(El deseo de aprender no se puede contener con una
presa,
pues cuando aparece el más mínimo resquicio,
se rompe en mil pedazos y se busca el conocimiento)
(Antonio
Porras)
Somos
de una generación sufrida. Sí, sí, nuestra generación pasó lo suyo para
transitar por este mundo hasta alcanzar esta situación. Muchos salimos de la
nada, o mejor dicho, huimos de la nada, a empujones de la necesidad. El mundo de
nuestro entorno europeo había entrada en una situación vertiginosa, de cambio
continuo, de evolución y desarrollo, de progreso y elevación del conocimiento
de los pueblos… Ello era un reto para aquellos chavales de los años 50 que,
sometidos a una situación de sumisión ideológica, estaban condenados a romper
las cadenas si querían mirarse en el espejo del resto del continente y el mundo
occidental. El analfabetismo de nuestros mayores no podía trasmitirse a nuestra
generación y andábamos motivándonos para saltar la valla de la miseria, la
incultura y la ignorancia, para salir de aquella ignominiosa nada económica e
intelectual.
Los
otros, los europeos, pues Europa empezaba en los Pirineos, iban montados en su
carro, por no decir en su coche, caminando por el sendero de la vida desde la
filosofía de su concepción democrática de la política. Nosotros, andábamos
entre el barro, montados en nuestro burro, atrapados en un pasado que aún olía
a sangre derramada en guerras fratricidas, de luchas no superadas, de odios no
resueltos y de humillación de una de las partes por la otra vencedora,
estábamos atados a las viejas tradiciones, encadenados a un sistema totalitario
que nos encorsetaba. Allí solo cabían dos cosas: O se explosionaba el sistema
para hacer brotar otro en consonancia con el mundo que nos rodeaba, o seguíamos
siendo la reserva espiritual de occidente, la España de charanga y panderetas,
el reclamo turístico de “Spain is different” (España es diferente), como diciendo: somos
un bicho raro, venga a conocer este país tan distinto a lo que conoce. Tenemos
cosas que no tienen ustedes: toros y sangre en la arena, flamenco de “quejío”
profundo de un pueblo que llora y calla, hombres de pelo en pecho, machos
ibéricos que pueden sorprender por su bravura, mujeres de negro cubiertas con
velos de luto perpetuo, cristos paseados fervorosamente por calles y plazas de
todos los pueblos, vírgenes que lloran, dolorosamente, al ver como sufre su
hijo clavado al madero, tenemos de todo… tenemos un pueblo de sonrisa franca,
de dócil servir, del que usted podrá sentirse su dueño.
Tenemos más cosas que ustedes no tienen ni pueden
tenerlo. Vean al Caudillo, ejemplo viviente de honores de raza de aquel viejo
imperio, como es paseado, siendo alabarderos los curas y obispos que pueblan el
reino. Cubierto de palio, como una custodia con el sacramento, pues es quien defiende
valores eternos del papa de Roma y todo su clero. Aquí, para que lo sepan,
somos todos uno, formamos la piña que une a los pueblos, y si algún perverso
intenta romper esta magia, consejo de guerra y garrote vil para dar ejemplo a
quienes pretendan romper nuestro sueño. Aquí la mujer es mujer, cuida de su
hogar, nos lava y nos plancha la ropa, prepara los guisos, pela las patatas y
friega la casa, nos hace la cama y, cuando queremos, nos da los placeres del
sexo que el hombre demanda… aquí, el
hombre es un hombre que manda en su casa. Aquí, a los chiquillos, les damos
ejemplo, acuden a misa de forma sumisa, confiesan sus hechos y vamos, con
riendas seguras, pasito a pasito y de trecho en trecho, guiando sus actos; mas
si son rebeldes y osan pecar de palabra u obra, o de pensamiento, castigo les
damos con este flagelo que en mi mano tengo. Nosotros, somos diferentes, deben
comprenderlo.
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Ante
esto, queridos amigos, que surge como prosa lírica, parecida al verso, un grupo
de gente se implicó en el cambio y España se fue convirtiendo en un país
parecido a los que nos rodeaban, eso sí, con el lastre de un pasado que sembró
la semilla que dormitaba en letargo. La juventud reclamó salida, las cosas
cambiaron forzadas por un pueblo que quería ese cambio. Se sentó a hablar la
gente, los políticos electos y no electos, y se buscó una salida para acabar
con aquello. No podíamos estar de espaldas al mundo y aquel mundo quería
atraparnos para estar con ellos, para su mercado, para su gobierno, reforzar la
OTAN y empezar a derruir el muro de los Pirineos, que era una especie de muro
de Berlín entre los países que ganaron la guerra a Hitler y su hijo político al
que ellos auparon al “trono” de España, convirtiéndose en un grano ideológico
en su trasero.
Nosotros,
los nacidos a caballo del medio siglo XX, estuvimos en aquella guerra. Nos
llevaron, los nuevos vientos y el esfuerzo, a cambiarlo todo, a huir de la nada
para encontrar un mundo nuevo, con un Estado del Bienestar que hoy se tambalea.
Comenzamos a trabajar jóvenes, casi siendo niños; para estudiar había mil
problemas por falta de recursos y por la necesidad de ayudar en casa para
levantarla, comprar casa nueva, acceder a los bienes que el mercado nos iba
metiendo por los ojos y, por qué no decirlo, también divertirse.
