y,
dependiendo de quien fuera elegido, podríamos enfrentarnos a una u otra
tendencia de la «política religiosa» que el catolicismo nos ha venido
ofreciendo. No es lo mismo un papa cercano al humanismo, defensor de los pobres,
marginados, migrantes, de los derechos humanos, crítico con el mercado
neoliberal, el consumismo exacerbado y preocupado por las necesidades del
ser humano, que uno atrapado en estructuras anacrónicas de una ortodoxia
clásica, donde el dogma intransigente dificulte el acercamiento de la gente.
El Papa tiene una influencia
impresionante en gran parte de la humanidad, sus seguidores son muchos y, según
su discurso, facilita o complica ese acercamiento, por lo que su elección, de
una forma directa o indirecta, afecta a todo el mundo en tanto crea actitudes y
conductas entre los creyentes… pero, al nuevo papa, alguien le ha reconocido
una «sensibilidad pastoral latinoamericana», lo que va en la línea de
Francisco. Y ya leo en la prensa: «Combina el pragmatismo norteamericano
con la calidez y el colorido de Latinoamérica, donde se fogueó y se curtió como
pastor. Y, además, podría erigirse en muro de contención frente al presidente
Donald Trump, cuyos mecanismos políticos conoce a la perfección», el
comentario es esperanzador.
Cuando, ya como León XIV,
apareció en el balcón y hablo de la defensa de la paz en el mundo, sentí
que su discurso se ajustaba a mi texto y afloró una sensación de afinidad. Dada
su procedencia y el lugar donde ejerció su labor religiosa, en Perú, da pistas
e intuición sobre su futuro proceder, que forja esperanza. Entonces volví a mi
texto y continué escribiendo desde mi agnosticismo.
Hablar de paz es necesario
Hablar de paz en estos tiempos no
es solo aconsejable, sino que debería ser obligatorio, hasta el extremo de
llegar a comprender que la paz es el camino para alcanzar el desarrollo
integral del ser humano. Es decir abarcando los aspectos
biopsicosociales de las personas, que conforman un sistema interactivo del
que depende, en gran medida, su salud y bienestar. A un sistema, según los
expertos en la teoría sistémica, no lo conforman la suma de las partes, sino la
realidad que se crea mediante la interacción de los elementos que lo integran.
Nuestra sociedad funciona así, como
un sistema integrado por múltiples elementos, entre los que nos encontramos los
seres humanos como actores principales. Dado que es un sistema abierto y
dinámico, estamos sometidos a la influencia del entorno y a los procesos de
manipulación desde estrategias de información y creación de estados de opinión
que apoyen o rechacen posiciones, ideologías o credos. Eso lo saben
perfectamente los que ejercen el poder. El pueblo alemán, abrazando el
nazismo es un buen ejemplo de ello.
La paz no se decreta, la paz se
cultiva
Por tanto la paz no es algo
que se decreta, sino que se siembra y cultiva en el sistema social, a
través de la educación y formación ciudadana. Es algo que arraiga en la mente
de cada cual y presenta resistencia a ser subvertida por los beligerantes
agresores. Existe una orientación, una actitud de paz, que permite crear el
ambiente adecuado para que se desarrolle dentro de un contexto cultural.
Mientras más conciencia se tenga de la importancia de la paz, más se
establecerán los medios para cultivarla y mantenerla.
Sin embargo, es
tremendamente complicado mantener una paz justa entre los pueblos. Las
estrategias geopolíticas, los intereses comerciales, la historia y la cultura
del poder establecido y el darwinismo social del neoliberalismo, hacen que la
gobernanza mundial no se realice desde la bonhomía, sino desde la perversión de
la confrontación que beneficia a grupos dominantes.
Estamos sometidos a una cultura
belicosa, donde el poderoso es temido y admirado, dados los mitos y leyendas,
donde los héroes son grandes guerreros, conquistadores y forjadores de
imperios. En esta cultura aceptamos la crueldad y el dominio, la
imposición y la ambición, como expresión natural del ser humano, asociados al
éxito. Pero nuestros héroes han de ser, «aquellos que construyen y trabajan por
la paz», como defendía Nelson Mandela, y no los sanguinarios guerreros.