Trabajamos
duro y estudiamos a la par, criamos a nuestros hijos, los hiperprotegimos para
que no pasaran por lo que nosotros pasamos, quisimos hacer de ellos lo que
soñamos y no pudimos para nosotros. Fraguamos un país distinto, cambió la política,
la economía, la solidaridad y afloró el Estado del Bienestar. Rompimos con
mayor dignidad la frontera de los Pirineos; al principio con maletas de madera
o cartón piedra, arrastrando nuestros cuerpos por los campos y las vides francesas
o las fábricas alemanas. Ahora las cruzamos con nuestros coches, pero en plan
turista, aunque nuestros hijos, en estos últimos años, hayan tenido que volver
a emigrar en busca de trabajo, pero con sus carreras y su domino de idiomas,
con su dignidad y preparación envidiable… lástima que no sea para trabajar en aquello
para lo que se prepararon, sus profesiones.
Hoy,
pasado ya el tiempo, nos sigue llamando el progreso. Y aunque seamos viejos, la
gente se cuelga a internet, juega con el móvil, descubre la “table”, leemos en
ebook, esos inventos de libro electrónico que nos regalan nuestros hijos tan
habituados a las nuevas tecnologías. Nos abrimos cuentas de Facebook o Twitter,
algunos tenemos un blog donde vamos escribiendo, pintamos un cuadro, buscamos
engancharnos a aquello que nos gusta… Estamos en ello.
A
mí me sorprende, y por eso he escrito esto, que mucha de esta gente llena los
cursos del Aula de Mayores de la Universidad, sobre todo mujeres. ¿Sabéis por
qué? Pues yo os lo diré:
Los
hijos se fueron, los nietos nos llaman, pero ahora que hemos descubierto el
camino para ir al más allá, al más saber me refiero, no al otro mundo, que
también iremos, buscamos aquello que nos fue prohibido o vetado por las
circunstancias de la vida. Estudiamos como los viejos chicos que somos, tomamos
la cervecita al salir de clase, nos hacemos nuevas amistades, aprendemos y
aprendemos… si ya no es una carrera de futuro es otra de presente, de
descubrirnos, de elevar nuestra autoestima, de abrir y abrir ventanas a paraísos
desconocidos de la ciencia, la cultura, la historia… el saber, el conocimiento y
el cultivo de la mente. No estamos dispuesto a perder la última oportunidad, a
bajarnos del tren y quedar en la cuneta, tenemos que competir con nuestros
nietos, saber qué decirles, estar a la altura, aunque a veces, nos ayuden a entender
ese jodido móvil con el que queremos WhatsAppear.
No
sabéis con la satisfacción que viví el otro día la graduación de aquellas
chiquillas de 60 años, guapas todas, radiantes, felices y contentas, estrenando
vestidos del cuerpo y del alma, con cara iluminada por haber alcanzado el éxito
tras tres años yendo a clase. Subieron al estrado, mientras el Rector, la
Delgada de Salud e Igualdad de la Junta y demás autoridades, les iban
imponiendo sus becas, esas bandas grabadas que las confirmaban como graduadas.
Luego, la vuelta, la foto, el caminar nervioso pero seguro, sabedoras de que
eran las actrices del espectáculo; una mirada a la familia y un flujo de
alegría compartida. En mi caso, es lo que sentí con Loli subiendo al estrado y
yo de acompañante.
Cerremos
el acto. Fotos con el grupo, con los hijos, los maridos y mujeres, las amigas
más íntimas… siempre con cara bonita, sonrisa abierta, el brillo en los ojos y
la agitación en el cuerpo, porque cuando se es feliz se tiene la cara radiante
y aflora esa belleza sin par que rejuvenece. Al final, como veinteañeras,
comida y juerga sin límite, papá no esperaba, el novio no estaba… risas,
chistes picarones y fin de un día que pasará a la historia de todas ellas.
Tengo
que aclarar dos cosas: una que esto es un homenaje a esas chicas de sesenta que siguen manteniendo en su interior el interés por aprender, y otra que hablo en femenino de los integrantes de estos cursos porque el
70% son mujeres. Tengo que decir, también, que me siento muy honrado de haber sido uno
de los primeros profesores de la universidad que colaboró con estos cursos,
hasta mi jubilación. Me sentí nervioso cuando empecé con gente tan mayor, de
tanta experiencia en la vida, pero aprendí tanto con ellos que creo me dieron
más ellos a mí que yo a ellos.
4 comentarios:
Muchas Felicidades a todas esas mujeres y hombres que han ido a la Universidad por puro afán de conocimiento.
No estudiaron antes porque no pudieron, y África empezaba en los Pirineos. Y ahora que el estado de cosas han cambiado se demuestra que somos muy válidos los españoles. Solo que mal gobernados. Ese ha sido siempre nuestro problema.
Un abrazo, Antonio.
Así, Prudencio. Esta sufrida generación tiene el valor de levantarse siempre, gracias a ella España rompió amarras y sigue con el ansia de saber y liberarse de un pasado de opresión y machismo... por eso son el 70% mujeres que rompen cadenas.
Un abrazo
Gracias por sus palabras. En el Aula de Mayores, hemos encontrado la manera de ponernos al dia. El mundo corre y los conocimientos de antes no son los de ahora. Personalmente estoy muy orgullosa de asistir a estos cursos porque me ha permitido reciclarme, ponerme al día o refrescar conocimientos y conocer nuevas y maravillosas personas que intercambiamos ideas. Gracias a todo el profesorado y deseamos seguir adelante.
Mi enhorabuena, Nuria, por ese espíritu de superación. Seguiremos aprendiendo hasta el último aliento de vida. Así crece la gente y evolucionan las sociedades.
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