La paz debe ser el elemento
esencial dominante en el hegeliano «espíritu del tiempo», que hace referencia
al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una determinada era.
Quiero decir que el entorno, la filosofía y pensamiento imperante es clave para
mantener o dinamitar la paz. Los hechos, que venimos viviendo en los últimos
años, nos muestran un proceso evolutivo, o tal vez debería decir
involutivo, donde la violencia y la guerra afloran por doquier ante la
indiferencia de la sociedad. Estamos deshumanizándonos ante estos hechos.
Soportamos el horror de la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza, donde
Israel actúa con absoluta impunidad. Por tanto, para cultivar la paz, hemos de
luchar por establecer un espíritu de los tiempos donde se busque esta como un
objetivo imprescindible para convivir y conseguir la felicidad de nuestra sociedad.
Decía en el epígrafe: «La paz
impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que
consensua la convivencia en libertad». Mientras la paz sea fruto de la
imposición bélica, del dominio por las armas, no habrá paz sino odio subyacente
del sometido, que es el cultivo de una futura guerra. Solo en un entorno de
convivencia consensuada, de equilibrio justo entre las partes, podrá aflorar la
paz en libertad y no en sumisión. La paz tiene su fundamento en el
equilibrio interior de cada sujeto, en un estado emocional de calma,
tranquilidad y bienestar. Pero sobre todo en una disposición para cultivarla
desde la empatía, el amor y el respeto, mediante actitudes y conductas de
colaboración que aboquen en sinergias positivas.
La paz es el camino
No puedo estar más de acuerdo con
la frase de Mahatma Gandhi: «No hay camino hacia la paz, la
paz es el camino». La vivencia en paz es la mejor forma de mantenerla y
cultivarla. Si nos dejamos llevar por la violencia, por el odio, y vemos al
semejante como enemigo en lugar de diferente, estamos cultivando el espíritu de
la guerra. Hoy, la política irresponsable, siembra ese odio y desencuentro, en
el que no debe caer la gente de bien.
Por desgracia, esa conducta
canallesca, también se proyecta en algunos medios de comunicación, con la misma
virulencia, en los vehementes debates de tertulianos donde se observa el
periodismo venal y partidista, pues no buscan el acercamiento y la
clarificación de ideas, sino arrimar el ascua a su sardina. Por otro lado, la
aparición de las RRSS ha creado un campo de confrontación, en muchos casos
irracional, basado en argumentación poco o nada sólida. En ese caso, es cuando
más hace falta criterio preciso para discernir y separar el grano de la paja.
Lamentablemente se acaba dando el mismo crédito a un científico que a un
idiota. Eso crea opiniones poco fundadas en sujetos donde prevalece el deseo de
confrontar, defendiendo lo absurdo frente a lo racional, lo que lleva a un
irracional desencuentro, puesto que el dogmatismo del necio no está abierto a
las ideas fundamentadas. Por tanto, las RRSS son un campo de cultivo
ideal para sujetos de pensamientos enquistados resistentes a la argumentación
lógica, provocando el desencuentro en lugar de un acercamiento y la
tendencia al conflicto, en lugar de a la paz.
En conclusión, sostengo que para
alcanzar y mantener la paz, el principio básico es una educación que potencie
la creación de una cultura orientada a la misma. Unas actitudes dignas que la
defiendan. Un espíritu colectivo, que la hagan prevalecer sobre todas
las cosas, como forma de desarrollo humanista. Todo ello aderezado con
la práctica de la empatía, el respeto, la concordia y el entendimiento entre
los pueblos. La paz, al igual que el ser humano, es dual: individual y social.
La paz interior de cada individuo es la base para alcanzar la paz del colectivo
social.
1 comentario:
Totalmente contigo, Antonio. Lo malo es que siempre hay algún idiota que mete la pata. Ahora mismo hay más de uno.
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